Capítulo 31

El cumpleaños de Frank estaba a la vuelta de la esquina y Gerard había pasado noches enteras pensando en que regalarle. En los meses que llevaban juntos había aprendido a conocerlo, cada día un poco más y sabía que un regalo costoso no sería lo que a él le gustaría recibir de su parte.

Frank era capaz de traerle el sol, la luna y las estrellas hasta la tierra, Gerard lo sabía y por ello quería darle algo que fuese especial, inolvidable y que realmente le gustara.

Ese viernes por la noche no durmió dando vueltas sobre su cama, pensando en que hacer para él hasta que el recuerdo de una conversación llegó a su mente. Con un buen plan y el deseo de pasar ese primer cumpleaños juntos, Gerard se quedó dormido con una sonrisa en sus labios. Nunca había sido romántico o detallista porque su antigua pareja le había empujado a volverse así pero con Frank todo era distinto, salía a flor de la piel el verdadero Gerard, el amante del arte y la pintura, al que le gustaba estar enamorado y a la vez le gustaba sentirse protegido.

Cuando su alarma sonó, se levantó rápidamente y lo primero que hizo fue mandarle un mensaje a su novio para despertarlo y decirle que estaría en su departamento en una hora, habían acordado pasar ese día juntos ya que las tías de Frank, su abuela y su mamá lo habían invitado a pasar el domingo con ellas; no es que hubieran aceptado ese plan con facilidad, era la primer vez que no estaría con ellas ese día pero Frank tenía unas tías que lo apoyaron muchísimo y lo habían ayudado a escaparse de las manos de Linda en su día especial.

Gerard se estiró y después se dirigió a darse una ducha con agua caliente. Al salir se vio en el espejo, su cabello húmedo había crecido considerablemente hasta sus hombros. Tomó su navaja de afeitar y retiró el vello creciente del rostro. Después se dirigió a su closet y buscó un pantalón negro de vestir a juego con una camisa de igual color con mangas largas, se dejó un par de botones abiertos en el pecho y se colocó unos zapatos de vestir; quizás demasiado formal para un sábado por la mañana pero le importaba un carajo. A Frank le gustaba verlo así y él solo quería hacerlo él más feliz.

Una vez en su auto y sobre la marcha, el jefe divisó una floristería. Estaba cerca de llegar al apartamento de Frank, por lo que detenerse un par de minutos no lo iba a retrasar mucho. Se estacionó y bajó, llenando sus pulmones de aquel aroma tan delicioso que flotaba en el ambiente.

—Buenos días. ¿En qué puedo ayudarle? —una joven sonriente le preguntó.

—Emm… y-yo… mi novio está de cumpleaños y quiero unas flores para él —dijo un poco nervioso, se apretó las manos y vio a su alrededor. Había tantas flores que no podía elegir.

—Comprendo, ¿qué tipo de flores le gustaría regalarle?

—No lo sé —dijo sincero pero sus ojos se toparon con unas hermosas flores, y a su mente llegó la imagen de Frank. Simplemente eran esas. Él sonrió y las señaló—. Quiero esas.

—¡Oh! Muy bien. Los lirios siempre son la mejor opción para iniciar un lindo día. En un momento su ramo estará listo.

Gerard asintió y mientras esperaba se dedicó a observar las demás flores. Encontró una especie de rosa roja que tenía enormes pétalos, preguntó si podía llevarla y la joven le dijo que no había ningún problema. Way la tomó y la colocó con cuidado en el bolsillo de su camisa, a la altura de su corazón, el cual sin duda pertenecía al pasante. Después de todo, sólo tenía ojos para él.

La espera fue corta y en lo que menos se imaginó, el jefe ya había estacionado afuera del edificio de Frank. Bajó de su auto con las flores en las manos y no tuvo necesidad de avanzar mucho cuando su novio apareció en la puerta. Gerard notó como la mirada se le iluminó al verlo y no pudo evitar sonreír como un tonto enamorado también.

—¡Gee!

—Feliz cumpleaños, mi amor —dijo sosteniéndolo de la cintura y besando sus labios mientras las flores permanecían en medio de ellos—. Son para ti.

—Están preciosas, Gee. Me encantan. Tú también te miras precioso.

—Son lirios —dijo sonrojado ante el cumplido tan natural que recibió de parte de Frank—. Lirios africanos del amor… 

—Fácilmente pueden convertirse en mis flores favoritas.

—Entonces compraré para ti todos los lirios que encuentres hasta que tengas un jardín muy bonito.

—De acuerdo, señor Way —respondió el pasante y sonrió antes de volver a besar a su pareja.

—Bien, vamos, tenemos un largo día por delante.

Se separaron del abrazo y Gerard fue a abrir la puerta del copiloto para Frank y se deleitó con la imagen que este le regaló al subir al auto. Gerard sin dudas iba a pintarlo para recordarlo toda la vida.

Los rayos tenues de sol le daban al rostro de Frank un toque dorado, sonreía como nunca mientras sus ojos brillantes admiraban la belleza de las flores en sus manos, la cual sólo se comparaba con la propia. Gerard no se resistió y se inclinó para darle un beso en la mejilla. 

—Te amo, Frankie —susurró para que sus palabras se convirtieran en una promesa que sólo ellos supieran—. Para mí eres como una flor, y voy a cuidarte siempre; nunca te lastimaré.

Frank se abrazó de su cuello y le respondió con muchos besos, aquel detalle y esa intimidad con la que Gee le estaba hablando lo tenían mareado, perdido en los estragos que estar enamorado le estaban provocando.

***

Casi eran las once de la mañana cuando salieron del restaurante a donde habían ido a desayunar. Les había costado un poco separarse después de los besos y las palabras bonitas que habían compartido pero el viaje que habían emprendido era un poco tardado y como había dicho Gerard les esperaba un largo día.

Estaban algo lejos del centro de New York, un lugar que Gerard había descubierto años atrás, cuando estaba topado de la mierda universitaria y huía de ahí. Tenía la fachada de un pueblo y la paz que se respiraba era tal que todos los problemas se iban una vez ponía sus pies en las calles. Sin embargo, lo más importante de estar ahí era que nadie los conocía y no los iban a molestar por estar tomados de las manos.

Nunca lo habían hecho para evitar ser descubiertos por eso cuando Frank abrazó con sus dedos la mano de Gerard, este sintió un poco de miedo y estuvo a punto de alejarse pero el calor, la cercanía y el confort de aquel contacto tímido le hicieron sentir bien.

—¿Y ahora, señor Way? ¿Qué sigue en nuestro itinerario? —preguntó el más joven bromeando. Habían dejado el auto afuera del restaurante y comenzaron a caminar por un rumbo desconocido para Frank. El ambiente estaba cálido por lo cual caminaban con pasos lentos mientras platicaban; el viento les alborotaba el cabello pero no era molesto.

—No lo sé, creo que simplemente caminaremos por aquí y veremos que nos encontramos —musitó con una media sonrisa, sabía a la perfección a donde se dirigían. Estaban tan cerca.

La reacción de Frank era la exacta que Gerard había imaginado la noche anterior.

Cuando los ojos del pasante se toparon con el rótulo del refugio para animales, estos se abrieron al máximo en una clara señal de emoción. Apretó con fuerza la mano de Gerard y le vio como niño pequeño en época de navidad.

—Dime que iremos a ver a esos perritos de ahí… 

—Lo que tú quieras, es tu cumpleaños.

Más emocionados que antes, comenzaron a andar hacia el final de la calle. Gerard conocía ese lugar pues durante los años que solía visitar el pueblo, en ese refugio vivía un gato que era el reflejo del alma de Way, así lo sentía. Lo nombró Lotion pero nunca pudo adoptarlo porque su estilo de vida no se lo permitía, no tenía tiempo ni condiciones para cuidarlo. Se conformó por visitarlo cada que podía y le llevaba comida, la distancia no impidió que entre ellos se formara un fuerte lazo. Por el contrario, el cariño entre ellos era recíproco y fuerte.

Al entrar al local fueron acogidos por ese ambiente perruno que a Frank le perdía. Hubo un rápido registro de sus nombres y de inmediato les dejaron entrar a las jaulas para conocer a los animales. Frank cargó a todos los que pudo mientras Gerard detrás de él solo les acariciaba las cabecitas.

—Son tan lindos —comentó al tiempo que suspiró.

Gerard acortó la distancia entre ellos y lo abrazó por la cintura.

—¿Quieres adoptar a uno de ellos?

—Ay, Gee. Quisiera adoptarlos todos pero no puedo tenerlos en mi apartamento, ¿sabes? —dijo con dejé de tristeza en la voz.

—Se puede quedar en departamento. Vivo solo y un poco de compañía extra no vendría mal —dijo y depositó varios besos debajo de la oreja de Frank—. Además, tú casi vives en departamento también.

—¿Hablas en serio, Gee?

—Muy en serio.

—¡No puede ser!

—Feliz cumpleaños, Frankie. De nuevo.

Frank se giró entre los brazos de su jefe y lo abrazó, más feliz que nunca. Una vaga vez le había comentado a Gee su deseo de poder adoptar muchos perros y darles una calidad de vida mucho mejor de la que tenían en esos refugios, pero, nunca imaginó que su novio lo recordara y, menos que iba a regalar esa sorpresa como regalo de cumpleaños.

Volvieron a la recepción y Frank dijo que quería adoptar un perrito. Brindó la información de la jaula donde estaba el animalito que quería pero la recepcionista hizo una mueca que no les gustó a ambos.

—¿Algún inconveniente? —preguntó Gerard.

—No como tal, pero Bucket no puede vivir sin su hermana, Kutsy. Han tratado de adoptarla pero la separación siempre les afecta y termina volviendo acá. Esa es la razón por la que están casi adultas y aún no consiguen un hogar.

Frank bajó la mirada apenado por la noticia, era algo realmente triste. En poco tiempo ya se había encariñado con la perrita, habían hecho clic y tener que dejarla de lado para buscar otro compañero, no le agradaba pero no podía hacer mucho.

—Entonces vamos a adoptarlos a ambos —acotó Gerard después de largos segundos de silencio. Frank alzó la vista y le miró incrédulo—. ¿Qué? —se burló—. Bucket será adoptada por Frank Iero y su hermana, por mi persona, Gerard Way.

Tuvieron que esperar casi media hora para que el papeleo de la adopción estuviera listo, mientras tanto, consiguieron algunas cosas que necesitarían para sus nuevos compañeros de vida. En la tienda del refugio encontraron juguetes, correas, camas y comida. 

Salieron del refugio tomados de las manos con las personas en sus extremidades libres, olfateaban todo a su paso y movían sus colitas de un lado a otro, sin duda felices.

—Gracias, amor. Ha sido un día maravilloso, lleno de sorpresas que no esperaba.

—Y eso que todavía no termina… 

—¿Si? —preguntó haciéndose el tonto.

Gerard se inclinó y comentó algunas ideas que tenía en mente en el oído del pasante. A cual éste le empujó y se rió.

—No lo creo, Gee. Ahora tenemos dos perritas que no pueden ver esas cosas.

—Las perritas no son problema. Ellas se quedan en la sala mientras yo te hago mío en la habitación.

El pasante trató de hacerse de rogar pero terminó fallando, no había forma que pudiera negarse a culminar su celebración de cumpleaños haciendo el amor con su novio. Simplemente todo en su vida estaba en aquel equilibrio amoroso que alguna vez soñó, no agregaría nada, tampoco le quitaría nada.

Solo deseaba que siguiera así por siempre...

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