Capítulo 40

El ambiente acogedor y familiar que Jersey le ofrecía fue, sin dudas, una terapia renovadora para el alma y los pensamientos de Frank.

Sus amadas tías, su preciada abuela y su excepcional madre le había recibido con los brazos abiertos, le abrigaron con su cariño y estuvieron para él en todo momento. No había sido su intención en primer lugar ser tan abierto con ellas pero necesitaba liberar su pecho y corazón de toda la tensión que llevaba cargando en las últimas semanas.

Todas, incluso Linda, estuvieron de su lado y por seguro, que fue muy difícil para ellas, nadie juzgó a Gerard ni le dio una opinión que fuese en contra de sus decisiones. Tan solo le escucharon, le alentaron y le brindaron ese lugar seguro que habían tenido para él durante toda su vida.

Habían pasado una linda Nochebuena juntos, prepararon galletas, postres y diferentes platos para la cena. Vió con sus tías Marie, Bianca y Sofi su película navideña favorita, El Grinch. Fueron tal vez unas cinco veces pero es que no podía aburrirse nunca de ella. Bebió chocolate caliente y espumoso con bocadillos de la abuela e indudablemente bebió café con canela mientras veía la nieve caer.

Era inevitable no pensar en él. En todo lo que había vivido a su lado durante esos meses y joder, dolía mucho pensar en lo que podía tener en ese momento. Estar en los brazos de su amado, viendo su película favorita mientras vestían ridículas pijamas navideñas o bebiendo café mientras veían copos de nieve caer desde el cielo para después, entregarse a los lazos del fuego y hacer el amor.

Aún con todos esos pensamientos, Frank continuaba teniendo presente en su mente la discusión que habían tenido en su departamento. Luego de que le pidió a Gerard que se fuera, recogió las cosas necesarias y tomó el primer tren disponible a New Jersey. Los primeros tres días no revisó su celular, se limitó a él. A pensar en él, a hacer cosas que le gustaban y a tratar de curar sus propias heridas.

Fue la mañana de navidad en que volvió a conectarse con las redes sociales que descubrió mensajes de sus amigos y de su novio, porque aún lo eran. Él no le había terminado, solo le había pedido que se fuera pero al parecer Gerard había entendido otra cosa y había estado llamando, a diferencia de la última vez que habían discutido, le había enviado un par de mensajes.

El castaño decidió no seguir un drama innecesario, estaba sintiéndose demasiado bien para volver al círculo vicioso en que su vida estaba convirtiéndose. Sabía que debía hablar con Gerard, no ser un cobarde y aclarar su situación, después de todo seguía amándolo y la esperanza de que Gerard pudiera retractarse de sus palabras, aún estaba latente.

Le escribió un mensaje para decirle que le gustaría hablar con él y que aceptaba la invitación que el mayor le hacía para cenar juntos la noche antes del Año Nuevo. Año Nuevo, Vida Nueva, fue lo que inocente había pensado. Después de eso había quedado escribiéndole un poco, hablaban sobre las perras y Frank no podía extrañarlas menos, quería verlas y pasear con ellas, jugar y llevarlas a casa. Esperaba poder hacerlo pronto.

En esos días también había visto a Jared. Ese hijo de puta le había devuelto a aquellos días de universidad que no creía extrañar, cuando iban a beber y a fumar mientras la música parecía explotar sus tímpanos.

Estar en Jersey era la mejor decisión que había tomado, no tenía dudas.

No obstante, si las tenía y muchas, con respecto a haber aceptado la invitación a cenar por parte de su novio.

El clima en Nueva York era terrible y Frank se arrepentía de su vestimenta, necesitaba un par de abrigos para sentirse cómodo y resguardado del frío y la lluvia que desde la tarde no había parado. Veía a través del cristal a su lado las calles transitadas pero a la misma vez tensas, así como estaba la situación entre Gerard y él en ese momento.

Se habían saludado con un beso que podía casi definir como frívolo, tanto que le hizo sentir el mismo frío en sus huesos que el que provocaba el viento que impactaba en su cuerpo. Veía a Gerard y se miraba tan diferente, había adoptado una actitud extraña, a él parecía hablarle con normalidad pero el trato que le había dado al resto de personas era diferente, si bien su jefe déspota y tirano nunca había sido del tipo que saludaba con besos y abrazos, al menos siempre trataba a los demás con cortesía y educación.

La plática durante la cena se había limitado a cosas relacionadas con la oficina. Frank había tratado de hablar sobre ellos pero en un punto cercano las palabras volvían al mismo rumbo, pasó lo mismo cuando mencionó a su familia y la Nochebuena. Y todo ello solo provocaba que su cartucho de paciencia y comprensión se agotara.

La comida cara le supo insípida al igual que el vino añejado, pero no tanto como lo que Gerard hizo y le terminó de volar la mente.

Habían pedido un postre para compartir y una taza de café para cada uno. Sin embargo, cuando el mesero les entregó las tazas, Gerard le llamó y su horrible actitud de mierda solo despertó en Frank aquel recuerdo que había olvidado porque le había perdonado de corazón pero que sí mismo jefe se había encargado de avivar. Aquella vez que le rompió el corazón al igual que las galletas que tanto amor había preparado para él.

Gerard había llamado al mesero para llamarle la atención de una manera muy fuerte, reclamando porque su café no estaba caliente como a él le gustaba y que le había dado una pésima atención.

Frank había visto el rostro del joven, triste y con lágrimas en los ojos, recogió la taza y se disculpó mientras se retiraba cabizbajo, viéndose a sí mismo como un espejismo, saliendo de aquella oficina con su corazón lastimado al igual que su dignidad. Recordaba perfectamente como se había sentido humillado y se preguntó qué clase de monstruo era a quién amaba. En ese momento sentía que no lo conocía y no quería estar más a su lado, comportándose así tan despreciable.

Quería comprenderlo, quería ayudar y apoyar a su novio pero volviendo a ser el de antes en una versión mucho peor, no era con quién Frank quería estar, a quién quería amar, a quién quería ayudar.

Gerard solo estaba demostrándole que amar dolía pero que dolía más la falta de interés de la otra parte.

No dijo nada porque sentía que una vez abriera su boca no iba a parar.

Se levantó de su asiento y tomó su chaqueta dispuesto a irse. Todo fue demasiado rápido que estaba seguro que Gerard, en su ego, no se había dado cuenta. Sin embargo, al pasar por su lado, el jefe le tomó de la muñeca y detuvo su rápido andar.

—Frank...

—Me voy —dijo decidido—. No puedo estar más contigo.

Vio la mirada de Gerard cambiar en un parpadeo pero no quería doblegarse, se soltó de su agarre y continuó caminando hacia la salida. Abrió la puerta y el clima helado atacó su cuerpo y estaba seguro que sus defensas de mierda iban a traicionarlo al día siguiente, así como continuaba haciéndolo su mente, recordándole aquella vez que enfermó y Gerard le cuidó, tan tierno y amoroso.

Y sentía su corazón destruirse en su pecho. No era justo sufrir tanto por amar a alguien.

Alzó su vista al cielo en busca de respuestas. Escuchaba su nombre a lo lejos pero no quería volver a ver. Sus ojos derramaron lágrimas que se confundían con las gotas de lluvia y los fuegos artificiales explotaron en el cielo.

La lluvia y sus propias lágrimas le dificultaban ver el espectáculo que había en el cielo pero las luces seguían ahí, contra el clima luchando por brillar y darle alegría a los que estaban celebrando el Año Nuevo con sus seres amados. La oportunidad que Frank había visto podía comenzar de nuevo con esa cena se había deshecho, Gerard se había encargado de ello.

Ya no quería disculparse más por cosas que no era culpa suya, tampoco quería sentirse culpable o temeroso de hacer o decir algo, ese no era él y su amado novio había estado empujándolo en ese vacío durante las últimas semanas. Ya no más.

Ver esos fuegos artificiales, le hizo caer en cuenta que sus tías, madre y abuela siempre habían tenido razón. A pesar de leer cuentos de princesas que le habían invitado a creer en el amor, ellas habían dicho que es mejor estar solo que mal acompañado. Él debía estar primero siempre, incluso que alguien más.

Supo también que el Frank del pasado tenía razón cuando pensaba que el amor era destructivo y que si lo ponía en una balanza iban a pesar más los contras que los pros. Su romance eterno solo había durado unos cuantos meses y se había desmoronado de pronto, no entendía el porqué ni las razones pero no podía seguir luchando por algo que estaba destruyendo su corazón.

La lluvia era su lugar seguro y favorito desde siempre, escuchar las gotas caer le calmaban y eran una fuente de escape. Ellas desde que tenía memoria eran sus confidentes y ahora iban a volver a serlo del momento en que le dijera adiós al amor verdadero con quien había soñado un día.

Bajó la mirada despacio y se giró para encontrarse con Gerard, viéndole de aquel modo que le enamoró desde la primera vez y no se resistió, tampoco pensó en hacerlo.

Se acercó a él y lo abrazó por el cuello, presionó sus labios contra los suyos, besándolo suave y profundo tratando de transmitirle a través de el cuanto lo amaba. Fue delicado, un contacto piel con piel, suavidad con suavidad. Un beso que iba a quedar guardado en la mente de ambos al igual que el calor de las manos de Gerard en su espalda en ese instante.

Y así todos los recuerdos que habían creado juntos. Eran un tesoro que Frank iba a cuidar por siempre.

—Frankie... —dijo Gerard despacio cuando sus labios se dejaron—. L-lo s-siento. Y-yo no sé q-que pasa c-conmigo...

Y a Frank le dolió escuchar aquello pero no podía dar vuelta atrás y traicionarse.

—Esto es todo, Gerard —dijo seguro de sí aunque por dentro su alma ardía de dolor—. Ya no puede haber un nosotros.

—¿Q-Qué...?

—Feliz año nuevo... —dijo y se separó comenzando a caminar en dirección contraria.

Volvió a escuchar su nombre ser gritado y le dolía como una penetrante herida lacerante justo en su corazón. Sabía que había prometido que cada vez que él dijera su nombre, estaría ahí; solo que ahora no podía.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top