Prefacio


—Es hora de dormir Isi —estaba tan calmado, no se parecía en nada al chico que conocemos… éste es oscuro, siniestro y malvado… Su máscara había caído, pero solo estaba yo para presenciarlo.

—Por favor, no me mates —estaba aterrada. Mi corazón palpitaba fuerte, mis manos temblaban de miedo al igual que todo mi cuerpo, y mi respiración era tan agitada que no me alcazaba el aire para llenar mis pulmones.

—¿Quién dijo que voy a matarte? —torció su rostro, y me miró con una sonrisa curvada que oscurecía sus ojos.

—¿Qué piensas hacerme? —mi voz se escuchó en un murmullo tembloroso.

—Quiero jugar contigo, Isi —comenzó a caminar con lentos pasos hacia mí —Quiero hacer de ti una reina, mi reina.

Sin darme cuenta, sus pasos hacia mí se volvieron más rápidos. Traté de esquivarlo, pero fue difícil. Él era más rápido y fuerte que yo, y finalmente acabó atrapándome.

Me sostuvo fuerte por los brazos. Su fuerte agarre marcó sus dedos en mi piel. Me encontraba completamente inmovilizada, a merced de sus deseos enfermizos. Solo lograba dar patadas al aire mientras que él me sostenía desde atrás, formando un arco incómodo en mi espalda.

Me condujo a empujones hasta su escritorio, y me dobló sobre el mueble con agresividad. Mi cara quedó aplastada entre su mano y la madera. Las lágrimas y la desesperación se comenzaron a apoderar de todo mi ser.

—¡Suéltame por favor! —sólo escuché esa sonrisa que una vez me pareció atractiva.

Comenzó a hurgar entre los cajones del escritorio mientras me decía con un aire juguetón:

—Tranquila princesa...

—¡Por favor! —él volvió a sonreír, y luego me volteó con brusquedad hasta quedar viéndonos. Ya no pensaba pelear, no tenía sentido, no tenía cómo escapar de él.

Por primera vez me sentí indefensa en su presencia. Lo miré aterrada, sus ojos se quedaron fijos en el nacimiento de mis senos. Mientras que mi respiración era un desastre, él estaba tan relajado.

Y justo en ese instante tensó su mandíbula y sus ojos se oscurecieron como si hubiese visto algo que le enfureciera. Me miró con odio y desprecio, y arrancó el colgante de mi cuello. Sentí un ligero dolor, pero no mucho mayor que el miedo y el terror que estaba viviendo.

—A partir de ahora eres solo mia, princesa.

Y de un momento a otro, todo se volvió negro…

    

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Hola, hola.

Y aquí una pequeña probada de lo que vamos a vivir con esta nueva historia :)

Estén atentos al primer capítulo.

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