Lo que significa ser un fiel

Un par de vueltas innecesarias después, estaba en la habitación mirando el cuadro de la madre de Nalbrek mientras este se vestía en la habitación.

—Sería mejor sacarlo de aquí, ¿verdad? —le preguntó a la niña que lo miraba, pero esta permaneció en silencio por lo que suspiró.

Él ya sabía que Nalbrek era especial. Alguien que se pasó toda su infancia diciéndole que él era su pareja, que, cuando se unieron, le dijo que él era lo más importante, que nunca permitiría que le hiciesen daño, que no podía permitirlo. Y lo cierto es que, aquella elección de palabras le hizo gracia en su momento.

No poder permitirlo.

Nalbrek siempre había sido muy teatral para esas cosas. Por eso, a pesar de lo que le contó cuando fue secuestrado por los humanos, para él no era más que otra exageración suya.

En ese momento debería haberse dado cuenta, pero no lo hizo. Ni siquiera cuando supo que era un fiel, que los alfas mataban por conseguir uno, lo comprendió. Para él solo fueron palabras y costumbres extrañas, crueles, innecesariamente crueles.

Debería haberse preguntado por qué alguien llegaría al extremo de matar a recién nacidos, de darle a una niña de cinco años estimulantes para que pudiese tener camadas en su forma animal cuanto antes y así poder tener uno.

Y ahora lo entendía.

Cuando Nalbrek sintió a través de su conexión que alguien lo amenazaba, a pesar de tratarse de Hilmar, a pesar de que él no estaba preocupado o asustado, a pesar de que iba a retar a un lobo que estaba con su familia, en su ciudad; a pesar de que sabía que les iba a mostrar a los alfas de la ciudad lo que más deseaban, Nalbrek cambió a lobo y cruzó todos aquellos pasillos sin dudar para protegerlo y, cuando llegó, sintió a través de su conexión que solo había una cosa en su mente: destruir lo que lo amenazaba. Y aquel pensamiento no dejaba lugar a nada más. Nalbrek se hubiese enfrentado a cualquier cosa por protegerlo. Cualquiera. Sin importarle si eso significaba su sentencia de muerte o no. Si la situación en la que se encontraba era culpa suya o no.

Cuando decía que no podía permitir que le pasase nada, lo decía de forma literal. Para Nalbrek pedirle que no lo protegiese cuando estaba en peligro, sería como pedirle que metiese la cabeza en el agua y aguantase la respiración hasta morir. Imposible.

Y con solo ver la mirada de los otros lobos, de los alfas, supo que aquello era lo que deseaban. Y Nalbrek se lo mostró tan solo por una pequeña amenaza de la que él podía hacerse cargo sin problemas.

—¿Y ahora qué se supone que voy a hacer? —le preguntó a la niña del cuadro y es que se sentía aplastado por la responsabilidad que aquello conllevaba.

De repente era consciente de, hasta qué punto, su comportamiento podía condicionar a Nalbrek. ¿Y si se veía involucrado de forma accidental en una pelea con alguien demasiado fuerte? Morirían los dos. Miró las caras en los cuadros. Todos ellos se vieron obligados a unirse a gente que solo los veía como escudos que podían usar para protegerse, para sacrificarlos cuando les fuese beneficioso y ellos lo sabían. Sabían cuál era su destino, pero no podían evitarlo. Porque eran fieles.

Y ahora uno de aquellos fieles se suicidaría sin pensarlo si él, su pareja, cometía el más pequeño error. Aquello era demasiado para él.

—¿Quieres romper conmigo? —le preguntó Nalbrek desde la puerta. Sus emociones eran tan fuertes, que no era capaz de ocultarlas.

—Claro, nubecita. —Se volvió hacia él—. Romperemos, yo me iré a las montañas, lejos de todo, a vivir una vida tranquila mientras que tú me vigilarás desde lejos y aparecerás para salvarme cada vez que tengas problemas, porque nuestro vínculo seguirá.

—¿Eso es un no?

—Desde luego que no. He permitido que me la metas mirándome a la cara. Esto no es nada comparado con eso. Es solo que estoy abrumado.

—Yo te lo dije —le recordó.

—Sí, lo sé, pero aun así... Si cayese desde lo alto de esta montaña, tú saltarías detrás de mí sin dudar, ¿cierto?

—Desde luego. Eso sería hasta fácil.

—Nalbrek, a ti ¿no te da miedo todo esto? —le preguntó acercándose mientras lo miraba a los ojos.

—¿Miedo? ¿De estar aquí? —Él negó.

—Yo te protegeré de esta ciudad, así que no tienes motivos para tener miedo por eso. Hablo de estar unido de esa manera con alguien. Tú no puedes evitar venir a salvarme, no importa cómo te trate, no importa la razón por la que esté en el problema, quién o qué sea lo que me amenace, tú vendrás. Como con los humanos, como ahora. Tú solo vendrás.

—Desde luego que no me da miedo. Mi pareja eres tú, así que ¿por qué debería tenerlo?

—Porque este es un poder que nadie debería tener sobre otro.

—En eso estoy de acuerdo, pero yo no me quejo de tener esta capacidad, porque sé que, gracias a ella, podré encontrarte siempre, protegerte siempre, no importa dónde estés. Hace que me cueste trabajo aceptar que puedas estar en una situación de peligro, pero aun así prefiero tenerlo y asegurarme de que tú estás a salvo.

—Pero cuando yo no esté, si haces otro vínculo con alguien... —comenzó preocupado. En este mundo existían mucho tipo de personas, no todas de fiar. Como los alfas.

—Cuando tú no estés, yo tampoco estaré. No importa a dónde vayas, yo te seguiré. Tú eres mi pareja. Mi única pareja.

—¿Sabes? Si tuviese el celo, ahora mismo estaría generando feromonas como un loco —le advirtió.

—No creo que sea buena idea hacerlo ahora, todavía estoy excitado por lo que ha pasado y nunca es bueno hacerlo en estas condiciones.

—Entonces quítate la ropa.

—Te he dicho...

—Haz memoria, lobo estúpido. Ayer tuvimos esta conversación —le recordó irritado.

—Pero es que me acabo de vestir —se lamentó Nalbrek.

—¿Prefieres hacerlo en tu forma humana?

—No.

—Pues deja de quejarte y quítate la ropa —repitió irritado terminando de quitarse la ropa y, en cuanto acabó cambió a su forma animal acomodándose contra Nalbrek el cual apoyó la cabeza en su lomo.

—¿Hasta cuándo vamos a estar así?

—Hasta que se me quiten las ganas de que me la metas o hasta que puedas metérmela, lo que ocurra antes —respondió.

—Antes vendrá la gente de la ciudad.

—Esos alfas —asintió disgustado.

—Dawi, ¿por qué te estabas peleando con Hilmar?

—Porque alimenté al humano y, cuando me pidió explicaciones, le dije que lo hice porque él es un mal proveedor y lo está matando de hambre —le explicó mientras miraba el cuadro de la madre de Nalbrek.

—Ah. Ahora entiendo por qué estaba tan molesto. Has acusado a un lobo alfa de no ser capaz de alimentar a su pareja.

—Si no quiere ser acusado de eso, que lo alimente. ¿Viste al humano? A pesar de solo conocerlo a él, sabía que tenía mal color de cara y, cuando le pregunté, me dijo que Hilmar solo le daba carne. A un omnívoro. ¿Es que, al pertenecer a una manada, debes entregar tu cerebro como pago o qué? —preguntó irritado.

—Estás molesto.

—Desde luego que lo estoy. Ese lobo inútil salva a un humano, lo marca, lo obliga a vivir entre nosotros, lo lleva a una ciudad llena de lobos ¿y no es capaz de alimentarlo adecuadamente? ¿A pesar de ser un alfa y ser parte de una familia importante de la ciudad? ¿Qué tipo de inútil tienes que ser para no poder hacerlo?

—Cálmate —le pidió Nalbrek.

—Me niego. Quiero morderle las pelotas a alguien.

—... A mí no, por favor.

—Desde luego que no, las tuyas las necesito. Además, ¿qué culpa tienes tú de que esta ciudad sea así? Ninguna —se contestó a sí mismo—. Por desgracia, no puedo arrancarle las pelotas a nadie porque nos matarían a los dos, así que no lo puedo hacer —se lamentó desanimado.

—Te agradecería que no lo intentases —admitió Nalbrek.

—No te preocupes, por más que quiera hacerlo, dije que te protegería y lo haré. Por ti me contendré y no morderé pelotas de alfas inútiles —le aseguró.

—Gracias.

—De nada.





Cuando Nal decía que no podía permitir que le pasase nada, era literal. Un fiel siempre protege a su pareja, de cualquier cosa y sin importar la razón. Aun a costa de su vida 😌

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