14. ¡Splash!
Mi mirada fue consumida por la ausencia de luz y anhelé que el agua dejara de correr por las tuberías, en un segundo el grifo se atoró y al siguiente instante, una inesperada explosión del líquido bañó a Nathan. La imagen de una ballena liberando su poderío se evocó en mi consciencia.
— ¡Cameron! —vociferó con aparente molestia pero era inevitable no notar en sus ojos la diversión de la situación.
— ¿Qué? —pregunté haciéndome la desentendida.
— ¿Qué le pasó al gripo y al agua?
—No lo sé —contesté con inocencia pero ya no pude, la incontenible risa estalló en mí para liberarse hacia el exterior.
— ¿Es tu culpa? Lo hiciste tú, ¿verdad?
—No, solamente lo pensé —musité con despreocupación.
—Lo hiciste a propósito —afirmó cuando al fin había caído en la gravedad de la circunstancia; tomó un puñado de pompas de jabón y me lo embarró por toda la cabeza.
— ¡Nathan! —vociferé con simulada rabia—; ahora es mi turno —anuncié y tomé una gran porción de espuma en mis manos, luego me encargué de esparcir con uniformidad el jabón burbujoso por su ropa, un par de círculos brillosos descansaban en sus mejillas.
—De acuerdo —dijo con divertida provocación y después me lanzó una mirada de ingenua advertencia—; llego mi turno.
— ¡No, Nathan! No querrás estropear este lindo vestido —farfullé con entretenimiento, ironía y un toque de miedo por lo que podría llegar a suceder a continuación—; recuerda que es un precioso recuerdo de tu madre.
—Está bien —mencionó complaciente.
—Sí... pero tu vestimenta ya está arruinada —musité para posteriormente tomar un poco de agua entre mis palmas y lanzarla con dirección a Nathan.
— ¡Gracias, Cameron! —habló con sarcasmo.
— ¡¿Qué?! Te ayudé a lavar la ropa.
— ¡¿Estás hablando en serio?! ¿Qué te parece si yo te ayudo a lavar tu ropa ahora? —preguntó e hizo un ademán de tomar una olla para vaciar su contenido sobre mí.
— ¡No, no, no, no, no! —farfullé nerviosa mientras mis brazos se movían frenéticamente enfrente de mi cuerpo—; está bien, creo que necesitas un urgente baño en este momento.
— ¿Tú crees? —cuestionó con fingido asombro—; tomaré una ducha, no salgas a fuera ni te vayas lejos.
— ¿De acuerdo?
Mientras Nathan se encaminaba a su habitación, yo terminé con las restantes piezas de la lujosa vajilla que aún se encontraban en el fregadero, a los pocos minutos concluí mi tarea y tomé una toalla de la cocina para secar mi cabello puesto que las pompas de jabón ya se habían extinguido; me dirigí hacia la sala principal y oprimí el circular botón central para darle vida a la cajita mágica, me acomodé en el largo sillón de enfrente y miré con atención la película que se estaba pasando por alguno de los canales. Pasó un largo tiempo hasta que la presencia de Nathan volvió a manifestarse en el espacio.
—Vamos afuera —ordenó e íbamos a trasladarnos al exterior.
—Está bien —contesté y cerré mis ojos con fuerza, imaginé la imagen de la televisión en mi cabeza y figuré la idea de que el botón de apagado era presionado, al instante un flash se presentó en la pantalla y después todo se convirtió en negro—; ¿qué hacemos aquí afuera?
—Practicarás tus capacidades para que logres hacerlo sin cerrar los ojos.
—De acuerdo, pero ¿cómo hago eso? Enséñame.
—Primero —indicó y caminó hasta situarse detrás de mí—; mira fijamente la manzana y haz con ella todo lo que hiciste la primera vez.
Concentré mi total atención en la manzana como si fuera la cosa más importante que existiera para mis ojos, recordé todo lo que hice la primera vez y la reacción en cadena cobró sentido en la realidad, claro está que todo sucedió conmigo intentando no apagar mi vista. Cuando mis nerviosas manos al fin consiguieron alcanzar la masa circular roja, fui la persona más feliz del planeta por ese efímero instante.
— ¡Sorprendente! —declaró Nathan maravillado por mi gran proeza—; Es increíble lo rápido que aprendes a controlar tus habilidades especiales y lo fácil que te adaptas a los cambios.
—Gracias, pero nada de esto fuera posible sin la incondicional ayuda y la adecuada orientación de mi excelentemente guapo mentor —mencioné con un poco de ironía y una tonta risa me asaltó—; cabe mencionar que también eres un maestro muy paciente con tus estudiantes, aunque yo sea la única que haya comprobado eso.
— ¿En serio? —cuestionó con incredulidad para molestarme.
—Por supuesto, guapo —contesté pero de nuevo una incontenible risa se esparció en mi interior—; vamos a ponernos serios, ya en serio, todo no hubiera sido posible en mí sin ti, gracias.
—Me alegro y de nada, mi princesita.
— ¡Por favor, Nathan! Ya tengo dieciocho años, bueno tendré dieciocho por siempre y es muy penoso que me trates como a una bebé —confesé con parcial vergüenza pero intentaba no lesionar sus sentimientos y muestras de cariño, aunque a veces sean muy exageradas e inapropiadas y hagan que el momento se torne no muy grato para mi parte.
El día se pasó increíblemente rápido, Nathan y yo al aire libre e intentado mejorar la forma en que interpreto mis poderes, conversando de muchas cosas, contando chistes malos y haciendo tonterías; se podría decir que fue un día "familiar" y muy divertido. El ocaso al fin se hacía notar en el tiempo, la puesta de la enorme estrella dorada era un espectáculo memorable de recordar y sólo restaban un par de minutos para que el astro rey naciera en el otro hemisferio, en Escocia de esta manera acababan todos los días y era extraordinario verlos concluir en el dulce y fresco anochecer.
— ¿No te sientes cansada?
—No, estoy bien, sólo con un poco de frío, está haciendo mucho viento, probablemente más tarde quizás llueva —declaré mientras me abrazaba a mí misma para mantener la escasa calidez dentro de mí.
La violenta brisa azotaba fuerte, haciendo bailar con brusquedad las ramas y creando breves temblores en los árboles, era interesante observar como las densas masas de gases deambulaban a todo vapor por el cielo.
—Ten, toma. —Nathan habló interrumpiendo mi expedición del momento, había apartado su chaqueta de sus hombros y me la estaba ofreciendo como lo haría todo un caballero.
—No, está bien, ¡cómo crees! De seguro tú también sientes frío.
—No, yo estoy bien —concluyó y no me dio tiempo para replicar, cuando al fin fui consciente, su chaqueta ya descansaba en mis hombros y el brazo de Nathan me rodeaba en forma de un abrazo para que de esa forma fuera más sencillo aprisionar al fuego.
—Gracias —musité con visible pena...
—Deberíamos entrar —anunció luego de un rato en el que estuvimos observando la interpretación preliminar a la señal de una tormenta segura.
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