1-PLAGIO DE AMOR: Tres

Christian Linley tuvo que excusarse con su jefe por segunda vez antes de dejar la oficina para atender las emergencias en su casa. La nueva niñera acababa de avisarle que se marcharía porque no podía soportar a Lydia. Patricia, su cuñada, tampoco quiso ayudarle esta vez porque Lydia había dejado al perro calvo.

Cuando llegó, su casa era un verdadero campo de batalla. Lydia había arrojado la comida al suelo y hacía tal alboroto que Bobby, asustado, no dejaba de llorar.

―¡Cuide usted a su monstruo! ¡Yo me voy! ―La mujer le entregó las llaves de la casa y no quiso escuchar las disculpas de Christian. Salió de la casa cojeando. El hombre se fijó en la espalda de la mujer, parte de su falda había dejado de existir.

Dirigió una mirada furiosa a Lydia, no pasaban por eso desde hacía varias semanas. Lydia hizo una mueca y se escabulló de la sala dejando que su padre se encargara de calmar a Bobby. Christian sabía que la causa del enojo de Lydia estaba relacionada con la partida del niñero, pero no estaba dispuesto a ceder. La manera de comportarse de la chiquilla le hizo ver que en verdad era una malcriada y se culpó a sí mismo. Cuando su exmujer los dejó, él sintió pena por Lydia y la mimó demasiado, pensó que no había nada para compensarla por el abandono que no cayó en cuenta el mal que le hizo al dejar que careciera de límites. Se compadeció de la niñera que, al igual que las últimas tres, había salido de la casa como alma que llevaba el diablo.

Después de alimentar a Bobby, cambiar su pañal y ponerlo en el cargador en su pecho, fue a hablar con Lydia. No le sorprendió que su hija tuviera el dormitorio patas arriba. La encontró sentada en la mecedora con un libro en sus manos.

―Bien, señorita Linley, tenemos que hablar ―dijo usando su voz autoritaria.

―Solo castígame y vete a cenar con Steve ―dijo la niña mirándolo con enojo.

―Cielo, ya te expliqué que no fue intención de papá no cenar contigo. ¿Qué te parece si limpiamos esta habitación y después vamos a comer pizza?

―No quiero pizza. Nunca tienen ensalada. ―Hizo un puchero y cruzó los brazos a la defensiva.

―Vamos, Lydia. Hazlo por papá. Mañana te marchas al campamento de verano y no nos veremos en mucho tiempo. ¿No quieres acompañar a papá a comer pizza?

Lydia sacudió la cabeza. Christian puso los ojos en blanco. Estaba perdiendo la poca paciencia que le quedaba.

―No quiero que me envíes al campamento.

―¿Por qué? Has estado toda la semana insistiendo con lo del campamento. Tus amigas van a ir y tu equipaje está listo. Allí hay juegos novedosos, no puedes quedarte en casa mientras todos se divierten.

―Quieres que me vaya a ese campamento para que no estorbe. ―Hizo un puchero y Christian la miró con sorpresa―. Oí a Steve diciéndoselo a la señorita Hilda: "La niña no me preocupa, Chris siempre la envía lejos durante el verano para que no estorbe". No me quieres. Vas a marcharte cuando te cases con él y me dejarás como lo hizo mi mamá. Todos se marchan y me dejan.

―Cielo, ya te dije que no voy a casarme con Steve. Él solo lo dice para bromear. Y no te dejaré por nada del mundo. Bobby y tú son mi razón de vivir. Te prometo que estaré aquí cuando regreses del campamento. ―Abrazó a su hija mientras pensaba en ajustar cuentas con Steve. Ya le había explicado que la razón por la que no podían casarse era precisamente porque Lydia lo odiaba y él no llevaría a casa a un hombre que no se relacionara bien con su pequeña. Pero la verdad es que no se casarían porque no quería a Steve.

Por eso no tuvo reparos en llevarse al niñero a la cama. Maldición como se arrepentía de eso. Ese hombre lo había engatusado con su bonita cara y esos expresivos ojos pardos. Si no hubiera sido bien parecido quizá no se habría fijado en él, pero le gustó desde el primer momento en que lo vio. Se culpó a sí mismo por su estupidez. En primer lugar no debió ser tan confiado entregándole el manejo de sus hijos a ese embaucador que aprovechó la primera oportunidad para meterse en su casa. Debió hacer lo de siempre, entrevistarlo con currículo en mano y confirmar las referencias, pero él siempre había confiado en el buen servicio de niñeras de Albany, sabía que ellos eran exigentes. También debió entregarlo a la policía y demandarlo. El sujeto podría ser peligroso.

Pero había sido un peligro seguir aguantando las ganas de hincarle el diente. Había sido tan apasionado aquella noche que cuando hicieron el amor él pudo sentirse tan a gusto.

Y Lydia, eso era lo que más le dolía, que el imbécil se hubiera ganado la amistad de su hija. A la niña casi se le rompe el corazón cuando él le explicó que Kyle no volvería jamás a su casa. Una razón más para enviarla a ese campamento, así pasaría el tiempo ocupada y no preguntaría más por ese sujeto.

Comenzó a limpiar la habitación de Lydia, se preguntó como una niña tan pequeña podía armar un desorden tan grande. Recogió los libros de cuentos en su lugar, también los tutus del ballet y los disfraces de Halloween. Lydia estaba decidiendo si llevar consigo al campamento la muñeca Barbie odontóloga o la Barbie vaquera, optó por la segunda y arrojó las otras muñecas en el baúl de los juguetes.

Christian tomó el Iphone de su hija. Cada fin de semana revisaba minuciosamente sus conversaciones para ver que no se metiera en problemas. La razón por la que regaló el teléfono a Lydia era para mantenerse en contacto permanente con ella de manera permanente, sentía que se lo debía después de la partida de Bianca. Fue a la sala y con teléfono en mano irrumpió en la privacidad de su hija.

La mayoría de sus conversaciones con sus amigas estaban dentro del límite normal. Versaban sobre episodios televisivos de sus series animadas favoritas, ropa bonita, accesorios, juguetes. Sus contactos eran los mismos de siempre y los números de teléfono igual.

Excepto por un número nuevo que despertó sus sospechas. Estaba grabado como Bichito y el registro no solo indicaba llamadas, sino también mensajes de texto y conversaciones en Whatsapp. Preocupado porque un pervertido estuviera molestando a su hija revisó las conversaciones.

Viernes:

Foto de Lydia luciendo su traje para la obra de teatro.

Bichito: Te ves linda, el color te favorece.

¿Podrías venir a la obra escolar? Papá no pudo estar aquí, envió a la niñera nueva y no se va a enterar.

Bichito: Tal vez tu papá llegue a tiempo.

Foto de niños de la obra de teatro escolar.

Te lo perdiste. Los papás aplaudían mucho. La maestra April nos regaló caramelos.

Bichito: Felicitaciones. (Carita feliz)

Sábado:

Hoy vino a cuidarnos la nueva niñera de Nicole.

Bichito: ¿Qué pasó con la señorita Louis?

Se fue porque su mamá no le quiso aumentar el pago y se pelearon. Bichito, ¿por eso te peleaste con mi papá? Yo tengo ahorros. No es mucho, pero puedo pagarte.

Bichito: Lydia, no es por el dinero.

¿Es porque vas a cuidar a otros niños?

Bichito: No, ustedes son los únicos niños.

¿Es porque papá te gritó la otra noche? Voy a decirle que no te vuelva a gritar.

Bichito: No. No fue por eso. Los problemas de los adultos son difíciles. 

No puedo volver a tu casa, pero seguiremos siendo amigos.

Eso no es divertido. (Carita triste)

Lunes:

Papá me enviará al campamento para que no estorbe. (Carita triste)

Bichito: Eso no puede ser cierto. Tu papá te quiere mucho.

No me quiere. Su novio se lo dijo a su nueva amiga.

Bichito: ¿Desde cuándo le crees a Steve? 

Prometió regalarte las galletas y no lo hizo. Se las comió todas. 

No le hagas caso. Tu papá te adora.

Bichito, ¿Cuándo mi papá se case me seguirá queriendo?

Bichito: Claro que sí. Es tu papá, los papás quieren mucho a los hijos.

Christian tuvo un montón de pensamientos encontrados. Por un lado apreciaba que Kyle siguiera siendo amigo de su hija pese a lo sucedido, por otra parte, recordaba que se había acercado a ellos con engaños. Si su amigo Max Cameron no hubiera confirmado lo que dijo Hilda acerca de la novela plagiada, jamás hubiera creído lo que dijo la escritora revelación: Dakota Helprin.

Necesitaba un trago para sacar a Kyle de su cabeza. Por el momento había hecho todo a su alcance para olvidarlo, pero cuando recordaba los músculos tonificados de sus brazos y piernas, el abdomen plano, la suavidad de su cabello negro azabache y su profunda mirada. La entrega deliciosa y desprendida que hubo cuando hicieron el amor sin reservas y sus miradas que se entendían a la perfección. El engaño lo había herido.

Decidió que no haría nada por el momento. Lydia iría al campamento y estaría lejos de las malas intenciones de Kyle Redfield. Él se asesoraría con su amigo abogado y le pondría una restricción para que se mantuviera lejos de su familia. Cuando Lydia volviera, él le cambiaría el número telefónico y pondría nuevas reglas para su uso. Como hombre práctico que creía ser, estaba pensando que eso sería lo correcto. En pocos meses Lydia habría olvidado a ese hombre.

Revisó los vídeos del sistema de vigilancia que tenía instalado en casa. Después de la partida de Bianca y teniendo que hacerse cargo de dos niños no podía confiar en cualquiera, así que tenía cámaras instaladas por toda la casa, excepto en su habitación. No había revisado las cámaras desde que regresaron de la Playa. No veía nada raro en los niños, ni en Kyle. Verlo en la pantalla una vez más provocó que el corazón le diera un vuelco. Todavía lo deseaba. Por un momento lamentó no haber instalado una cámara en su dormitorio, así tendría un recuerdo permanente de aquella noche alocada.

Detuvo la grabación y abrió los ojos cuando lo vio fotografiando los documentos en su mesa. Apretó los dientes y golpeó con el puño la mesa. Ahí estaba la prueba que no iba a pasar por alto. Hablaría con su abogado y demandaría a ese tipo.

Después de la partida de Lydia, la vida de Christian volvió a un punto de equilibrio. Sin niñeras que se quejaran, ni berrinches todas las mañanas, el verano parecía prometedor. El fin de semana llevó a Bobby con sus padres.

No había respirado tranquilidad desde que Bianca se marchó y ese respiro de libertad le ayudó a despejar un poco su cabeza, aunque los niños le hacían falta. Kyle estaba en su mente, lo veía en cada sujeto pelinegro que entraba en el bar a beber una copa y en cada ensalada de pepino que veía en la mesa del restaurante.

El tiempo pasó de manera fugaz y aunque buscó refugio en algunas aventuras de una noche, seguía sintiéndose vacío por dentro. Steve seguía insistiendo en su propuesta de matrimonio, prometía acercarse un poco más Lydia y llevar bien el tema de los niños. Pero Christian no estaba seguro, conocía a Steve y sabía que a veces podía ser exasperante con sus exigencias, además no estaba listo para ser padre, intentaba tratar a Lydia como un adulto o se iba al extremo hablándole como si fuera un bebé. Y Bobby no era objeto de su atención. Christian lo sabía, había visto en los ojos de Steve vetas de aburrimiento cuando él le contó que el pequeño estaba comenzando a halar objetos para agarrarse y ponerse en pie por su cuenta.

En menos de un parpadeo ya estaba recogiendo a Lydia cuando llegó del campamento. Su hija estaba feliz de verlo, se colgó a él y comenzó a hablarle de las cosas que había hecho durante todo el mes que estuvo fuera. Había hecho nuevos amigos y aprendido nuevos deportes. No preguntó por el niñero y Christian supuso que había olvidado el tema.

Otoño llegó con prontitud. Estaba lloviendo a cántaros cuando Christian puso los ojos en blanco y bufó. Tenía en sus manos el borrador de los primeros dos capítulos de la continuación del exitoso libro de ficción: Las guerras de Avalor. La crítica lo había alabado por su construcción impecable. Sus personajes habían capturado el corazón de los lectores. El primer día rompieron los pronósticos de venta. Obviamente, el éxito también se debía al marketing. Sin embargo, el borrador que Hilda le envió no era ni la mitad de bueno, había perdido encanto. Resultaba soso y completamente predecible.

―Lydia, ¿Qué rayos estás haciendo?

―Dijiste que limpiara la habitación ―Arrastró una caja con algunos juguetes dañados y prendas de vestir que ya no le gustaban.

Christian sonrió antes de acomodarse los lentes e intentó concentrarse. Lydia continuaba arrojando cosas en una cesta. Bobby se las arreglaba jugando con una sonaja al ritmo de los dibujos animados. Incapaz de concentrarse, Christian comenzó a arrepentirse por llevar el trabajo a casa. Dejó las hojas del borrador a un lado y fue a supervisar a Lydia.

La encontró sacando cosas de debajo de la cama. Cruzó los brazos y miró con enojo una pila de hojas sobre su cama.

―Lydia, te he dicho que no juegues con el trabajo de papá. ―Se acercó y tomó el grupo de hojas mientras su hija lo miraba con extrañeza.

―No son mías, se le quedaron a Bichi... Al señor Redfield la última vez que estuvo aquí. Se las estaba guardando para entregárselas después.

―Creo que debemos tener una conversación. No quiero que vuelvas a ver o escribir con ese mal... con el señor Redfield ―dijo con seriedad.

―Ya lo sé. No volveré a hablar con él porque él tampoco me quiere y me hizo prometer que no volvería a buscarlo ―dijo la niña con tristeza.

Christian bufó y regresó a la sala. Tenía mucho trabajo y había perdido mucho tiempo tratando de encontrarle sentido a los párrafos escritos por Hilda. Se repantigó en el asiento y con curiosidad miró el escrito de Kyle.

Comenzó a leer. Al comienzo con escepticismo, después con avidez.

―Cielos. Esto es lo que estaba buscando. Siento como si estuviera leyendo la continuación de Las guerras de Avalor. ―Se quitó los anteojos recordando lo que Kyle dijo acerca de haber escrito esa novela. Que conocía cada línea como la palma de su mano. En esos cuatro capítulos quedaba demostrado, todo el estilo, los personajes, los giros argumentales. Todo encajó perfectamente. Llamó a su cuñada para suplicarle que cuidara de los niños un momento y después se comunicó con Max Cameron y preguntarle dónde podía localizar a Kyle.

Llovía cuando bajó del taxi y corrió por el edificio ubicado en los suburbios. Se detuvo frente a la puerta de madera y llamó un par de veces.

Una atractiva morena con acento latino abrió la puerta y le miró con extrañeza.

―¡Ay! Siento decirte que Kyle se mudó. Pero si me dice que asunto tiene con él con gusto le daré su mensaje.

Christian buscó su tarjeta. Chasqueó cuando no encontró ninguna. Le preguntó a la mujer si tenía papel donde anotar sus datos. Cuando ella leyó el nombre de la editorial le pidió que esperara un minuto y al cabo de un rato le entregó la nueva dirección de Kyle.

El lugar al que se mudó resultó ser una casita en un barrio familiar. Christian observó la sencilla decoración y el bien cuidado jardín. El suyo ciertamente estaba algo olvidado y sintió algo de pena. Se mordió el labio inferior consciente de que la lluvia había arruinado su aspecto. Tocó el timbre.

Un moreno apuesto, alto y fornido abrió la puerta. Christian sintió un nudo en el estómago, ese hombre era guapísimo.

―Kyle, cariño. Te buscan.

Sus palabras hicieron que el corazón le diera un vuelco. Todo indicaba que Kyle había encontrado pareja en los últimos días, o posiblemente siempre la tuvo y por eso dijo que lo ocurrido entre ellos no tenía importancia. Christian pensó en hacer una retirada disimulada, pero se quedó quieto como una estatua cuando Kyle salió de alguna parte de la casa. Estaba secándose el cabello húmedo con una toalla y la camisa abierta por fuera de los pantalones dejaba al descubierto su piel acaramelada.

―¡Señor Linley! ¿Qué lo trae por aquí? ―dijo con gesto despectivo.

El atractivo moreno hizo una seña de despedida y susurró a Kyle diciéndole que lo esperaría en el lugar de siempre. Christian se hizo a un lado para dejar que saliera de la casa. Era un sueño erótico andante. Tragó saliva y miró a Kyle tratando de dominar la furia que sentía a causa de los celos.

―¿Puedo pasar?

―No. Vaya al grano y márchese ―respondió de manera tan tosca que a Christian lo tomó por sorpresa. Ciertamente ese no era el gentil y dulce Kyle que conoció.

―¿Escribiste esto? ―preguntó enseñándole el borrador que encontró en el cuarto de su hija―. ¿Es tuyo? ¿Verdad?

―Haber... ―Con exasperación tomó el escrito y echó una ojeada―. ¡Ah! ¡Sí! Yo lo escribí. ¿Algún problema con eso?

―Sí. Necesito que lo termines.

―Dígale a su escritora revelación que lo haga. ―Lo miró con desdén y le devolvió el escrito―. Pueden quedárselo y publicarlo colocando el nombre de Hilda en letras doradas, son expertos publicando obras plagiadas. Lo que hagan me importa una mierda.

―Kyle. Sé razonable. Cometimos un error. Por eso he venido a buscarte y...

―Lo único que tomé de su casa fue un par de fotografías del contrato de Hilda y los derechos de autor pensando que todavía podía hacer valer mi autoría. Ahora si me disculpa: Me están esperando.

―¡Y los lectores también! Están ansiosos por leer la segunda parte de Las guerras de Avalor y...

―Buena suerte con eso, señor Linley. Ya no escribo y no pienso volver a hacerlo. Dígale a Lydia que coma todas sus verduras o se le caerán los dientes. Adiós. ―Cerró la puerta dejándolo ahí afuera. En el porche bajo el aguacero.

Christian refunfuñó. Nunca lo habían tratado de esa manera tan descortés y nunca imaginó que Kyle desplegara semejante orgullo. Había que ver sus ojos, brillantes, intensos, echando chispas... Se estremeció, eso le había gustado. A Kyle le sentaba bien estar de mal humor porque se veía tremendamente guapo con esa expresión de piedra. Sacudió la cabeza, no era momento para pensar en lo caliente que estaba ese hombre, sino en el problema que se avecinaba: Una demanda por plagio, un montón de lectores preguntando cuando saldría la siguiente parte del libro, una escritora farsante y la rabia de Kyle. Si no resolvía el problema su jefe lo pondría de patitas en la calle. Por supuesto, él no tenía la culpa de lo sucedido, pero era el jefe del departamento de edición y tenía mucho peso sobre sus hombros. Si pudiera negociar con Kyle, tal vez podrían salvar algo. Sonriendo comenzó a pensar en la manera de solucionar el problema.

La semana siguiente había sido como una pesadilla. Hilda había desaparecido del mapa, como si la tierra se la hubiera tragado. Ocurrió que la arpía se había marchado a Europa con un escritor que conoció en una firma de autógrafos. Tremenda pareja harían esos dos. Fue lo que se le vino a la mente. Pero eso no solucionaba el problema. Tenía en su mano una citación para presentarse ante la comisión de derechos de autor. Debía entregársela a Ashton Cooper, el abogado de la compañía, pero dudaba. Si tenía que ir, no estaba listo para volver a enfrentarse con Kyle. La última vez que hablaron por teléfono la discusión se salió de las manos y los dos comenzaron a amenazarse.

Dejó su teléfono móvil en el escritorio y fue a atender una importante reunión. Llevó el sobre, después de la reunión pasaría por la oficina de Ashton para entregarle la citación y ponerlo al tanto del problema.

―Desde mi punto de vista no es complicado. Nosotros podemos presentar cargos contra Hilda y pagar la indemnización al autor o negociar con él para que nos permita seguir publicando la novela con su nombre. ―El viejo abogado era un zorro en cuestiones de litigio sus ojos azules se posaron en el rostro de Christian―. Lo que él hizo en tu casa solo puede ser demandado por tu cuenta. Es un asunto personal entre los dos.

―Tomó fotografías del contrato de Hilda.

―Es lo único, pero ¿crees que vale la pena seguir enojándolo? Amenazarlo con una demanda por violación a tu privacidad fue una mala idea. Si está enojado no va a negociar con Black Apple. Si esto se va a los tribunales no le va importar pagar una multa por acoso o salir de la cárcel bajo fianza en cambio, la reputación de la empresa se puede ir al caño si el escándalo llega a los medios. Sugiero que demandes después de que hayamos cerrado un trato con él.

Christian se llevó la mano a la frente. Tenía dolor de cabeza y los problemas lo estaban envejeciendo. Estuvo de acuerdo con el abogado y después de asegurarle que enviaría toda la documentación respecto al caso, regresó a su oficina.

Pasaban las cinco de la tarde y tenía diez llamadas perdidas, todas de la escuela de Lydia. Angustiado devolvió la llamada.

Es un alivio que por fin se comunique con nosotros. Lydia se cayó y se fracturó un brazo. Intentamos comunicarnos con usted y no fue posible, tampoco pudimos localizar a su hermana. Llamamos al número de contacto de su... ¿niñera?... En fin, el señor Redfield está con ella...

Furioso Christian amenazó con destruir esa escuela si algo le había pasado a su hija. ¿Cómo pudieron llamar a Redfield en un momento como ese? Cuando se detuvo en el aparcadero de visitantes del hospital un pensamiento vino a su mente. Tendría que enfrentar a Redfield personalmente, otra vez.

Él estaba ahí. Recostado en el asiento de espera frente al consultorio del pediatra. Christian sintió curiosidad por saber qué estaba pensando. Su rostro lucía tenso. El moreno del apartamento estaba con él. Christian se detuvo, respiró profundamente, imaginar que Kyle dormía con ese moreno y le hacía esas deliciosas caricias que hizo con él despertó una sensación de repugnancia. Se acercó sigiloso y alcanzó a escuchar algo de la conversación:

―Su padre no tarda en llegar. Mejor vámonos, Kyle. La niña no es nada tuyo. Cuando el papá llegue, la que se va a armar... Además, no es como si te lo fueran a agradecer.

―¿Quién dice que no lo voy a agradecer? ―Christian frunció el ceño y miró con recelo al moreno.

―Señor Linley, no es grato encontrarnos en estas circunstancias, pero me alegro que esté aquí... El doctor dijo que Lydia está fuera de peligro. La pobre se dislocó el hombro. En este momento lo están encajando en su lugar ―habló Kyle manteniendo un tono condescendiente.

Christian se colocó la mano el pecho y suspiró con alivio. Se dejó caer en el asiento junto a Kyle.

―Estará algo adolorida, pero una vez que desaparezca la inflamación todo será mejor.

―¿Lo dices por experiencia personal? ―preguntó mirándolo de reojo. Estar tan cerca de él y no poder sentir su calor le provocó un estremecimiento en toda la piel.

―Tenía once y me caí de la bicicleta. ―Kyle sonrió tranquilamente. Dirigió una mirada al apuesto moreno―. Luc, adelántate. Tienes mucho trabajo y mañana tendrás que madrugar. Esperaré a que Lydia salga para despedirme de ella. Iré a casa y prepararé la cena.

―Cuento contigo y esos macarrones con queso. ―Sonriendo dirigió una mirada de recelo a Christian y se marchó después de besar la mejilla de Kyle.

―Parece un buen tipo. ―Christian clavó la mirada en la puerta blanca del consultorio 205―. ¿Viven juntos?

―Por ahora. Se marchará la próxima semana a Nueva Orleans.

―¿Vas a mudarte a Nueva Orleans?

―Tal vez. Me sentiré solo sin Lucien y después de lo ocurrido con Hilda creo que un cambio de ambiente es lo mejor.

Christian asintió sintiendo un profundo pesar en su corazón. Todavía seguía ardiendo por Kyle y esos meses no había podido sacarlo de su cabeza. Conocía la razón, pero por orgullo no lo había admitido, ahora que sabía lo mal que estaba terminando debía sincerarse consigo mismo: Estaba enamorado de Kyle Redfield.

―¿Puedo preguntar algo? ―preguntó buscando con la mirada los ojos pardos de su interlocutor. Kyle asintió y él ordenó cuidadosamente las palabras en su mente. No quería echarlo a perder de nuevo―: ¿Por qué usurpaste el lugar de la niñera?

―No lo hice deliberadamente. Cuando SunshineBooks rechazó mi novela, me dirigí a Black Apple para tratar de arreglar este desaguisado y averiguar quién plagio mi escrito. Ahí me dijeron que tenía que hablar contigo. La recepcionista estaba marcando tu número cuando escuché que alguien te llamaba, ibas de salida y como no estaba dispuesto a dejar que te marcharas hasta que supieras todo, te seguí. Y cuando llegué a tu casa estabas tan desesperado, asumiste que iba de parte del servicio de niñeras de Albany, no me diste tiempo para explicarme. Solo hablaste de lo urgido que estabas respecto al cuidado de los niños, te vi tan angustiado que pensé: ¿por qué no?... Creí que solo sería esa noche y hablarte del tema cuando regresaras, pero llegaste muy cansado.

Fue contándole toda la historia. De cómo siempre que se animaba a hablar no encontraba un momento oportuno.

―El tiempo fue pasando y al no poder hablarte decidí olvidarlo todo. Me divertía mi trabajo de nana: Mi relación con los niños no era tan mala y nosotros... Bueno, eso fue lo que pasó.

―Si Hilda no te hubiera desenmascarado aquella noche, todavía estarías con nosotros. ―Le dirigió una mirada con mucho pesar.

―La aparición de Hilda nada tuvo que ver. Ya habíamos hablado de mi renuncia.

―Tuvo todo que ver. No pensaba dejarte ir. Quería que te quedaras con nosotros.

―Eso no era posible entonces, y sigue fuera de posibilidad ahora.

―¿Por qué te vas a Nueva Orleans con ese tipo?

―En parte, pero la razón es porque vas a casarte y seré muchas cosas, excepto un rompe hogares.

―No, Kyle. No voy a casarme. Si esa es la razón, entonces todavía puedes volver...

―No ―interrumpió mirándolo con esos grandes ojos pardos―. Es mejor dejar lo que ocurrió entre tu familia y yo en el pasado. Fue bonito mientras duró. Eso es todo.

Christian estaba a punto de protestar, pero el médico salió del consultorio. No internarían a Lydia, la enviaban a casa con el hombro bien vendado, el brazo inmovilizado y una receta de medicamentos para combatir el dolor y la inflamación.

―¿Vas a visitarme, Bichito? ―preguntó la niña a Kyle. Él iba a negarse.

―Sí. Irá a visitarte a casa mañana en la noche y cenará con nosotros. ―Christian respondió por él. Sabía que no se negaría si veía a Lydia radiante de felicidad como en ese momento.

―Iré. ―Kyle le dirigió una mirada asesina a Christian y se agachó para despedirse de Lydia.

Christian sonrió. No lo dejaría marcharse a Nueva Orleans sin prestar pelea.

Sabiendo que era mal cocinero, pidió el mejor servicio de comida a domicilio. Lydia veía con expectativa todas las bandejas para la cena. Ella quería ayudar a preparar todo para su querido Bichito y no se quería quedar quieta pese al hombro adolorido. Su rostro se iluminó con una sonrisa de oreja a oreja cuando él llegó. Tomando a Bobby en brazos, Christian le dio la bienvenida.

Kyle saludó a Lydia y le entregó un obsequio, después preguntó a Christian si podía cargar en brazos a Bobby.

―Has ganado peso. ¿Ya puedes ponerte en pie por ti mismo? ―Bobby respondió con gorgoritos y pataleos alegres.

―Ya se pone en pie. Da dos pasos y cae. Creo que va por buen camino. ―Christian no se cambiaba por ninguno. El ambiente en su casa, era otro.

Cenaron tranquilamente. Lydia no paró de hablarle de todo lo que había pasado, era como si intentara recuperar el tiempo perdido. Le contó de sus amigas y de otros niños, cada uno con nombre propio y Kyle asentía como si los conociera de toda la vida. Christian no quiso inmiscuirse en su conversación. Aprovechaba para comerse con los ojos a ese hombre apuesto.

Se las arregló para convencer a Kyle de quedarse a beber café después de que llevara a los niños a dormir. Sintió un cosquilleo en la panza. Había llegado el momento de hablarle de sus sentimientos y declararse. Le hubiera gustado hacerlo por lo alto, con una cena romántica o una cita más acorde, porque de pronto Kyle le hacía pensar en esas tonterías y quería hacer que se sintiera bien a su lado, pero sentía que el tiempo corría en contra y que si no se daba prisa, Kyle se marcharía a Nueva Orleans con su nuevo amor.

―¿Necesitas ayuda con Bobby?

―No. Ahora duerme más horas en la noche. Ya no tengo que levantarme muchas veces. ¿Sabías que ya señala objetos para que se los alcancen? ―Hablaba como un padre orgulloso y Kyle prestaba atención con mucho interés recostado contra el marco de la puerta de la habitación de Bobby―. Además mueve la cabeza para decir no.

Kyle sonrió y él casi se derrite. Sí. Quería a ese hombre en su vida. Quería que estuviera a su lado para escuchar la primera palabra inteligible de Bobby y ver sus primeros pasos. Quería que le ayudara a decorar la fiesta de cumpleaños de Lydia. Quería encontrarlo en casa cuando llegara todas las noches y que lo recibiera con esa bellísima sonrisa. Y por supuesto, quería que le calentara la cama y lo hiciera sentir como aquella vez. Ese último pensamiento vibró en su polla y se ruborizó.

―Deja que prepare el café.

―No. Kyle, eres mi invitado. No podría ponerte a preparar el café.

―Honestamente prefiero hacer el café. No quiero ofenderte, pero eso que preparas y llamas café sabe a charco―. Fue a la cocina y se encargó de todo. Cuando Christian vio que Bobby dormía, y fue a la sala, Kyle le esperaba con una deliciosa taza de café.

Christian sonrió feliz. Probar de nuevo el café de Kyle era genial, pero tenía otras cosas en mente.

―¿Y qué tal el trabajo? ―preguntó Kyle escuetamente.

―Por tu culpa tengo el doble de trabajo, el abogado ha exigido todas las pruebas para salvar la reputación de Black Apple respecto al plagio y los de marketing están trabajando como locos en la estrategia para retirar del mercado Las guerras de Avalor sin causar revuelo. ¿Sabías que Hilda se marchó a Europa? Envió un mail excusándose por los inconvenientes. ¡Qué desfachatez! ―Notó que Kyle se tensionó al escuchar el nombre del libro, pero ya no parecía tan enojado.

―¿Y por eso me invitaste a cenar en tu casa y beber café? Lucien dijo que no me dejara engañar, así que será mejor que me marche. ―Dejó la taza y se preparó para marcharse.

―Te invité para que pudieras pasar tiempo con Lydia. No pensaba hablar del tema, pero preguntaste por mi trabajo y las cartas hay que ponerlas en la mesa. Lo de la demanda por plagio nada tiene que ver con que quiera tomar café contigo.

―No quería llegar tan lejos. Le dije a Lucien que no quiero causarle prejuicio a la editorial, pero él insiste en cuidar mis intereses. El abogado de Black Apple quiere hacer una oferta, Lucien dijo que no aceptara nada por menos de lo que merezco.

―Por supuesto, a Lucien le conviene llevarse consigo a Nueva Orleans a un hombre que tenga mucha pasta, ¿verdad?

―La verdad no. Lucien siempre tuvo suerte en la vida y mucho éxito en cada cosa que se proponía y... ¿Estás pensando que Lucien va a llevarme a Nueva Orleans solo porque estoy a punto de sacarle dinero a la editorial? ―Sus hombros temblaron tratando de contener una carcajada.

―Suele ocurrir. Por supuesto, no soy el indicado para juzgar su romance...

―Tienes la mente sucia. Lucien es mi hermano mayor y también abogado.

Christian se sonrojó, pero se sintió bien al escuchar esas palabras. Significaba que tenía luz verde. Si Kyle también quería...

―La verdad es que te invité a tomar café por otra razón. ―Decidió tomar el toro por los cuernos y decírselo sin más preámbulos―. ¡Me gustas! ¡Te deseo! ¡Te he querido desde el primer día! Cuando llegué a casa y te encontré jugando con Bobby mientras Lydia dibujaba a tu lado. Y aquella noche, cuando nosotros...

―¿Me quieres? ―interrumpió mirándolo con esos grandes ojos pardos coronados por esas pestañas negras, espesas y largas―. Tienes una forma un tanto retorcida de demostrarlo.

―He querido hablar contigo de ese tema. Lo que ocurrió aquella noche, para mí fue más que solo sexo fantasioso con el niñero de mis hijos.

―Pero al día siguiente estabas besando a tu perfecto novio en esta misma sala. Y me llevaste a la playa para que cuidara de tus hijos mientras hacías tus cosas con él y planeabas tu matrimonio. Sí. Entiendo lo mucho que me quieres.

―Lo admito. Debí cortar con Steve tan pronto como saliste de mi cama. Te dije que estaba en una relación que no estaba funcionando. Intenté hacerle entender que lo nuestro no tenía futuro, pero él no quería dejarme. Steve es un amigo muy querido, no quise lastimarlo. El fin de semana, en la playa, quería compartirlo contigo y los niños. Steve se introdujo en el plan y no pude negarme. Quise explicarte todo, pero no me escuchaste.

―De todos modos no importa. Está en el pasado.

Christian abrazó a Kyle. Fijó los ojos en la boca masculina y con el dedo pulgar acarició el labio inferior. Sintió el roce de la barba incipiente en su mano pinchando suavemente la piel y tembló. Su virilidad también reaccionó endureciéndose. Quería hacerlo bien, conocía la diferencia entre desear a alguien para pasar el rato y a alguien para toda la vida. Allí mirando los brillantes ojos de Kyle se convenció de quién debería estar en su futuro. Lo besó.

Kyle no se opuso al beso. Fue receptivo y lo disfrutó. Se tendieron en el sofá de la sala abrazados, comiéndose la boca mutuamente. Colocó la mano en su nuca para mantenerlo cerca, se trataba de un movimiento posesivo. Sus labios se separaron para tomar aire y se sonrieron.

Kyle tomó la iniciativa, posó sus labios en el cuello de Christian y apretó con los dientes provocándole un cosquilleo antes de chupar. Sin duda le dejaría un morado, pero no importó, si Kyle quería hacerlo de esa manera, estaba bien.

Kyle fue mucho más atrevido, introdujo la mano bajo el pantalón de Christian y comenzó a masajear su paquete por encima del bóxer. El hombre apretó los dientes, le suplicó que lo tomara entre sus manos y lo masturbara, pero la respuesta del moreno fue una sonrisa socarrona.

Christian se lanzó al contrataque, también introdujo la mano bajo el pantalón de Kyle y le masajeó una nalga.

Su verga estaba dura y lista para tomarlo, pero Kyle lo complació de otra manera. La sacó de sus pantalones y la llevó a su boca. Christian se estremeció cuando Kyle usó la punta de la lengua para rozarle el glande y jadeó como un condenado cuando el guapísimo moreno comenzó a chuparle la polla como si su vida dependiera de ello.

Colocó las manos sobre esos cabellos y los acarició suavemente. Imaginó lo ridículo que podría verse, con los pantalones enredados en las rodillas, pero no importaba Kyle estaba a su lado, o mejor dicho, estaba arrodillado frente a él, haciéndole una deliciosa felación.

Cerró los ojos y apretó los dientes. Era demasiado placentero y se correría en el atractivo rostro de Kyle. Le advirtió lo que iba a suceder, pero su hombre no se apartó, por el contrario, engulló el falo y chupó con fuerza.

―¡Te lo tragaste! ―dijo sorprendido con las mejillas ruborizadas.

Kyle rio suavemente. Christian ahuecó las manos para acariciarle las mejillas y atraerlo hacia él. Quería volver a besarlo.

Puso los ojos en blanco cuando escuchó el llanto de un bebé. Bobby había despertado y reclamaba a gritos la presencia de un adulto responsable que cambiara su pañal, le diera biberón o meciera la cuna.

―Ve. Hablaremos mañana.

Pero Christian no quería que hablaran al día siguiente. Su deseo egoísta consistía en arrastrar a Kyle a su habitación y amarrarlo a la cama para que amaneciera junto a él. Tímidamente murmuró:

―Pero quiero devolverte el favor. ―Deslizó la mano hacia la entrepierna y acarició con fuerza. Kyle estaba duro y eso lo hizo estremecerse―. ¿Por qué no esperas en la habitación? Me encargaré de Bobby y volveré contigo.

Kyle negó con un movimiento de cabeza.

―Tengo algo que hacer mañana a primera hora ―explicó atrayéndolo hacia él―. No tengo ropa de cambio aquí, además no le avisé a Lucien que pasaría la noche fuera. ―Lo besó en los labios. Christian tembló de deseo y respondió a ese beso con una intensa exploración de su lengua en la boca de Kyle―. Compórtate novio mío. Ya tendremos tiempo para todo esto después. Ahora ve con Bobby.

Bobby tardó en volver a conciliar el sueño y fue un poco rebelde al arrojar el biberón y ponerse a jugar en vez de dormir. Christian tuvo que llevarlo a su habitación y acomodarlo en su cama para dormir a su lado. Al rato, Lydia entró sin llamar a la puerta quejándose porque había tenido una pesadilla y también se metió en su cama. Si Kyle se hubiera quedado con él no habría sido fácil lidiar con todo ello. Lo que es peor, al día siguiente amaneció de mal humor por la falta de sueño.

Decidió tomar las cosas con calma respecto a su relación con Kyle. Ciertamente tendría que buscar espacio para la relación, pero tenía un montón de trabajo sobre el escritorio. Ashton Cooper llegó sonriendo a la oficina y lo miró con satisfacción:

―Llegamos a un acuerdo con Redfield. Si le damos las mismas condiciones que se le dieron a Hilda y el reconocimiento de la autoría de la novela, el problema queda resuelto. No quiere meternos en problemas. Ahora todo queda en tus manos y las del departamento de relaciones públicas.

Esa era una excelente noticia. Llamó a Kyle para felicitarlo por el trato y de paso lo invitó a cenar. Hizo los arreglos con la niñera de los chicos para advertirle que tardaría en regresar a casa. Necesitaba un poco de ese hombre y no se iba a quedar con las ganas. Esa noche lo haría suyo.

El fin de semana fue al cine con Lydia y Kyle. Su inocente hija creía que ellos habían hecho las paces y que pronto Kyle volvería a ser su niñero. La verdad es que los dos habían hecho más que las paces últimamente, pero siempre fuera de casa. Lydia todavía ignoraba el tipo de relación entre los dos hombres. Christian estaba buscando el momento adecuado para decirle que Kyle era su nuevo novio.

Era lunes, en la noche, cuando el timbre de la casa Linley sonó varias veces y Christian fue a abrir. Recibió a Kyle y lo invitó a pasar.

La casa estaba silenciosa y Kyle frunció el entrecejo.

―¿Y Lydia?

―Se quedó a dormir en casa de su mejor amiga, pijamada para niñas. Dejo que vaya ya que las madres de sus amigas no dejarían a sus hijas pasar la noche aquí sin supervisión femenina. ―Fue a la cocina y regresó al comedor con una bandeja.

Kyle, que conocía la casa como la palma de su mano, fue a por los platos y le ayudó a colocarlos en el comedor. Sería mesa para los dos.

―Eso huele muy bien. Deduzco que has vuelto a pedir comida italiana a domicilio.

―Quiero que comas algo apetitoso y sabes que soy un desastre en la cocina.

―Genial. No olvides tener listo el biberón de Bobby.

―Bobby está en casa de Patty.

Kyle le dirigió una sonrisa socarrona. Sus ojos brillaron intensamente y Christian sintió una punzada de deseo en su virilidad cuando sus intenciones fueron descubiertas.

―Tengo derecho a pasar un rato agradable con mi novio, sin que Lydia corra a mi habitación porque tiene pesadillas y Bobby despierte berreando cuando estemos haciendo el amor. Pero cambiemos de tema: ¿Qué hiciste hoy?

―Buscar piso. Lucien ha encontrado un comprador para el apartamento y se marchará a Nueva Orleans la semana que viene. Quiere que vaya con él, pero le he dicho que hay una parte muy importante de mi vida en esta ciudad.

―No deberías buscar piso. Estoy dispuesto a rentarte la mitad de mi cama.

Kyle levantó las cejas, mirándolo con picardía y le sonrió de una manera prometedora.

Christian colocó la mano sobre la de Kyle. No quiso soltarla mientras cenaban.

Al terminar la cena salieron a caminar por el vecindario. Hacía una brisa agradable y cuando volvieron a la casa Christian le habló a Kyle de los planes para arreglar el desastroso jardín de los Linley. Había que poder el césped de manera uniforme y sembrar plantas vivas quitando toda la maleza.

Y cuando entraron en la casa, sus bocas volvieron a encontrarse hambrientas. Lo arrastró de nuevo a la habitación, igual que la primera vez. Se detuvo en el pasillo y le quitó la camiseta de algodón para acariciar la suavidad de la piel y morderle los pezones.

Kyle le devolvió el favor deshaciéndose de la fina camisa de seda y también le pellizcó las tetillas. Christian gimió acorralándolo contra la pared, frotándose contra él para hacerle saber la urgencia que tenía por hacerlo suyo.

Juntos, entraron en la habitación a tropezones. Las manos de Christian estaban ocupadas bajando la cremallera de los vaqueros de Kyle mientras su lengua entraba en la boca y peleaba con la de él.

Se detuvieron un momento para terminar de desnudarse y tenderse en la cama. A Christian le encantó la visión de Kyle ahí tendido, totalmente listo para entregarse a él. Se acomodó entre sus piernas y fue besando lentamente la piel tersa y caliente. Maravillado con tenerlo ahí para él. Buscó el lubricante y lo derramó en los dedos. No podía esperar para hacerlo suyo una vez más.

Kyle gimió de una manera deliciosa, separó los muslos para darle un mayor acceso a los dedos de Christian, primero usó uno, después tres. Estaba maravillado con el trasero del moreno y con la polla que comenzó a chupar, le gustaba su forma, el olor, el sabor, todo lo que fuera de Kyle le gustaba.

Envolvió las piernas sobre los hombros y muy despacio fue deslizándose dentro de él para llenarlo con su potente miembro. Kyle se retorció y gimió. Christian se movió embistiéndolo poco a poco hasta que no pudo más y comenzó a acelerar con movimientos frenéticos. La salvaje pasión los llevó a un éxtasis que culminó con un espasmo gratificante.

Christian cayó sobre el pecho de Kyle, agotado, sintiendo la sensación de la piel sudorosa y caliente.

―¡Muévete, estás aplastándome! ―reclamó jadeando, palmeándole las nalgas para que se apartara.

Christian gruñó. Estaba a gusto sobre Kyle. Apoyó el peso en los brazos para darle espacio. Lo miró a los ojos y lo besó.

―Eres hermoso, te quiero.

―También te quiero.

Se acurrucó contra él y abrazó su cintura.

―Cuando despierte espero encontrarte aquí.

―¿De verdad?

―Mañana, y el día que le sigue a mañana, y el día después de ese y así sucesivamente.

Los hombros de Kyle se contrajeron y una carcajada salió.

―Para ser un serio jefe de editores que pasa casi todo su tiempo refunfuñando eres muy romántico.

―El romance lo tengo reservado para ti. Cosita rica.

Se quedaron dormidos abrazados.

Si Christian pensaba que su hija iba a tomar con alegría la noticia de su noviazgo con Kyle, se equivocó. Lydia armó un terrible berrinche al día siguiente. Acusó a Kyle de traidor y decidió no hablar con su padre. Si no fuera porque debía cambiar el pañal de Bobby, Christian no habría dudado en castigarla por comportarse de esa manera tan antipática.

Refunfuñó mientras se deshacía del pañal sucio. Bobby respondió agitando las piernas y balbuceando un continuo "chi-chi-chi" que le hizo pensar en el sonido de una locomotora vieja. El bebé soltó una carcajada y aplaudió. Si tan solo Lydia no estuviera tan enojada el día habría sido maravilloso. Kyle tenía que terminar de instalarse y su hija no estaba facilitando las cosas. Se preguntó qué era lo que estaba mal, Lydia consideraba a Kyle su amigo y no podía entender porque no lo aceptaba. Colocó a Bobby en el cargador y lo acomodó contra su pecho. El niño soltó una carcajada e hizo una serie de sonidos destinados a babosear todo a su paso.

―Cuando fuimos a la playa dijiste que sería divertido si tu papá se convertía en mi novio. ¿Recuerdas? ―Christian escuchó la voz calmada de Kyle proveniente de la cochera y echó un vistazo. Estaba sentado junto a Lydia. ―¿Por qué ahora eso me convierte en traidor?

―Todo va a cambiar porque mi papá va a empezar a quererte más a ti que a mí.

―Eso es mentira. Eres más bonita y más lista que yo. Tu papá no va a dejar de quererte solo porque está conmigo.

―Lo dices para que te perdone, pero cuando estés con él viendo el futbol vas a decirme: "No estorbes, mocosa."

―¿Estorbar? ¡Nah! Pensaba decirte: "Ven a sentarte con nosotros, mocosa."

―Te he dicho que no soy una mocosa, señor Bichooooo. ―Puso los brazos en jarras y lo miró ceñuda―: ¿De verdad no vas a decirme que estorbo?

―¿Alguna vez te he dicho que estorbas? ―preguntó con seriedad. Lydia sacudió la cabeza y él sonrió―. Algunas cosas van a cambiar, porque he venido a vivir con ustedes, pero otras serán divertidas, mira el lado positivo mocosa: ya no vas a tener que comer lo que cocina tu padre. ―Lydia río y Kyle pasó la mano por su cabeza―. Además no pienso robarme a tu papá, tu papá fue el que me robó a mí, por eso no tengo a donde ir. ¿Vas a echarme a la calle, Lydia?

―No, Bichito. No te echaré a la calle, pero prométeme que no vas a quedarte a mi papá para ti solo.

―¡Prometido!

Christian sonrió. Viendo la manera en que Lydia había chocado las manos con Kyle y la sonrisa de este, supo que por fin había armado la familia que quería. Se acercó para ayudar a su pareja con la mudanza.

Como primer acto de pareja oficial, Kyle cambió las cortinas de toda la casa.

―Eran demasiado rosa. Odio el rosa.

Christian entrecerró los ojos. Las nuevas cortinas tenían un lindo tono verde manzana. Él odiaba ese color, pero si soportó el rosa con el que Bianca decoró la casa, soportaría el verde manzana de Kyle, al menos tenía mejor gusto y la casa se veía bonita.

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