Serpientes
Bajó detrás de Nalbrek saltando de piedra en piedra cuando se detuvo. Habían decidido volver a pasar la noche en el bosque, pero, a diferencia del día anterior, aquella vez no estaban solos y alguien había decidido bajar tras ellos a distancia.
—Vamos —lo llamó el lobo así que bufó bajando.
En su opinión, sería mejor hacer frente a su perseguidor allí, pero Nal había decidido que sería mejor en campo abierto, donde tendrían más espacio para moverse en caso de que no fuese una visita amistosa. El problema sería si eran varios los que habían decidido "charlar".
—Nal averigüemos de que trata todo esto aquí —le pidió de nuevo.
—No —rechazó este—. Este lugar está demasiado alto y cualquier paso en falso puede provocar que caigas. No me arriesgaré cuando podemos llegar abajo antes de que nos alcance.
—¿Y si son varios?
—Mis instintos me dicen que no.
—Instintos de lobo —murmuró disgustado cuando su perseguidor decidió acercarse, así que se volvió cuando reconoció el olor—. Lobo estúpido, sal ahora mismo —le advirtió cambiando a humano y cruzándose de brazos.
—Eso intento —replicó Hilmar saltando delante de él.
—Se supone que eres más rápido que nosotros.
—Las montañas no me gustan. Además, acabo de llegar después de varios días de marcha con Rishi encima.
—Es un humano delgaducho, no exageres —le advirtió.
—No he venido para pelear —negó Hilmar apaciguador.
—¿Y entonces a qué has venido?
—Para darte las gracias por ayudar a Rishi ahí dentro.
—Tu humano no iba a ser capaz de matar, solo quería evitar problemas —le explicó. No sabía si Hilmar era consciente que Rishi les advirtió del peligro antes de que Nalbrek fuese apresado, permitiendo su huida, y no quería causarle problemas en caso contrario.
—Gracias por intervenir —repitió—. A veces creo que Rishi te gusta más de lo que quieres admitir.
—Es tu compañero —le recordó.
—Gracias. También quería hablar con Nalbrek sobre lo que pasó en la ciudad —prosiguió mirando a Nal, el cual seguía alerta en su forma de lobo.
—¿Sobre lo que pasó? —le preguntó su pareja.
—Sobre lo que hicieron los alfas —asintió.
—No sé si es buena idea —intervino él al notar lo tenso que estaba Nalbrek.
—Por desgracia, no creo poder desaparecer de nuevo, así que debo hacerlo ahora. Quería pedirle perdón a Nalbrek por lo que hizo la gente de la ciudad con su familia, por lo que hicimos, por lo que hice. Sé que disculparme no servirá de nada ni cambiará nada, pero es lo único que puedo hacer. Desde la primera vez que llegué a Narg noté algo extraño, que algo en el comportamiento de los demás lobos no era normal así que estuve atento, pero para cuando me di cuenta, yo también me estaba comportando así. Cosas que nunca hubiese admitido, de repente, eran aceptables para mí.
—¿Y eso qué tiene que ver con lo que me ocurrió? —exigió Nalbrek amenazador.
—Es solo que quiero que entiendas que esos no éramos nosotros. Varios de mi grupo de caza y yo hablamos de eso, de que parecía ocurrirnos algo extraño cuando estábamos la ciudad, de que algo que nos hacía actuar diferente, y que, al marcharnos para entrenar, parecíamos volver a ser nosotros mismos, pero no fue hasta que vosotros vinisteis a la ciudad que todo se concretó. Sobre todo, después de lo que te ocurrió a ti —prosiguió mirando a Nalbrek, pero este se limitó a mirarlo—. Sé que parece una excusa, pero es cierto. Cuando descubrí por casualidad lo que planeaban hacerte, pensé que era una locura, así que fui a hablar con el consejo de alfas para detenerlos, pero lo siguiente que recuerdo es que estaba en mi habitación pensando que los sacrificios por la manada eran necesarios. No me di cuenta de la locura que era hasta que, cuando comenzaron los incendios e intenté sacarlo, Rishi me gritó que no lo tocara, no cuando estaba buscando a mi mejor amigo para matarlo por querer salvar a su pareja. Dentro de mí solo podía pensar que debía acabar contigo por atreverte a quemar mi hogar, por no aceptar lo que le estábamos haciendo a Nalbrek, pero cuando Rishi se enfrentó a mí por primera vez, prefiriendo quedarse en un lugar que estaba ardiendo antes que acompañarme, sentí como si despertase. No podía creer que hubiese pensado que aquella locura era aceptable. Después de eso hablé con los demás y descubrí que todos habíamos tenido la misma experiencia: estábamos en contra de los planes de los alfas hasta que hablábamos con una persona y, después de eso, lo aceptábamos por el bien de la manada.
—¿Con quién?
—Con Asdis —contestó Hilmar—. Todos coinciden en lo mismo: aunque no les agrada, cuando está delante, no pueden dejar de intentar complacerla. Y no solo eso. No encontramos a ningún lobo, dentro o fuera de la ciudad, que se hubiese negado a una petición de Asdis. Hay una broma en la ciudad que dice que, si Asdis te pide que saltes desde la ventana de una de las cinco casas, solo puedes rezar porque sea una de las del primer piso.
—No te estoy entendiendo, lobo estúpido —le advirtió.
—Desde hace generaciones no ha habido peleas entre las familias de la ciudad, nadie se ha opuesto a nada importante, el consejo de alfas decide y todos obedecen sin discutir y creemos que es porque Asdis y sus predecesores tienen la capacidad de manipularnos, aunque no sabemos cómo. Al menos esa es la conclusión a la que llegamos un grupo a los que no nos gusta lo que está pasando en la manada, lo que nos obligan a hacer. No permitirnos alimentar bien a nuestras parejas —murmuró apretando los puños, furioso.
—¿Por qué nos cuentas todo esto?
—Porque mis compañeros y yo hemos decidido enfrentarnos a los alfas, es una ocasión única ahora que Asdis está fuera, pero nos preocupa lo que pasará si es llamada y regresa. No saldríamos vivos y si bien no nos preocupa morir, no queremos dejar a nuestras familias en manos de unos alfas que son capaces de hacer cosas como las que sufrió la familia Uiba. Por eso quería preguntarle a Nalbrek si su tío le contó algo de la familia Huvit, de esa habilidad, si su capacidad de ver la unión de la gente le permitía saber algo que nos ayudase contra ella. Sé que no tenemos derecho a nada después de lo que le hicimos, pero nosotros queremos evitar que sigan haciendo tanto daño, que repitan lo que hicieron a tu familia, por eso ¿nos ayudarías? —le pidió a Nalbrek.
—Espera. ¿Estás diciendo que os vais a rebelar contra la ciudad? ¿En plena guerra contra los humanos? —lo interrumpió él sorprendido.
—Los alfas nos controlan por completo, esta es la primera vez que su control se ha debilitado lo suficiente como para que un grupo nos hayamos podido organizar y no sabemos cuándo tendremos otra oportunidad, si es que existe. ¿Nos ayudarás a acabar con ellos? —le pidió a Nalbrek.
—Andros apenas hablaba de la ciudad —respondió este en su forma de lobo—. Nunca me contó nada de ninguna familia en específico. En cuanto a las relaciones, ese lugar está tan viciado que es imposible distinguir nada. Es como un seto de espinos donde han crecido enredaderas. La única manera de lograr arreglar la situación, sería quemándolo todo.
—Comprendo —asintió Hilmar derrotado—. Siento mucho lo que pasó, lo que la ciudad te hizo a ti, a tu familia no tiene justificación. Si conseguimos derrocar al consejo de alfas, le daremos a tu familia el lugar que le corresponde.
—Preferiría que no os volváis a acercar a mí ni a mi pareja —replicó Nalbrek.
— Si es tu deseo —aceptó—. Tan solo permíteme visitar a este zorro hablador.
—Yo no soy hablador —terció él molesto.
—Gracias de nuevo por ayudar a Rishi —se despidió Hilmar cuando Nalbrek no dijo nada dándose la vuelta para marcharse.
—Sus lazos son distintos —dijo de repente su pareja haciendo que Hilmar se detuviese.
—¿Distintos? —preguntó girándose de nuevo para mirarlo.
—En la ciudad no pude ver nada, pero aquí sí. Sus lazos te buscan y después te sueltan.
—¿Qué quiere decir...? —comenzó a preguntar Hilmar sin entender, pero Nalbrek se dio la vuelta comenzando a bajar.
—Regresa con el humano y asegúrate de que nadie se lo come —le indicó antes de seguir a aquel lobo por la montaña—. ¿Por qué no eres capaz de explicar las cosas de una manera que los demás podamos entenderlo? —se lamentó disgustado mientras intentaba alcanzarlo.
—Yo solo he dicho lo que vi.
—De manera que no pueda entenderlo —lo acusó—. Lo que no comprendo es por qué lo ayudas si no quieres hacerlo.
—Porque, aunque no quiera, ellos quieren enfrentarse a esa mujer, a los alfas, y destruirlos —le recordó.
—¿Y no podrías explicármelo de manera que lo entienda?
—Se lo dirás a Hilmar.
—Pero no por menos de diez conejos.
Escuchó a Nalbrek suspirar cansado cuando comenzó a hablar.
—La gente está unida mediante conexiones. Nacen en la persona y crecen hasta unirse a las personas por las que sienten afecto, luego esa relación se hace más fuerte, volviéndose más gruesa, o más débil, desapareciendo. Pero todo requiere un tiempo. Sin embargo, los lazos de Asdis son diferentes. En la ciudad todo era tan confuso que no conseguía ver nada, solo sabía que me sentía incómodo cuando ella estaba cerca, pero aquí sí he podido hacerlo. Ella tiene varios lazos que no están unidos a nadie, se mueven como serpientes a su alrededor, serpientes hambrientas que tocan a la gente sin que esta lo sepa y cuando Asdis centra su interés en alguien, los lazos la unen a la persona. Puede ser uno, dos, tres... Lazos muy poderosos y, cuando acaba, los lazos solo se alejan de la persona.
—Y es la primera vez que ves algo así —adivinó.
—No sabía que era posible —confirmó—. Lo que sí sé es que solo parece funcionar con los lobos, aunque sus lazos lo intentan con todo aquel con el que habla Asdis.
—¿Conmigo también? —le preguntó y cuando Nalbrel asintió, se estremeció sin poder evitarlo.
—Pero no lo consiguieron. Y conmigo tampoco. Cada vez que intentaban tocarme, los arrancaba. Creo que Asdis los controla de alguna manera y que siente dolor.
—¿Siente dolor? —inquirió interesado.
—Eso parece por la forma en que reacciona cuando intentaba tocarme con ellos y yo los rompía. Pero más que ella, me preocupa la persona a la que se une Asdis, el tener de repente una conexión tan fuerte con alguien y perderla de un momento a otro... No sé qué consecuencias puede tener, pero no creo que sea nada bueno.
—Me gustaría decir que lo entiendo, pero no puedo —admitió—. Lo que parece claro es que la simpatía que causa esa mujer entre los demás lobos es provocada por sus conexiones, las cuales son diferentes a todo lo que has visto y que, solo afecta a los de tu especie. ¿Entonces así es como Asdis manipula a los demás lobos? ¿Usando esos lazos para hacer que cambien de opinión incluso en cosas que son muy importantes para ellos? Desde luego, explicaría porqué todo el mundo parecía tan servicial con ella.
—Los lazos de Asdis equivalen a los que tendrías con un amigo muy cercano al que conoces desde niño o con un familiar que te ha criado. Si alguien así te pidiese algo, sería muy difícil negarte. Lo único que podría evitarlo es que alguien como tus padres o tu pareja se enfrentasen a lo que Asdis dijo con fuerza.
—¿Cómo el humano? —Nalbrek asintió—. Así que por eso Hilmar reaccionó y se libró de la influencia de Asdis cuando Rishi se negó a acompañarlo —murmuró.
—Eso creo. Lo cierto es que no estoy tan interesado como para comprobar si mis teorías son ciertas, tan solo son ideas que tengo por lo que he visto en la reunión y en Narg, nada más. Podría estar equivocado.
—Pero eso explicaría por qué los lobos parecen cambiar en la ciudad, porque Asdis agrada a todos a pesar de que nadie entiende la razón, porque la familia Huvit tiene tanta influencia —murmuró pensativo—. Y también explicaría por qué el humano libró a Hilmar de su influencia. ¿Existe alguna manera de arrancarle esos lazos?
—No lo sé —negó Nalbrek—. Pero como he dicho no me importa el destino de esa ciudad ni de sus gentes. Yo estoy aquí por la invasión humana y si bien no voy a atacar a nadie sin más, tampoco voy a volver a involucrarme con ese lugar.
—Eso lo entiendo. Pero es una pena no poder arrancarle los lazos, sobre todo cuando tú siempre dices que una persona sin ningún lazo es como una planta sin hojas: acaba muriendo. Si, además, me dijeses que sentiría un dolor horrible, sería perfecto.
—Aun así, no me compensa —rechazó el lobo sin detenerse.
—Pues a mí me haría sentir mejor —murmuró.
Y es que cada vez que aquel lobo había dicho "nuestro Nalbrek", él había sentido la necesidad de hacerle algo doloroso ya que Nal era suyo. De nadie más.
Y aquí tenemos el secreto de Asdis, o tal vez sería mejor decir de los Huvit. Lazos que pueden ser controlados por su dueño. 😌
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