Callejón
Este relato es para participar del concurso de Halloween propuesto por @Granuja. Espero que les guste.... ¿truco o trato?....
Detrás suyo, el sonido de los pasos que la seguían se hacían cada vez más evidentes. Los callejones oscuros y las chicas solas en definitiva era un cliché que la aterraba hasta la médula y lamentaba no poder evitarlo, vivía en la última casa de ese callejón y volvía tarde de trabajar.
Apretó con fuerza la navaja que llevaba siempre en el abrigo por protección, casi con fervor religioso. Parecía que le rezaba, pidiendo que su perseguidor se esfumara. Lo que Mariel no comprendía es que, esta noche, si aquel se esfumaba, definitivamente llegaría más rápido a ella.
Apuró el paso. Un escalofrío recorrió su médula de una punta a la otra, y la mala calidad de la luminaria no hacía más que empeorar el panorama. Titilaban, tenebrosas, amenazando con apagarse de un momento a otro.
Un par de ojos violeta brilló entre la bruma y la temperatura bajó tan de golpe que la hizo temblar. Quedó paralizada, incapaz de comprender por qué sus músculos no respondían. Emergiendo de la bruma mortecina que ya empezaba a envolverla, se materializó el hombre más hermoso y aterrador que jamás haya visto o imaginado. Alto, bien formado, cabello castaño claro hasta los hombros y una sonrisa perversa, con un brillo perturbador en el violeta iris de sus ojos rasgados que asomaban bajo el flequillo, visibles a pesar de la oscuridad que reinaba a su alrededor. Tembló, y no solo por el frío, si no por darse cuenta de que la había atrapado estando a tan sólo tres casas de la suya.
Axiel (tal era el nombre de este ser) disfrutaba del espanto que expresaba el rostro petrificado de Mariel. Se acercó lentamente y, posando su mano sólo en los ojos de ella, le permitió que éstos recobraran el movimiento, logrando que se abrieran al límite, moviéndose de un lado al otro y derramando todas las lágrimas posibles.
"Tan hermosa, tan delicada... Igual que una mariposa... Una mariposa que no verá otro amanecer" susurró Axiel acariciándola, tomándola del rostro y besándola sutilmente.
Recorrió sus brazos despacio, disfrutando el tacto mientras Mariel derramaba aún más lágrimas. Lentamente forzó la mano de ella a soltar la navaja, y con dicho instrumento fue trazando profundos surcos en sus muñecas, bebiendo lentamente y con sumo placer casi hasta la última gota de su sangre, dejándola casi sumida en la inconsciencia.
Mariel, en el último momento de lucidez antes de desvanecerse por la falta de sangre, tuvo la certeza de que ese inmundo vampiro sin colmillos había decidido cenársela.
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