7. Explicaciones.
No sé en qué momento el agua salada en forma de gotas empezó a emerger y a huir de mis ojos para empapar con su cruel frescura mis pálidas mejillas, sólo sé que al final me encontraba a mí misma llorando, una vez más había sido presa del intenso miedo y solamente bastaba un poco de ese sentimiento para que dominará a mi ser en su totalidad.
Estaba muy asustada, en un intento por tranquilizarme y para hacerme sentir menos sola, comencé a llamar con nulidad a Nathan a través de mi mente y después de un par de segundos, él milagrosamente respondió a mi llamado de auxilio, en el siguiente mensaje le pedí que regresará pronto, ese día descubrí otro de los poderes que poseía gracias a mi mente, la telepatía; Nathan llegó enseguida, cuando su presencia estuvo delante de mí, me levanté lo más rápido que pude del suelo y lo abracé con todas mis fuerzas.
—Tengo miedo —confesé con profunda pena a centímetros de su cuello, el tranquilo sonido del pulso en su cuello fue percibido por mis oídos.
—No te preocupes —contestó con calma mientras su rostro bajaba un poco para que nuestras miradas se encontrarán—; yo te protegeré.
—Pero yo no quiero que te suceda algo malo por mi culpa. —La seriedad acompañó mis palabras hasta la conclusión de la oración.
—No me pasará nada malo, pero... ¿Qué es lo que te tiene así?, tan preocupada.
—Yo no te quiero decir nada para no alarmante en vano, pero ya no puedo ignorar más esto, tengo que contártelo... La situación es que hay un monstruo persiguiéndome, hay un licántropo que me vigila desde hace varios días, ha estado muy cerca de mí desde que desperté y no sé el porqué, pero de alguna manera esa criatura me recuerda a Kendall.
— ¿Kendall? ¿Estás segura? —preguntó mientras su ceño y cejas se fruncían en señal de sorpresa e inquietud.
—No lo sé —alcé la voz con desesperación mientras me separaba de él, acto seguido, llevé mis manos hacia mi cabeza con impotencia y para tratar de controlar el sentimiento ansioso que crecía dentro de mí un poco más a cada segundo que pasaba.
—Eso es imposible, deja de preocuparte, de seguro Kendall está muy bien allá en Rusia. Tranquila —dijo mientras me tomaba por las muñecas.
—Tengo miedo —repliqué para caer de nuevo en su abrazo acogedor, esas dos simples palabras se repetían una y otra vez en mi boca por si solas, yo parecía una máquina reproductora averiada y que por consecuencia, estaba destinada a reiterar eso por siempre. Nathan me sostenía firmemente entre sus brazos mientras su mano viajaba de arriba hacia abajo sobre la coronilla de mi cabeza para intentar calmarme.
De un momento a otro, mis pies dejaron de tocar el piso ya que Nathan me tomó en sus brazos, yo me encontraba tan absorta de la realidad que no puse oposición o pregunté el porqué, subió la escalera y se dirigió hacia la habitación, entró en ella y me colocó con sumo cuidado sobre la blanda superficie, luego él se acostó en la cama a mi lado derecho y me agarró de la mano mientras yo continuaba con mi estado de vorágine perdición.
Luego de un rato, adentro sólo se escuchaban mis incesantes sollozos mientras Nathan observaba pensativo el techo del cuarto, Nathan súbitamente soltó mi mano y yo lo miré desconcertada a sus encantadores ojos, no dijo nada, no reaccionó tan siquiera, sólo se dedicó a incorporarse sobre la superficie, después me tomó por lo brazos y acomodó mi cabeza sobre su pecho, yo no terminaba de procesar la singular situación que acababa de llevarse a cabo, sin embargo, el estar tan cerca de su corazón y escuchar el acompasado latir de éste, por alguna misteriosa razón traía sosiego a mi ser, luego de unos segundos, una dulce voz llegó hasta mis oídos.
— ¿Qué haces, Nathan? —pregunté separándome un poco de él y de sus cálidos brazos.
—Canto para ti —contestó alegre mientras una enorme sonrisa de consolación se formaba en su cara.
— ¿Por qué cantas para mí? —interrogué, esta vez con notable sorpresa.
—Canto para que te calmes.
— ¿Si? Pues puede estar funcionando lo que haces —dije con aire juguetón—; ¿sabías que me gusta tu voz?... es tan "sexi" cuando cantas. —Una inesperada e inevitable risa me asaltó en ese momento.
— ¿Te estás burlando de mí? —dijo incrédulo mientras seguía mi juego.
—No, en serio me encanta tu voz cuando cantas —dije con honestidad, jamás había escuchado cantar a Nathan, pero eso no se le daba nada mal y para ser sincera, tenía una cautivadora voz un poco rasposa.
—Ajá —pronunció todavía con incredulidad, yo ya no estaba bromeando con eso, pero él continuaba sin creer mis limpias palabras.
—Tienes una voz muy hermosa, Nathan —declaré con una gran sonrisa formándose en mi cara, al siguiente instante, las mejillas de Nathan ardieron en llamas a causa de mi reciente comentario.
— ¿Ya te sientes mejor, Cameron? —preguntó cambiando de temática la conversación.
—Sí, muchas gracias por tu gran esfuerzo para hacerme sentir mejor. ¿Puedo preguntarte algo? —interrogué con inseguridad.
—Sí, claro, pregunta sobre lo que quieras.
— ¿Qué sabes tú de los mellizos Sydney y Dominic?
— ¿Qué quieres saber sobre ellos? —Nathan cuestionó con suma cautela, se notaba muy incómodo con el tema ya que luego tragó con dificultad.
—Hoy fui a conocer el pueblo y me encontré con una llamativa biblioteca ahí, por alguna misteriosa razón cuando vi el edificio me quede cautivada con él, decidí entrar y conocí a un amable señor llamado Arregaithel, él me contó un poco de tus padres y al final me presenté con el hombre mayor como tu hermana menor. —Justo a mitad de mi historia recordé que había dejado el libro tirado en el suelo de la entrada, salí de la cama a toda prisa y fui a recuperarlo, después de un par de segundos había regresado a la recámara y volví a acomodarme en la superficie restante de la cama—. La cuestión es que me puse a curiosear por ahí y encontré este libro que habla sobre el universo vampiro, sobre nuestro enigmático origen y sobre la monarquía vampírica, allí descubrí que por ahora nuestro mundo está gobernado por Sydney y Dominic Moroi-Vurdalak, los mellizos vampiros más poderosos de nuestro mundo, el libro también me reveló la información sobre el tercer Hijo de la Obscuridad, ¿tú crees que... Sydney y Dominic sean mis hermanos? ¿Crees que yo sea el tercer vampiro que anuncia la predicción?
— ¿Cómo encontraste esto? —dijo anonadado cuando tomó el grueso conjunto de hojas escritas entre sus manos—; yo he estado buscándolo durante muchos años. —Por unos minutos Nathan se quedó muy concentrado observando la portada del libro, luego retornó a esta realidad y volvió a prestarme suma atención—. Debes saber que según muchas aclaraciones de las profecías, el tercer Hijo de la Obscuridad es mucho más poderoso a comparación de sus dos hermanos mellizos juntos, y... —Nathan para repentinamente de hablar y se queda pensativo, medita en su cabeza lo que a continuación confesará, pero se nota en sus facciones que no está para nada convencido de que lo que dirá sea algo beneficioso de saber—. Yo tenía muchas sospechas al respecto de que tú con probabilidades muy altas podrías ser la predilecta, y cuando despertaste te vi, no me quedó algún indicio de duda y sí, eres tú —expuso entristecido—; por eso debo de ocultarte y no puedo permitir que alguien te vea.
— ¿Por qué debes de ocultarme para que no pueda ser vista por nadie?—cuestione sumamente trastornada.
—Porque Sydney y Dominic quieren acabar con tu vida porque representas una descomunal amenaza para ellos, ya que como sabes tu poder es supremo en contraste con el de ellos combinado, además temen por todo lo que han construido durante estos cientos de años y creen firmemente que cuando nazca su hermano todo su reino se vendrá abajo —explicó apesadumbrado.
—Entonces si mis hermanos son muy poderosos, ¿cómo se supone que vas a lograr protegerme? —cuestioné de nuevo, pero esta vez la preocupación teñía mis palabras.
—No lo sé —confesó desilusionado mientras su cabeza bajaba hacia adelante derrotado y luego de un par de minutos habló—; pero yo daría mi insignificante vida por ti.
—Si pero eso no sucederá —dije con determinación mientras acariciaba con la palma de mi mano su brazo izquierdo en señal de aliento—; debes enseñarme —supliqué.
— ¿Enseñarte qué, Cameron? —Me miró desconcertado a los ojos.
—Debes enseñarme a controlar mis habilidades, así podré protegerte a ti y a todas las personas que en realidad me importan, no me perdonaría nunca si algo horrible les pasará y yo hubiera tenido la oportunidad de hacer algo al respecto, sabiendo cómo controlar mis poderes podré defenderme y en caso de que se lleve a cabo una batalla más adelante, tal vez consiga vencerlos —aseveré con total seguridad.
—Está bien, yo intentaré enseñarte y ayudarte a controlar tus nuevas capacidades, pero sólo bajo una simple condición, debes de tomártelo con calma ya que no quiero que te vuelvas a desmayar o que te suceda algo peor en el proceso —concluyó con seriedad en cada una de sus palabras.
— ¡Sí, Nathan! —dije con total entusiasmo para luego arrojarme entre sus cálidos brazos mientras nuestros pálidos cuerpos se fusionaban en un confortable abrazo—; muchas gracias. —Mi cabeza de nuevo reposaba cerca de su corazón.
—De nada, para servirte en lo que necesites.
—No te marches todavía, quédate un rato más aquí conmigo por favor —murmuré por lo bajo con vergüenza.
—Está bien, descansa —musitó mientras su mano derecha acariciaba con suavidad mi cabello.
Nathan permaneció conmigo hasta que al fin caí rendida a causa de la ineludible somnolencia, antes de que mis ojos dejarán de ver la luz, el constante pensamiento de que Nathan era tan lindo conmigo rondaba por la amplia expansión de mi consciencia, él puede ser realmente galante, muy atractivo y además perfecto, pero yo no podría llegar a mirarlo a los ojos de una manera diferente, yo no podría tomarle un afecto como el que él me tiene a mí, lastimosamente yo no puedo corresponder su infinito y puro amor, yo sólo lo quiero como a un hermano y esperó que en algún momento él se dé cuenta de eso para que lo acepte, también deseo con todo mi corazón que busque y encuentre a la persona indicada para que lo ame como él se merece; pero mientras tanto él y yo seremos compañeros de nuestra irremediable soledad.
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