Capítulo 22

La sonrisa que cubría el rostro de Gerard era amplia y las pequeñas arrugas se formaban a un lado de sus mejillas. Estaba seguro que nunca en su vida había sonreído tanto.

Podía sentir el cosquilleo que los besos dulces de Frank habían dejado en sus labios. Habían sido tan solo unos pocos minutos de contacto, pero no se podía quitar de la mente ningún detalle. Su suave respiración, lo pequeños que se sentían sus labios y su calidez tan exquisita, la fuerza con la que Frank se había aferrado a él y lo mágico que había sido el momento, solo podía comparar aquel momento con una mágica explosión de fuegos artificiales.

A Way le había dado mucho pesar tener que soltarlo de sus brazos tan pronto, pero los pasos de Dallon y la voz a través de la delgada pared que los cubría en aquella pequeña habitación de programación, había sido suficiente motivo para tener que alejarse. Gerard estaba seguro que ninguno de los dos lo había previsto, pero él ahora quería que fuera algo reiterado. Quería tener más de esos besos.

Le parecía ridículo, e incluso hasta un poco hipócrita de su parte, haber pasado de querer desaparecer al pasante de su vista a añorar tener la ternura de sus labios y la naturalidad de su aroma. Pero ya estaba ahí, enamorado de alguien simple, que le estaba robando el pensamiento con sus actitudes, su gentileza y aquellas deliciosas galletas que se arrepentía tanto de haber destruido en su momento; ya no podía hacer nada para borrar aquello, pero sí podía mejorar lo que venía por delante.

Gerard no era para nada bueno con aquello de expresar sus emociones y exponer sus sentimientos, mucho menos después de lo de Adam, pero quizás, solo quizás, ese muchachito le podía mostrar algo diferente.

El reloj en su teléfono marcaba las nueve y veinte de la noche, aún era temprano y sabía que por un largo rato no iba a poder conciliar el sueño. Se mordió los labios mientras se levantaba para buscar algo de ropa, preguntándose si sería buena idea invitar a Frank a bajar a la terraza. Había visto como el castaño miraba el lugar mientras iban de camino a la cena que compartieron con el resto de asistentes al congreso, había sido una pena muy grande no haber podido conversar con él después del beso, pero también un alivio porque estaba seguro que no habría podido decir mucho.

Tomó su celular y escribió un rápido mensaje, lo borró y lo escribió un par de veces. Estaba inseguro de hacerlo y su labio inferior era la víctima, estaba mordisqueado por la ansiedad que estaba sintiendo. Finalmente presionó la opción de enviar y antes que pudiera arrepentirse la respuesta le llegó. Frank le decía que lo vería en la recepción en tan solo diez minutos.

Con mucha prisa, entró al baño a lavar sus dientes y a ver su reflejo en el espejo. Se peinó el fleco con los dedos y ajustó su camisa de tela fresca alrededor de su cuello, sin más que hacer se encaminó hacia la puerta de su habitación y salió. Miró la puerta de al lado y se abstuvo de esperar al pasante ahí afuera. Sentía que su corazón latía histérico y que sus manos comenzaban a sudar mientras sus pasos lo llevaban hasta el punto del encuentro.

Se quedó ahí de pie, observando la pintura de un paisaje que estaba en la recepción. La técnica era abstracta pero cada pincelada había sido dada con mucha precisión, los colores vivos y llamativos lo transportaron a ese lugar y se encontró anhelante de querer plasmar en un lienzo lo que el beso de Frank le había provocado.

—Hola —escuchó la voz de Frank a su lado y se sorprendió por haberse perdido en sus pensamientos, al menos le había ayudado a serenarse un poco.

—Hola —dijo dirigiendo su mirada al más joven.

Frank tenía el cabello más largo que cuando había llegado a la oficina y con esa ropa casual se miraba mucho más hermoso, sus ojos brillaban, pero le escondía a Gerard esa mirada dulce detrás de sus párpados. Sus mejillas sonrojadas y una tímida sonrisa en sus labios. El mayor de ambos quería romper la distancia y tomar su rostro entre sus manos para unir sus labios y besarlo hasta perder la conciencia.

—Pensé que sería buena idea compartir una copa de vino o una taza de café.

—Una copa de vino no estaría mal.

—Está bien, vamos. Tu primero —ofreció Gerard con cortesía, extendiendo su mano para que Frank avanzara antes que él por el pasillo del ala izquierda que llevaba hacia la terraza.

El camino estuvo sumergido en un silencio un poco incómodo porque Ge-rard quería hablar, pero no sabía qué decir, ni siquiera estaba seguro si lo que estaba haciendo era correcto. Pensar en la idea de que Frank pudiera rechazarlo en ese instante, le aterraba, pero trataba de empujarla lejos de su mente.

Les tomó alrededor de cinco minutos llegar al lugar y maravillarse por el cálido ambiente, había jazz resonando con suavidad y pocas personas ocupando un par de mesas. Escogieron una un poco alejada de los demás y bastante iluminada por las luces de guirnalda que tanto le habían gustado a Frank.

—¿Te gusta el lugar? —preguntó Gerard mientras recibían los menús, había visto la ilusión en los ojos del joven.

—Es muy bonito. Estas luces me gustan mucho.

—Son hermosas.

—Por la mañana, cuando llegué, divisé desde el segundo piso y me atrapó el paisaje, pero nunca imaginé lo cálido que se sentiría estar aquí.

—Estoy de acuerdo contigo, es un lugar muy tranquilo. No soy mucho de salir, pero este ambiente es de mis favoritos.

El mesero les interrumpió preguntándoles si estaban listos para ordenar, Frank se mordió los labios un poco apenado porque en cuestión de vinos y platillos tan refinados como los que aparecían en el menú, no era tan conocedor.

—Sorpréndeme —le dijo a Gerard, decidiendo dejar en manos del mayor la responsabilidad de elegir con sabiduría.

Mientras Gerard hablaba con el mesero sobre algún vino blanco disponible en la cava, Frank paseó su vista por el lugar y notó un camino iluminado por más luces de guirnalda. Le llamó la atención ver que el camino parecía subir por una pendiente pero su vista no pudo ir más allá hasta que un pequeño carrito como esos de golf apareció por el sendero.

—¿Qué es eso de ahí? —preguntó señalando con el dedo y llamó la atención de Gerard y del mesero.

—Ese sendero lleva a un pequeño mirador que es parte del hotel. Ahí hay algunas mesas y bancas, y más privacidad.

—¿Cómo así?

—Nosotros llevamos a los comensales y sus pedidos y los dejamos ahí para que puedan disfrutar de la vista y el momento. El único requisito es que la visita solo dura 45 minutos y volvemos por ellos.

—Suena interesante —comentó Gerard prestando atención a la emoción en el rostro de Frank—. ¿Quieres que vayamos ahí?

—¿Podemos?

—Por supuesto, Frankie.

Después de una respuesta positiva y el cierre del pedido, sólo les tomó quince minutos estar en el cochecito que les llevaba hacia el mirador. Frank sentado al lado de Gerard no podía dejar de comentar sobre la belleza que, con cada metro que avanzaban, se hacía de notar más.

Al llegar a su destino, el mesero sirvió vino en ambas copas y dejó la botella dentro de su cubeta. Acomodó los bocadillos pedidos por Gerard al centro de la mesita y les informó que volverían por ellos en treinta minutos.

Frank suspiró mientras se apoyaba en la baranda de madera que bordeaba la pequeña colina. Desde ahí las luces de la ciudad se miraban como puntos brillantes y los árboles rodeaban como creando un escudo protector que los separaba de ese bullicio tormentoso. El viento soplaba con poca fuerza, pero hacía frío y la luna les iluminaba desde un cuarto de su tamaño.

Gerard se había acercado a tomar las copas y volvió a Frank, entregando una de ellas.

—Gracias —agradeció el muchacho—. Y gracias por invitarme.

—No es nada —dijo mientras bebía de su copa. Frank hizo lo mismo con su vista aún en el paisaje, el viento le movía los cabellos y sus labios brillaban por el residuo de la bebida—. Frank...

—¿Si?

—Quiero preguntarte algo.

—Claro, dime.

—Sobre nuestro beso... —dijo y tomó un trago largo de vino. Frank dio un medio giro para verlo de frente—. ¿Qué pasará? Ya sabes... lo digo, por... Robert Bryar...

Mencionó el nombre de aquel horrible tipo ojiazul como recurso barato de último momento porque las palabras se enredaron en su garganta como una ridícula estampida, y en el fondo de su mente apareció de pronto la imagen del tonto rubio diciéndole que tratara mejor a Frank, que él era una buena persona y que muchas personas a su alrededor sabían apreciarlo menos él.

Gerard se sintió como un imbécil por haberlo tratado tan mal y después por haberse enamorado de él tan desesperadamente, por estar muriendo de deseo por sus besos; sobre todo por no poder decir lo que sentía en verdad. Los nervios se apoderaron de su cuerpo y su mano derecha apretó con fuerza el cuello de la copa. La poca confianza que sentía comenzaba a esfumarse de su cuerpo poco a poco.

—¿Qué pasa con él? —preguntó con tranquilidad, cómo si Gerard no estuviese a punto de huir de ahí.

—Ya sabes... —musitó en voz baja—. Tú y é-él... son muy a-amigos —pronunció la última palabra con tanatorio amargura que su garganta quemó.

Frank le miró a los ojos por largos segundos hasta que finalmente rio y bebió de su copa hasta vaciarla. Fue por la botella y rellenó su copa y la de Gerard, que ya tenía solo un poco. El sabor era suave, pero le estaba calentando el pecho, aunque, a decir verdad, creía que era por lo que Gerard provocaba en él.

—Oh, Gerard... Este paisaje es tan hermoso —comentó como si Gerard no hubiese mencionado nada. Lo ignoró con el propósito de cobrar un poco del pequeño resentimiento que aún quedaba en él contra el tirano Gerard.

—No tanto como tú... —escuchó que Way dijo en un hilo de voz antes de llevarse la copa a los labios y beber todo el líquido de un trago.

—Gerard —le llamó para llamar su atención—. ¿Puedo besarte?

—Y-yo...

Frank no esperó más respuesta que la sorpresa y la luz en el rostro contrario. Acortó la distancia y tomó el cuello de Gerard para atraerlo hacia él y chocar sus labios. El sabor del vino estaba presente en ellos y hacía que se resbalasen más fácilmente.

A Gerard le tomó por sorpresa el beso, pero apenas sus labios estuvieron juntos, cerró los ojos y se dejó llevar por la dulzura de Frank. Movía su cabeza de un lado a otro para intercambiar sus movimientos y dejó que su lengua hábil explorara la suavidad de los labios de Frank, lamió los restos de su saliva antes de succionar su labio inferior y finalmente presionar un beso estilo mariposa en la comisura de sus labios.

Frank sonrió cuando sus labios fueron libres, pero no se alejó de Gerard, por el contrario, se refugió en su pecho cuando el brazo del más alto lo atrajo hacia él por la cintura.

—Me gustan tus besos —confesó en voz baja.

Gerard, entre tantos pensamientos que estaban tratando de joderlo, decidió solo disfrutar de ese precioso momento. Frank contra su pecho y sus besos. Nada más. Sus reflexiones podían irse a la mierda por el momento. Lo único que importaba era la compañía de Frank y todo lo bueno que le hacía sentir.

—A mí también, Frankie —dijo y depositó un beso en la frente del pasante. Ese beso sencillo le recordó aquella ocasión donde se disculpó con Frank por ser esa persona de mierda y ese simple recuerdo le ayudó a sentirse mejor y a calmar su corazón.

Las cosas eran demasiado distintas ahora. Tenía una pequeña oportunidad con Frank, lo sabía y no iba a dejarla ir. No podía permitir que la oscuridad se apoderara de él.

***

Cuarenta y cinco minutos en aquel espacio mágico no fueron suficientes para saciar el hambre de sus besos. Gerard agradeció al cielo haber podido disfrutar de esa atmósfera íntima que crearon y que sus cavilaciones se hubiesen calmado. Sólo seguía en él el pequeño gusanillo del porqué Frank lo había ignorado, pero había decidido ignorarlo también.

El camino de regreso estuvo lleno de pequeñas sonrisas, miradas cómplices y roces de manos. Seguramente era culpa del vino, pero ambos se sentían un poco más libres y sin la presión de tener que confesar algo más en ese momento.

—Entonces, buenas noches, Frankie —dijo Gerard apenas se detuvieron frente a la puerta de la habitación de Frank.

Estaba buscando su llave en los bolsillos de su pantalón para poder dirigirse a su habitación, contiguo a la de Frank cuando la voz del castaño le detuvo.

—Espera... ¿quieres pasar? —preguntó con un tono de voz muy distinto al que Gerard había escuchado nunca. También podía jurar que la sonrisa en su rostro era demasiado sensual para ser real.

—Hmm...

—Ven —dijo extendiendo su mano para invitarlo sin dejarle posibilidad de huir.

Frank abrió la puerta y jaló a Gerard hacia adentro. No se molestó en encender la luz pues la claridad de la luna entraba por la ventana que había dejado abierta. El castaño abrazó a Gerard por los hombros y le buscó los labios, chocando su nariz con la suya y logrando besar su comisura. Frank sonrió, pero no se separó.

—Necesito más de tus besos —dijo.

Con desesperación fue Gerard quien tomó la iniciativa y besó con fuerza. Los chasquidos de sus labios comenzaron a ser más fuertes mientras sus salidas se unían y poco a poco las manos comenzaban a explorar un poco más allá en las pieles ajenas.

—Espera... —se separó Gerard al sentir las manos de Frank desabrochar su camisa. Estaba perdido en la locura que Frank le estaba provocando, pero la cruel voz en su cabeza le recordó un detalle.

—¿Qué pasa? —le preguntó con la respiración agitada pero no se separó. Trató de besarlo de nuevo, pero Gerard le miró serio.

—Estaba hablando en serio cuando te pregunté sobre Bryar —dijo—. No quiero meterme entre algo que ustedes puedan tener.

—Gee... Bob está casado, es solo mi jodido amigo.

—¿Qué?

—Lo que escuchas. Ahora por favor deja de hablar de Bob... —pidió mientras volvía a besarlo, más desesperado que antes—. Y fóllame.

Una jodida palabra provocó en Gerard una corriente de excitación que no había sentido en mucho tiempo. La confesión de una simple amistad entre su pasante y el mastodonte ojiazul influyó en mucho, además. El miembro de Gerard palpitó entre sus pantalones y Frank pudo sentirlo contra su muslo, sonrió engreído mientras empujaba a su jefe hacia su cama.

Todo parecía un sueño.

Solo que los besos, los roces y los gemidos les hacían saber que no era más que la realidad.

Las manos de Frank despojaron a Gerard de su camisa con delicadeza, la tela se deslizó por sus hombros y brazos hasta finalizar en el suelo. Sin dejar de besarlo, el pasante llevó sus manos a trabajar en el botón de los pantalones de Gerard. Deslizó su lengua sobre la línea de su abdomen hasta alcanzar su ombligo, inclinándose y llevándose entre sus manos aquella tela. Al llegar a la altura de su ombligo y tener los pantalones sobre las rodillas, Frank bajó la vista y la boca se le hizo agua. El miembro de Gerard estaba duro y húmedo para él, sonrió al notar que en sus manos solo estaban los pantalones, sin ropa interior.

—Eres travieso, ¿eh, Gerard? ¿Viniste preparado para esto? —preguntó ayudándole a sacar cada pie para dejarlo totalmente desnudo.

—Solo algunas veces... y no, no en realidad... —suspiró sintiéndose débil bajo el tacto de Frank que se ponía en pie recorriendo la piel de los muslos y dejando un beso rápido en la cabeza de su pene.

—Pues me alegra esta casualidad.

—Y a mí.

Gerard tomó entre sus manos el cuello del pasante y lo acercó a su rostro para besarlo apasionadamente. No negaría que se estaba muriendo de ganas de desnudar al pasante, pero se sentía un poco nervioso por la situación. Ya no solo temblaba por las caricias de Frank, sino de los nervios, no había tenido sexo con nadie que no fuera Adam y ya de eso hace mucho tiempo... pero no podía perder la oportunidad de disfrutar el cuerpo del otro, de hacerlo sentir ese placer que sus besos le provocaban. Le daba un poco de corte, pero quería hacerlo suyo... entonces, aunque las manos y piernas demostraran su vergüenza y miedo, el recuerdo del hijo de puta de Adam no haría que dejara pasar la oportunidad.

Cuando Frank subió a besarlo nuevamente, giró intercambiando los papeles. Ahora el pasante estaba debajo y él encima, recorriendo con sus labios el cuello contrario y presionando su cuerpo aun vestido contra su polla dura. Frank por inercia abrió la boca y Gerard aprovechó para besarlo fogoso, introdujo su lengua y robó de su saliva para después dedicarse a succionar de su labio inferior y bajar de nuevo hasta su cuello. Se concentró en el lado derecho donde raspó un poco con sus dientes, pero sin llegar a dejar alguna marca, finalmente aspirando el aroma directo de su piel.

—Gerard —susurró Frank, lleno de deseo y placer—. Hazme tuyo...

Gerard le sonrió, los gemidos de Frank eran como música para sus oídos. Entonces llevó sus manos hacia los botones de su camisa para desabotonarla. Las manos del pasante eran suaves y la caricia sutil que dejaban en la pálida piel de los hombros del mayor enviaba corrientes eléctricas a su polla dura como roca y a su corazón lleno de emoción.

La ropa de ambos terminó en el piso de aquella habitación y entre pasos torpes Gerard recostó a Frank sobre la suave cama. Se acomodó sobre él y aprovechó la luz natural de la luna para apreciar su rostro, le acarició los labios con un par de sus dedos. Frank le miraba con ojos amplios y llenos de brillo.

—Frank... eres tan bonito —dijo y el mencionado sintió que podía deshacerse en ese instante, las emociones estaban desbordándose dentro de él.

Si aquello de estar enamorado y ser correspondido se sentía de aquella forma, quería aprovecharlo y vivirlo al máximo. Disfrutar de la calidez de piel contra piel, de escuchar sus gemidos llenos de placer y de ver las facciones en su rostro, demostrando lo que el contrario les hacía sentir.

Frank abrió las piernas mientras Gerard se acomodaba entre ellas. Con un par de sus dedos, Gerard acarició la entrada del más joven, humectando con saliva y después esparciendo el líquido pre seminal que se acumulaba en la punta de su polla, alineó la cabeza en la entrada de Frank y luego posicionó sus codos al lado del rostro ajeno. El empuje de Gerard fue lento y suave pero el cuerpo de Frank se contrajo al recibirlo. El ardor quemó dentro de él, pero apenas la larga y gruesa longitud rozó contra su punto dulce, todo se sintió mejor. Se aferró con fuerza a la espalda de Gerard mientras las embestidas tomaban más velocidad y los gemidos aumentaban.

El nombre de Gerard salía como mantra de la boca de Frank. El sudor les perlaba la piel y sus respiraciones eran desbocadas. Frank sentía cada empuje más delicioso y el pre semen se acumulaba cada vez más espeso sobre su vientre, el cuerpo de Gerard restregándose sobre su polla estaba enloqueciéndolo poco a poco.

La boca de Frank se entreabrió y sus ojos se fueron detrás de sus párpados cuando Gerard coló una mano entre sus cuerpos para masturbarlo. El ritmo de la mano y el de sus caderas era el mismo, llevándolos a tope a los dos. Sus manos se aferraban a los brazos contrarios, sus bocas se encontraron de nuevo, iniciando un nuevo beso cargado de fuego y deseo. La luz de la calle iluminaba sus cuerpos levemente en la habitación y los gemidos era lo único que retumbaba en sus oídos. era como vivir un maldito sueño, donde podían quererse tranquilos sin tener que esconderse de nadie.

El calor en sus vientres se expandió por el largo de sus miembros hasta que finalizaron en una cálida explosión de semen. Frank entrelazó sus piernas alrededor de la cintura de Gerard, mientras este seguía embistiendo con fuerza. El interior de Frank terminó lleno de la esencia de Gerard, que sólo se deslizó cuando sacó su miembro medio duro de su cavidad y se llevó en su piel los restos de la liberación de Frank.

Gerard se dejó caer sobre la cama a un lado de Frank, pero lo jaló por la cintura para que se acomodara sobre su pecho. Lo abrazó con su brazo derecho y le peinó los cabellos con la punta de sus dedos. Sus rostros lucían cansados al igual que estaban sus cuerpos, pero sus pechos sentían una satisfacción única.

—Perfecto —dijo Gerard, acariciando la punta de su nariz y besando sus labios rosados.

—Gerard, ¿te puedo preguntar algo? —siguió el pasante con temor.

—Puedes preguntar lo que gustes...

La sonrisa de medio lado que Gerard le ofreció provocó en Frank un nudo en su estómago. Estaba loco y estúpidamente enamorado de ese hombre tirano, que le había dado una de las mejores cogidas de su vida.

Frank se incorporó un poco y presionó otro beso sobre los labios de Gerard, quien no se abstuvo de corresponder el contacto.

—Esto... ¿se va a volver a repetir? —preguntó una vez se acomodó sobre el pecho de Gerard.

Sin embargo, Frank estaba demasiado somnoliento y sus ojos se cerraron gracias a las constantes caricias en su cabello.

Gerard sonrió mientras miraba hacia el techo, la respuesta rondando en su mente. Sus ojos se cerraron y el recuerdo de ese rostro tan bonito se reprodujo una y otra vez.

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peepoShy

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