Capítulo 29
Frank no creía que Gerard se fuese a enojar así por culpa de su comentario, aunque había sido en parte broma parte verdad, mayormente lo había dicho solo por molestarlo. Era obvio que también había llevado galletas de la abuela para su novio, aunque aún tenía un poco de recelo por lo que había ocurrido aquella vez.
Sin embargo, entre los problemas que había habido en la empresa, el estrés, el cansancio y los nervios de hacer oficial su noviazgo, a Frank se le había olvidado por completo entregárselas. Las de Ray se las había dado el lunes, cuando lo encontró en la cafetería y conversaron por un buen rato, en ese momento aprovechó la oportunidad. No se imaginaba que el caos que le esperaba en unos pisos más arriba le arruinaría el detalle que su abuela había preparado para Gee también.
Levantó la vista de su computador mientras se mordía los labios y suspiró, la cajita con las galletas de Gerard estaba en un cajón en su escritorio y solo le tomaría unos cuantos pasos llegar hasta él y entregárselas. No quería que por algo tan tonto estuvieran peleados en su primer día de novios.
Decidido a salir de la oficina de enfrente con una sonrisa en sus labios, abrió el cajón y sacó la cajita con cuidado de que nadie lo viera, la escondió lo mejor que pudo dentro de su saco y se levantó con mucha rapidez. No volvió a ver a ningún lado para evitar ser atrapado antes de esconderse en la oficina del mayor y cuando finalmente cerró la puerta a sus espaldas, colocó el seguro.
—¿Sucede algo? —preguntó Gerard con seriedad, sin quitar su vista del computador.
—No... eh... sí... —se corrigió. Las manos comenzaban a temblarle mientras rodeaba el escritorio de Gerard, a su mente odiosa llegó el recuerdo de lo vivido aquella tarde y por más que trataba de empujarlo lejos no podía; aun así, sabía que si no enfrentaba ese horrible recuerdo en ese momento, probablemente nunca tendría la oportunidad de superarlo.
—Frankie, no quiero ser odioso contigo, pero no estoy de humor —dijo tratando de sonar lo más sereno posible, no quería seguir ahogándose en un vaso de agua por un asunto que él mismo había ocasionado en primer lugar.
—Lamento haberte hecho enojar, solo estaba bromeando —dijo y se sentó en el escritorio muy cerca del mayor. Puso su mejor cara de cachorro e incluso hizo un pequeño puchero. A Gerard se le hinchó el corazón de amor, pero no quería ceder, aún.
—No hay problema, en serio, Frankie...
—Amor... también traje galletas de la abuela para ti. —Sacó la cajita de donde la tenía oculta y se la tendió a Gerard—. Tómalas.
—¿En verdad son para mí o solo me las estás dando porque te las pedí?
—Claro que no, son para ti. Ayer no te las pude dar porque había demasiadas cosas en mi cabeza, pero las tenía aquí guardadas. Mi abuela las hizo especialmente para ti, son su receta favorita.
—¿Le contaste a tu abuela sobre mí? —preguntó mientras abría la caja y se llevaba una galleta a la boca. Su molestia poco a poco se iba esfumando, después de todo no podía estar molesto con Frank si él lucía tan hermoso y encantador sentado así frente a él.
El primer trozo de galleta dentro de la boca de Gerard le transportó al día donde sabía que había roto el corazón de su pasante pero que también fue el día en que se dio cuenta la mucho que le gustaba, ahora no podía creer cómo las cosas habían mejorado entre ellos y que todo aquello no formaban más que parte del pasado. Ese sabor le hizo recordar lo enamorado que se había sentido por un trozo de galleta quebrada, sin poder evitarlo una sonrisa se pintó en sus labios apretados y unas pequeñas arrugas se pintaron en sus mejillas.
Frank le miró desconcertado antes de responder.
—Lo siento, amor, solo que estás galletas me trajeron recuerdos —se disculpó ante la pregunta no formulada.
—Espero que sean buenos.
—No son tan buenos, pero gracias a ellos ahora tengo un novio precioso.
Frank sonrió y se inclinó hasta rodear el cuello de Gerard con sus brazos. Poco a poco fueron uniendo sus labios y en medio de un suspiro sus lenguas se acariciaron con suavidad. El pasante podía sentir el dulce sabor de las chispas de chocolate mezcladas con la vainilla del café que Gerard había tomado. Frank cerró sus ojos y se apoyó más sobre Gerard, gimió sobre sus labios al sentir el suave mordisco sobre su labio inferior y como unas suaves manos se deslizaban sobre sus piernas hasta estar sobre sus caderas.
El sonido de una video llamada entrante les asustó. La burbuja que les rodeaba se rompió de facto y muy a su pesar tuvieron que separarse.
—Mierda —dijo Gerard con la respiración agitada—. Había olvidado esa reunión.
—Es una lástima —mencionó Iero con los labios enrojecidos mientras le peinaba el cabello hacia los lados.
—Pero, puedes quedarte.
—¿Si?
—Sí, solo sé silencioso. Eres el pasante y hay justificación para que estés en reuniones importantes, pero no puedes hacer algún gesto o un comentario indebido, nos puede traer problemas a ambos —explicó y Frank asintió.
No tuvieron más tiempo para conversar porque Way tuvo que conectarse. Frank sabía que el micrófono estaba desconectado cuando él no estaba hablando, pero aun así no podían estar conversando. Conforme cada minuto avanzaba, Frank veía como las cejas de Gerard se apretaban más en un claro gesto de aburrimiento y de pronto una fugaz y traviesa idea llegó a su mente.
Se deslizó con cuidado hasta estar de rodillas en el suelo y con un poco de dificultad se metió debajo del escritorio de Gerard; gracias a que el mueble de madera estaba cerrado por enfrente, si alguien entraba a la oficina, nadie iba a poder ver lo que estaba haciendo.
—Frankie... —susurró Gerard al sentir los dedos de Frank sobre su cinturón—. ¿Qué haces?
—Te estoy ayudando a no estar aburrido —dijo con picardía y bajó la cremallera del pantalón. Se mordió los labios al sentir la polla semidura de su novio y alzó la vista mientras le bajaba la ropa interior lo suficiente para sacar la polla. Gerard tembló cuando los dedos de Frank tomaron el glande y le dieron un suave masaje para ponerlo completamente duro—. Sé un buen chico, recuerda que nadie puede descubrirnos.
El sudor comenzó a perlar el rostro de Gerard sin importar que hubiese aire acondicionado, el calor que se extendía desde su miembro a todo su cuerpo era simplemente abrasador. Tragó un pesado nudo en su garganta y trató de respirar lo más adecuadamente posible al sentir como la húmeda y suave lengua de Frank rondaba la cabeza de su polla.
El pasante se sintió complacido al ver el bochorno en que su tirano jefe estaba convertido. Desde ahí abajo, en medio de sus muslos podía ver como el pecho le subía y bajaba con rapidez, y como cada pocos segundos metía aire por la boca y trataba de serenarse.
Se llevó a la boca toda la extensión y con malicia empezó a ahuecar sus mejillas. La saliva se deslizaba por el costado de sus labios mientras el sabor del líquido preseminal de Gerard se acumulaba delicioso sobre su lengua. Tarareó cuando la punta golpeó la parte posterior de su garganta y se relajó lo más que pudo para recibirlo hasta el tope. Cuando su nariz tocó el pubis de Gerard se quedó quieto, respirando y sutilmente movió su lengua en la base de polla.
Gerard se aferró con fuerza a los brazos de su silla, luchando por mantener abiertos sus ojos, pero en verdad dudaba de su capacidad. No podía ser posible que estaba siendo víctima de la mejor mamada de su vida y no podía disfrutarla a su gusto porque estaba en medio de una jodida reunión.
Frank le dio unos segundos de tregua cuando se alejó para recuperar la respiración. Gerard bajó la vista un segundo y sintió una dura pulsación en su vientre bajo, la imagen era demasiado para su cordura. Los labios de Frank estaban enrojecidos y un poco hinchados, combinando perfectamente con la plata de su aro y un pequeño hilo de saliva los conectaba con su polla. Iero le sonrió y envolvió su mano en la extensión para bombearlo.
Gerard apretó las piernas y atrapó la mano de Frank. Necesitaba un momento para relajarse y poder hablar, no había manera que se corriera mientras una cámara le grababa el rostro. Frank se rio pero se quedó quieto sin retirar su contacto.
—Disculpa, Travis —dijo al recuperar su voz y un poco de su cordura—. Necesito desconectarme un momento porque debo firmar unos documentos importantes.
—Claro, Way. No hay ningún problema, estamos en la parte preliminar y al finalizar puedo esperarte para que continuemos —dijo el hombre de serías facciones y barba con forma de candado al otro lado del computador.
—Gracias —fue lo único que dijo antes de apagar su cámara y empujar un poco hacia atrás—. Continúa, Frankie...
Frank asintió y continuó con su labor, no lo había planeado, pero estaba desesperado por hacer que Gerard se corriera. Él también estaba caliente y necesitaba correrse, podía sentir lo húmedo que estaba dentro de su ropa interior, pero de momento no importaba, quería hacer sentir bien a su jefe y terminarse de disculpar con él por la tonta broma que le había hecho.
Gerard colocó sus dos manos en la cabeza del pasante y lo ayudó a moverla cuando sus labios de terciopelo envolvieron su extensión una vez más. Sintiendo que el calor se acumulaba en la base de su polla y sus bolas se tensaban, Gerard empujó un poco sus caderas, follando así la garganta de Frank. Él se sujetó de los muslos ajenos y dejó que su jefe tomara el control.
Bastaron un par de segundos más para que Gerard gruñera con los dientes apretados y su semilla se regara en la boca del menor. Una parte de su líquido tibio se resbaló por su garganta y la otra quedó sobre su lengua. Frank se alejó de Gerard y sacó la lengua, mostrándole el rastro de su liberación. Después la tragó y se lamió los labios con una pequeña y sensual mordida al final.
Gerard sabía que había hecho todo eso por él y sonrió con genuina felicidad. En serio no podía creer cómo su vida había cambiado tanto gracias al pasante que en un principio había tratado de rechazar por todos los medios. Frank le daba mucha paz y seguridad, y por seguro, gracias a él, estaba comenzando a hacer cosas y a tomar decisiones que el ogro Gerard no sería capaz.
Siempre tan recto y enfocado en su trabajo y en sus obligaciones, nunca hubiese imaginado salirse de una reunión para recibir una buena mamada. Frank lo hacía sentirse libre, no quería imaginar qué pasaría si lo perdía de su lado.
Way se inclinó y tocó con su dedo pulgar el labio inferior del pasante, lento y suave. Sus ojos admirando como Frank se dejaba hacer mansamente por él.
—Eres tan jodidamente perfecto, Frankie...
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