10. "Placer" +18



❝Si alguien quiere ser parte de tu vida, hará lo imposible por estar en ella❞

. . .

Dante

Llegué a Florencia en un vuelo privado de no más de una hora. Los pocos destellos de sol no eran lo suficientemente intensos como para persuadir los copos de nieves que engullían la ciudad aquel inicio de diciembre.

Aparqué en la segunda entrada de la UAF unidad antinarcótica de Florencia, un aparcamiento del edificio reservado para las placas de alto rango. Introduje el código de seguridad en la consola del auto y esperé que un instante más tarde, se abrieran las puertas. Desde el vestíbulo, el elevador se abrió con mi llegada y me llevó al último piso, donde no me perdería de la posible disputa con Adriano Ferragno, el hombre rígido que me puso en el cargo que ahora mismo ocupaba.

No me sorprendió llegar y encontrarme con las miradas de todos mis compañeros, ya para ese entonces, toda Italia farfullaba del atentado en el hospital contra la familia Napolitano. Sabia de sobra que a ninguno le venía bien en gracia que yo hubiese obtenido el cargo como superior siendo tan joven, mucho menos con tan poco tiempo de experiencia. Muchos farfullaban acerca de haberme conseguido tal beneficio por ser el hijo del gran Silvano Napolitano, aquel que había conseguido levantar una prestigiosa cadena de hoteles en diversas ciudades de Italia. Tanta y más basura de la que hablaban.

—Comandante. —Piere fue el único quien se acercó a saludar.

— ¿Cómo está todo por aquí? —Le devolví el gesto con un apretón de manos.

—Bastante trabajo, jefe.

—Uno del cual te desentendiste. —Aquella era Dafne, como olvidar el tonillo que te taladraba hasta los tuétanos—. ¿Por fin te dignaste a regresar?

Su bonito culo estaba metido dentro de una falda negra hasta los muslos. Cargaba una pila de archivos que, cuando coloqué mis ojos sobre ella con una sonrisa perversa, los dejó caer sobre uno de los escritorios.

—No estoy aquí para darte explicaciones a ti ni a nadie. —Las miradas que estaban sobre mí, desaparecieron simultáneamente a cualquier lugar.

Hubo un lúgubre silencio que duró unos cuantos segundos. Sus ojos me observaban como brasas, el resentimiento y la rabia aun la dominaban. Lo cierto era que me importaba una puta mierda, le advertí que solo tendríamos sexo casual, pero ella quería más. Quería tanto de algo que yo no iba a poder darle y maldición, ¡ella lo sabía! Sin embargo, prefirió soltarme aquella mierda romántica y, cuando la vi demasiado metida en mi apartamento, supe que era hora de poner lo que sea que teníamos en pausa.

—Adriano te espera en su oficina. —Soltó luego de un instante—. A ver si haces tú trabajo a partir de ahora.

Salía puro veneno de sus poros. Dafne estaba realmente enfadada. Era tan bonita pero no lo suficiente como para aguantarle un puto dolor de cabeza.

Conocía lo suficiente a Adriano como para saber que lo encontraría en su silla, de espaldas a la puerta y con un vaso de Jameson y 4 cubos de hielo en la mano.

—Adriano. —Abrí la puerta y no me sorprendió darme cuenta de lo que predecí.

El hombre con algunas canas del otro lado, se giró sobre la silla y sorbió del vaso, dejándolo sobre el escritorio pulido antes de colocarse de pie y tenderme la mano.

— ¿Cómo está tu hombro? —Preguntó a modo de saludo.

Me encogí de hombros y le resté importancia al asunto.

—A lo que vine. —Solté el sobre amarillo que traía sobre el escritorio—. Esta noche llega un cargamento destinado a flor pálida.

—Te escuchó. —Luego de eso, se sentó y dio un nuevo sorbo al vaso.

—Tengo las coordenadas. —Comenté—. Un barco llegará camuflado con licor a la media noche. Portará arma. Tengo un equipo preparado y lo abordaremos.

— ¿Dónde?

—Según mis fuentes, Livorno.

— ¿Según tus fuentes? — Asentí con descaro—. ¿Qué fuentes?

—No necesitas saberlo, Adriano.

—Dante...

—Confía en mí, no te fallaré.

Supe que lo haría, Adriano me estimaba demasiado como para negarme aquello. Lo conocí el mismo día que decidí mudarme a Florencia, tal vez fue un golpe de suerte, no lo sé, pero lo que si sabía es que siempre le estaría agradecido por abrirme las puertas de la agencia.


. . .

Carlo

La mansión Napolitano se me antojó lúgubre durante la última semana. El mismo silencio, la misma penumbra, la misma soledad. Los periodistas cada vez se resignaban más y, día tras otro, dejaban de intentar obtener alguna información de lo que había ocurrido con la familia Napolitano. Tal vez el silencio por su parte era peor, solo se conseguía que la prensa amarillista inventara más y más, pero ¿quién era yo para opinar?

Me colé a través del salón principal y me detuve cuando vi a Gianna de espaldas. Observe como la penumbra perfilaba su silueta. También, pude observar como a aquel cigarrillo le daba una calada.

—Deberías dejarlo —Se me antojó placentera la rigidez de su cuerpo ante mi voz— Un día te llevará a la muerte.

—La gente muere de cualquier cosa. —Dio una calada sinuosa—. Inclusive de amor. ¿Y no es eso lo que se supone que mantiene vivo al mundo?

—Siempre tienes una respuesta para todo. ¿No es así? —Me acerqué a ella por detrás. Tanta cercanía la mantuvo rígida.

—Nunca he aprendido a mantenerme callada.

De pronto, el silencio nos envolvió. Dejándome escuchar como los latidos de su corazón eran suaves y apaciguados, dejándome escuchar que aquella forma tan nerviosa de respirar nacía por la cercanía que, para ese entonces, ya se encontraban nuestros cuerpos.

—En una hora vuelo a Florencia. —Decidí romper aquel silencio con la única intención de saber su reacción.

— ¿Volverás? — ¿Aquello fue tristeza lo que oí en su voz?

— ¿Tengo alguna razón para hacerlo?

—Carlo... —Murmuró muy bajo.

—No soporto verte fumar, Gianna. —Confesé.

—Olvídate de eso.

— ¿Cómo podría?

Aquella pregunta murió en mi boca cuando la suya encontró a la mía y, la sensación que me causó, fue como si me hubiese atravesado un rayo. Como si todas las terminaciones nerviosas me hubiesen hecho colapso.

La sorpresa no me impidió tomarla por las caderas y arrinconarla contra mi pecho, hasta que no hubiese espacio entre nosotros y su cuerpo se amoldara placenteramente contra el mío. Busqué su lengua con la mía y abracé su espalda con las palmas de mis manos, queriendo atraerla más a mí, queriendo impregnarnos el uno contra la otra. El gesto, provocó que pudiera sentir sus pechos, inclusive sus pezones endurecerse con tanto contacto dentro de lo que tal vez parecía un sujetador de encaje ligeramente fino y, es que por lo ajustado que era aquel vestido que moldeaba su perfecta figura, me provocó un fugaz pensamiento de que no llevaba más ropa interior. Aquello solo me endureció y me provocó un espasmo.

Deseé comprobarlo, estuve muy tentado a hacerlo y, es que por la forma en como su boca buscaba con urgencia a la mía, me perdí en el razonamiento y me dejé llevar por el impacto de sensaciones que me causó nuestro encuentro.

Así que me agaché y la tomé entre mis brazos, cuando un ligero gemido se le escapó de los labios. Le llevé al centro de la mesa, empujando con mi mano todo lo que estorbaba y la senté, metiéndome entre sus piernas.

Estaba excitada, lo supe porque sus piernas no tardaron en rodearme. Aquello solo me llenó de satisfacción, solo me provocó placer el saber que ella también me deseaba. La impaciencia me abordó y me aseguré de colocar su espalda sobre la mesa, dejándome la mejor puta vista de toda mi vida. Me saboreé los labios y la observé un segundo antes de acariciar sus muslos, unos que le temblaron tan solo con el contacto y lo que la incitó a cerrar los ojos de pura satisfacción.

—Abre los ojos. —Le pedí—. Quiero verte mientras lo disfrutas.

Lo hizo de inmediato y los ojos le brillaron cuando introduje mi mano cerca de su feminidad, arrancando ligeros gemidos que me prendieron demasiado. No demoré demasiado en introducir mis dedos, asegurándome que estuviese tan mojada como ya lo esperaba y, para mayor satisfacción, corroboré que no llevaba ropa interior.

—Eres una chica mala, Gianna. —Hundí mis dedos y sus piernas esporádicamente temblaron—. Prométeme que solo para mí no usaras ropa interior.

Una sonrisita se le dibujó en el rostro por mi comentario.

—Solo para ti. —Aquello fue como música para mis oídos y la iba a premiar.

Le separé un poco más los muslos hasta que el vestido se le subiera a la cadera. Su piel lucida me dio una bienvenida en la entrada y agaché la cabeza para saborearla con la lengua. Otro gemido y una arcada. La sujete con firmeza mientras le acariciaba de arriba hacia abajo. Suave y duro. Introduje un dedo más y pase mi lengua, provocando que se humedeciera más y más, llenándola de completo deleite. Hasta el último centímetro de ella, sabia delicioso.

Una de sus manos se envolvió en mi cabello, introduciéndome un poco más. Si ella quería más, por supuesto que iba a darle más. Le lamí consecutivamente por dentro y por fuera, trazando círculos lentos alrededor de su clítoris. Un nuevo gemido y una nueva arcada. ¡Santa mierda! ¡Estaba tan duro por ella! Entonces, le introduje un nuevo dedo, abriendo un camino dentro de ella y sintiendo como se mojaba alrededor de mis dedos. Aquello solo la enloquecía más y de vez en cuando, la observaba morderse el labio interior con desacato, como si estuviese tratando de contener los gemidos por algún tipo de vergüenza. No iba a permitirlo, no había nada por lo que sentir vergüenza y no dejaría que se privara de sentir todo el placer que ella quisiera.

—Quiero escuchar mi nombre de esa boca tuya, Gia. —Le pedí mientras aumentaba la intensidad de mis dedos dentro de ella.

—Carlo... —Su voz estaba sofocada.

— ¡Vamos, cariño! —Susurré antes de acariciarle todo el clítoris con mi lengua—. No te escucho.

—Carlo...

—Eso es...

— ¡Carlo!

De pronto, supe que no podía contenerlo más. Supe que ella en cualquier momento rompería en un millón de fragmentos. Supe que estallaría en gritos de puro placer.

Ejercí más presión con mis dedos dentro y fuera de ella. Sintiendo como se movía energética alrededor de ellos, queriendo más, buscando mucho más. Se alzaba sobre la mesa buscando lo cálido de mis dedos, buscando el placer alrededor de ellos y yo se lo di. Se lo di con tanta fuerza que, dentro de nada, ya estaba temblando y engulléndose. No me perdería de sentir los latidos de su sexo palpitar con tanta vehemencia, aunque deseé que lo hiciera estando yo dentro de ella.

—Córrete. —Le supliqué introduciendo mi lengua hasta sentir su interior—. Córrete para mí, quiero probarte.

Un gemido glorioso que trató de reprimir con las manos, un gemido que yo no me perdí de escuchar cuando le aparté la mano. Luego, la absoluta exaltación. Se retorció de deseo y placer, tirándome del cabello y empujándome dentro de su sexo para que la sintiera.

Estuve así por un instante más, saboreándola, deseándola. Cuando comenzó a destensarse yo levanté la cabeza, perdiéndome en tan majestuosa belleza y, una sonrisa que se le adornaba de oreja a oreja.

Temía perder hasta el juicio por ella.

De pronto, escuché el sonido de la puerta principal abriéndose. Me incorporé de prisa y lo hice rápidamente con ella, protegiéndola de la vergüenza detrás de mi espalda, mientras la ayudaba a bajarse el vestido con sorpresa rapidez.

Danilo se asomó en la penumbra del vestíbulo. Primero, hubo un silencio de su parte y luego, buscó a través de mi espalda. Yo sostuve la mano de Gianna y me aseguré que se cuerpo no se vislumbrara.

— ¿Qué quieres? —Farfullé por la indiscreción con la que me observaba.

—El auto está listo, jefe. —Soltó bajando la mirada.

—Iré en seguida.

Él asintió y rápidamente salió del salón.

Gia salió de las sombras y me observó arreglándose los tirantes del vestido. Por un instante, creí que estaba cabreada, luego estalló en una risotada que quiso reprimir con ambas manos en su boca.

Negué con la cabeza y me acerqué. Envolviendo mis brazos alrededor de su cuello y besando la coronilla de su cabeza, luego su frente y por último los parpados que mantuvo cerrados.

—Tengo que irme. —Susurré más para mí que para ella. Lo cierto era que después de esto, no quería dejarla.

A ella también le afecto cuando se aferró más a mi torso y suspiro con tristeza.

— ¿Tienes que hacerlo? —me observó con las pupilas apagadas.

Dejé un beso casto en sus labios y asentí.

—Tengo una operación importante.

— ¿Una que pone en riesgo tu vida?

—Es mi trabajo, Gia.

—Me gusta cómo suena en tus labios.

— ¿Qué cosa?

—Mi nombre.

—Gia... —Sonreí.

—Dilo otra vez.

—Gia.

Luego de eso, me devoró en un beso hambriento e intenso. Me vi en la necesidad de mandarlo todo a la puta mierda por ella, estuve a nada de hacerlo cuando mi celular sonó, era un mensaje de Dante y me necesitaba con urgencia para la operación Fenix de esta noche.

—Si te pidiera que me esperaras. ¿Lo harías?

De pronto, la forma tan poderosa en como brillaron sus ojos, me dieron una absoluta respuesta, pero deseé escucharlo de su boca

—Por favor dime que lo harías.

Asintió.

—Pensé que no me lo pedirías.

Una sonrisa se me dibujó en la puta boca y no pude contenerlo. Besé su frente y salí del salón, sintiendo un agujero en el corazón por tener que dejarla.

Volvería por ella, necesitaba volver a tenerla.



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¡Perdonen la tardanza! Estuve envuelta en ajetreos, trabajo y tareas. ¡Pero aquí un nuevo capitulo! ¡Espero les haya gustadoooo! porque me tome un tiempito de mi merecido descanso para traerles un capitulo. No olviden que para mi es muuuy importante que me dejen muchas estrellitas y comentarios, porque la estaré siguiendo con 170 votos y 110 comentarios.

¿Realmente todo sera felicidad entre Carlo y Gianna?

Llegaran capítulos mas subidos de tono y, para evitar conflictos con la política de wattpad, solo podrás leerlos si eres seguidor. Me refiero, a partir de ahora debes seguirme para tener disponible todos los capítulos.

  Sigue mi cuenta de instagram para más detalles, adelantos e información @carolineautora  

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