Capítulo 8
Frank no entendía porque rayos siempre que se presentaba una situación difícil en aquella empresa, su nombre o él personalmente salían a relucir. Era una terrible costumbre que quería se rompiera pronto, sobretodo porque Ray y Gerard siempre estaban involucrados. Y si Ray iba a salir perjudicado en cada ocasión prefería no volver abrir su boca nunca más para no comentar nada que pudiera generar un conflicto.
Quizás estaba siendo un extremista de mierda, pero le había afectado mucho escuchar lo que sus jefes discutían y aún más ver el estado de Ray. ¡Rayos! Él era el tipo más genial del mundo y Frank no podía recordar una ocasión en que lo hubiese visto tan mal.
Por esa razón cuando salió del trabajo y llegó a su pequeño departamento decidió llamarlo, quería saber cómo estaba e invitarlo a tomar unas cervezas para que se sintiera mejor, era una pésima idea tomar un lunes pero que más daba, la semana ya había comenzado siendo una mierda total con aquello y eso que aún le faltaba la peor parte, enfrentar a la bestia; bestia que había salido minutos después que Ray de aquella oficina y ni siquiera le había vuelto a ver con rabillo de ojo.
Cinco pitidos después y el buzón volvió a caer, por tercera vez. Era caso perdido, Ray no iba a contestar sus llamadas. Frank suspiró pesado mientras lanzaba el teléfono a su mesa de noche y se deshacía de su ropa, necesitaba un baño para quitarse el estrés que llevaba encima.
No le tomó más de quince minutos darse una ducha con agua caliente y vestirse con ropa cómoda. Se dirigió a la cocina y buscó dentro de las gavetas algo para comer, no había nada más que un par de sopas instantáneas y eso no se le apetecía en lo absoluto. Se rio entre dientes pensando en su mamá y sus tías, ellas lo regañarían por holgazán si vieran su cocina.
Decidió tomarse un par de horas libres antes de ponerse a estudiar para su último examen y buscó un par de sus bolsas reutilizables para ir al súper a buscar comida saludable y no esa mierda que no hacía más que envenenar su sistema.
Frank se vio en el espejo mientras peinaba con sus dedos su cabello aún húmedo y se acomodó los piercings, luego tomó su celular y revisó si tenía notificaciones, pero no había nada, ni un mensaje ni una llamada de Ray. Supuso que su amigo solo necesitaba su espacio. Se prometió que al regresar le enviaría un corto mensaje y lo dejaría en paz. Miró el aparato en sus manos por unos minutos y después de encogerse de hombros lo volvía estúpido dejar en la mesa de noche, no quería llevar el aparato y de todas formas solo iba al supermercado, no iba a ser gran cosa si no lo llevaba con él.
Con actitud positiva salió de su departamento y se dispuso a tomar las escaleras con la mejor de las disposiciones, todo parecía indicar que sería una noche tranquila después de semejante día; no podía permitir que su pésimo mal humor le arruinara sus planes.
Para su fortuna él supermercado había estado vacío y había encontrado todo lo que necesitaba. Frank estaba pensando en prepararse una sopa de vegetales para cenar mientras empacaba sus compras.
Al salir del súper decidió tomar la calle alternativa que le llevaba a su departamento, por ese desvió pasaba por un parque bonito que tenía una glorieta, juegos infantiles y una enorme fuente. Redujo el ritmo de su caminata al notar que un grupo de músicos estaban tocando en la glorieta, un pequeño concierto con ukuleles y música acústica. Estaba embelesado con la melodía que no le dio tiempo para reaccionar a lo que pasó segundos después.
A pocos metros de distancia un auto había escapado de chocar con otros, pero no había evitado impactarse contra el muro y el borde de metal que rodeaba la fuente provocando un fuerte estruendo. Frank se asustó por naturaleza, sólo el sonido había sido horrible. La parte donde iba el motor había sido la más afectada, de ella incluso salía humo.
Sin embargo, Frank comenzó a sentirse demasiado inquieto al identificar el auto que acabara de chocar. Con pasos torpes se acercó lo más rápido que pudo y confirmó sus sospechas al asomarse por la ventana del copiloto. El cuerpo de su jefe estaba ahí, inconsciente y con un hilo de sangre corriendo por su frente.
Frank dejó caer las bolsas con sus compras y abrió la puerta, trató de mover el cuerpo de Gerard, pero se detuvo recordando que pronto la ambulancia llegaría y los paramédicos harían esa labor; además no quería moverlo y lastimarlo aún más. Se mordió los labios con desesperación mientras tanteaba los bolsillos de su pantalón en busca de su celular. Había sido una pésima idea dejarlo. Una joven al notar su situación le dijo que ella llamaría al 911, que no se preocupara, solo pudo agradecerle con un asentimiento de cabeza.
—Con permiso, a un lado, por favor —escuchó Frank a sus espaldas unos minutos después.
La ambulancia no había demorado nada en llegar y un par de hombres lo estaban alejando del lado del copiloto en un santiamén. Trató d mantenerse un poco alejado para dejarlos realizar su trabajo, pero no despegaba la vista del cuerpo de Gerard. Vio como lo acomodaban en la camilla y lo aseguraban a esta y después comenzaron a llevárselo, lejos de él.
Frank sacudió su cabeza y corrió hasta alcanzarlos, estaban a punto de subir a la camilla.
—¿Tiene algún parentesco con el señor?
—N-no, pero...
—Entonces no puede acompañarlo.
—¿Cómo qué no? Yo lo conozco, su nombre es Gerard Way y es mi jefe —dijo con temor de que no lo dejaran subir a la ambulancia.
Los paramédicos se vieron entre sí, comunicándose sin decir nada y al final uno de ellos asintió dándole el permiso a Frank para que subiera detrás de ellos. Frank no podía creer que hacía menos de 20 minutos su única preocupación había sido su puta sopa de verduras y ahora estaba sentado en una maldita ambulancia, yendo con su jefe el tirano hacia el hospital.
El castaño se sentía inquieto por estar en ese vehículo y por ver a su jefe en ese estado. Le preocupó pensar que Gerard había sufrido ese accidente por lo que había pasado con Ray esa tarde, sin duda cuando su amigo se diese cuenta de aquello iba a sentirse muy, pero muy mal.
Gerard se removió un poco, ladeó su cabeza y sus ojos revolotearon tras sus párpados. Frank se alegró y se apresuró a acercarse a la camilla, apoyándose de las barandas. Su rostro estaba sobre el de Gerard y la lámpara que había sobre su cabeza hacia que se viera oscuro.
—No se preocupe —dijo para tratar de mejorar la situación, aún sin saber cómo se sentía el mayor—. Ya casi llegamos al hospital... todo estará bien.
Frank ni siquiera pudo percibir la distancia del viaje, sentía que acababan de subir cuando las puertas fueron abiertas con violencia y sacaron la camilla. Lo llevaron corriendo a través de los pasillos y a él no le quedó más remedio de tratar de seguirles el paso. Le detuvieron en la sala de espera del área de emergencia, una enfermera le aseguró darle noticias en cuanto supiera, pero lo necesitaba para recopilar todos los posibles datos del paciente.
El tic tac del reloj no hacía más que alterarle los nervios a Frank, sentado en una de las sillas de metal estaba a la espera de noticias. No podía entender cómo lo que prometía ser una noche tranquila y amena se había convertido en él, solo y preocupado esperando a que su jefe estuviera bien. El hijo de puta había destruido su carro.
—Familiares de Gerard Way —escuchó que dijeron desde el fondo del pasillo y se levantó de un salto en busca de la mujer de bata blanca.
—¿Cómo está? —le preguntó.
—Estable. Para su fortuna los golpes no fueron muy graves. Tiene un pequeño corte en la frente y sus manos resultaron lesionadas, su cuello también está lastimado y por eso va a tener que usar un collarín durante un tiempo. Tiene torceduras en ambas muñecas debido al impacto, nada de qué alarmarse. No hay fisuras ni fracturas. Con reposo y analgésicos pronto se recuperará —Terminó de explicar la mujer y Frank asintió.
—¿Puedo pasar a verlo?
—Claro, incluso ya puedes acomodarte ahí para pasar la noche con él, solo debes darme tu nombre completo para autorizarte el pase de visita.
Frank quiso protestar y decir que él no se iba a quedar, pero de pronto la mujer ya estaba llevándolo a una habitación y empujándolo ahí dentro. Las luces eran tenues y el ambiente cálido, y en una camilla en medio de la habitación estaba recostado su jefe. Tenía el cabello castaño regado sobre la almohada y Frank pudo apreciar bien los mechones rubios que estaban a los costados de su cabeza. Sonrió de manera tonta al notar lo bien que le quedaban.
"¡No, mierda! ¡No puedes pensar esas cosas!" Se regañó mentalmente.
Se terminó de acercar a la camilla y se quedó a la par de ésta, casi paralizado. Sentía que no podía respirar y un miedo interno comenzó a recorrer su cuerpo completo, sin embargo, al mismo tiempo sabía que no era nada tan malo pues su vientre también estaba siendo víctima del revoloteo de muchas golondrinas. Eso estaba terriblemente mal, Frank quería golpearlas a todas y vomitarlas, no quería enfermarse.
Su revolución de sensaciones se debía a lo que su jefe había provocado. Verlo así en ese estado fue algo que Frank nunca había imaginado.
Débil e indefenso, vulnerable y tan apacible. Una pequeña banda estaba en su frente, pero el resto de su rostro estaba libre y Frank podía apreciar cada detalle de él. Si el joven pasante había pensado que era muy guapo la vez que lo conoció, ahora no sabía cómo catalogarlo. Aquel hombre tenía una belleza única incluso con los ojos cerrados y postrado en una cama de hospital.
Frank suspiró, tenía que dejar de pensar en cosas ridículas acerca de Gerard. Él solo era su jefe tirano al cual había acompañado por una simple casualidad, nada más. Pero después volvía a ver su rostro, sus mejillas parecían tan suaves, esa nariz respingada era perfecta, con ese lunar en la punta y sus labios rosados... Frank levantó su mano para acariciar su rostro, pero la puerta fue abierta de improvisto y él dio un salto hacia atrás, separándose incluso de la cama.
Fue la enfermera, Daysi la que se presentó y le entregó a Frank un carnet que le acreditaba para pasar la noche y le dio también las pertenencias de Gerard, su ropa, zapatos, cartera, llaves, su celular e incluso un par de bolsas ecológicas llenas de compras, ¡Rayos! Con todo el asunto Frank había olvidado sus compras, ni siquiera había visto el momento en que alguien las tomó y las llevó ahí, pero lo agradecía demasiado. Además, como dato extra le comentó que sería dado de alto por la mañana después del pase de visita.
El muchacho se sintió aliviado al quedarse solo en la habitación. Fue a colocar las cosas en una mesa de noche que estaba ahí, revisó que todo estuviera bien, al menos sus compras parecían completas. Tomó un asiento y lo acercó a la cama, no tenía experiencia cuidando gente enferma, pero había visto películas, eso era lo que solían hacer.
—Mhjm —escuchó de pronto una suave queja. Se había quedado pensando en nada en particular que no se dio cuenta que Gerard se había removido.
—Hey... calma.
—¿Frank? —preguntó confundido.
—Sí, ese soy yo.
—¿Qué? ¿Qué pasó? ¿Dónde estamos?
—Tuvo un accidente, ¿lo recuerda? —preguntó despacio, no quería alterarlo y matarlo de una crisis nerviosa. Ahora que lo pensaba no se había puesto a pensar en Gerard como tal, ¿qué le había sucedido para que terminara chocando de esa forma? Había tenido suerte al impactar solo con la fuente, siempre estaba la posibilidad de haber sido peor.
Varios minutos después el hombre asintió y levantó sus manos, una nueva preocupación nació en Frank al verlo nervioso y lo entendía, tener ambas manos vendadas y seguramente adoloridas, debía ser como el puto infierno.
—Calma, todo está bien. Los médicos dicen que solo son golpes, afortunadamente. ¿Le duele mucho?
—Un poco —respondió con la voz apagada y Frank sintió un pinchazo en el corazón, el tipo era un déspota con él y era el momento de Frank para cobrarse todo, pero no podía evitar sentirse de esa forma.
—Me dieron permiso para quedarme la noche ya que vine con usted en la ambulancia. Estaba cerca del lugar cuando el accidente sucedió y... y-yo... solo pedí acompañarlo porque... porque... —Mierda, ¿por qué estaba tan nervioso?
—Frank —le interrumpió su jefe, haciéndolo levantar la vista de su regazo. El mencionado tragó pesado al ver los ojos verdes de su jefe mirarle de aquella manera, seguro era el estrés de lo que había pasado que tenía a Frank imaginado cosas y haciendo otras—. Gracias.
—Y-yo... no es nada —dijo sintiendo sus mejillas calentarse, apretó sus manos y vio una salida para escapar de la situación. Algo en lo que tampoco había pensado antes—. ¿Quiere que llame a algún familiar para que...
Gerard le volvió a interrumpir, negó varias veces y dejó a Frank en shock nuevamente cuando volvió a hablar.
—¿Te puedes quedar aquí? Por favor...
Podía decir que no, irse y dejarlo ahí, pero no podía. Sentía la insana necesidad de quedarse ahí, de cuidarlo... Al final solo pudo asentir y no dijo nada más y agradeció que su jefe poco a poco se quedó dormido otra vez.
Frank no entendía nada de lo que estaba pasando con sinceridad, sin embargo, no iba a enfocarse en eso, no tenía ganas de sumirse en una crisis existencial solo porque su jefe estaba siendo amable con él. El tipo estaba herido, si, definitivamente todo era por eso.
Con aquella resolución Frank se sintió un poco más tranquilo. Acercó más su silla a la cama y apoyó sus antebrazos y cabeza sobre esta para descansar un poco, iba a ser una larga e incómoda noche. La cabeza de Iero había quedado a un lado de la mano derecha de Way, vio los pequeños hematomas que se asomaban sobre sus dedos y sintió aquella preocupación de nuevo.
"No lo hagas" pensó, pero ya era muy tarde para controlar los impulsos de su propio cerebro.
Su mano acarició con cuidado la de Gerard, era suave y estaba fría, pero el contacto en general fue agradable. Frank se las ingenió para colar sus dedos dentro de las vendas con cuidado y continuó sus caricias por un largo rato hasta que se quedó dormido.
Su subconsciente le decía que no debía tocar la mano de su jefe, ni sentirse reconfortado por eso. Sin embargo, se sentía bien, muy bien.
Y realmente Frank deseó algo más que un simple roce de manos.
Mierda... Raymond Toro iba a matarlo.
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