Capítulo 34
Frank no era para nada tonto, no obstante, estaba tratando de hacer todo lo posible por conservar la estabilidad y un trato sano en su relación con Gerard. Esa era la razón principal por la que lo miraba así de sonriente mientras el mayor luchaba por atar de manera correcta el nudo de su corbata.
—¿Quieres que te ayude? —preguntó acercándose a él—. Soy bueno haciendo nudos...
Gerard sonrió y se dejó hacer. Siempre era una batalla para él tener que atar el nudo de su corbata, no importaba cuanto tiempo llevara haciéndolo, no había manera que sus manos aprendieran el turco sin pasar por un largo proceso.
—Gracias, bonito —musitó el jefe cuando el pasante terminó de manera ágil de hacer el nudo y ajustarlo suavemente contra su garganta. Envolvió a Frank entre sus brazos desde la cintura y juntó sus frentes—. Quisiera quedarme así contigo, sin tener nada que hacer.
—Gee, pasamos juntos el fin de semana sin nada que hacer —respondió con una cálida sonrisa, aunque su mente divagaba por los múltiples escenarios anhelantes que tenía, en donde se veía a sí mismo con su novio tomado de su mano mientras caminaban por la playa con sus perras y el crepúsculo como testigo de su amor. El pasante sabía que estar dando tanto no era bueno, pero quería que Gerard se sintiera bien, quizás en poco tiempo, cuando terminara sus pasantías la relación de ambos podría dar un paso más y volverse más sólida y prosperar; aunque todavía debía hablar de ello con él—. Además, tú tienes que llegar temprano hoy. Recuerda la reunión de las 7.30 de la mañana.
—Cambiaría todas las reuniones del mundo por estar contigo —respondió haciendo un puchero.
—Yo también las cambiaría, estar conmigo es uno de los mejores placeres de la vida —bromeó haciendo sonreír al mayor.
—Te amo, Frankie.
El pasante suspiró para sus adentros y se dejó llevar, besando con suavidad los labios de su novio. Tan solo masajeándolos entre ellos hasta sentir como se humedecían por sus salivas y la punta de la lengua traviesa de Gee que le acariciaba el metal en su labio inferior. Pronto Gerard lo atrajo más hacia él y sus manos comenzaron a descender peligrosamente por su espalda baja hasta estar sobre sus glúteos, apretando la carne y obligándolo a gemir dentro del beso.
Los ladridos de Kutsy y Bucket los obligaron a separarse. Las perritas habían entrado a la habitación corriendo y empujándose entre ellas para llegar primero hasta donde Frank. El pasante se giró y abrió los brazos para que ellas se pararan en dos patas y él pudiera abrazarlas.
—Que buenas nenas. Pórtense bien y no sigan mordiendo la mesita de la sala, sino no iremos a pasear esta tarde —dijo y Gerard se rio.
—Cariño, ellas van a dejar de hacer eso hasta que la mesa sea una astilla. Ya lo acepté.
Frank iba a protestar, pero no había nada que pudiera decir en defensa de sus perras, Gerard tenía toda la razón. No hubo más tiempo para seguir conversando puesto que Gerard recibió una llamada de Ray, recordándole lo de la reunión, iba a ser por zoom solo con los jefes de la empresa y no podía darse el lujo de unirse tarde, no cuando la reunión iba a tratarse de una nueva reorganización en el personal.
Con un tanto de pesar, terminaron de arreglarse y emprendieron el camino hacia la empresa. En una cafetería no muy lejos del departamento de Gee, él se detuvo a comprar café y pastelitos de piña para desayunar. No iba a decírselo a Frank, pero estaba comenzando a sentirse demasiado ansioso. Le sudaban las manos y un leve temblor empezaba a extenderse por todo su cuerpo, se tranquilizaba por instantes y luego su corazón parecía simplemente saltar al vacío.
Normalmente no se pondría tan mal con una reunión con sus superiores, mucho menos cuando ésta fuera, pero virtual. Sin embargo, Adam había vuelto a su vida y de una u otra forma su mente lo obligaba a pensar en cualquier tipo de situaciones en las que Adam pudiera involucrarse solo por causarle daño. Él le había jodido la vida y ahora, tanto tiempo después y cuando había encontrado una nueva razón para sonreír, había aparecido de nuevo en su vida para seguirlo jodiendo.
Y luego estaba Frank, que le miraba con una sonrisa desde dentro del coche, tan inocente de toda la mierda que Gerard le ocultaba.
Bebió un trago de su café caliente y tomó valor para volver al coche y continuar fingiendo al lado de su novio que todo estaba perfectamente bien, aunque no era del todo mentira; el fin de semana junto a él, sintiendo su calor, bebiendo de sus besos y escuchando su risa bonita, le habían ayudado a sentirse mejor. Pero cuando le tocaba alejarse de él y enfrentar la realidad, sentía que se caía a pedazos y, además, sentía lo único que podía hacer era arruinar las cosas, creando caos con su sola presencia, era así hasta que Frank volvía a él y detenía el torbellino que lo azotaba.
—Gee, ¿me estás escuchando?
—Lo siento, cariño. Estaba pensando.
—¿Estás bien? Estás un poco pálido.
—Sí, estoy bien.
—De acuerdo —respondió Iero no tan convencido—. Te decía que me envíes un mensaje después de la reunión, así puedo ir contigo y me cuentas las nuevas.
—Claro, Frankie. Lo haré.
La despedida después del corto intercambio de palabras fue igual de escueta. Frank sabía que algo no estaba bien con Gee, el cómo cambió su actitud de un momento a otro le preocupó y aún más cuando lo vio pasar delante de su cubículo hacia la oficina con su semblante sombrío y perturbado. Quizás los demás no lo notaban porque Gerard solía ser siempre él tipo más apático del mundo en la oficina, pero él sí lo sabía.
Su preocupación se esfumó por un momento cuando cierto rubio apareció por su lugar y le pidió que lo acompañara a la cafetería. El tiempo se le fue volando hablando con Bob al principio y luego explicando sobre ciertos informes que se habían realizado la semana pasada en conjunto con la supervisión de Dallon y del nuevo enviado de Tampa. Bob le confesó en ese momento que ese Adam no le daba buenas vibras, parecía como si todo el tiempo estuviese espiando a las personas a su alrededor y tenía una actitud súper horrible, creyéndose mejor que cualquiera.
Iero no pudo estar menos de acuerdo, él también lo sentía de esa manera y no le daba ninguna buena vibra a ese sujeto. Pero, no le importaba en lo más mínimo, mientras no se metiera con él, no era ningún problema en su vida.
***
El reloj en la pantalla del computador marcaba las diez con quince minutos cuando Frank volvió a su cubículo, conversar con Bob siempre hacía que el tiempo transcurriera velozmente. Esperaba que nadie lo hubiese buscado durante todo ese tiempo porque tampoco había llevado su teléfono consigo; para su fortuna no tenía más que un mensaje por Hangouts, de parte de Gerard, el cual únicamente decía: ¿puedes venir?, y había sido enviado diez minutos antes. Decidió no responder y solo tomó un montón de papeles al azar y se dirigió a la oficina de enfrente.
Dos golpes en la puerta y giró el pomo para entrar a la oficina, todo estaba en silencio y Gerard estaba sentado en su cómoda silla giratoria, dándole la espalda a cualquiera que entrara mientras, Frank suponía, estaba viendo el cuadro de las manos unidas en la pared.
—Gee —le llamó con suavidad y tomó asiento en una de las sillas frente al escritorio, dejó los papeles sobre la mesa y se acomodó—. ¿Qué tal estuvo la reunión?
El silencio que le siguió a su pregunta le inquietó y cuando estuvo a punto de formularla nuevamente su novio se giró, mantenía las manos enlazadas frente a sus ojos y los codos apoyados e n los reposabrazos. Se vieron a los ojos durante una eternidad, contemplando simplemente el reflejo de ellos en las miradas ajenas; mantuvieron el contacto hasta que Gerard bajó las manos lentamente y le regaló a Frank una pequeña sonrisa.
—Te juro que me estás asustando mucho en este mismo instante —confesó y Gerard se rio con un poco más de fuerza.
—Estoy muy emocionado, Frankie, lo siento —dijo y se levantó de su lugar caminando hasta rodear el escritorio y sentarse sobre la manera mientras mantenía una de sus piernas anclada en el suelo—. Cariño, me han dado un ascenso.
—¿Qué? ¿En serio? ¡Wow, amor! ¡Me siento muy feliz por ti! —dijo con verdadera emoción—. Tu más que nadie lo merece.
—Gracias, bebé. El nombramiento va a ser televisado durante un congreso en dos semanas.
Mientras Gerard hablaba, Frank le miraba con atención. Podía percibir lo emocionado que estaba, pero había algo en su mirada que lo inquietaba, sus ojos no tenían ese brillo especial que se apoderaba de ellos cuando algo lo ponía demasiado feliz pero el pasante no quería joder el momento y preguntar algina cosa tonta a la cual quizás él le estaba dando demasiada importancia. Por el contrario, tomó entre sus manos, las suaves del artista y depositó un beso en cada una de sus palmas.
—Esto merece que lo celebremos en grande, entonces.
—Creo que sí...
—Por supuesto que sí, amor. Estoy muy orgulloso de ti.
Gerard sintió que sus mejillas se teñían de rojo y ardían un poco al percibir la mirada de Frank sobre él, mirándole de manera profunda con esos ojos avellanas que tanto le gustaban. Se inclinó para besarlo, pero algunos golpes sobre la puerta les hicieron separarse abruptamente, sin embargo, a Gerard no le dio tiempo de levantarse de su lugar.
—Oh, lo siento, no fue mi intención interrumpir —dijo con descaro el visitante, desviando su vista entre Gerard y Frank, una y otra vez.
Way se tensó en su lugar. No podía ser posible que Adam le hubiese visto de aquella forma con Frank, de todas las personas que podían descubrirlos tenía que ser precisamente él, esa debía ser alguna burla del destino en contra suya.
—No se preocupe, ya he recibido las instrucciones del trabajo que debo terminar para esta tarde. Estará en sus archivos antes de las 3, señor Way —dijo Frank, disimulando demasiado bien. Se levantó y tomó sus papeles para marcharse inmediatamente de ahí—. Con permiso.
Apenas la puerta se cerró, Adam se adentró más en la oficina. Gerard lo conocía demasiado bien y sabía que iba a joderlo con lo que acababa de ver, podía sentir sus palabras burlescas y su risa hipócrita y no quería escucharlo. Quería gritarle que se largara de su vida para siempre pero su cuerpo no quería responder y una parte de su mente, la que siempre había sido manipulada por él, quería doblegarlo y hacerlo ceder.
—¿Qué quieres? —terminó diciendo.
—Venía a saludarte, Gerard. Nuestro nuevo socio corporativo... —dijo.
—Ay, por favor.
—En serio, pero como puedo ver ya se me habían adelantado para venir a felicitarte. Tus gustos han cambiado, Gee.
—No digas estupideces y si no tienes más que decir, vete. Tengo mucho trabajo —mencionó comenzando a sentirse ansioso de nuevo, no podía mover sus piernas y el corazón le palpitaba velozmente, pero no quería demostrarlo.
—Ese niñato no es como yo, Gee, no va a aguantar toda tu mierda y pronto terminará dejándote.
—Cállate. El pasante no es nada mío —dijo con la garganta seca.
Adam le vio con burla y no dijo nada más; él también conocía a Gerard perfectamente y algo estaba ocultando con respecto a ese tal Frank, y no importaba que tanto lo negara o cuánto tiempo le tomara a él, iba a descubrir que era. Sonrió socarronamente y salió de la oficina dejando a Gerard ofuscado y sin ninguna pizca de la alegría que había tenido momentos antes.
Gerard tomó un adorno de su escritorio y lo lanzó con fuerza contra su puerta, se sentía lleno de odio, desprecio y con tantas ganas de simplemente desaparecer del mundo. Adam no tenía derecho de joderle tanto la vida, él nunca había hecho nada en su contra más que amarlo y entregarlo tanto como había podido. Pero ahora estaba ahí, destruyéndolo de una nueva manera, Way había visto en esos ojos pequeños y oscuros que era el inicio de algo mucho peor.
Sintió ganas de arrojar más cosas y destruir toda la oficina, pero no podía, debía mantenerse tranquilo y evitar los problemas al máximo, sino su ascenso podría ser afectado. Quería burlarse de sí mismo por la satisfacción ridícula y vacía que sentía con el anuncio de su nuevo cargo; él nunca había querido nada de eso, pero ahí estaba una vez más, cumpliendo con los caprichos que Donna le había impuesto.
No era más que un pequeño animal asustado y herido que toda la vida había vivido para complacer a alguien más y cumplir con sus estándares antes que sentirse bien consigo mismo. Y cuando por fin miraba una pequeña llama de felicidad verdadera en su vida, el pasado volvía para volverlo a arrastrar a la soledad, destruyendo todo a su alrededor.
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