La decisión de Nalbrek
—Dawi —lo llamó Nalbrek aquella noche—. Dawi —repitió zarandeándolo.
—Como me estés despertando para intentar metérmela, te la corto y uso ese hueso inútil para hacerme un cascabel —le advirtió abriendo los ojos molesto. ¿Qué hora creía que era?
—Estás de mal humor.
—Ni los gazapos están despiertos, así que sí, estoy de mal humor.
—Mejor lo dejo para mañana.
—Me has despertado, lobo inútil, así que habla —le advirtió subiéndose encima cuando sintió que algo le daba.
—Ignora eso —le pidió Nalbrek.
—Por tu bien, aceptaré ese consejo. Y ahora habla.
—Creo que iré.
—¿A la ciudad de los lobos? —le preguntó y Nalbrek asintió—. ¿Me has despertado a estas horas para eso?
—Solo he estado pensando y no me he dado cuenta de la hora que era.
—Así que no has dormido nada —lo acusó al comprenderlo.
—Los lobos somos animales nocturnos.
—Eso no hace falta que lo digas —confirmó echándose hacia atrás para darle.
—¿Podrías moverte de nuevo hacia delante?
—¿Por?
—Porque será difícil hablar si empiezo a segregar feromonas.
—Está bien —aceptó disgustado—. ¿Y bien? ¿Por qué has decidido ir?
—Quiero ir hasta allí y demostrarles que no me dan miedo. Por mí. También quiero despedirme de Andros, darle las gracias por todo lo que hizo por mí. Y quiero ver la tumba de mi madre. Quiero conocerla.
—Entiendo.
—Además, quiero saber más cosas de mi familia. No es que piense que Andros me mintió, pero yo era un niño y creo que ella me ocultó muchas cosas, consciente de que solo me causarían dolor. Quiero saberlas.
—En tal caso iremos. Pero que sea corto, ni aunque esté Hilmar quiero estar en una ciudad llena de lobos descerebrados más del tiempo estrictamente necesario.
—Deja de decir lobos descerebrados.
—No es culpa mía que, al estar en una manada, dejéis de pensar en favor del líder y os volváis idiotas.
—Dau —le advirtió molesto.
—¿Qué? —le preguntó retador.
—Al menos no digas ese tipo de cosas cuando estemos en la ciudad de los lobos.
—Estoy abierto a negociar ese punto —replicó sonriente.
—Si tuviese el pelo largo estoy seguro que si me viese uno de esos humanos, nos perseguirían gritando que soy una ninfa sobre su animal mágico. Bueno, si hubiese humanos cerca, yo estuviese desnudo, fuese una mujer, tuviese el pelo largo, fuese verde o azul... —comenzó a enumerar pensativo.
—¿Qué? —le preguntó Nalbrek a través de su conexión.
—He dicho que... —comenzó de nuevo gritando cuando se detuvo—. No importa —negó antes de mirar aburrido a su alrededor.
En esos momentos iba montado sobre Nalbrek y el hecho de que no corriesen los dos juntos no tenía en aquella ocasión nada que ver con sus caderas, sino que era debido a una cuestión de logística. En teoría ir ambos en sus respectivas formas animales hubiese sido más rápido, pero presentaba un problema: no podían cargar con el equipaje, ya que alguien debía ponérselo y, luego, quitárselo al no poder transformarse con algo atado a su cuerpo y aunque en el caso de trayectos cortos eso no era un problema, cazar con aquel peso extra era imposible. Además, pasar demasiado tiempo en su forma animal no era bueno, ya que acababas siendo dominado por tu instinto y olvidando quién eras, lo que estabas haciendo. Pero hacer el viaje en su forma humana era demasiado lento, dos piernas en movimiento tardaban tanto que resultaba frustrante, así que la solución era evidente: Nalbrek los llevaría al equipaje y a él y luego, al detenerse, él le quitaría las bolsas y se ocuparía del campamento y la comida mientras nubecita descansaba.
Este al principio, como lobo, se negó a que él fuese el proveedor, pero después de amenazarlo con apretarle las correas al límite si no lo dejaba cazar, aceptó su propuesta y es que él no estaba dispuesto a ser solo un equipaje que era llevado de un lado a otro como el humano.
Lo de tener que ir montado de lado, si era por culpa de Nalbrek, para ser más concretos, de su polla y su entusiasmo. Nunca pensó que por su culpa tendría que tener cuidado con ciertas posturas, pero había pasado, pensó mirándolo y este fingió no darse cuenta de nada mientras aumentaba la velocidad.
Un mes antes, Hilmar dejó de manera definitiva el pueblo después de una fiesta de despedida que se alargó durante dos días y aunque todos estaban tristes por la marcha de alguien que durante tanto tiempo formó parte de sus vidas, también estaban aliviados de que se marchase y es que Hilmar ya no era el chico con el que se criaron. Era un lobo perteneciente a una manada y todos podían sentir el peligro implícito de tener a un cazador de ese tipo en el pueblo.
Aun así, fue una buena fiesta, llena de Eola, recuerdos y teniendo lugar, por fin, una carrera entre aquellos dos lobos en la que, por supuesto, Nalbrek perdió. Aquel lobo lento le hizo ganar buenas piedras.
—No soy lento —protestó Nalbrek.
—Le dio tiempo a beber tres tazones de sopa antes de que tú llegases.
—Que no soy lento —repitió Nalbrek más molesto aún.
—Dilo cuando le ganes —zanjó.
En teoría deberían haber salido todos juntos camino de la ciudad de los lobos, pero ellos salieron del pueblo apenas dos días antes casi una semana después que Hilmar y el humano.
—Ojalá hubiésemos podido organizarlo todo más rápido y haber podido hacer el viaje juntos. Quería ver más veces como se caía el humano —se lamentó.
—Y esa es la razón por la que Hilmar se negó a esperar. ¿Cómo es posible que te cayeses al suelo de la risa?
—Por qué ¿tú viste como salió volando como Hilmar saltó aquella pequeña loma mientras practicaba? Porque hasta movió los brazos como un pájaro antes de caer y llenarse la cara de barro, casi tan bueno como cuando se cayó en aquel hoyo y no podía salir porque estaba encajado. No hacía más que patalear y mover los brazos intentando salir. Hilmar y tú tuvisteis que tirar con fuerza de él para sacarlo.
—Admito que lo del hoyo fue gracioso.
—Sobre todo cuando empezó a gritar porque algo le estaba olfateando el trasero. Me reí tanto que luego me dolía el estómago. Ni siquiera cuando Hilmar amenazó con meterme de cabeza en el agujero pude parar.
—Y por eso se marcharon.
—Bueno, no es tan malo. De todas maneras, organizar un viaje como este no es fácil y Hilmar estaba impaciente por reunirse con su manada y los demás por dejar de tener un lobo cerca. No necesitábamos esa presión. Además, aunque quería hacer este viaje con él como despedida, solo con ver la manera en que miraba al humano, es evidente lo que planea hacerle cada noche y no tengo ganas de escuchar a un humano cupular. Son muy escandalosos.
—Una vez escuché que compensan la falta de feromonas con ruido.
—¿Y cuántas feromonas están intentando compensar? Porque hablan, gimen, susurran, gritan, incluso lloran. Es demasiada variedad.
—Tú gimes.
—Repite eso —lo retó volviéndose con lentitud hacia él mientras ponía las garras en posición.
—Nada. No he dicho nada —le aseguró Nalbrek.
—Eso me parecía. Y si gimo es porque tú eres demasiado entusiasta.
—Gracias.
—No es un halago —le advirtió con los dientes apretados cuando suspiró—. ¿Pretenderás hacerlo en la ciudad?
—La respuesta debería ser no. No es nuestro pueblo, seremos invitados en la casa de alguien y no me parece correcto hacerlo allí. Además, después de lo ocurrido, no sabemos cómo pueden afectar tus hormonas a otros lobos.
—Te diría que estás exagerando, pero tienes razón. Según Sarnat, ahora mis feromonas están enfocadas en ti, lo cual significa que afectará sobre todo a los lobos. Si a eso le añadimos como afectaban mis feromonas a los demás cada vez que me la metías a pesar de no ser lobos... Existe una alta probabilidad de que pueda hacer que toda la ciudad de los lobos esté empalmada durante una semana. Y aunque una parte de mí quiere verlo, como invitado, no creo que sea correcto.
—Estoy de acuerdo. Además, no quiero comprobar si puedo parar a toda una ciudad cuando decidan que los estás invitando con tus feromonas.
—No podrías. Pero has dicho que la respuesta debería ser no, lo cual significa que, a pesar de saber todo eso, puede no ser suficiente.
—En la ciudad de los lobos me sentiré amenazado y aunque intentaré mantener esos sentimientos bajo control, no sé si lo conseguiré.
—Comprendo —murmuró y es que, si Nalbrek se sentía inseguro, buscaría algo que lo hiciese sentir seguro de nuevo y lo único que tendría sería a él—. Entonces buscaremos zonas cerca de la ciudad para poder hacerlo en caso de emergencia. Deben existir sitios para que las parejas copulen lejos de las miradas curiosas de sus vecinos. Si, además, es lejos de mirones, mejor.
—¿Me dejarías?
—Desde luego que sí, eres mi pareja —le recordó golpeándolo molesto ya que ¿qué tipo de pregunta era aquella?
—¿Aunque necesite hacerlo varias veces al día?
—Solo te dejaré metérmela un número razonable de veces —le advirtió.
—¿Y cuánto es un número razonable de veces?
—No lo sé, pero cuanto más profundo me la metas, menor será ese número.
—Oh, vaya —murmuró decepcionado.
—Si no te gusta, podemos invertir la situación y ser yo quien te la meta a ti. Así no habría problemas —le ofreció mirándolo de nuevo.
—Las veces que tú quieras, estará bien.
—Gracias.
—Pero el humano no le pone límites a Hilmar.
—El humano no tiene garras para sujetarle las pelotas a Hilmar ni colmillos para clavárselos en su polla y desgarrarla. Yo sí.
—Esa es una buena razón para que los pongas —admitió Nalbrek.
—Lo sé.
Y así es cómo Nal y Dawi decidieron hacer una visita a la hermosa ciudad de los lobos. ¿Quién cree que es una buena idea? La verdad es que nos dará la oportunidad de conocer un poco más a Nal y a los fieles, así que...🤔
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