21. "Consecuencias"
❝Cuando eres atacado por la mafia, tu mejor estrategia es actuar como ella❞
. . .
Dante
—¿Estamos listos para despegar, comandante? —Inquirió el piloto al inicio de la fila de asientos.
Asentí.
De pronto, se escuchó un sonido seco y ensordecedor. Un disparo, que, aunque hubiese sido imposible evitarlo, atravesó la cabeza del piloto, provocando su muerte inmediata.
Reaccioné.
Me sorprendió la rapidez con la que trabajó mi mente. Me abalancé a por Camelia, la cogí del brazo y tiré de ella con fuerza en medio de ambos asientos, escondiéndola. Hubiese hecho lo mismo con mi hermana, pero al parecer Carlo fue más rápido y la cubrió con sus antebrazos, protegiéndola con su propio cuerpo.
Me di una mirada con mi compañero, una que supimos interpretar de inmediato y respondimos con asentimientos de cabeza. Saqué el arma de la cintura de mi pantalón y me aseguré de tener las suficientes balas. Carlo hizo lo mismo, sacó un par de cargadores con agilidad y avanzamos agachados hasta la puerta, colocándonos de lado a lado junto a ella.
Otro disparo, un grito y el inicio del caos.
Me asomé, un par de autos estaban dispersados en la pista de aterrizaje. Visualicé al menos unos diez hombres armados. Reconocí a uno de ellos.
Franco.
—Son demasiados. —Murmuró Carlo y se escuchó un nuevo disparo.
Una advertencia.
—El comandante Napolitano y el inspector Vitale huyendo. —Una sonora carcajada se escuchó desde afuera—. Esto si que es una sorpresa.
Franco siempre había sido un puñetero dolor de bolas.
—No saldremos ilesos, ¡joder! —Mi compañero masculló con rabia y su mirada se perdió un instante por encima de mi hombro
Supe que observaba a Gianna, la sola idea de pensar en cómo terminaría aquello, le llevó culparse anticipadamente si no podía protegerla. Yo evité darle una mirada a Camelia, si lo hacía, perdería lo estribos y necesitaba mantener mi cabeza fría.
—No si esta trampa es nuestra emboscada. —Alardeé con una mueca perversa.
Carlo frunció el ceño. De pronto, comprendió a que me refería. Seis camionetas blindadas irrumpieron en la pista, mínimo unos veinte agentes salieron por sus puertas.
Teníamos refuerzos.
Mi amigo no pudo evitar unirse a mi sonrisa antes de comenzar la verdadera reyerta.
Salí del Jet y disparé a la garganta de un secuaz que venia directo a nuestra caza, cayó desparramado en el piso. Me cubrí con uno de los autos que posteriormente terminó tiroteado. Me sequé el sudor, cubrí la espalda de Carlo que se unió un instante después, disparando y atravesando balas a otro esbirro que se acercaba.
Reconocí a Gio y a Danilo del otro lado de la pista, habían cogido a uno y lo obligaron a ponerse sobre sus rodillas, posterior a eso, lo esposaron y lo llevaron dentro de una de las camionetas. Busqué a Franco con la mirada, ese hijo de puta tenia que caer, definitivamente esto era una orden de flor pálida y, por supuesto, él sabía quién era. Aunque mis teorías ya se forjaban, no lo quería creer, quise sacarme esa idea de la cabeza, pero lo evidente no podría ocultarse por demasiado tiempo.
Estaba cubriéndose con uno de sus autos, dos tipos le cubrían ambos laterales. Parecía tener mucha influencia dentro del cartel de la mafia; hijo de perra.
Se dio cuenta de que le observaba. Una sonrisa glacial se estiró en la comisura de sus labios, sudaba y jadeaba. Se pasó el antebrazo por la frente y frunció el ceñó con incomodidad, tensando la mandíbula. Bajé la vista hasta su pierna, estaba herido de bala.
—Solo entréganos a la hembra, comandante. —Gritó a través del ruido de la balacera.
Le apunté, me tenté demasiado a dispararle y callarle la puta boca. Pero le necesitaba vivo, esta vez, quería ser yo quien le enviará un mensaje a la mafia.
—Eso va a ser un problema, Franco. —Le devolví el grito, escondiéndome contra la puerta de la camioneta—. La única forma de que te la lleves, será sobre mi cadáver.
—Ya que insistes. —Se aventuró a retarme.
Entonces, comenzó a disparar. Me cubrí y como respuesta, le devolví las balas, uno de sus esbirros cayó al suelo, con un hilo de sangre salpicando de su pecho, me hubiese gustado ese final para el imbécil de Franco, no solo por trabajar para la mafia, lo que le había hecho a mi hermana, aun no quedaba saldado.
—Ya veo porque tanto afán en protegerla. Follas con la hembra de tu hermano. —Se atrevió a soltar una risa en medio de su grito—. Alessandro debe estar revolcándose bajo tierra.
Empuñé mi mano con fuerza alrededor de la pistola y disparé nuevamente. Cegado por la rabia, solo conseguí darle a la latonería del auto.
—Estas perdido, Franco. —Le amenacé y me puse de pie.
Mi vista periférica trabajó muy bien en ese momento, par de sus hombres estaban regados por el piso, sin vida, envueltos en sangre. La mayoría de mis agentes aún se cubrían detrás de las camionetas y otro par custodiaban a los esbirros que habían detenido.
Solo éramos Franco y yo en ese momento, porque el segundo secuaz que cuidaba su espalda, cayó al piso con el agujero en la frente que se asomó por encima de mi hombro.
Me giré.
—Tranquilo —Carlo sonrió y se encogió de hombros—. Tengo buena puntería.
Seguí caminando en dirección a Franco, ambos nos apuntábamos, la altura de su pistola soltaría una bala directo a mi pierna, con suerte, saldría vivo, pero la mía le apuntaba directamente a la cabeza y me quedaban dos balas para adornarla, pero opté por bajarla, si me quisiese muerte, ya me hubiese disparo. ¿Por qué todavía no lo había hecho?
Flor pálida quería a Camelia; mi padre también. Flor pálida no me quería muerto; ¿Mi padre tendría algo que ver con esto?
Mi teoría comenzó a tomar más fuerza.
—Levántate. —Ronroneé con una sonrisa.
Me sorprendió que lo hiciera, se recargó sobre el auto y trató de evitar con muchísima fuerza que la herida de bala que tenía, le dolía como a una pequeña nena.
Cobarde.
—Esto no termina aquí, comandante. —Canturreó. Sus estaban ojos rojos, cargados de sangre.
Negué con la cabeza y me pasé la lengua por los labios.
—Dile a flor pálida que esto apenas empieza.
Le apunté con el arma. Él no se inmuto.
—¿Me dejarás ir así nada más? —Preguntó—. ¿Cuál es la trampa? ¿Dispararme por la espalda?
—No soy tan cobarde como tú. —Le guiñé un ojo y le invité a que se fuera—. Y no lo olvides Franco, los estoy cazando de cerca.
Entonces, abrió la puerta del auto y se dejó caer en el interior antes de cerrar la puerta.
—¡¿Qué demonios estás haciendo?! —Me sorprendió reconocer el tonillo de aquella voz.
Dafne apareció en la escena, con el ceño fruncido y respirando agitada, casi jadeaba. Me dedicó una mirada escudriñadora, como si lo que acababa de hacer hubiese sido una completa locura, y lo era, por supuesto que lo era.
Se acercó un par de pasos más, taconeaba firme con sus botas negras. Estaba metida dentro de unos pantalones negros como dos tallas más pequeño, remarcando su voluminosa silueta. Sus pechos, eran cubierto por un sweater del mismo color y un chaleco antibalas.
—¡Lo teníamos! ¡¿Por qué le dejaste ir?!
—Porque me dio la puta gana. —Vociferé contra ella—. ¿Vas a decirle a tu comandante lo que puede o no puede hacer?
Se contuvo de decirme algo, apretó los puños a ambos lados de sus caderas y se mantuvo callada.
—¡Respóndeme! —Le exigí.
—No. —Soltó muy por debajo de que pudiese escucharla.
—¿No qué?
—No, comandante. —Soltó con los dientes apretados, sin bajar la cabeza.
. . .
Camelia
Estaba abrazada a Gianna cuando la puerta del Jet se abrió. Al principio, se me disparó un ladito, pero cuando Dante entró un instante después, no pude contenerme y cegada por la euforia corrí a sus brazos.
Envolví mis piernas alrededor de sus caderas y mis brazos alrededor de su cuello. Me aferré con mucha fuerza, abrazándolo. Temiendo por mi vida, por la suya, por la nuestra.
—¿Estas bien? —Preguntó contra mi cuello.
Asentí.
—¿Y tú? —Me devolvió la misma respuesta—. ¡Dios mío! ¿Qué es todo esto? ¿Cuándo acabará?
Dante no respondió, solo se limitó a abrazarme y perderse en mi aroma. Lo supe porque pegó su nariz a mi piel e inhalaba con deseo. Estuvimos así un instante, hasta que unos hombres con chaleco antibalas aparecieron y rompieron aquel momento.
—comandante, tenemos que irnos.
Dante asintió y me colocó sobre el piso, me tambaleé, pero él me sujetó con fuerza.
—Vamos. —Me indicó hasta la salida y yo me detuve.
—¿A dónde?
—A un lugar seguro.
Negué con la cabeza y bajé la mirada.
—No hay un lugar seguro, esta persecución seguirá. —Dante tomó mi barbilla entre sus dedos y me obligó a mirarle—. Le he escuchado, me quieren a mí, Dante. A donde sea que vaya me buscarán, no se que quieren, ni quien lo quiere, pero me encontraran.
—Camelia...
—No. —Solté su mano, gesto que le dolió de sobremanera—. Necesito ir a un lugar seguro, solo yo.
Cogió aire dolorosamente, pude notarlo en su mirada. Se pasó una mano por las hebras húmedas de sudor en su cabeza y se acercó, tomando mi rostro con fuerza.
—Mírame. —Me pidió en un susurro que temblaba, yo me resistí a hacerlo, supe que, si lo hacía, me perdería por completo en sus pupilas—. ¡Mírame, Camelia! —Finalmente me exigió con más fuerza.
Entonces obedecí, y como predije me perdí en el inmenso mar de sus ojos verdes. Sentí una corriente eléctrica que me sacudió por completo, de pie a cabeza. Una mirada como aquella, te hacia rayar en la incoherencia. Había tantos sentimientos que se expandían a través de sus pupilas, se dilataban. Me perdí un instante, viajé alrededor de ellas, admirando su extraordinaria belleza.
Pestañeé.
—Dante... —Una súplica que rozó mis labios.
—Escúchame. —Buscó mi boca y la humedeció con un beso—. Ahora mismo, tu único lugar seguro soy yo.
Y como si no hubiese tenido suficiente, me apretó contra su pecho y me devoró la boca en un beso hambriento, sin importar que fuéramos la escena de entretenimiento de un montón de agentes vestidos de negro.
. . .
Dante
Llegamos a Florencia cuando el amanecer rayaba el horizonte.
No me pasó desapercibido la forma en como Dafne miraba a Camelia durante todo el trayecto. La estudiaba, una expresión indescifrable que mantuvo durante todo el camino en carretera.
Agradecí que se mantuviera en silencio. Juro que, si soltaba alguna estúpida palabra fuera de lugar, le haría tragárselas de la forma menos caballerosa. No quería lidiar con ella, menos con unos celos que no le había dado el derecho a tener.
Dos camionetas nos custodiaban. En la primera, iban Carlo y Gianna, si se presentaba una nueva reyerta, estaba seguro que ese par la protagonizarían.
El medio día irrumpió con un sol caliente, para ese entonces, el invierno ya se estaba deshaciendo. Desde la terraza, se podía tener una vista La Spezia y su playa. Un puerto que quedaba al inicio de la escalinata.
Camelia dormía entre sábanas grises. Me sorprendió que los rayos de sol no la despertaran, tenía la respiración agitada, consecuencia del cansancio. Me separé de la barandilla y entre a la habitación, acercándome hasta ella.
No quise dejar de observarla. Estaba encantado con tanta belleza.
Sus mejillas estaban coloradas, algunos mechoncitos rubios le caían sobre la cara; preciosa. Acaricié su cabello, suave, enredándolo entre mis dedos. Había crecido un par de centímetros, extendiéndose sobre la almohada. Miré su boca, la tenia en forma de corazón. Sonreí, tentándome a besarla.
Se removió sobre la cama y comenzó a respirar con mas calma. Su pecho subía y bajaba con tranquilidad. Finalmente, abrió los ojos, lo primero que hizo, fue encontrarse con los míos que la observaban, la admiraban.
Sonrió, me dedicó exclusivamente a mi esa sonrisa preciosa.
—¿Por qué me miras así? —Preguntó, sin dejar de sonreírme.
—¿Así como? —Apoyé el codo sobre la almohada, hasta sentir su aliento acariciarme la cara.
—Así, de ese modo, como si fuese...
—Magia. —La interrumpí con el rocé mis labios—. Eso es lo que eres, Elia; magia.
❁❁❁
¿Les gusto? ¡Espero que si! ¡A mi me encantó!
Recuerden que votando y comentando mucho, las actualizaciones son más rápido, como esta.
Al parecer Dafne se inmiscuirá mucho Entre Dante y Camelia. ¿Seran capaz de soportarlo?
No olviden que pueden conseguirme en instagram como: carolineautora, ahi podran encontrar informacion, adelantos y fotitos bien coo.
¡Besoooos, caro se despideeee! Ah no, verdad que esa es la divaza.
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