8. Sus amigos.

La prematura luminosidad del sol me pegó de lleno en la cara interrumpiendo mi placentero sueño, al fin despertar me sorprendí de estar abrazando a un esponjoso saco de plumas, ¡Já, qué graciosito, Nathan!; puse toda mi concentración en mi siguiente acción, con excesiva torpeza de mi parte logré elevarme por encima de la cama hasta alcanzar la enorme ventana que brindaba escasa claridad a la habitación, afuera todo lucía muy radiante, hacía un día muy bonito para salir a pasear; sin previa advertencia un tímido rayo de sol cayó sobre la piel de mi mano, pero no experimenté alguna sensación desagradable, ni produjo algún tipo de visible abrasión por la zona, en realidad era curioso, pero la sensación de la luz sobre mi epidermis era simplemente deliciosa.

Cuando perdí el interés por el impresionante paisaje enfrente de mí, decidí ausentarme de mi aislamiento en la torre para bajar hacia el primer piso, intenté levitar por la escalera pero detuve mi operación antes de llegar más lejos, en ese entonces a mí se me hacía aún muy complicado eso de volar y todas las demás cosas habituales en los vampiros, como casi pierdo el equilibrio al instante en que pasaba por el tercer escalón, pensé que por ahora sería mejor la idea de que mis pies anduvieran tocando el suelo hasta situarme abajo, troté por los estrechos pasillos hasta aparecer delante de la puerta de la habitación de Nathan, toqué la madera dos veces para indicar de antemano mis intenciones de penetrar en la estancia, empujé la superficie de leña para pasar y luego la cerré teniendo cuidado de no hacer demasiado escándalo, me di la vuelta y allí estaba Nathan, recostado en un sofá de cuero sin ninguna angustia que pudiera perturbar su estado de apacibilidad, su vista estaba fija en la monumental ventana que de alguna manera lo transportaba al exterior, la temperatura del lugar era agradable gracias a una chimenea encendida de ladrillos rojos que se encontraba a la derecha.

—Hola, Cameron —saludó de repente sin darse todavía la vuelta en su sillón.

—Nathan, ¿qué estás haciendo? —cuestioné divertida debido a la inusual circunstancia.

—Nada. —Se quejó aparentemente fastidiado, sin embargo, su tono de voz revelaba otra cosa, tal vez un poco de entretenimiento de su parte—. Aquí pasando el tiempo y ¿qué haces tú? —Se puso en pie.

—Nada también, ¿vamos a practicar? —interrogué dubitativa.

—Está bien, pero antes, ¿no tienes hambre? —preguntó atónito.

—La verdad es que no, creo que he conseguido aplacar mi interminable sed de sangre. —Una risa estúpida se formó en mi garganta—. Aunque mi cuerpo ya se siente algo débil.

— ¿No quieres que vayamos de cacería? —preguntó vencido por su descomunal embeleso de sentir nuevamente correr la adrenalina por su cuerpo—; ¡vamos, Cameron! Será divertido.

—Me parece bien, pero yo no tengo ninguna clase de experiencia en eso, así que tú tendrás que enseñarme, ¿está bien eso para ti?

—Sí, por supuesto.

—Y más tarde iremos a entrenar, ¿verdad?

—Claro —contestó confiado—; ahora, sígueme.

De un instante a otro, Nathan me tomó de la mano para dirigirnos hacia el interior del baño, en ese momento pensé que la actual ocasión que estábamos viviendo se tornaría algo incómoda y particular, dejó de unir nuestras palmas para abrir la superficie de cristal difuminado que separaba la ducha del resto del cuarto, pasamos y la situación se volvió todavía más delicada mientras ambos nos encontrábamos solos en ese reducido cubículo, quizás yo sólo estaba siendo muy dramática al respecto, pero los cientos de escenarios indecorosos que de mi consciencia emanaban, me hacían temer por lo peor, ¿qué cosas estoy pensando?, Nathan siempre se ha comportado como todo un caballero y eso no se alterará a menos que yo quiera que cambié o él se convierta en una persona totalmente distinta a lo que es; después de unos segundos en los cuales yo había estado en otro mundo creando planteamientos infundamentados, Nathan al fin abandonó su estado de congelación para colocar su mano derecha sobre una pieza de azulejo, le aplicó un poco de presión a la pequeña superficie vidriosa hasta que ella por sí sola terminó de avanzar al interior, como por arte de magia, una puerta apareció en la pared delante de mis ojos, el acceso disfrazado se dirigía a la parte trasera del castillo, a una zona en donde encontramos algunas lápidas que la hacían parecer un cementerio abandonado, luego de cruzar hacia el exterior, la salida escondida de nuevo se cerró para de esa forma volver a desaparecer en el paredón.

Yo no tenía ni idea, pero ese castillo guardaba muchos secretos en sus impenetrables muros de piedra, además de contar con innumerables cuartos, pasillos, entradas y salidas ocultas debajo de todo el exquisito decorado de la construcción.

—Aquí fue donde se revelaron los indicios de mi poder especial —dijo recordando los momentos de su infancia con sumo regocijo mientras una sonrisa dominaba poco a poco sus labios—; cuando era pequeño y caminaba por ahí afuera, se sentía extraño percibir su espectral presencia, pero luego crecí y me transformé en un vampiro, cuando regresé a este lugar, el haberme convertido en un chupa sangre ayudó a que mi habilidad se desarrollará a plenitud, al fin podía apreciar con mis sentidos a los espectros, fue la primera vez que me comuniqué con un no-vivo, el fantasma era un loquillo —mencionó divertido—; ¡amigos! —gritó inesperadamente a la nada provocándome un susto.

De repente los espíritus comenzaron a emerger de sus tumbas, todos se miraban muy lozanos para estar muertos, estaban sumamente alegres por volver a ver a su amigo, sin embargo, esa felicidad también delataba un aire a pura locura, yo no conocía para nada a esos entes, pero podía jurar que cuando esas personas tuvieron vida, de seguro pasaron desperdiciando sus días en un horrible manicomio, los pobres se notaban bastante nerviosos y en sus miradas podías adivinar que vivían en una constante alucinación provocada por sus perturbadas cabezas, todos ellos parecían unos completos lunáticos, a excepción de uno, al parecer toda esa alienación no había logrado alcanzar a una pequeña niña fantasma, al instante podías notar que la chiquita era demasiado tímida ya que se había quedado en su puesto, escondida detrás de una decrépita pieza de mármol que apenas lograba exhibir la parte alta de su cabeza, mientras tanto las otras doce apariciones del lugar se dirigían hacia nosotros.

— ¡Nathan! —saludó un regordete espanto mientras envolvía a Nathan en un amigable abrazo—; hace tanto tiempo que no había tenido el placer de volver a verte amigo, me acuerdo de ti cuando tenías unos cuatro años, eras tan lindo. —Una risa escalofriantemente ruidosa escapó del fantasma—. Por ese tiempo fue cuando te conocí, un poco antes de que te marcharás lejos con tus padres, recuerdo a tus padres, eran tan humanos.

—Les quiero presentar a Cameron, ella se quedará viviendo en el castillo con nosotros por un largo tiempo, también quiero que la cuiden mucho cuando yo no esté —concluyó con mi introducción a sus amigos.

Al finalizar de hablar todos ellos se miraron entre sí, para luego hacer un sonido de "¡Uh!" insinuando cualquier tipo de relación sentimental entre nosotros, para ambos fue algo muy incómodo, pero ninguno le dio alguna clase de importancia al asunto. Transcurrieron un par de minutos en los cuales Nathan batallaba en su mente lo que diría a continuación, no estaba muy convencido hasta que envió sus pensamientos a un lado para al fin hacer del conocimiento colectivo su interrogante.

— ¿Puedes mirarlos? —preguntó con timidez.

—Claro que puedo verlos, Nathan.

— ¡Qué extraño! —mencionó confundido por la sorpresa que acababa de llevarse.

— ¿Por qué dices que es algo raro?

—Porque incluso mis padres siendo vampiros no podían verlos —explicó menos aturdido—; entonces ahí fue cuando conjeturé que cada vampiro tiene un poder especial, pero se supone que eso que lo hace único no se repite ni se comparte, es exclusivo del individuo al cual pertenece; por ejemplo, yo puedo comunicarme con los espíritus terrenales de los muertos, pero otros vampiros no pueden hacer eso, si un Vetala pudiera volver el tiempo atrás o convertirse en cualquier ser vivo, otro vampiro de nuestra misma clase no podría tener esas mismas habilidades... pero creo que como tú eres excepcional, lo puedes hacer todo.

— ¿Nathan?

— ¿Sí? ¿Qué sucede, Cameron?

— ¿Cómo se llama? —pregunté cambiando radicalmente de tema.

— ¿Quién?

—La niña. —No sabía el porqué, pero desde que había visto por primera vez la carita de la pequeña, no podía dejar de observarla, ella me provocaba una gran intriga que crecía en mí y no podría pararla a menos que saciará mi curiosidad.

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