Capítulo 33
Cuando Ray le comentó que en unos días el personal proveniente de Tampa llegaría a New York, Gerard quiso desaparecer del mundo. Desde que supo de la noticia, no había estado muy bien que se pueda decir. La ansiedad le había invadido todos esos días y como resultado, estuvo irritable, fastidioso y alejado de todos. Casi no estaba cerca de Frank y había estado evitando quedarse a dormir en su casa o viceversa porque necesitaba espacio para pensar. Aún no sabía qué hacer con respecto a Adam y quizás otra persona le diría que no le hiciera mucho caso, que siguiera como si nada porque él encontró su verdadera felicidad en Frank, pero aun así se sentía intranquilo.
Y el pasante no era tonto, sabía que algo le pasaba a su novio porque, aunque Gerard se comportara raro muchas veces, no solía ser tan misterioso y alejado desde que comenzaron a salir. No quería dudar de él, pero se sentía muy intranquilo debido a su repentina actitud.
Esa mañana específicamente se encontraron en la empresa después de solo haber conversado un poco la noche anterior. Frank entró súper alegre a la oficina del jefe y corrió a besarlo cuando lo vio, pero Gerard no estaba muy contento de verlo. No le correspondió al beso y casi no le prestó atención a lo que pasaba y cuando Frank estaba a punto de reclamar, tocaron la puerta. El pasante tuvo que tragarse su enojo y cambiar su semblante cuando vio a Dallon en la puerta porque lo buscaba a él. Entonces se lo llevó no sin antes decirle a Gerard que tenía que estar presente en la incorporación del nuevo personal que venía de la otra sede de la empresa en Florida.
Gerard vio a Frank irse con Dallon y se sintió culpable de no ser el mismo, pero ni siquiera tenía ganas de estar ahí en ese momento y no podía ocultarlo, mucho más sabiendo que tendría que hacerle frente a los fantasmas del pasado. Aun así, tomó valor suficiente para ponerse el saco nuevamente y caminar a la sala de sesiones de la planta baja. Caminaba despacio, sin ganas de llegar. Veía a sus demás compañeros caminar al mismo sitio y no estaba muy seguro de lo que pasaría, pero ese gramo de valentía que se apoderó de él, lo hizo acelerar el paso y llegar a la sala justo cuando iniciaba el evento. Solo se quedó de pie cerca de la puerta y tomó asiento. Llevó su mirada al frente y pudo verlo… En dos años no había cambiado mucho, a decir verdad. Solo se había cortado el cabello y su barba se había ido, pero esa esencia que lo engatuso el primer día que lo vio seguía presente y lo comprobó cuando hicieron contacto visual por menos de cinco segundos… lo suficiente para poner de cabeza el mundo de Way y dispararle la ansiedad.
El corazón parecía salirse de su pecho. Sus manos temblaban muy fuerte y la cabeza empezó a darle vueltas. Sudor, calor y desespero se hicieron presentes. No creyó que verlo después de dos años iba a provocarle un ataque de ansiedad en media oficina.
Afortunadamente pudo disimularlo por poco tiempo, pero cuando se comenzó a sentir peor tuvo que correr a esconderse al baño sin que nadie le viera. No debió ir a la presentación que hicieron para incorporar a todo el nuevo personal, pudo haberlo evitado y realmente no estaba seguro que fue lo que lo hizo caminar al auditorio de la empresa. Ray no aparecía por ningún lado. Se enfrentó al peligro solo y fue lo peor que pudo hacer.
Aquella semana entera estuvo dándole vueltas al tema, pensando y pensando que hacer y cómo proceder cuando lo viera, intentando prepararse para el momento, pero no funciono de nada ya que la ansiedad le ganó. Pronto empezó a llorar de la desesperación, no tenía su medicina de emergencia y en ese momento no tenía ni cabeza para marcarle a alguien, pero como pudo sacó su celular del bolsillo y llamó a Ray, pero este no le contesto. Luego, le marcó a Frank y aunque no obtuvo respuesta a su llamada, no pasó ni un minuto y este le envió un mensaje preguntando qué pasaba. Escribió como pudo que se encontraba en el baño de la quinta planta, encerrado en un cubículo y cinco minutos más tarde su novio apareció.
Lo vio sentado en el suelo del cubículo, con el rostro lleno de lágrimas cubierto de sudor y afligido a más no poder. Cerró la puerta tras él y se sentó frente a Gerard. Intentó mantener la calma mientras le tomaba las manos y le pedía que respire despacio sin dejar de mirarlo a los ojos. Realmente Frank no sabía cómo proceder porque nunca había estado en aquella posición y estaba nervioso a pesar que intentaba mantenerse tranquilo ante Gerard para no empeorar su situación, pero luego de abrazarlo y mantenerlo así apegado a su pecho durante unos momentos, este empezó a calmarse y a respirar mejor.
Le secó las lágrimas y no quiso decir nada. La mañana fue bastante tranquila, ellos se despertaron juntos y luego salieron a pasear a los perros antes de irse a la oficina. Todo estaba bien, se despidieron y quedaron en ir a almorzar juntos, pero no hubo ningún conflicto que desencadenara aquel ataque de ansiedad. No entendía por qué, pero no preguntaría hasta que él no se sintiera listo para hablar de aquello.
Luego de unos minutos, cuando Gerard se sintió más tranquilo lo ayudó a pararse del suelo y juntos salieron del cubículo. El teléfono de Gerard sonó, Ray le estaba devolviendo la llamada, pero no contestó. Se mojó el rostro y pidió a Frank que fuera a por su maletín a la oficina porque quería irse a casa a descansar y pensar sobre todo ese tema. No podía seguir con su vida si ver a su ex novio le causaba tanto malestar.
Frank le hizo caso y caminó hasta la oficina, tomó el maletín y cuando salió se topó con Ray. Este le miró raro al ver que cargaba las cosas de Gerard en la mano y enarco una ceja cuando vio la sorpresa de Frank al atraparlo infraganti.
—¿Qué haces? ¿Dónde está Gerard?
—Me llamó diciendo que estaba en el baño de la planta de abajo. Le dio un ataque de ansiedad —Ray suspiró—. Dijo que se iba a casa y que fuera a por sus cosas.
—Mierda… entonces por eso me llamo. Estaba con los jefes y no pude contestar —caminó con Frank al ascensor.
—Supongo que por eso me llamó a mí.
—Seguramente.
—Es la primera vez que veo que tiene un ataque de ansiedad —mintió—. ¿Le pasa muy seguido?
—Antes si... por cuestiones que no entran al caso, pero ya tenía bastante que no le pasaba en la oficina.
—Supongo que es el estrés del trabajo.
—Uh… creo, no estoy seguro.
Bajaron del ascensor al piso en el que tenían que quedarse. Gerard salía del baño y al ver a Ray con Frank maldijo internamente. Quería que Frank se quedara con él toda la tarde, pero ahora no podía pedírselo como hubiera querido hacer.
—Te llevo a casa, si quieres —dijo Toro—. No quiero que tengas otro accidente.
—Gracias, Ray.
—Si preguntan por nosotros, tuvimos que salir de emergencia —le dijo a Frank.
—Está bien —le entregó el maletín a Gerard y los vio alejarse.
La preocupación no se le quitó, de hecho, se hizo mucho más grande sabiendo que no podía estar con Gerard sin arriesgar su relación con él.
***
Gerard llegó a casa y se encerró en su habitación tal como cuando Adam lo humilló frente a toda la oficina. Se quitó el traje y fue a darse un baño y cuando salió, solo se puso el pijama y se tiró a la cama envuelto en sus edredones. Ray le tocó la puerta rato después y al entrar a la habitación suspiró. Realmente hizo todo lo posible por cuidar a Gerard y que el primer contacto con Adam fuera algo más agradable dentro de lo que cabía, conociendo la historia entre ellos.
Salió y regresó rato más tarde con un plato de comida. Gerard estaba en la cama sentado acariciando a uno de los perros y cuando vio a Ray, le sonrió levemente.
—Lo siento —se sentó frente a él en la cama—. Debí estar ahí cuando pasó lo de la presentación.
—No pasa nada. Yo no debí hacerlo, no debí ir. Quise ser valiente y enfrentarlo solo, pero no pude.
—Prometo estar más presente mientras ese hijo de puta esté en la compañía, ¿bien?
—Ray… ¿vas a estar de niñero ahora? —le dijo aguantándose las lágrimas.
—Si hace falta…
—Realmente no hace falta que me cuides como si fuera un niñito.
—Pues prefiero que sea así antes que te vuelva a pasar algo que te lastime.
—Ray…
—Gee, no te quiero ver sufrir otra vez. Saliste de ese hueco donde te hundió y estas llevando tu vida muy bien… todo ese esfuerzo lo has hecho tú solo y estoy orgulloso de ti. Toda la gente que te quiere está orgullosa de lo que has hecho, hermano. No permitas que te arrastre con él de nuevo —y fue donde Gerard rompió a llorar, porque estaba cansado de intentar seguir adelante y no poder dejar su pasado atrás.
Ray dejó la comida de lado y atrapó entre sus brazos a su amigo porque entendía lo que le estaba ocurriendo. Entendía la desesperación y la frustración que podía sentir en ese momento en su alma. Gerard no merecía sufrir otra vez por un hijo de puta como él y haría todo lo que pudiera para que Adam se vaya de la empresa porque ni siquiera él lo quería tener en su presencia.
Ray se quedó toda la tarde con Gerard y cerca de las siete de la noche se fue porque lo vio mucho mejor de la ansiedad y él también quería descansar un poco. El jefe se metió entre las sábanas e intentó dormir un poco más, pero luego de media hora después que se vaya su amigo, el timbre sonó un par de veces. Se levantó de mala gana porque los perros empezaron a ladrar y al abrir la puerta se encontró a Frank parado en el portal. Este inmediatamente le abrazo, Gerard se mantuvo tenso y no correspondió al abrazo como su novio hubiese esperado.
—Estuve llamándote —le dijo separándose del mayor—. Tienes el celular apagado.
—Creo que se descargó, no sé…
—Quise venir contigo a cuidarte, pero estuve toda la tarde ocupado. Lo siento tanto —cerró la puerta tras él, Gerard camino a la habitación de nuevo.
—No pasa nada, Ray se fue hace poco.
—¿Cómo te sientes? —dijo mirando a su novio meterse a la cama nuevamente.
—¿Tú qué crees?
—Estoy preocupado por ti, estabas muy mal y me asuste demasiado.
—No quiero hablar de eso ahora, solo quiero dormir.
—Gee, ¿está todo bien entre nosotros? —preguntó finalmente—. Has estado extraño toda la semana, alejado de mí y no entiendo si hice algo mal o que pasa. Me gustaría que me lo dijeras y así podríamos hablarlo.
—Frank, ha sido una semana complicada en el trabajo, lo sabes perfectamente. ¡Solo mírame! Llevaba tiempo sin colapsar y hoy no di más de mí. No necesito más estrés, te lo agradecería.
—Bien… si no quieres hablarlo está perfecto —respondió conteniendo su enojo—. Voy a sacar a los perros y me voy a mi casa.
Y salió de la habitación sin voltear a verlo, bastante decepcionado y con el corazón lastimado ante la actitud de Gerard.
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