Prólogo
Era un jueves por la tarde de aquel mayo.
Hasta cuando presté atención, mi profesor de Economía Internacional hablaba algo sobre el Sistema de Brentton Woods y el FMI. Qué putísima mala suerte. Sé que no soy la primera persona a la que una materia se le da muy mal, pero es que realmente no me daba la cabeza para entender sobre el sistema de mierda ese. Realmente era una putada porque ya estaba en uno de mis últimos semestres de la carrera y sabía que esa era una materia que iba a tener que reforzar en julio, en plenas vacaciones.
El profesor seguía hablando y disimulé que tomaba notas en mi libreta sobre las diapositivas que estaban proyectadas. Solo lo escuchaba hablar y hablar y hablar... puff, quería irme ya y faltaban treinta minutos para que acabara la cansina clase... pero para mí buena suerte mi celular comenzó a vibrar y tuve una excusa para levantarme de mi asiento. Mi amigo Jared me miró curioso, le mostré la pantalla de mi celular con el nombre de Ray, mi otro amigo y asintió con la cabeza. Salí mientras el profesor me observaba y sentí algo de vergüenza, pero la verdad es que su clase me aburría. No lo iba a negar.
—Hola, Ray... ¿qué ocurre? —dije contestando la llamada a la par que caminaba hacia el patio de mi facultad.
—¿Qué haces, pequeño Frankie? —giré mis ojos ante el apodo que Ray me había dado.
—Pues estaba en clases y si vuelves a decirme pequeño Frankie, te voy a colgar y luego bloquear de todo sitio —su risa después de mi advertencia me molestó un poco. Estúpido Ray—. Bueno, ¿qué pasa?
—Pues nada, solo quería saber tus planes para el fin de semana. Voy a organizar una reunión en mi casa de bienvenida para mi hermana y bueno, ya sabes, habrá bebida, comida, música,... ¿Qué dices?
—¿A quiénes invitarás? —Mi amigo soltó un resoplido, yo me aguanté la risa. Él sabía que yo no era la persona más sociable del mundo y que algunos de sus amigos me caían bastante mal porque eran unos payasos, entonces era bastante jodido que yo aceptara la invitación que ya me había hecho.
—Solo irán personas conocidas, amigos de Samantha y un amigo mío de la oficina. Nadie más, ¿okay? —suspiré—. Espero verte el sábado, ¿bien?
—Solo si me prometes que la persona a la que estás invitando de tu trabajo no es un completo tonto.
—Pues... no es un completo tonto... pero sí que es algo extraño. Es muy similar a ti en cuestión de socialización.
—Dios nos crea y nosotros nos juntamos —Ray rio—. Como sea, allá estaré.
Luego de hablar con él, regresé a la clase... solo que el profesor nos había dejado salir unos minutos antes, entonces cuando llegué, Jared me estaba esperando frente al salón con mi mochila en la mano. Giró los ojos cuando me vio y me lanzó la mochila. Yo le saqué la lengua y me reí. Caminamos juntos hasta la salida, donde nos quedamos de pie un momento.
—Vamos a una fiesta el sábado —dije, no quería arriesgarme a ir solo.
—No puedo, saldré con mi chica, iremos al cine y a cenar... Lo siento, Frank. —Se encogió de hombros, torcí la boca.
—Bueno, bueno... será para otra ocasión, supongo.
Nos dimos un abrazo y caminamos en diferentes direcciones. Avancé hasta el metro y me dirigí a casa de mi madre a cenar con ella y con algunas de mis tías que también llegaban de visita a casa. Luego de ello, me quedé a dormir ahí porque se me hizo bastante tarde... y cuando me acosté en la cama, no pude dormir en toda la noche.
***
Una vez se abrieron las puertas del ascensor, las miradas de todos los trabajadores de la empresa que estaban en esa planta se posaron sobre mí provocándome algo de ansiedad. Sabía que luego de estar varias semanas desaparecido de la oficina, todo el mundo me miraría de manera extraña cuando regresara. Digo, no todos los días se ve como le rechazan la petición de matrimonio a alguien y seguidamente le terminan luego de catorce años de relación... todo en el mismo momento. Maldita sea mi vida.
Caminé directo a mi oficina y tiré con fuerza la puerta ya que la manija resbaló de mis manos... llamando más la atención de todo el mundo. Suspiré derrotado.
Si fuera por mí, no hubiera regresado jamás a esta oficina. Estaba muy bien siendo un ermitaño, trabajando desde mi casa, encerrado en mi propio mundo sin que nadie me interrumpiera. No todo el mundo tiene la suerte de entrar a siquiera hacer pasantías en la empresa donde trabajo, pero no quería regresar siendo sincero, aun se me cae la cara de vergüenza al recordar que el imbécil de Adam me terminó luego que le propusiera matrimonio frente a todos mis compañeros.
Solo de recordar ese momento me siento tan ridículamente estúpido por muchas razones y la principal de ellas era la de haber pensado que el amor era algo para mí. Por supuesto que no lo era. Quiero decir... la gente no ama de verdad, simplemente están con otras personas porque necesitan aprobación social, porque son tan malditamente narcisistas que necesitan tener a su bufón personal, alguien que les esté lamiendo el culo todo el día, que esté ahí cuando quieren sentirse alabados y por supuesto, cuando necesiten satisfacer sus ansias de sexo. El amor verdadero no existe... y diría que inclusive el amor de familia tampoco existe porque recuerdo todo el daño que Donna nos hizo a nosotros y... simplemente le agradezco a mi padre por haberse encargado de brindarnos ese amor que Mikey y yo necesitábamos a medida que íbamos creciendo.
Adam fue mi primer todo, por él creía en que el amor realmente existía. Por todos esos años que pasamos juntos, años en los cuales yo estuve cegado por su maldito encanto. Mi hermano y mi mejor amigo intentaron hacerme dar cuenta de la horrible persona que él era y luego que caí en cuenta de la realidad oculta detrás de mi ex, se tornaba hasta gracioso el hecho que Adam se parecía a Donna: manipulador, extremista, dramático, egoísta, arrogante y sobre todas las cosas; narcisista. Y no sé cómo mierda pude estar enamorado de alguien como él.
Mis pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de la puerta. Mi hermano menor dejó ver su cara de mierda por ahí y me sonrió. Luego entró por completo a la oficina y corrió a abrazarme. Ah, Mikey... sabe que odio sus demostraciones públicas de afecto, pero no puedo hacer nada porque es mi hermanito y lo amo mucho.
Cuando se alejó de mí, me miró directamente a los ojos y yo tuve que fingirle una sonrisa, pero Mikey no era tonto y por supuesto que se dio cuenta que le sonreía falsamente. Frunció su ceño mientras se cruzaba de brazos, yo ya me iba preparando para su sermón, pero en ese instante Ray -mi mejor amigo- entró a mi oficina también.
—¿Qué es esto? ¿Una conspiración? —pregunté sin vacilar. Ambos negaron de inmediato.
—No sabía que estabas con tu hermano, Gee. Hola, Mikey —eso último lo dijo con ese típico tono con el que siempre se refería a Mikey y él pensó que yo no me di cuenta cuando ese tonto le sonrió coquetamente.
—Hola, Ray —enseguida los miré enojado.
—¿Qué quieres, Ray?
—Solo vine a ver cómo estabas, me enteré que ibas a regresar a la oficina.
—Pues estoy bastante bien, la verdad. No entiendo sus visitas inesperadas.
—Oye, quería invitarte a desayunar. Casi no te he visto en esta semana, no has ido a casa y si papá no me dice que ibas a regresar a trabajar, no me enteraba de nada —se cruzó de brazos enojado.
—Lo mismo que tu hermano. —Mikey le miró y le sonrió levemente, yo giré los ojos ante el evidente coqueteó de ese par—. Total, no te enojes porque nos preocupamos por tu culo.
—Lo mismo que Ray —Facepalm.
—¡Dejen de coquetear frente a mí, mierda! —exclamé con molestia—. Respétenme un poco, par de desubicados. —El sonrojo en las mejillas de Mikey se hizo notar, Ray sonrió de lado porque sabía que mi hermano le correspondía.
En fin, luego de esa situación incómoda, Mikey nos invitó a desayunar. Pidió la comida a mi oficina y estuvimos platicando un poco hasta que se hicieron las diez y treinta. Mi hermano se despidió de mí y me pidió que fuera a cenar en la noche a casa de mi papá. Le aseguré mi asistencia y se marchó para la universidad mucho más tranquilo. Una vez me quedé solo con Ray, el ambiente incómodo volvió. Lo miré con los ojos entrecerrados y él apretó sus labios para no soltarse a reír en mi cara. Sabía que venía el sermón de mi parte.
—No te vas a coger a mi hermano, Raymond Toro —le dije serio, él suspiró cansado.
—Eso no lo decides tú, amigo. —Me levanté de mi asiento de inmediato con las claras intenciones de golpearlo. Él inmediatamente se alejó de mí riendo. Yo no estaba de broma, me oponía completamente a que él tuviera algo que ver con Mikey.
—Te voy a matar, Toro. ¿Me escuchaste?
—¡Calma! —rió de nuevo, intentando contagiarme su risa, pero a mí me provocaba ganas de partirle la cara— Bromeaba, lo juro.
—Mi hermano es intocable, Raymond. Lo sabes, te lo he dicho —contesté harto. Me volví a sentar en mi silla y él también regresó a sentarse frente a mí.
—Ya sé. Solo bromeaba —dijo—. Cómo sea, vine a invitarte a una fiesta que voy a hacer el sábado porque Sam regresa de California y bueno, quería recibirla como merece allá en New Jersey.
—Mmm... pues no sé. No estoy en mi mood para fiestas, la verdad —apoyé mi mentón en mi mano y torcí la boca. No mentía. No me sentía listo para ir a fiestas o salir con otras personas.
—Ay, Gee... tienes que ir —se cruzó de brazos y me miró con el ceño fruncido.
—No sé, Ray... no quiero ir y sentirme mal rodeado de personas que ni conozco.
—Ah, Gee... ¡Anímate! Será divertido. Mi objetivo es que te distraigas, que socialices con gente de tu edad y que te la pases bien una noche. Te juro que es lo único que pretendo, amigo.
Lo miré dudoso. No porque no confiara en sus intenciones, sino más bien, tenía algo de miedo de rodearme de gente desconocida. El trastorno de ansiedad social que sufría se agravó con el paso de los años y más que todo cuando Adam me dejó, porque estaba en un punto de mi vida donde me sentía el puto rey del mundo. Los antidepresivos me ayudaban a controlar que estos episodios no me diesen en alguna reunión importante o en un sitio con una afluencia grande de personas y durante el duelo en el que me mantuve cuando terminé con él, dejé de tomar la medicación por completo y apenas la estaba retomando. Así que claramente no me sentía listo para afrontar dicha situación.
—No, Ray... gracias pero paso.
—Entiendo que tengas miedo a juntarte con más personas, pero créeme que no voy a dejarte solo en toda la noche, vas a estar a mi lado, nos tomaremos unas buenas cervezas y vamos a pasar un momento bastante agradable —me sonrió y yo suspiré. La sola idea de verme rodeado de más gente me daba repelús—. ¿Gee? Di que sí, amigo.
—Solo si prometes que, si llega a darme un ataque en media fiesta, te quedarás conmigo.
—Correré a auxiliarte y llevarte a un hospital si hace falta, Gee —le sonreí.
—Bueno, no creo que vaya mucha gente tampoco, ¿verdad?
—No, solo serán algunos amigos y ya —dijo convencido, entonces asentí y le di mi palabra. Iría a su fiesta.
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