Capítulo 6

Ese fin de semana fue bastante movidito para Frank. Luego de tener la entrevista con la administradora del edificio donde estaba el departamento del anuncio que encontró días atrás, decidió definitivamente mudarse durante ese tiempo a New York. Su casera le hizo firmar el contrato, dio un adelanto y ese viernes después de salir de la oficina le entregaron las llaves de su nuevo departamento que le quedaba perfectamente a 20 minutos del trabajo.

Entonces fue con la noticia a su casa. Su mamá no estaba muy de acuerdo con que se mudara, él tenía su departamento propio en Jersey para que estuviera gastando en alquiler en otra ciudad. Su abuela y tías le animaron, de hecho, fueron quienes al día siguiente le despertaron temprano para que empezara a empacar y a buscar la manera de mover sus cosas hasta el nuevo departamento.

Linda aún no estaba muy convencida, pero aun así le ayudó a hacer sus maletas. Jared llegó en la tarde-noche, mientras seguían guardando las cosas que Frank no se llevaría a New York. Sus tías, mamá y abuela se fueron y él se quedó con su amigo platicando, aún faltaban algunas cosas que guardar y otras que ordenar.

—Me sorprende que te hayas querido cambiar a New York. Significa que va todo muy bien en el trabajo.

—Pues... qué te diré... mis jefes son geniales. Bueno, dos de tres. Ya sabes, Ray es mi amigo desde siempre y el otro jefe, Dallon, es bastante amable.

—¿Y el otro?

—Es más estricto, bastante serio dentro de lo que cabe. A veces es un poco déspota y se porta como un imbécil, pero no me puedo quejar.

—¿No te puedes quejar porque es un puto tirano o porque te da igual? —ambos rieron.

—O sea, intento que me dé igual, pero a veces no lo tolero y prefiero ir a ayudar a Dallon o Ray.

—Oh, ya, ya. Entiendo... Bueno, intenta llevarte bien con los tres, no vaya a ser que no te quieran aprobar las prácticas —le contestó, Frank inmediatamente levantó su mirada y le vio.

—¿Y por qué no aprobarían? La gestora es quien aprueba, ¿no?

—No —Jared rió—. O sea, sí, pero además tus supervisores son quienes dan el otro voto, en este caso Ray, el tal Dallon y tu jefe pesadilla. Si no te firman, no puedes aprobar.

—¿Incluso si solo dos de ellos me aprueban?

—Síp, tienen que ser los tres, además de la gestora.

Esa pequeña charla le quedó rondando todo el fin de semana, y no negaría lo asustado que se sentía. Desde el primer día, Gerard fue el más hijo de puta dándole trabajo extra, manteniéndolo ocupado hasta las tantas de la noche sin tener un poco de compasión. Entendía que de cierta manera intentaba hacerle poner en práctica todo lo que ha aprendido en la universidad, pero él exageraba. Dallon y Ray no eran tan cabrones, le mostraban cómo hacer el trabajo y le ayudaban cuando era necesario, pero con Gerard la situación era muy distinta, realmente lo ponía a prueba, le exigía emplear todo el potencial que tenía para hacer su tarea y cuidado si estaba algo mal... rabiaba como un troglodita. Era un jefe bastante insufrible, a decir verdad.

Llegó el lunes a la oficina con mucha fatiga y con las piernas doliéndole una barbaridad. Su nuevo departamento no tenía ascensor y durante esos días estuvo subiendo sus cosas hasta el piso número cinco y volviendo a bajar al estacionamiento para recoger más de ellas. Entonces fue una putada para él, ver que desde el piso quince hasta el piso veinticinco no había servicio de ascensor. Llegó con la lengua afuera, cansado y sudado, lo bueno de todo es que aún no eran las nueve y tenía unos minutos para refrescarse y estar presentable, porque recordó que el señor Way le indicó que el lunes a primera hora tenía una reunión con los auditores de la compañía para revisar la contabilidad del primer semestre del año y él tenía que estar presente al menos para pasarle las diapositivas que se proyectarían en la reunión.

Fue al baño y se enjuagó el rostro, se acomodó el cabello y el traje. Llevaba tiempo sin mirarse al espejo y realmente ese trabajo le estaba destruyendo. Las ojeras que se cargaba eran inmensas y nunca había sufrido de acné hasta la fecha. Tenía unos cuantos brotes alrededor de su frente y uno pequeño en la mejilla que estaba desapareciendo poco a poco. Era un asco su situación, solo esperaba que haberse cambiado a New York durante esos meses le ayudara a liberar un poco del estrés que se traía encima.

—Buenos días, señor Iero —dijo un animado Dallon Weekes cuando se encontró a Frank en el baño—. ¿Hoy no se te pegaron las sábanas? —agregó burlón, mientras entraba a un cubículo.

—Nunca se me pegan las sábanas, sino que vivir en Jersey es un lío tremendo.

—Oh, cierto, cierto... la bonita Jersey... creo que no voy ahí desde que era pequeño... y sí que es demasiado difícil vivir allá y trabajar aquí.

—Ni que lo diga...

—Oye Frank —siguió después de salir, caminó hasta el lavabo donde estaba Iero—. Hoy tengo una pequeña reunión de trabajo a las diez y media, va a ser un tipo desayuno y una charla de unos tipos sobre cosas aburridas, ¿quieres ir?

—¡Me encantaría!

—¿Con quién inicias el día hoy?

—Con el señor Way, tiene una reunión a las nueve con unos auditores o algo así dijo.

—Oh, ¿hoy vienen los auditores? Estás en serios problemas, chico...

—¿Por? —contestó preocupado, Dallon soltó una risita cuando vio la expresión de su rostro.

—Porque no vas a salir de esa oficina si quiera hasta las tres de la tarde, si no es más.

—Mierda, no me diga eso...

—Lo siento, muchacho...

—Lléveme con usted —rogó—. El señor Way me tiene cierta tirria. —Dallon rió.

—Gerard le tiene tirria a todo el mundo, no eres especial. Eso te lo digo yo, Ray, absolutamente todas las personas de aquí. Yo no lo conozco como Ray, recién le conocí cuando ingresé a trabajar en esta compañía, pero te lo puedo confirmar. Gerard detesta a todo el mundo.

—Eso no me reconforta mucho.

—No lo decía para que encuentres consuelo, solo te hago ver la realidad —Frank suspiró resignado. Ambos empezaron a caminar fuera del baño—. Mira, para que no digas que soy un cabrón como Gerard, te llevaré conmigo, ¿bien? Te salvaré por esta vez.

—¡Muchas gracias, señor Weekes! —contestó contento. Cuando regresaron a la oficina, se encontraron a Gerard con cara de pocos amigos frente al escritorio que Iero ocupaba.

—Vamos cinco minutos tarde por tu culpa, Iero —dijo un enojado señor Way cuando lo vio llegar—. ¿Crees que por ti tengo que ser un jodido impresentable?

—Oye, cálmate, Gerard... Frank estaba conmigo y de hecho nos vamos ya, porque tengo que conducir hasta la otra punta de New York y no llegaré a tiempo.

—¿Cómo que se va contigo? ¿Qué diablos es esto? —dijo enojado, Dallon giró los ojos.

—Sí, se va conmigo porque lo necesito. Trabaja más contigo que con Ray o conmigo, ahora requiero su ayuda.

—Bien, puede ayudarte en otro momento, yo le dije el viernes que hoy necesitaba su ayuda, así que deja de hacerme perder el tiempo, tenemos que irnos ya.

—¿Por qué pelean en media oficina? ¿Qué les pasa? —apareció Ray en la ecuación, Frank solo estaba a un lado viendo a sus dos jefes discutir—. Paren de gritar y vamos a trabajar, ven Frank, tienes que ayudarme con algo —tomó a Iero de la muñeca izquierda y lo jaló consigo, Weekes y Way reaccionaron inmediatamente, tomándolo del brazo y de la mano derecha respectivamente.

—No, no, no... dejen de comportarse como unos putos idiotas. Iero va a trabajar conmigo, ¡se lo dije desde el viernes!

—¡Siempre trabaja contigo! Yo necesito más de su ayuda ahora.

—Pues fui yo quien trajo a Frank a trabajar con nosotros, hoy yo requiero más de él que ustedes —volvió a jalar a Frank, lo que hizo que volvieran a discutir sobre quién necesitaba más la ayuda del pasante, haciendo un escándalo en pleno pasillo.

—¡Bueno basta! —dijo Frank, cansado de ser tan malogrado, intentó soltarse del agarre de todos, siendo Gerard quien no dejó de tomar su mano—. Me están haciendo daño.

—Vamos tarde a la reunión, los auditores deben estar esperando ya —contestó Gerard ignorando lo dicho por Frank, solo lo jaló consigo, pero nuevamente Ray y Dallon lo tomaron del otro brazo.

—Miren, dejemos las tonterías, dejemos que Frank decida a quién va a ayudar hoy.

—¿Qué? ¡No! —exclamó asustado—. No quiero tener problemas con ninguno si escojo a otro, yo solo quiero que paren de discutir, puedo ayudarles a todos...

—Sí, y hoy me vas a ayudar a mí, así que nos vamos. Adiós —finalmente fue Dallon quien jaló a Frank consigo, haciendo que se suelte del agarre de Ray y Gerard, quien no entró en razón que lo tenía sujeto de la mano, hasta que lo soltó. Frank hizo contacto visual con su jefe y vio la vergüenza en su mirada, pero luego su ceño fruncido cambió la percepción que tuvo en ese momento.

—Qué hijo de puta es Dallon... —dijo Gerard enojado, Ray rió.

—Primero decías que no querías pasante... ¿y ahora peleas por él? —soltó otra risa, Gerard tragó en seco al darse cuenta de lo que Ray decía.

—No peleo por él, sabes que me toca recibir a los auditores solo, ya que ninguno de ustedes quiere estar conmigo, quería que Iero estuviera aquí, al menos para que aprenda algo... como sea, que vaya a estorbarle a Dallon mejor —terminó y sin decir nada más, caminó lejos de Ray y se dirigió rápido hasta la sala de reuniones del piso de abajo.

Por otro lado, cuando Dallon y Frank llegaron al auto, el pasante pudo respirar tranquilo. Supo al ver cómo Gerard lo miraba, que se salvó por el momento, era muy consciente que luego sería víctima de su ira y que lo castigaría por desobedecerlo. Entonces no podía calmarse del todo, solo prepararse para lo siguiente cuando volviese.

—¿Estás bien? —le dijo Dallon, él miraba afuera a la calle.

—Sí... —contestó desanimado.

—Es mejor que te animes, amigo... no te rescaté de las garras de Gerard para ver tu cara larga, ¿bien?

—Lo sé...

***

Esa noche de sábado, Frank la pasó entre cajas. Esa semana fue bastante un suplicio, porque lo que temía se dio. Gerard no dijo nada más cuando lo vio regresando el lunes en la tarde junto con Dallon, pero de martes a viernes lo mantuvo más ocupado que un burro de carga. Le ayudó a corregir algunos balances que no cuadraban, a revisar contratos con otras empresas, etc, etc... ser su secretario, prácticamente.

No durmió bien durante esos días, de hecho, hizo algunas horas extras y sentía morirse en ese momento. Desgraciadamente no podía parar, aún debía aprovechar el fin de semana para desempacar y acomodar las cosas en su nuevo departamento. Lo bueno de todo es que Ray se ofreció a ayudarle para que terminara mucho más rápido y pudiera descansar. Entonces cerca de las ocho de la noche, la puerta sonó y cuando vio a Ray con un six pack de cervezas en las manos y snacks en la otra, inmediatamente le dejó pasar.

Ray se quedó sorprendido, todo era un desastre completo. Le recordó cuando él también tuvo que tomar la decisión de cambiarse a vivir a New York por el trabajo y la universidad. Entonces compadecía bastante a su amigo, porque también le tocó hacer una transición tan importante como esa y podía entender cómo se sentía Frank en ese momento, mucho más conociéndolo como lo conocía.

—¿En serio Linda estaba molesta porque te mudaste? —Frank asintió—. No te deja progresar.

—Ni que lo digas, criticaba absolutamente todo lo que hacía, me tenía algo cansado.

—Así son las madres, Frankie...

—Lo sé, lo sé, por eso no digo nada —suspiró—. Suficiente tengo con tanto trabajo que me tiene ahogado.

—¿Y eso no era lo que querías? —rió—. Así es esta empresa, no te quejes ahora, Frankie.

—Yo sé, imbécil... pero creo que mis jefes me tienen tirria.

—Tirria y total fastidio por mi parte —después de escucharlo reír, Frank le tiró una almohada a Ray, quien la esquivó y se la devolvió sin dejar de burlarse de él.

—Idiota... —El celular de Ray sonó en ese instante, inmediatamente tomó la llamada.

—Dime —dijo al teléfono. Frank le miraba curioso mientras doblaba unas camisetas.

¿Dónde andas? Me llamó Brian y dice que están en el bar de siempre tomando unas copas... ¿quieres ir? No quiero ir solo.

—Uh, no puedo... estoy ocupado.

¿Ocupado? Espero que no sea con mi hermano...

—No, no... de hecho antes de venir a donde estoy, estuve con Mikey y bueno, no puedo contar más.

Deja a mi hermano en paz, Ray, te juro que te voy a golpear —Ray rió fuerte, le encantaba fastidiar a Gerard.

—Es broma, tonto... estoy ayudando a Frank con su mudanza y realmente necesita mucha ayuda, así que no puedo ir contigo.

Oh... bien, como sea. Supongo que es más importante para ti, antes que salir conmigo.

—Ay, deja de ser dramático. Luego podemos salir, o puedes venir a ayudarnos...

Paso. Hablamos luego —colgó sin esperar respuesta de Ray, quien se quedó mirando el teléfono durante unos segundos procesando la respuesta de su amigo.

—¿Todo bien? —preguntó Frank, mientras seguía doblando la ropa. Ray asintió.

—Era Gerard. Quería salir conmigo.

—¿Y me preferiste a mí? ¡Oh, que dulce! —Toro giró los ojos con fastidio.

—Si quieres me voy y te dejo con todo esto.

—Ni se te ocurra.

—No me voy a ir, la otra vez te dejé tirado por él, ahora le toca sufrir.

—¡Entonces fue por él que me dejaste abandonado el día de la fiesta! Que imbécil eres, Ray —contestó sorprendido, Ray se encogió de hombros.

—Ya me disculpé por eso, así que no volvamos a lo mismo.

—Ya sé, pero ahora que él sabe que estás conmigo me va a poner muchísimo más trabajo... ¡me va a tomar mucha más tirria!

—Nah, Gerard le tiene tirria a todo el mundo, Frank. Créeme.

—Lo mismo me dijo Dallon, pero no sé qué pensar. Se pasa muchísimo conmigo.

—Él es así, desgraciadamente. No es novedad que cada persona que trabaje con él, se queje de su actitud de mierda.

—Es que no es tanto su actitud, ¡es que me está explotando laboralmente, Ray! Me da demasiadas tareas en el día, y las quiere al final de la tarde y realmente no sé cómo lo hago, pero siento que si no lo cumplo me echará a la calle sin importarle nada.

—Bien, si te hace sentir más tranquilo, hablaré con él el lunes, ¿te parece?

—Está bien... pero no digas que te dije algo, ¿okay? No quiero que me tome más coraje.

—Sí, no te preocupes...

—Gracias, amigo...

—¿En serio es tan cabrón contigo?

—Sí... la otra vez, solo le hice una pregunta inocente y se enfadó tanto que me envió a digitalizar treinta y dos expedientes para el final de la tarde. O sea, primero se mostró amable conmigo, me invitó a tomar un café y platicamos en el Starbucks mientras ordenábamos y dije: oh, que genial, el señor Way me ha invitado un café, después de todo el trabajo que me ha obligado a hacer y que me tiene al borde del suicidio. Quizás no sea tan hijo de puta.

—¿Te invitó a tomar un café? —preguntó extrañado.

—Sí, luego cuando ordenamos el mismo café y fue en plan: ¡genial! Este tipo sabe cómo tomar café. Después de todo no debe ser tan idiota, me agrada eso. Conversamos de más cosas, me preguntó sobre la carrera, y yo estaba muy contento al ver que pudimos congeniar un poco, pero luego cuando le hice esa pregunta, él simplemente me mando a la mierda y me dio más trabajo. No entiendo, se ve que es un buen tipo y en cierta parte, me agrada... pero no-

—¿Te está gustando Gerard? —Frank abrió los ojos con sorpresa y enseguida negó efusivamente.

—No, no... ¡No! ¿Qué dices? Solo estoy contando lo que está pasando...

—¿Estás seguro? —preguntó serio.

—¿Qué diablos? ¡Por supuesto que no me gusta!

—Frank, no te metas con Gerard —respondió severo, sin ninguna sonrisa en su rostro, Iero trago en seco.

—¿Perdón?

—No te metas con él, ni siquiera se te ocurra. Lo digo en serio.

—No entiendo por qué me estás diciendo estas cosas, Ray. Yo no me voy a meter con mi jefe, ¿bien?

—Espero que así sea, porque no estoy bromeando. Sé por qué te lo digo, Frank.

—Uh, bien... bien... ya te lo prometí.

No mentiría que la petición de Ray le dejó con bastante mal cuerpo, de hecho, esa noche no pudo dormir por lo intranquilo que sentía por eso.

¿Por qué Ray no quería que Frank se metiera con Gerard?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top