La explicación

Aquella era la casa donde se crio, incluso podía ver a su madre sentada en la puerta mientras trabajaba el cuero. Sabía que, si iba con ella, su madre lo recibiría con una sonrisa y le daría un poco de carne seca mientras le contaba historias de los zorros, de cómo eran el espíritu protector de aquella tierra y llevaban sangre mágica en sus venas. Cuentos imposibles sobre zorros que se transformaban en ríos, en montañas, para proteger a los suyos. Incluso ahora, a pesar de ser un adulto, le gustaba recordar aquellos cuentos por más que hacía mucho que comprendía que no eran sino una manera de aumentar la autoestima y que todos los animales tenían sus propias historias adaptadas a sus habilidades y características. Pero los zorros eran los únicos considerados el espíritu protector de aquel lugar y aquello siempre lo había llenado de orgullo. A pesar de lo cual acabó siendo marcado por un extraño lobo lento y con más secretos que la bolsa de viaje de un cuervo.

—Yo no soy lento.

Al menos no había negado lo de los secretos.

—Eso no es algo que pueda negar, pero ya te dije que lo contaría en su momento.

—Excusas.

Se detuvo.

—¿Na...? —comenzó, pero apenas pudo hablar mientras comenzaba toser.

—No hables— le advirtió Nalbrek—. No hace falta, usa la conexión.

—Pero estoy en mi forma humana.

—Estás demasiado débil incluso para hablar, así que reserva las energías —le advirtió y en ese momento él se dio cuenta de que estaba siendo llevado por Nalbrek en su forma humana sobre su espalda mientras avanzaba por una estrecha cueva.

—¿Dónde has estado?

—Fui a buscar ayuda —le explicó.

—¿Y me dejas en un lugar así?

—No hubieses resistido el viaje y fue lo único que se me ocurrió para que no te encontrase ningún depredador.

—He tenido muchas ideas extrañas.

—Lo sé. Eras muy escandaloso, primero no hacías más que llamarme, luego te enfadaste y luego pasabas de un estado a otro. Al menos todo eso sirvió para que supiese que estabas vivo.

—¿Me sentías?

—Sí, pero muy débil y solo a través de nuestra conexión, creo que por tu estado y la distancia, así que imagino que tú no sentirías nada.

—En absoluto.

—Después te lo explicaré todo, pero ahora ten cuidado porque están los demás.

—¿Los demás? —preguntó cuando sintió el olor de Sarnat, de Baem y varios marcadores más.

—Ya te dije que fui por ayuda —repitió dejándolo en el suelo justo delante de la entrada de la cueva y él se hubiese sentado, pero no podía moverse, mucho menos sentarse.

—Vosotros, reunid los cuerpos de los humanos que mató Nalbrek —le ordenó Baem a los demás y estos protestaron. Al parecer querían ver el espectáculo—. Iros —repitió amenazador y estos por fin se marcharon quedando solo Baem, Sarnat, que buscaba en su bolsa y Nalbrek.

—Esos malditos humanos, ¿cómo es posible...? —estaba murmurando Sarnat.

—No fueron solo los humanos —negó él.

—¿Qué quieres decir con eso? —intervino Baem.

—Ahora no —lo detuvo Sarnat.

—Prefiero contarlo. No quiero correr el riesgo de morir y que se salga con la suya.

—No vas a morir —aseveró Nalbrek.

—Aun así, prefiero decirlo. Sujan me vendió a los humanos —le explicó a Baem.

—¿Estás seguro? —le preguntó este serio y él asintió.

—Los humanos y él mataron a los lobos y usaron sus pieles para acecharnos. Quería vendernos a Nalbrek y a mí como venganza por ayudar a Hilmar en el asunto del humano, después planeaba tenderle una trampa a Hilmar, matarlo y, con él fuera de escena, deshacerse del humano. Además, tenía planeado verse de nuevo con los humanos a los que me vendió con la excusa de darles nuevas víctimas y así poder matarlos —añadió.

—Comprendo —murmuró Baem serio.

—Tómate esto —interrumpió Sarnat sacando algo para metérselo en la boca y aunque no vio que era, su boca se llenó de un desagradable sabor amargo, tanto que, de haber podido, lo hubiese escupido—. Su sabor no es el mejor, pero te ayudará.

—Eso de que su sabor no es el mejor, no lo dudes —confirmó mientras le daban la vuelta y sentía como le ponían un emplasto en el hombro sujetándoselo, en el costado, en la pierna, los cuales dolieron como quemaduras, pero también en la parte de atrás. Al parecer, cuando estaba bajo el efecto de los afrodisiacos humanos y ante la falta de su pareja, acabó metiéndose algo él mismo por más que no lo recordase. Por suerte no sabía qué.

En esos momentos una parte de él se sentía tan humillada por la situación que quería hacer algo, gritar, detenerlo, pero aún no tenía fuerzas. Además, ¿gritar a quién? ¿Para qué? Aquello no tendría sentido y es que el culpable de su estado eran los humanos, no Sarnat y los demás, por lo que estallar ahora no serviría de nada.

Sintió como le daban la vuelta de nuevo comenzando a curarle el brazo y varias heridas en el pecho que no sabía que tenía hasta que sintió el dolor del emplasto en ellas.

—Vas a acabar con mis reservas —murmuró Sarnat con un deje de disgusto.

—Te lo pagaré —le aseguró Nalbrek.

—Pagaremos —lo corrigió él.

—Antes averiguaremos si lo que dijiste sobre Sujan es cierto, porque si lo es, quien va a pagarme es él. A mí y a todos— añadió Sarnat—. ¿Puedes cambiar?

—Imposible —admitió. No se sentía capaz de volver a su forma animal.

—Esa cápsula debería haberte ayudado a recuperarte —murmuró pensativo, pero él negó. No notaba ninguna diferencia.

—Yo lo llevaré —intervino Nalbrek revolviendo en una bolsa con ropa, cuando, al ver el estado en el que él se encontraba, acabó sacando una de sus propias camisas, poniéndosela, lo cual lo hizo sentir un poco mejor—. Nosotros regresamos ya —añadió transformándose en lobo.

—Será lo mejor, nosotros prepararemos los cuerpos de los humanos y os seguiremos después —decidió Baem mientras Sarnat le ponía una alforja con medicinas justo antes de que Baem lo montase sobre Nalbrek, lo cual resulto ser tan doloroso como desagradable, ya que tenía que ir con las piernas abiertas sobre él. Al parecer su condición era peor de la que pensaba en un principio.

—Si encuentras agua, aprovechad para que se lave y cámbiale los emplastos en los que haya sangre. También dale una bola —aleccionó Sarnat a Nalbrek y este asintió antes de marcharse corriendo y él descubrió que había algo peor que estar montado sobre Nalbrek. Que este se moviese.





Cerró los ojos. Cuando comenzaron a avanzar, él empezó a sentirse extraño, pensando que era fiebre debido a las heridas y al esfuerzo que hizo su cuerpo, pero al poco de dio cuenta de que no era eso. Los afrodisiacos estaban volviendo a funcionar después de haber comido algo.

—¿Por eso nos hemos ido tan rápido? —le preguntó a Nalbrek.

—Cuando le conté lo que pasó a Sarnat, este me advirtió que existía la posibilidad de que, aunque al acercarnos no hubiese rastro del celo, este, en realidad, no hubiese acabado, sino que hubieses dejado de producir feromonas por tu estado de debilidad y tenía razón. No es muy fuerte, pero las estás produciendo.

—¿Y a ti no te afecta?

—Mentiría si te dijese que no —contestó después de un momento—. Pero también mentiría si te dijese que lo hace.

—¿Tan mal estoy, nubecita? —le preguntó medio en serio medio en broma.

—No creo que nadie normal pudiese ponerte una mano encima.

—A pesar de lo cual hemos salido corriendo.

—Algunos estaban muy interesados en venir cuando supieron lo que estaba pasando.

—Genial —murmuró mientras suspiraba.

—No tienes que preocuparte, soy mucho más rápido que ellos.

—Llevas un pasajero —le recordó.

—Y Baem los retendrá lo suficiente como para darnos ventaja —replicó Nalbrek—. ¿Podrás aguantar?

—Lo cierto es que me duele todo y me gustaría poder bajar y ponerme a dormir, pero sé que aún no estamos lo bastante lejos y que, si no conseguimos más ventaja, los tendremos aquí en menos de una hora y eso me da fuerzas para seguir. ¿Te dijo Sarnat cuánto tiempo más seguiría el efecto?

—Para eso debería saber la dosis, cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que la dieron y cuántas crisis has tenido, su duración y fuerza...

—Es decir, que es imposible.

—Pero a pesar de lo cerca que estamos soy capaz de controlar mi respuesta, lo que es bueno —lo animó Nalbrek.

—¿Sabes? Una vez oí que los afrodisiacos humanos podían destruir el celo si lo tomabas en suficiente cantidad.

—No les ha dado tiempo a darte tanto.

—Fueron tres veces —le explicó—. La primera vez fue con un activador que les dio Sujan, pero lo controlé, así que me dieron afrodisiaco humano, pero estaba tan furioso por lo que me estaban haciendo que, de alguna manera también evité segregar feromonas, al menos tantas como ellos querían, así que se enfadaron e intentaron darme una tercera vez, pero se la escupí en la cara. Aquello los molestó mucho —añadió riendo—. Pero quizás no fue una buena idea porque apenas recuerdo nada a partir de la mitad de la primera botella. Incluso creo que vomité en algún momento, pero no estoy seguro —murmuró—. Todo es muy confuso desde que me dieron el afrodisiaco humano por tercera vez hasta que estaba en aquella caja suspendido en los árboles —admitió.

—No hace falta que recuerdes eso —negó Nalbrek.

—No creo poder hacerlo ni aunque lo intente. Tampoco creo poder recordar lo que pasó en el bosque, en la cueva. ¿Cuánto tiempo estuvimos andado por el bosque cuando me salvaste?

—Tres horas.

—¿Te estuve siguiendo tres horas? —le preguntó sorprendido.

—No podía acercarme a ti, no con todas las feromonas que segregabas —le explicó Nalbrek con un deje de amargura.

—Sorprendente —murmuró. Nunca pensó que hubiese podido andar tanto tiempo en su estado—. ¿Por qué me dejaste en esa cueva? —inquirió por fin.

—Porque era evidente que necesitabas ayuda, pero no podía acercarme a ti, incluso aunque no hubieses estado produciendo tantas feromonas, no estabas en condiciones de soportar un viaje, así que busqué un lugar donde dejarte sin que tus feromonas atrajesen a ningún depredador y lo único que encontré fue esa cueva. Llevarte hasta el fondo no fue fácil. Aunque sabía tu estado y me tapé la cara con varias capas e inutilicé mi nariz con hierbas, acabé teniendo que salir corriendo de allí para no responder. Nunca había sentido feromonas así de fuertes.

—Querían asegurarse de que venías —le recordó—. ¿Cuánto tiempo estuve en la cueva?

—Cuatro días.

—Ahora entiendo por qué me pareció tan largo.

—Los humanos usaron el río para avanzar.

—No lo recuerdo.

—Tenían preparada una pequeña balsa, no era rápida, pero hizo que seguirte el rastro fuese más difícil.

—¿Usaste nuestra conexión?

—Tuve que aislarme en lo posible ya que tu celo me afectaba demasiado.

—No sabía que podías aislarte de una conexión.

—De igual manera que puedes concentrarte, puedes intentar ignorarla. No fue fácil, y cada vez que tú tenías una crisis yo tenía que dejar de avanzar ya que no era capaz de ver lo que me rodeaba, solo quería seguir adelante sin importar nada más. Me di unos buenos golpes y caí por un par de pendientes antes de aprender que era mejor parar que tener que regresar porque la línea recta no es siempre lo más efectivo para llegar a un lugar. Eso me retrasó mucho ya que, cuando conseguía recuperarme, estabas lejos de nuevo.

—Lo lamento.

—No es culpa tuya. Al menos no del todo.

—¿No del todo?

—No debiste marcharte del pueblo así.

—Estaba enfadado, muy enfadado. A pesar de que se supone que eres mi compañero, tú... —comenzó cuando se detuvo. No quería pensar en aquello en esos momentos.

—Dawi...

—Agua —lo interrumpió mientras olfateaba—. ¿Tan cerca estábamos?

—Ya te dije que soy rápido.

—Realmente estábamos cerca —asintió cuando se detuvo. Hacía un par de horas estaba en aquella cueva pensando que su comportamiento con Nalbrek no era el más adecuado, y allí estaba de nuevo.

—A mí no me molesta —le aseguró Nalbrek.

—Eso no suena bien —le advirtió.

—Lo que quiero decir es que te conozco desde niño y sé que son bromas, que esa es tu manera de enfrentar las cosas, así que no me lo tomo en serio.

—¿Entonces eso significa que puedo seguir diciendo que eres lento, nubecita?

—La verdad es que preferiría que no lo hicieras. Y también preferiría que dejases de llamarme así —añadió.

—¿Y que no estás cansado de mí y de mi actitud?

—Es cierto que me gustaría que fueses más reflexivo, pero no es cómo si yo fuese perfecto. Además, tú eres mi pareja, si no me gustase cómo eres, no estaría contigo. ¿Qué es lo que estuviste pensando en esa cueva? Tus pensamientos son demasiado confusos para saberlo.

—Solo pensé que, quizás, estabas cansado de lo que estaba pasando.

—Un poco sí —admitió—. La situación con los herbívoros no era fácil y tú no ayudaste. Y con eso no quiero decir que estuvieses equivocado —añadió—. Pero, actuando así, solo conseguiste meterte en problemas. Tienes que aprender a pensar con más frialdad.

—Estaba molesto.

—Lo sé. Todos lo estamos. He hablado con varios cazadores y todos dicen lo mismo: si la situación no cambia, se irán.

—¿Has pensado en irte? —le preguntó sorprendido.

—Desde luego. No podemos vivir en un pueblo donde nos tratan así.

—¿Y por qué no me lo has dicho?

—Porque cada vez que iba a casa estabas de mal humor y acabábamos peleando o tú estabas metido en un nuevo problema y acabábamos peleando. Es como cuando te fuiste del pueblo, ¿por qué no me dejaste terminar la frase?

—Porque me estabas acusando de estar equivocado.

—Porque lo estabas.

—No, no lo estaba. Eran ellos —le recordó comenzando a molestarse de nuevo.

—Lo sé —admitió tomándolo por sorpresa.

—¿Entonces por qué me acusaste de estar equivocado?

—Porque estabas convencido de que los lobos acechaban a los niños cuando era evidente que, a quien acechaban, era a ti. Me di cuenta de eso cuando dijiste que los notabas y que, al seguirlos, se acercaban a los niños. Pero siempre eras tú quien los encontraba y ni los niños ni los cuidadores notaron nunca nada; así que para mí la conclusión fue clara: tú eras su presa, por eso te buscaban. Era cierto que no tenía sentido que siempre te llevasen hasta los niños, pero ahora que sabemos que Sujan estaba implicado, todo cobra sentido. Gracias a ese oso supieron que tu relación con los herbívoros y, por lo tanto, con la gente del pueblo, empeoraba cada vez que te llevaban con los niños así que solo siguieron haciéndolo hasta que te marchaste tú solo y pudieron atraparte. Pero antes de poder decirte mi teoría, que la presa eras tú, te marchaste corriendo y esos conejos me detuvieron lo suficiente como para no poder alcanzarte.

—Te dije que soy rápido.

—Demasiado. Cuando supe que pasaba algo... —se detuvo—. No vuelvas a desaparecer así de nuevo.

—Lo intentaré.




Nal ha vuelto y Dawi no lo ha matado, así que podemos seguir la historia con nuestros dos protagonistas ✌️Ah, y si os preguntáis por qué Nal fue al pueblo en lugar de buscar ayuda en un sitio más cercano... bueno, tiene una explicación, pero no la puedo dar en estos momentos 😅. 

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