ATRAPADOS SIN SALIDA



―¡Corran! ¡Solo corran! ―exclamó el Rey blanco.

Los últimos siete sobrevivientes del equipo corrieron por los túneles como llevados por el viento. El terror se había apoderado de ellos, algunos habían respirado el aire azul por tanto daban la impresión de ser más salvajes.Mientras corrían, la Reina blanca maliciosamente golpeó a su compañero. El peón blanco Nº 05 perdió el equilibrio y cayó al piso pesadamente, su mirada de absoluto desprecio parecía lanzar una maldición en pensamiento pero no en palabras, de hecho no tenía nada más que decir, no tenía ni la energía ni la racionalidad para expresarlo verbalmente. En ese momento solo sentía un odio que calaba hasta los huesos. 

―¡Quédate ahí y cumple con tu deber peón blanco! ¡Ésta ha sido tu suerte desde el inicio, No me juzgues! ―Así se despidió la Reina blanca. Ninguno de los sobrevivientes se detuvo o intentó ayudarlo. Los peones siempre han sido desechables. Todos continuaron sin siquiera unas palabras de gratitud.

Mientras el grupo se alejaba, escucharon con nitidez los sonidos guturales de cientos de animales que más parecían llorar de tristeza o arrepentimiento que rugir de ferocidad; mientras tanto, la neblina celeste se acercaba a una velocidad vertiginosa. El peón se resignó en silencio a su destino, nunca habló, nunca se quejó; solo regresó a mirar hacia la neblina azul y extendió los brazos para recibirla.

―¡SIGAN CORRIENDO MALDITA SEA! ¡AHORA TENEMOS MAS TIEMPO! ―gritó el Alfil blanco.

La carrera continuó por casi media hora, hasta que el cansancio los abatió. Habían llegado hasta un muro de proporciones dantescas, no podían ver los límites: ni a la derecha, ni a la izquierda, ni mucho menos hacia arriba.

―¡Este es nuestro fin! ¡Justo ahora aparece este maldito muro! ―La Torre blanca se dejó caer al piso derrotado, incluso vomitó algo de agua y jugos gástricos.

Los dos últimos peones del equipo se miraron con esperanza, eran dos mujeres jóvenes que aparentaban tener aproximadamente 25 años, de apariencia imponente no solo por su belleza sino que su sola presencia irradiaba madurez ilimitada, lucidez de pensamiento y un aura de absoluto dominio. Ambas eran pelirrojas con enormes trenzas muy bien cuidadas. Si no fuera por sus posiciones, cualquiera que las observara diría que ellas son los líderes absolutos del equipo.

―¡Camila!, mi octavo Peón, ¿¡qué rayos me estás mirando!? ―dijo el Rey blanco al cruzar con su mirada.

―¡Eres patético, Rey!, ¡un desperdicio de genes!, ¡despojo barato de la civilización! ¡Ordenaste todo lo contrario a lo que te sugerimos y mira cómo terminamos! ―El desprecio en las palabras de Camila fueron recibidas con orgullo por el Rey blanco, incluso sonrió y suspiró por el "halago".

―¡Vámonos Camila tenemos que encontrar las pistas!, ¡no hay tiempo que perder! ―exclamó Lauren, el Peón Nº 07.

Con el estatus de peón no podían pronunciar los nombres de sus superiores, tenían que dirigirse a ellos por sus posiciones. Solo las personas del mismo estatus podían llamarse por sus nombres, o quizá el superior a un inferior, pero nunca de un inferior a un superior. Eran las normas.

El grupo las vio alejarse, ellos estaban totalmente resignados a ser atrapados. Pasaron 15 minutos y la neblina azul empezó a verse desde la distancia, los llantos y quejidos de las bestias podían escucharse lejanamente. A medida que pasaban los minutos, los lamentos iban en aumento. El grupo que había permanecido en el mismo lugar, sentados y abatidos, poco a poco empezaron a reaccionar tratando de encontrar una salida. Todos miraron hacia el muro, buscaban alguna pista, alguna ruta o lo que sea que pudiera significar una señal escondida a la vista. En ese instante Camila regresó corriendo para informarles que Lauren había encontrado un puzle de piedras en el muro, por lo tanto necesitaba que vayan con ella de inmediato.

Todos la siguieron desesperadamente hasta el lejano punto donde Lauren sostenía su mirada absorta.

―¿Lauren, que has encontrado? ―preguntó la Reina blanca.

―¡Es la llave mi Reina, no hay tiempo!... ¡DAME LA ORDEN MALDITA SEA! ―La voz de Lauren contenía ira y desprecio sin igual. Tanto el Rey como la Reina eran los seres más incapaces, ineptos y egoístas que había conocido en sus enteros 348 años de existencia. Si ella tuviera un título oficial y ellos fueran los peones, hace tiempo los hubiera sacrificado, ni siquiera tenían habilidades o destrezas que los hicieran valiosos como para mantenerlos con vida, solo tenían esas malditas etiquetas que funcionaban como títulos absolutos, como si hubieran regresado a esas humildes etapas de la humanidad donde un título nobiliario, riqueza o poder, tenían un mayor peso para decidir sobre los líderes, que la capacidad real y la habilidad para serlo.

Tanto el Rey como la Reina se mantuvieron callados, aunque sus vidas estaban al borde del peligro, se mantuvieron en silencio solo para molestar a sus dos peones.

―¡Te ordeno que lo ejecutes Peón Nº 07! ―Con un movimiento de brazo la Torre blanca habló para romper el silencio.

En ese momento Lauren empezó a mover sus manos tan rápido como pudo, movió las rocas que contenían signos y símbolos matemáticos. En menos de dos minutos, la mitad de lo que parecía una pizarra segmentada empezó a tomar forma, entonces observaron que lo que Lauren estaba resolviendo era una ecuación matemática.

―¿Eso es matemática? ―Le preguntó el Rey a Camila.

―No es solo matemática, es la Ecuación de Dirac, la cual describe cómo las partículas, en este caso los electrones, se comportan cuando viajan a casi la velocidad de la luz. Es una mezcla de mecánica cuántica con la teoría de la relatividad de Einstein. Esto lo sabe cualquiera que haya terminado el bachillerato a los 17. En tu caso, dudo que lo sepas. ―Camila le lanzó una mirada arrogante al Rey.

―Nunca me interesó lo académico, lo mío siempre será disfrutar de la vida, lo demás no tiene sentido ―replicó el Rey ―. Mientras Lauren lo resuelva está bien supongo.

El grupo de Oficiales incluyendo al Rey y la Reina, no sintieron ni la más mínima vergüenza al desconocer la ecuación que se estaba resolviendo.

En ese momento, la neblina azul ya estaba cercando todas las posibles rutas de escape, los gemidos de dolor y aflicción animal se oían tan nítidamente que los hizo sudar frío.

―¡Te ordeno que des prisa! ¡Date prisa! ¡Date prisa! ¡Date prisaaaaaaaaaaaaaa! ―exclamó la reina totalmente irritada.

Cuando Lauren terminó la ecuación, la neblina los cubrió a todos por igual. Dentro de la la neblina azul pudieron observar cómo las sombras bestiales de diferentes tamaños, se lanzaban sobre ellos. De pronto una luz blanca extinguió la neblina y las sombras. Los seis se sintieron caer a un abismo sin fondo, ninguno de ellos luchó, sus cuerpos parecían muñecos de trapo sin vida alguna. Ya era demasiado tarde, la neblina los había atrapado. Solo les espera morir.

Lo que pareció 45 minutos de caída libre, en realidad les había tomado físicamente 4 segundos. Todos cayeron en un mar de agua dulce. Se hundieron como piedras. El agua los despertó del estupor y sus trajes se inflaron de la espalda y el pecho, lo que les permitió salir a la superficie.

Al salir, todos respiraron una gran bocanada de aire, estaban vivos. La caída no los había matado, al menos pensaron que habían caído desde varios miles de kilómetros de altura. Respirar esa neblina azul les había dado falsas percepciones. Aquel simple hecho tendría..., profundas consecuencias.

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