Cuatro
Llegamos al salón sin más palabras por intercambiar, aunque decidí sentarme junto a ella pues entendí que no le desagradaba, simplemente esa era su forma de ser. Y la verdad existían distintas personalidades así que capaz solo iniciamos con el pie izquierdo.
Pero aquello se podía mejorar.
—¿Sabías que las nutrias de mar dan la mano mientras duermen? —Me observó con poco entendimiento—. Intento entablar una conversación contigo —declaré escuchándola soltar una pequeña risa.
—Tienes una peculiar forma de entablar conversación —coincidió sacando sus libros al ver ingresar al maestro.
Esa involuntaria risa fue motivación suficiente para creer que podríamos tener una buena relación a futuro.
El profesor no perdió tiempo en saludos explicando de entrada el tema de la clase, como apenas iniciábamos nos dio un recorrido por las teorías de exponentes junto con el significado de los complejos polinomios. Todo esto en el tiempo estimado de dos horas porque gracias a Dios tuvimos que dirigirnos a la siguiente materia.
—¿Qué te toca? —interrogó Carla quien acababa de revisar su horario a lo que también me dispuse a leer el mío.
—Biología —objeté complacida debido a que era de mis horas favoritas—. ¿Cuál tienes tú?
—La misma —replicó con una mueca mientras volvía a examinar el papel, capaz tenía la esperanza de hallar algo diferente ahí—. De acuerdo. —Asintió pareciendo rendirse—. Vamos, será mejor que lleguemos a tiempo.
—¿No te gusta biología? —debatí procurando caminar a su misma velocidad, cosa que se me dificultaba pues ella era rápida—. ¿No quieres que nos topemos en más clases?
—No —contestó, mas no sabía a cuál pregunta iba dirigida. Y como no se esforzó en aclarármelo asumí que se trataba de la segunda.
Por lo que era de esperarse que de nuevo se formara cierto silencio entre nosotras camino al aula. O nuestras personalidades contrastaban demasiado o era que esto se volvió más difícil de lo que recordaba.
«Son ambas»
—¿Ya no intentaras entablar conversación? —consultó logrando recibir un fruncimiento de cejas por mi parte—. Son interesantes —agregó.
Hace unos segundos acabó de afirmarme que no le gustaban estas lecciones juntas, sin embargo, quería que le pusiera charla como si nada. De verdad que no comprendía las actitudes de esta chica.
Vale... Tal vez le andaba dando muchas vueltas.
—Las personas tienden a utilizar preguntas triviales para iniciar una charla a lo que es más que automático dar simples respuestas, esa es la razón por la que siento mejor cuestionar sobre cosas no predecibles —expliqué recordando que aquel truco lo aprendí de Iván. Me era gracioso cuando curioseaba así de repente.
—Que rara eres. —Bajé de mi nube de recuerdos por el comentario poco oportuno de la castaña.
«F, mor»
Eso sorpresivamente me hizo efecto. La recurrente palabra no era asociada con cosas bonitas por lo que apenas vi la oportunidad de alejarme la tomé.
Acomodándome en la punta de los asientos del medio observé como pasaba cerca de mí, mas ella no tomó lugar conmigo. Quiso establecerse más atrás saludando a otro grupo.
Y si bien deseaba concentrarme en esta materia, resultaba difícil cuando ni siquiera había llegado el profesor, perdiendo la esperanza de que lo hiciera con cada minuto que pasaba. A lo lejos escuchaba murmullos como me enteré que se enfermó o no vendrá.
—¡Tenemos hora libre! —proclamó triunfante un estudiante sobre la mesa del docente, consiguiendo que algunos de sus compañeros silbasen mientras otros salían de allí.
De manera disimulada puse mi atención en la de iris verdes, misma que sostenía una viva platica con las cuatro chicas que la rodeaban. Sin tener nada más que hacer, agarré rumbo junto a la muchedumbre.
Aproveché para conocer la preparatoria, dándome cuenta de que gran parte de los alumnos ausentes de clases se hallaban comprando alimentos sin ser regañados, pero más me sorprendió concluir que no éramos el único grupo que les faltaba profesor.
Junto con varias personas evitábamos los pasillos plagados en cámaras, aunque a medida que avanzaba hacia lo que parecía el patio estudiantil más notaba que iba quedando sola, me negué a admitir que estaba perdida por lo que di media vuelta confiando en mi sentido de orientación e ignorando la gran cancha detrás de la baranda.
No obstante, alcancé a escuchar cierto ruido a mis espaldas que logró atraer mi curiosidad, replanteándome el buscar como experta su lugar de origen.
Y esperaba encontrarme un tierno gato como lo planteaban algunas películas escolares o una pareja en pleno acto como pasaba en donde estudiaba antes, muchas ideas pasaron por mi cabeza, menos la de cierto chico fumando sobre unas escaleras.
Sentí un poco de decepción, mas no me apuré en dejar de analizar lo distraído que él andaba, mantenía su cabeza en alto mientras que con los parpados cerrados botaba el aire por los orificios de su nariz, provocando que la intensa brisa presente se lo llevara casi de inmediato.
La luz del sol se esparcía de manera sutil en su rostro, obteniendo que este junto a su oscuro cabello tuvieran el efecto de modelo de revista, incluso podría exagerar en decir que estaba en una sección de fotos de la que no me hallaba enterada.
«Es lindo»
No, esto no pintaba bien, mejor me largaba.
Quité mis manos de la entrada en la que me escondía con el propósito de retroceder, intentando recordar cuál era el camino hacia al salón.
«Pero es lindo»
Mis pies se detuvieron, opté por respirar para no perder la cordura con tantas incoherencias que mi cerebro sacaba. Por lo que llevándole la contraria, quise examinarle los defectos.
Porque vamos, debía tener defectos.
De nuevo utilicé la pared como escondite, parpadeando varias veces por la puesta del sol que ahora apuntaba a mi cara, aunque después de varios intentos logré verle con claridad antes de poder digerir que conectábamos miradas.
Oh, mierda.
—¿Qué haces? —interpeló frunciendo su ceño, consiguiendo que los latidos de mi corazón se acelerasen más de lo recomendado.
«Si no te mueves no te ve»
No creía poder aplicarlo en esto. Joder.
Tendría que actuar como una chica normal e iniciar saliendo sin demostrarle mis notables nervios. Y caminar hasta la baranda me daría el suficiente soporte para decir:
—Venía a tomar un poco de aire.
Genial, lo hice con una excelente mentira de por medio, o así pensé hasta escuchar su tono de risa a unos cuantos pasos de distancia.
—Temo decirte que está fuera de servicio —indicó aludiendo a su cigarro.
Liberé mis nervios en una vaga sonrisa antes de observar el cilindro en su mano izquierda, resultándome inusual no recibir un fuerte olor emanando de él.
—¿Estresado?
—Un poco —contestó viéndome de pies a cabeza—. Demasiado —corrigió devolviéndose al paisaje de la cancha.
—¿Por las clases? —asumí sin mucho sentido pues apenas íbamos a terminar el primer día.
—Cosas personales —informó a lo que me limité a asentir.
Bueno, era mi momento para huir por lo que soltaría un ingenioso comentario en el que descartara la idea de estarle espiando o algo por el estilo. Ya que no era lo que hacía en realidad.
—Sobre pensar sin hallar solución jode mucho la mente. —Dios, ¿estaba meditando en voz alta?
Sin más remedio volteé mi cabeza hacia él para toparme con la agradable sorpresa de que no se refería a mi compleja mente, debido a que su atención estaba sumergida en un punto fijo del suelo.
«Está agobiado»
Al verle de ese modo se me ocurrió aplicar lo que aprendí con el tiempo de la señorita Emilie, tantos años en los que me distraía analizándola debían servir de algo.
—¿Quieres hablar de ello? —consulté sosteniéndole la mirada cuando las volvimos a cruzar, quedándose mudo por un instante en que aprovechó para tragar saliva.
—¿Con una completa desconocida? —cuestionó aspirando su porro—. Eso no suena bien —ironizó.
—A veces hablarle a un desconocido quita cierto peso de encima —opiné llevando mi vista al frente.
Justo cuando un par de pájaros paseaban por los árboles que rodeaban la cancha, parecían traerle el alimento a la pequeña ave que se acurrucaba en su nido, aquel lindo gesto consiguió ablandarme el corazón.
—Eso si no estudiásemos en la misma preparatoria. —Regresé al chico que se disponía a mitigar su cigarro con la superficie de las gradas.
—No le creerían a una nueva si es lo que te preocupa —argumenté fijándome en su leve asentimiento, entrecerrando mis ojos por la leve brisa que movía mi cabellera.
Este clima no se comparaba en nada con el de la mañana.
—Que es mejor dejarlo —asumió el pelinegro a lo que sin más comprendí, no a todos se nos facilitaba hablar en voz alta de lo que sucedía.
—Vale —afirmé para dejarlo en claro mientras despegaba mis manos de la baranda, observándolo antes de pretender despedirme.
—¿Para qué te serviría si te lo contara?
Bah, el muchacho era un indeciso.
La verdad me interesaba poco o nada escuchar sus problemas adolescentes sobre un posible amorío enredoso. Sin embargo, lo único que me faltaba por completar de la señora Emilie era el insistirle de modo sutil una última vez.
—No tengo nada mejor que hacer —respondí encogiéndome de hombros—. Sé escuchar —afirmé sentándome un escalón debajo—. Y creo que lo necesitas.
Al parecer fue lo que bastó para lograr abrir su cerradura puesto a que después de un prolongado suspiro decidió contar:
—Me preocupa mi madre —confesó acomodándose el cabello—. Existe... alguien que la lastimó, pero piensa que no es nada grave porque solo fue una vez —planteó pasando a jugar con su mechero—. Y sabe que padece problemas de ira, encima fue él quien me terminó echando —manifestó por fin apagando el aparato en manos.
Supuse que no soltaría más, pues luego nos hundimos en un profundo silencio en el que procuré acomodar sus palabras, dejándome sin aire al entenderlo.
Era probable que hablase de su padre.
—Eso es bastante fuerte —afirmé con los parpados bien abiertos—. ¿Por qué no les propones que asistan a terapia? —indiqué tratando de esconder mi exaltación.
O a la policía.
Si lo había entendido bien, esto no era nada insignificante, esto era un complejo problema.
—Me tachan de exagerado cada que intento buscar soluciones, dicen que aún no tengo la edad para comprenderlo —refutó con una amarga sonrisa, clavando sus iris en mí por un buen rato—. Sí sabes escuchar —aseguró recorriéndome el rostro—, ¿tienes algo que decirme? —demandó cambiando de tema—. Para quedar a mano.
No era mi vida, pero, ¿cómo era posible que estuviese tan tranquilo en esa situación?
«No juzgues»
No lo hacía, solo que... Bueno.
—Pues... —indagué en mis recuerdos, mas solo conseguía horribles momentos de lo que fue parte de mi adolescencia e infancia—. Es complicado —expresé aclarándome la garganta.
—Dale, es bueno contarle tus cosas a un desconocido. —Lo miré un poco molesta al notar que puso mis palabras anteriores en contra, acción que lo hizo sonreír.
Esto no era necesario, aunque lo percibí como cierto trato entre nosotros por lo que estiré mis piernas analizando qué podría contar sin que me afectase demasiado. No obstante, abrí mi boca al mismo tiempo que la campana avisó el cambio de hora.
Ese espantoso sonido pudo alegrarme.
—Te la quedo debiendo —verbalicé parándome hasta llegar a la puerta—. El aprendizaje me llama —despedí con ánimo, alcanzando a ver su intrigado aspecto al retirarme.
Caminando paso a paso me digné a aceptar lo malo que era mi sentido de orientación, como alternativa elegí seguir a los pocos alumnos que encontraba en los pasillos para así poder acercarme a mi aula, pero fue lamentable que ninguno de ellos se aproximara.
Y doblaba por cierto camino que parecía reconocer cuando sentí que una fuerte mano me envolvió, arrastrándome hasta su dueña.
Ya habíamos estado en esta situación con la de melena castaña, posicionadas a pocos pasos de distancia con el único cambio de que ahora ella reparaba en mí algo más que indiferencia.
Se hallaba furiosa.
—¡¿En dónde carajos estabas?! —bramó Carla. Conservaba mi brazo entre sus manos por lo que percibí de inmediato cuando lo apretó al no conseguir respuesta.
—Conociendo el lugar —conté zafándome de su agarre, dispuesta a desafiarla con los ojos. Que sacara esa idea de que podía tratarme mal para luego enojarse conmigo como si nada.
Sus verdes iris me examinaron por unos segundos con total perplejidad.
—Lo siento —disculpó apartando la mirada—. Debemos irnos si no te quieres encontrar a la coordinadora revisando los pasillos. —De mala gana decidí hacerle caso, emprendiendo viaje fuera de ahí.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top