Capítulo 5

Lo ve y no logra creerlo. Ya es de mañana y está en la clase de Jeremy, pero  y la negación, recordando la inusual charla:

¡¿Cómo que eres gay?!Le exclama alterada.

El muchacho se muestra cohibido y encorvado, como si el espacio del exterior lo apretase.

L-lo soy...

¡¿Pero cómo?!No puede tragarse que el bello joven que tiene al frente le gusta los hombres, que es marica. ¡Es marica! Su cabeza no consigue conectar lo que está viendo con aquella palabra que dijo: gay. Su rostro no es como los de los gais, su actitud tampoco -nada afeminado- y menos la manera en que la sostiene mientras danzan. No puede ser. —No... No entiendo. Tú no luces como ellos... No eres como Bastian.

Liam permanece cabizbajo. En cada pestañeo que realiza, una idea nueva surge en su mente pero la cambia por otra. Porque al vivir un gran tiempo de sufrimiento por parte de gente obtusa, entre tantos maltratos en que no pudo rebelarse o defenderse, uno con el tiempo, lamentablemente, se acostumbra a quedarse callado. Se acostumbra al dolor.

Transcurren unos largos minutos en silencio, en donde ninguno de los dos cambia de posición. Nina tiene el torso inclinado y las manos apoyadas a la mesa, con los ojos bien abiertos a él: su postura es intimidante y recriminatoria; el muchacho continúa sin dirigirle la mirada. El ambiente es muy tenso e incómodo.

Una vez que la realidad de la situación esfuma sus expectativas, el enojo comienza a hervirle los pensamientos: el chico con quien planeaba acostarse prefiere hacerlo con los hombres.

¡¿Estás seguro?!La ira hace que su voz suene más dura que de la cuenta.

Liam apreta sus ojos con fuerza y luego los abre hacia Nina, decidido y temeroso a la vez.

—Por favor, Nina, no se lo cuentes a nadie. Vine aquí para empezar con el pie derecho. No quiero que se repita mi pasado: volver a estar inundado en la tristeza por lo que soy. No, por favor, no. Nina, necesito que lo mantengas en secreto... Te lo ruego...

Lo expresó con tal desesperación y angustia que llega a menguar el temperamento de la bailarina por completo. Estando totalmente perpleja, sólo puede musitar:

—Está bien.

—¡Nina, Nina!

Cameron la trae a la actualidad de sobresalto.

—Uh, Liam otra vez. Creí que haber estado en vela contigo había servido de algo.

Claramente, la bailarina de rizos dorados sabe que Liam es homosexual.

A la madrugada, cuando Nina llegó a su habitación, sus pensamientos estaban igual de revoltosos que sus acciones; ya que no lograba conciliar el sueño, hacía repetidas caminatas en la cocina, en la sala de estar... Causaba ruido. Por lo que la muchacha rubia, totalmente adormilada, se despertó.

El hecho de que Nina trasnochara no era algo común, al menos que estuviese repasando algunas coreografías para una competencia pero no había una próxima. Entonces le preguntó que le sucedía. Cuando le contó sobre su nefasta noche con el joven texano, a Cameron no le sorprendió que Liam sea gay, sino, conociendo lo homofóbica que es su amiga, no lo haya golpeado.

—¿Impresionante? ¡Sí! Pero esto te enseña que no debes guiarte por las apariencias, porque no representan casi nada de una persona. Sólo tienes que conocerla y ya, te darás cuenta que una imagen es sólo una imagen  —argumenta, tratando que su compañera deje de ser selectiva con la gente a su alrededor.

Nina desvía su mirada hacia Bastian, quien está en otra dirección del salón sacándose una selfie con la boca fruncida. Inmediatamente le produce rechazo al verlo, le tiene asco al pelirrojo. Su manera de caminar tan femenil, sus manos expresivas, que se muestre lo invertido que es... Considera que Bastian está igual de, o incluso más, mugriento que un baño químico, ni imaginar su boca o trasero. Con pensarlo le da arcadas. Luego regresa la vista al bonito chico cuyos ojos la embelesan de una forma inexplicable, parece tan limpio que le cuesta mucho comprender que es idéntico de sucio que Bastian. Ni siquiera tiene voz aguda.

—Es un desperdicio —replica la bailarina, seria y enojada a la vez—. Lindo, encantador, sexy... ¡Liam no debe ser homosexual!

—¡Pero lo es, Nina! ¡Él mismo te lo dijo! —Cameron no puede creer que su amiga sea muy obstinada.

—Una injusticia, una vergüenza...

—¡Por favor, abre los ojos! ¡Él es feliz a su manera! ¡No mata a nadie!

—¡Está enfermo! Son como parásitos, cada año se propagan más y más. ¡Es una enfermedad!

—¿Q-qué te pasa? ¿Acaso te gusta Liam?

La pregunta le asombra tanto a ella como a la rubia.

—¿Yo? Es gay, Cameron. No tengo probabilidad.

—Pero parece que no lo entiendes todavía.

La prestigiosa bailarina se fastidia de su amiga, así que le da la espalda para dedicarse a precalentar finalmente, pero algo le hace fruncir el ceño: Liam abrazando sonriente a Tony.

Más tarde, Jeremy recoge todas sus pertenencias que se encuentran esparcidas en el piso y las guarda lentamente en su bolso deportivo. Se ríe de algunos comentarios de los bailarines que toman un descanso mientras que Charlize se prepara para empezar su clase. Siempre hace lo mismo, es una táctica para que "sus niños" se relajen un poco del estrés de la vida universitaria. Pero sabe muy bien que su amiga no es la culpable de eso, sino Donovan; en ése caso, tarda aun más.

Estaba listo por irse pero un objeto con los colores del arcoíris, proveniente de un estudiante, capta su atención.

—Oh, ¿qué es esto? —inquiere curioso.

—Es la pulsera LGBT, también llamada "la pulsera de la libertad" — responde orgulloso el muchacho.

—¡Qué lindo! —exclama conmovido-. ¿Y para qué sirve?

—Es para poder identificarnos del resto, fuera de nuestra comunidad.

—¡Qué horror! —Su semblante se torna a uno escandalizado—. Entonces si no tengo ése material multicolor, ¿significa que no pertenezco a la comunidad LGBT? Aparte, ¿para qué usarlo como una representación de una "asociación secreta"? Expresamos amor al igual que los heterosexuales. No somos criminales, no somos nazis.

—Pero no lo hacemos para destruir al diferente, sino para encontrar amor.

Jeremy le saca la banda y dice:

—Hijo, cuando lo encuentres, lo sabrás. Y sin la necesidad de esta cosa.

Y el coreógrafo simpático se retira, dejando al bailarín desconcertado y sin su pulsera.

Después de tres horas y media de distintas actividades, bajo el mando de la profesora Whittman, los alumnos están exhaustos. La transpiración es la protagonista más destacada, no hay ninguno en que no tenga mojado su rostro y ropa, pero sin embargo, no tiene el suficiente poder para eliminar los pensamientos tóxicos de Nina.

Por fuera es la envarada y recta bailarina de mirada penetrante, pero en varias ocasiones, se descontrola internamente observando aquel dúo: si se hablan, se miran, se tocan...

Se acerca el final de la clase, la coreógrafa Whittman debe irse temprano porque tiene un compromiso, por lo tanto propone a los estudiantes que hagan la vuelta en calma de a dos; que consiste en realizar movimientos de manera pausada y suave para relajar los músculos y las articulaciones. La mayoría elige un compañero de su mismo nivel académico, por ejemplo Nina con Cameron.

—Me gustaría que los de último año se unan con los principiantes —dice Charlize antes de partir.

Entonces, como si tratara de un gato teniendo en sus narices a un pobre ratón, la muchacha de cabello marrón apunta al pelinegro.

—Ey, tú.

—¿Yo? —Se señala a sí mismo Tony, sorprendido. Y no es el único, su amiga tampoco entiende por qué no escoge a Liam que está a su lado.

—Sí, tú —afirma con soberbia—. Ven conmigo.

El joven se siente emocionado, por un momento creyó que había elegido a su amigo, ya que tiene más relación con ella. Muy contento sigue a Nina, quien ésta sin avisarle, se dirige a otro sector del salón, lejos de Cameron y Liam.

—Entonces... ¿Qué haremos? —pregunta ingenuamente Tony.

—Diez saltos en spagat. ¡Ya! —ordena con tiranía.

—¿Qué?

—Lo que escuchaste.

Extrañado, obedece. Aunque sabe que realiza una actividad aeróbica, completamente diferente de lo que la profesora Whittman pidió, no quiere contrariar a la bailarina prestigiosa de Juilliard. Piensa que quizá Nina ve en él potencial para enseñarle su tipo de entrenamiento, el que la llevó al lugar supremo que ocupa.

Entretanto que cuenta en voz alta las veces que el pelinegro se suspende por los aires, la joven se está arrepintiendo de haberle mandado que saltara. A pesar de que ya en el sexto Tony se esté cansando, Nina recuerda que -generalmente- los hombres poseen condiciones naturales para lograr una buena elevación, no obstante, carecen de la habilidad comúnmente de las mujeres: la elasticidad...

Al terminar, el muchacho apoya las manos en sus rodillas flexionadas, tratando de normalizar su respiración. Nina le demanda que se acueste boca arriba al piso. Él cede, creyendo que es para que descanse, pero se da cuenta de que no cuando Nina le exige un grand battement en avant.

—¿Pero tú no harás nada?

—Pierna derecha —expresa tajante.

Resignado, se fija en los demás bailarines, que hacen movimientos calmados y se ayudan entre sí de manera amigable. Y aprovechando la distracción, la joven le levanta la pierna hasta la altura del hombro derecho. El pelinegro larga un grito al sentir como una repentina corriente arde sus aductores y su zona pélvica, quiere desapoyar la pierna izquierda del piso para aliviar el dolor pero Nina pone su pie sobre ésta.

—Mantén la pierna recta —manda con ojos severos.

—D-duele...

Puede ser inmoral para algunos excepto para la bailarina, goza de verlo sufrir. Todo este acto caprichoso porque deduce que Tony es novio de Liam.

—Somos bailarines, convivimos con el dolor —comenta con sorna—. No seas melodramático, que esto no es nada. Siéntate. Grand écart a la seconde, inclínate al suelo y pon tus manos en él.

El muchacho extiende lateralmente sus piernas sin una buena apertura y cumple con el resto. Con sus pies en la espalda, Nina lo empuja hacia adelante; lo cual parte del torso del bailarín se aproxima al piso, específicamente su pecho.

—¡¿Quieres matarme?!

—Cállate.

—Mis piernas...

A la joven le da gusto al observar que tiemblan, pero nota que hay algo que puede incrementar su tormento.

—Tu abdomen no está tocando el suelo.

Y sin más, se sienta de rodillas sobre la espalda de Tony, logrando que todo el cuerpo del texano esté pegado al suelo.

Pasan unos largos minutos para el muchacho, en donde emite sonidos a los que Nina sisea. Hasta que un ruido cotidiano anuncia el fin de su sufrimiento: el timbre.

Indiferente, la bailarina se separa del pelinegro y se va del salón con los demás estudiantes, como si no hubiera hecho nada malo.

Liam está listo para irse, tiene su mochila recargada en el hombro, ha aprendido mucho con Cameron, ella es muy afectuosa y solidaria. Todos sus compañeros se marchan, quedando vacío el lugar. No ve a su mejor amigo en ninguna parte. ¿Se habrá ido sin él? Pero antes de sacar una respuesta, escucha un quejido proveniente de una voz masculina.

—Acá, Liam.

Mira hacia abajo y encuentra a Tony acostado, con el torso apoyado en el suelo y las piernas estiradas horizontalmente; similar a un mosquito aplastado contra un vidrio.

—Estoy trabado.

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