Capítulo 4

La llamada de Ray le descompensó por completo. Por una parte, estaba feliz de que le hubiese conseguido las pasantías en la empresa que trabajaba, iba a ser una putada tener que hacerlas al mismo tiempo que su tesis, pero era un riesgo que tomaría por descuidado. Aun así, que Ray haya llamado y le dijera que tenía la entrevista a las tres de la tarde ese mismo día, le ponía nervioso porque no se había preparado nada.

En el taxi fue pensando qué decir cuando estuviera frente a frente con su —probablemente— futuro jefe ya que no era muy bueno improvisando y mucho menos pensando bajo presión. Además, como no lo conocía, le atemorizaba encontrarse con un viejo amargado que no le contratara y bueno... iba a ser para nada todo el viaje a New York.

Llegó al departamento y vio que faltaban veinte minutos para la una de la tarde. Corrió al baño a darse una ducha rápida, se afeitó, se cepilló los dientes y se quitó los piercings del labio y la nariz. Se miraba raro sin ellos, pero entendía que no podía ir luciéndolos. Le daba un poco de temor los tatuajes de las muñecas, pero esperaba que al ponerse la camisa se cubrieran un poco, al igual que el tatuaje que tenía en el cuello. Estaba pensando en tantas tonterías en vez de prepararse mentalmente para la entrevista que tendría.

Se miró al espejo una vez listo y se odió al instante. Parecía que había salido de la facultad de matemáticas o algo, absolutamente nada cercano a lo que él era. La corbata lo estaba ahorcando y el saco le daba demasiado calor. Lo que tenía que hacer para conseguir la maldita pasantía...

Salió del departamento corriendo, tomó un taxi para que lo llevara a la estación del metro y se subió en el vagón cerca de la una y treinta. Si algún ser supremo existía le tenía que tener un poquito de consideración, llegaría justo a las dos y treinta a New York, tomaría otro taxi hasta la empresa y llegaría quince minutos después de lo acordado con Ray. Se ganaría un regaño por parte de su amigo, pero al menos no llegaría tarde a la primera entrevista con su posible jefe.

Desgraciadamente, al mediodía, el tráfico de camino a New York estaba bastante pesado y Frank terminó llegando casi a las tres. El taxi también tardó en llegar al edificio de veinte plantas donde Ray trabajaba y bueno... al recibirlo en la planta de su oficina el moreno no lo vio de manera muy agradable.

—Cinco minutos antes de las tres —un jadeante Frank se tiró en su silla mientras intentaba recobrar el aliento.

—¿No se te ocurrió citarme a otra hora? Tenía que ser en hora pico de Jersey a New York.

—Yo no te cité, ni puse la hora. Ahora ve a refrescarte al baño, que ya tienes que subir —dijo parándose y abrochando su saco. Frank soltó un suspiro cansado, estaba odiando mucho a Ray.

Fue al baño a refrescarse, secándose la cara con papel toalla y se quedó observando su reflejo en el espejo. Los nervios se estaban haciendo presentes, y no había podido pensar en nada porque al ver que el metro no se movía rápido se preocupó más por no llegar a tiempo. La inseguridad se hacía presente a cada segundo que seguía transcurriendo y esa ansiedad también le provocaba náuseas. No quería cagarla, necesitaba el puesto y salir por fin de la universidad. Intentaba calmarse, respirar despacio, improvisar era lo único que le quedaba.

—¿Vamos? —dijo Ray, sacándolo de sus pensamientos y haciéndole caer en cuenta que el tiempo se había acabado.

—Sí, ahora voy —dejó la toalla en su sitio y caminó hasta la salida.

Ray se dio cuenta de sus nervios, pero no le dijo nada para no ponerlo peor. Caminaron juntos hasta el ascensor y marcaron dos pisos más arriba. El sitio de trabajo era más grande y había más cubículos llenos de gente trabajando. Al otro lado, se encontraba la oficina del jefe, no pudo verlo porque las persianas estaban abajo. Las manos le sudaban una barbaridad y la garganta la tenía demasiado seca, tenía demasiado miedo de joder su única oportunidad.

Ray tocó la puerta pidiéndole a Frank que esperara a un lado suyo, pero el jefe no era la persona más puntual de todas, pues les tuvo esperando cinco minutos fuera, hasta que se dignó a abrir para atenderles.

—Disculpa la demora, estaba cerrando negocios. ¿Dónde está? —dijo el jefe, Ray tomó de los hombros a Frank y lo puso frente a él—. Aquí está el muchacho del que te hablaba.

Frank se sintió mareado cuando vio que su jefe no era específicamente el viejo amargado que pensó que iba a ser, sino que su sorpresa fue más grande al ver al guapo hombre frente a él. No quiso ser inoportuno ni quedarse mirando más de la cuenta —aunque eso era bastante difícil de hacer—, así que solo le extendió la mano saludándolo. Gerard la tomó y el suave tacto de su piel nívea le descolocó de inmediato.

Muy bien, el jefe le hacía sentir cosas extrañas.

Le dejó pasar y le indicó que se sentara frente a él. Gerard caminó hasta su puesto y empezó a teclear cosas en el computador, ignorándolo totalmente, por lo que Frank empezó a mirar a su alrededor esperando a que el jefe empezara con la entrevista.

—¿Y bien? Estoy esperando... —dijo Gerard, Frank le miró confundido.

—¿Perdón?

—Estoy esperando a que comiences.

—Uh... n-no estoy comprendiendo... —Gerard giró los ojos.

—Empieza hablando de por qué quieres este puesto, tus capacidades laborales, lo que sabes hacer, etcétera... ¿Nunca has estado en una entrevista antes?

—O sea, sí, pero nunca de esta manera —dijo intentando no sonar tan agresivo, Gerard enarcó una ceja con seriedad.

—¿Y? Sigo esperando... ¿Ray envió tu CV a mi correo?

—Uh, creo que sí —dijo dudoso.

—¿Siempre eres así de inseguro? —preguntó ya algo fastidiado—. No sé si eso sea algo a tu favor.

—Lo siento mucho —los grandes ojos verdes de Gerard se clavaron en Frank, expectante ante lo que iba a decir, pero con esa capacidad de poner nervioso al otro muchacho, lo cual no le estaba ayudando tanto.

—En tu CV dice que una de tus competencias es la habilidad en análisis de datos matemáticos y estadísticos.

—Sí, así es...

—Entonces eso quiere decir, que si yo te doy la computadora —dijo tomando la laptop y poniéndola frente a Frank—. Y te pongo ese ejercicio del balance general de la empresa, que no cuadra con el resultado que debería dar, tú eres capaz de resolverlo sin problemas.

El muchacho de ojos pardos estaba gritando y tirándose de los pelos por dentro. No porque no fuera capaz... sino porque no se le daba tan bien y si lograba resolverlo tardaría una eternidad.

—Por supuesto —contestó sentándose derecho frente al computador y observando el desastre que Gerard le entregó.

—Tengo una reunión a las tres y media, si hubieras hablado desde el principio ya estuvieras terminando de resolver el problema. Así que te quedan menos de quince minutos —dijo y procedió a pararse de su silla dejando solo a Frank dentro de su oficina para que pudiera hacer lo que le pedía.

Frank suspiró derrotado, se encontró con una verdadera piedra en el zapato.

Si bien no entendía del todo el ejercicio, revisó un par de veces los números puestos y parecía todo estar bien. ¿Entonces por qué no cuadraba? Cambió algunos números y utilizó otras fórmulas que se le ocurrían así de la nada, estaba muy harto y maldijo el día en que se le ocurrió estudiar economía en vez de psicología como tenía pensado. Aun así, intentaba guardar la calma y centrarse en resolver ese problema.

Al cabo de unos minutos Gerard volvió a la oficina a ver cómo iba el nuevo pasante. Caminó hasta su silla y se tumbó ahí, sin mirar a Frank y comenzó a escribir en su celular.

—¿Cómo vas? —preguntó—. Solo te quedan cinco minutos.

—Sí, lo sé... estoy terminando —dijo sin siquiera encontrar el verdadero error en la fórmula.

—Si no terminas a las tres y media, te quedas sin pasantías.

—Ya termino —contestó levantando su mirada y conectando sus ojos con los de Gerard.

Volvió su mirada al computador, volvió a revisar el ejercicio y encontró el error donde no lo había visto antes. Un maldito signo, un puñetero signo. Quería morirse en ese momento.

—Listo —dijo entregando el computador y suspirando más tranquilo.

Gerard revisó el balance nuevamente y efectivamente estaba resuelto. Era el mismo ejercicio donde él tuvo problemas y que un estudiante de economía lo haya resuelto casi sin dificultad, le daba un poco de rabia.

—Bien —cerró el computador y se dirigió otra vez a Frank—. Aún no respondes mis preguntas.

—Uh... lo siento me quedé en blanco en ese momento. Pues, yo siempre he tenido el ojo puesto en esta compañía, sé que es muy reconocida en todo el país y de manera internacional. Estoy consciente que es casi imposible obtener una pasantía aquí, pero de la misma manera estoy seguro que puedo demostrar lo que soy capaz de hacer si se me da la oportunidad que-

—No, dime la verdadera razón por la que quieres trabajar aquí. —Gerard le miró seriamente—. No me vengas con palabrería barata, eso no me sirve.

—Pero...

—Sé honesto, lo digo en serio. —Frank suspiró derrotado.

—Dejé acumular mis prácticas hasta este momento. He tenido dificultades durante los semestres y no pude hacerlas cuando debía.

—¿Y por qué no fuiste a otro sitio?

—Porque no sé dónde ir.

—Y no viste otro lugar que aquí...

—Soy consciente de la nula oportunidad que existe de ser pasante aquí, pero realmente lo necesito, no puedo graduarme sin cumplir mis horas. Estoy dispuesto a hacer el trabajo que ustedes me pidan, de eso estoy seguro.

—¿Incluso si es ir a comprarme un café al Starbucks que queda a cuatro cuadras de aquí? —Frank quiso ahorcarse, claramente lo estaba probando y a ese punto ya no le importaba arrastrarse si eso era necesario para obtener el puesto.

—Es lo que suelen hacer los pasantes —dijo calmado, pero con todo el enojo por dentro consumiéndolo.

—Bien... voy a necesitar contactar con el gestor o gestora de tu universidad para arreglar todos los papeles. Comienzas mañana a las diez. Te van a ubicar en el cubículo que está vacío frente a mi oficina y no solo vas a trabajar conmigo, sino con Ray y otro compañero más. Vas a tener que ayudarnos en todo, y cuando no tengas qué hacer, te tocará buscar algo en qué ocuparte. Si yo te veo dando vueltas sin hacer nada, lo pongo en tu reporte, si haces algo que no va con las políticas de la empresa lo pongo en tu reporte y estás despedido. ¿Entendido?

—Sí, señor Way, lo entiendo todo.

—De acuerdo. Mañana a las diez, ni un minuto más.

—Está bien, señor Way. Muchas gracias —dijo estrechando su mano y levantándose de la silla.

Contuvo su emoción hasta que regresó a la oficina de Ray, donde le saltó encima envolviéndolo en un abrazo. Estaba demasiado feliz, por fin podía respirar tranquilo.

Volvió a Jersey en la noche, solo llamó a su madre cuando llegó a su departamento a decirle que había obtenido el puesto que necesitaba en la empresa donde Ray trabajaba. Ella lo felicitó y bueno, después cada una de sus tías y hasta su abuela le dijeron lo orgullosas que se sentían de él y de los logros que estaba obteniendo. Aunque si ellas supieran el contexto de todo, no se alegrarían tanto por él, sino que se llevaría un buen jalón de orejas por descuidado y vago.

Dejó el traje que usaría la mañana siguiente, listo para vestir. Se dio otra ducha y luego se acostó en la cama a revisar sus mensajes, Jared le había contestado casi cuatro horas después del último mensaje que le envió, diciéndole específicamente que no la cagara y que se enfocara en las cosas que tenía que hacer, además que lo quería mucho y que le deseaba mucha suerte en su primer día.

Cerró los ojos quedándose dormido... esperando que los buenos deseos de su familia y amigos se hicieran realidad. 

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