Capítulo 35
Adam había desarrollado una absurda cacería en contra de Frank, la cual no había pasado desapercibida para el pasante, pero éste simplemente trataba de ignorarlo. No merecía ni la pena mucho menos que le dedicara un poco de sus pensamientos, después de todo, a como le había comentado Bob, ese tipo tenía cierto problema con todo el mundo, vigilando, haciéndose el gracioso y tratando de meterse en donde nadie lo llamaba.
Encontrarlo en el pasillo casi siempre que salía de la oficina de Gee era sin duda lo que en verdad le calentaba, se sentía acosado en ese aspecto, pero gracias al cielo al fin era viernes y por los siguientes dos días no tendría que ver su estúpida cara por doquier.
Frank se había guardado todo ese asunto para él; Ray nunca le había comentado nada acerca de él y Gerard tampoco, así que no veía motivo para hacer un drama sobre eso, simplemente iba a ignorarlo hasta donde más pudiera, algún día se iba a aburrir de hacer de bufón en la empresa, porque podía tener un buen cargo y ser jefe, pero entre los mismos trabajadores de la empresa hablaban de él y de sus malos modos, en especial de sus chismes.
—¿En qué piensas, enano? —la voz de Ray le sacó de sus pensamientos.
—En que necesito vacaciones.
—Yo también. Tengo pensado ir a pasar las festividades en casa de mis padres y llevaré a Mikey conmigo.
—Ni me digas, Toro. Queda como mes y medio para Navidad y Año Nuevo y para esos días ya habré terminado mis pasantías.
—Mierda, Frankie, es cierto. Seis meses han pasado demasiado rápido.
—En especial cuando se es un amigo de mierda que cambia a sus amistades por un culo flacucho…
—Recuerdo tu primer día aquí —dijo ignorando sus comentarios.
—No seas hipócrita, para empezar, ni siquiera querías ayudarme.
—Hey —reclamó ofendido—. Si quería ayudarte, lo sabes, pero creo que ahora, con el tiempo que llevas aquí, también sabes que es difícil entrar a este lugar.
Frank le dedicó una rápida mirada y se encogió de hombros, era cierto, pero no le iba a dar la razón a Ray, no cuando ese afro le debía tantas charlas, salidas y muchas cosas más.
—Da igual, eso no cambia las cosas —dijo.
—Vamos enano, no seas orgulloso —bromeó—. Tengo una idea.
—¿Qué?
—Salgamos esta noche, vamos a beber unas cervezas y no sé… nos ponemos al día, ¿quizás?
—¿Qué eres? ¿Una señora cincuentona? Mejor deberíamos ir a tomar el té.
—No jodas, Iero. ¿Lo tomas o lo dejas?
—¿Solo tú y yo? No quiero ver a ese flacucho ahí.
—Mikey no irá, te lo prometo.
—Mmm —estuvo a punto de responder cuando recordó que tenía planes para con Gee esa noche, primero debía hablar con él al respecto para decirle que lo dejaran para el día siguiente—. Te confirmo antes de las cuatro, ¿vale?
—¿Por qué?
—Jared me había escrito por la mañana, quería ir al cine, pero le diré que si podemos dejarlo para mañana —mintió con descaro, pero su respuesta dejó tranquilo al moreno que solo asintió.
Después de aquello la amistosa charla se convirtió en asunto de trabajo y no hubo más oportunidad para seguir conversando, había muchos proyectos que debían ser enviados a la oficina central en Tampa para su aprobación antes que finalizara el año y con lo de la preparación del congreso donde se daría a conocer el ascenso de Gerard, la agenda de todos se veía muy comprometida realmente.
Frank lo confirmó de la manera más horrible cuando le tocó salir de la oficina de Dallon casi a las seis de la tarde. Después del almuerzo se había reunido con Ray y Dallon en la oficina del ojiazul y las horas se habían ido volando entre expedientes, documentos legales y gráficas aburridas. No había duda que ese día le tocarían un par de horas extras no planeadas y que en definitiva su plan de pasar la noche con Gee se iba a ir al carajo, sobre todo porque no había tenido la oportunidad de ver a su novio en todo el día.
El pasante, aún con unos informes por terminar decidió posponer un poco su trabajo, aprovechando que estaba libre de dos de sus jefes, aunque no estaba seguro cuánto tiempo iba a estar fuera de las garras de Ray, y fue a la oficina de enfrente. Ya no quedaba nadie más que él en los cubículos, razón por la cual no se entretuvo en tocar la puerta, solo giró el pomo y empujó la puerta.
Iero sintió que el alma se iba de su cuerpo al ver la imagen ante él, nunca lo hubiese imaginado. Escuchaba la voz de su tía Marie en su subconsciente, recordándole que siempre debía tocar una puerta antes de entrar mientras que su corazón sentía pequeñas agujas, tan delgadas que parecían imperceptibles pero que a su vez lo lastimaban terriblemente.
—Lo siento, señor Way. Venía a algo urgente y olvidé tocar la puerta —recitó como si hubiese aprendido aquello. La mirada de Gerard sobre él, sus ojos asustados y esa sonrisa pintada en los labios de Adam, los que acababa de descubrir apunto de besar los de su novio, le hicieron sentir unas profundas ganas de vomitar—. No quise interrumpir…
Frank mencionó aquello último en un susurro y sin esperar nada más se dio la media vuelta y cerró la puerta detrás de él. No quería verle la cara de Gerard porque sabía que no iba a ser fuerte para enfrentar esa situación, se iba a romper frente a él y no estaba dispuesto a eso. Se tragó el nudo en la garganta y apretó los ojos con fuerza para evitar llorar… quizás era un malentendido, pero de momento no quería saber las explicaciones.
Se dirigió a paso rápido hasta la oficina de Ray y se aseguró de poner su mejor careta de me vale un carajo la vida antes de entrar. Iero simplemente deseaba desaparecer y dejar de sentir esa inquietud tan grande dentro de su pecho. Por su mente pasó la idea de que su comportamiento pudo haber relatado su relación con Gerard, pero se deshizo de esos pensamientos; él no tenía culpa de nada ni siquiera de haber descubierto esa escena.
—Frankie, ¿qué pasa?
—Estoy harto de tanta mierda, Ray, vámonos.
—Pero…
—Continuamos mañana. Siento que mi cerebro está frito y no da para absolutamente nada más.
—¿Sabes qué? Tienes razón, yo también estoy harto. Ha sido una semana de mierda.
—Ves… También recibí un mensaje de Jared, estaba bien con cancelar el plan.
—De acuerdo. Entonces, terminaré unos pendientes y nos vamos.
—Ray.
—Quince minutos, enano y nos vamos a la mierda.
Frank le miró con los ojos entrecerrados por un rato, pero no le quedó de otra más que asentir y confiar en la palabra de su mejor amigo, no es que fuese cien por ciento leal, pero a veces cumplía y de momento era el único que lo podía salvar del torbellino que se acababa de desatar en su vida.
El pasante después de acordar algunas cosas con Ray se retiró a su cubículo para recoger sus cosas y bajar al estacionamiento para esperar a su amigo ahí. En su camino se encontró con Adam, que le sonrió cordialmente y continuó su caminó hasta su oficina al final de ese pasillo, tan fresco y descuidado como siempre. Y por más que trató de evitarlo, no pudo. No pudo dejar de lado ese pensamiento invasivo que le carcomía con múltiples porqués, no entendía una mierda de lo que había sucedido, pero solo de recordarlo sentía que se volvía a caer a pedazos, cada vez más doloroso.
La imagen de Gee recargado contra su silla con Adam de pie a su lado, pero inclinado lo suficiente sobre él, apunto de besarlo. No entendía nada, no había manera que hubiese malinterpretado eso, si él no hubiese entrado, Frank estaba seguro que se hubiesen besado. Sabía que Gerard le quería, pero con todo lo que había pasado en los últimos días entre ellos y lo que acaba de ver, ya no estaba tan seguro.
Trató de recoger todo lo más rápido que pudo para no ver a Gerard, no quería hacerlo. Necesitaba una explicación por supuesto, pero no en ese momento. Sin embargo, su rapidez no funcionó puesto que de pronto la puerta de la oficina de enfrente se abrió. Iero trató de mantenerse enfocado terminando de guardar los documentos en sus portafolios, pero la mirada intensa sobre él no le permitía actuar con normalidad.
—Frankie… —escuchó.
—No —se escuchó a sí mismo responder, lleno de rabia. Gerard no tenía ningún derecho a besarse con alguien más y después llamarlo por su nombre de ese modo.
—E-escuchame por… f-favor.
—No Gerard, no voy a escucharte. —Se levantó dispuesto a irse, pero Gerard se lo impidió poniéndose de frente a él.
***
Como de costumbre, había sido un día difícil para Gerard. Estaba cansado, aburrido y con tanta ansiedad que su cabello se caía por montones y uñas casi no tenía de tanto morderlas. Cada día que pasaba solo confirmaba que Adam estaba en su vida con el único propósito de joderlo; lo tenía harto con sus comentarios y su atrevimiento de querer estar en su oficina cuando quería.
En la empresa todos sabían lo que había pasado entre ellos y aunque a Gerard le importaba un culo el qué dirán, no podía evitar preocuparse por eso, ya que con la actitud de Adam hacia su persona y la cercanía que éste fingía tener con él, empezaban a haber rumores, Gerard lo sabía y no quería que llegaran a Frank. Pero era un puto cobarde sin huevos que no se atrevía a decirle nada.
Esa noche, Gerard había planeado salir con Frank, quizás al fin ir al cine y ver una película. Necesitaba distraerse y despejar su mente; y necesitaba también tiempo con Frank. Extrañaba besarlo, tenerlo entre sus brazos y escuchar su dulce voz y tristemente no había tenido la oportunidad de verlo en todo el día. Quizás por eso fue que se alegró cuando pasadas las seis, la puerta de su oficina se abrió.
No obstante, su sorpresa no fue grata al ver que quién estaba ahí era Adam y no Frank.
—¿No era a mí a quién esperabas? —preguntó burlón ante el cambio de actitud de Gerard.
—¿Necesitas algo? —respondió con otra pregunta, pero no obtuvo respuesta.
Adam se dedicó a dar vueltas por la oficina, hablando sin parar sobre relaciones entre empleados y cosas que Gerard sabía eran estúpidas pero que él lo estaba diciendo con el firme propósito de joderlo, de tratar de confundirlo y presionarlo para que le dijera que había entre el pasante y él. Gerard estaba cansado del juego del gato y el ratón así que le interrumpió y trató de echarlo de la oficina, pero Adam lo tomó desprevenido, acorralándolo contra su propia silla. Lo dejó prisionero de su mente en la cárcel de los recuerdos de su vida pasada con él. Ese maldito sabía cómo dominarlo y no estaba perdiendo la oportunidad.
—Yo sé que todavía me amas, Gee. Déjalo… —dijo muy suave, cada vez más cerca de los labios de Gerard que solo estaba paralizado—. Deja a ese pasante y vuelve conmigo…
Lo que sucedió enseguida fue como despertar de una pesadilla, pero darse cuenta que estaba en una mucho peor. Frank había entrado a la oficina y le había visto en aquella posición tan desagradable. Solo en ese momento y al ver el dolor y la decepción en la mirada ajena, Gerard se dio cuenta de cómo estaba jodiendo todo por dejarse llevar en ese juego.
Frank no tenía por qué disculparse, tampoco tenía por qué marcharse. Él que tenía que hacerlo era Adam, largarse de su vida para siempre.
—No veo porque lo niegas aún. Se nota que está loco por ti, bebé —comentó Adam después que Frank cerró la puerta—. ¿O es acaso algo platónico?
—Adam, vete —pidió.
—Pero mi amor, la estábamos pasando tan bien…
—¡Vete a la mierda! —exigió. Las manos comenzaban a temblarle y el corazón a latir desbocado en su pecho. Necesitaba ir con Frank y la actitud de Adam, tan burlesca no hacía más que hacerlo sentir peor.
—De acuerdo, bebé, te dejaré, pero esta charla no ha terminado.
Apenas el hombre rubio salió de la oficina, Gerard lanzó todo lo que estaba sobre su escritorio al suelo y se jaló el cabello desesperado. No podía ser, no era justo que le pasara eso. Necesitaba arreglar todo, necesitaba decirle a Frank que no había pasado nada, pero no sabía cómo hacerlo sin romperse, no cuando la ansiedad lo está consumiendo desde lo más profundo.
Con el poco valor que había en él se levantó y salió de la oficina encontrando a su pasante en su cubículo, guardando las cosas a toda prisa y sin levantar la mirada aun sabiendo que él estaba ahí frente a él.
—Frankie.
—No.
—E-escucháme… por f-favor…
—No, Gerard, no voy a escucharte —dijo y se levantó dispuesto a irse, pero Gerard se colocó frente a él y lo tomó de los hombros—. Suéltame.
—S-solo escúchame. L-lo que v-viste…
—Lo que vi está muy claro, Gerard.
—No, Frankie.
—Ya te lo dije. No quiero escuchar nada.
—¿Por qué no me dejas explicarte?
—Porqué me resulta tan hipócrita de tu parte que estés aquí, tratando de explicarme algo, porque te vi. ¿Qué hubiese pasado si no entraba a esa puta oficina? ¿O ya ha pasado antes? —escupió con rabia—. Tantas veces te he preguntado que tienes en las últimas semanas y nunca respondes nada o no quieres hablar.
—N-no es eso…
—Es que nada. Estoy muy molesto contigo, Gerard. Me siento traicionado y no quiero escucharte en este momento, y tampoco es el lugar para hacerlo —dijo y finalmente se soltó de su agarre.
Gerard se quedó ahí de pie, lleno de frustración porque quería decirle tanto, pero no podía; el cuerpo no le respondía para correr detrás de él y recuperarlo, que el mundo se fuera a la mierda, pero no perder a Frank. Solo que en ese momento no hizo más que encerrarse en su oficina de nuevo y se dejó consumir por la rabia y el enojo.
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