Capítulo 21

Las imágenes de los árboles corriendo a través del cristal tenían mareado a Frank, sentía ganas de vomitar, pero no estaba completamente seguro del motivo. Quizás era una mezcla de todo lo que estaba sintiendo, la emoción de estar en el congreso y la cólera rezagada que sentía en contra de Ray, era lo que más prevalecía.

Si era sincero, en ese momento quería cortar el cabello del moreno con unas tijeras muy filosas. El muy hijo de puta se lo merecía. En primer lugar, se había acordado de su existencia solo porque necesitaba de un favor suyo, a Frank no le había hecho nada de gracia la forma en la que se lo dijo y menos la justificación tan pobre que le había dado; sin embargo, después de un poco de reflexión al pasante le había agradado la idea.

El verdadero problema volvía a recaer en Ray. Había sido tan desgraciado que se había olvidado también de la presencia de Frank en el congreso en representación suya y por ese pequeño detalle el castaño ahora se encontraba viajando solo en un tren, con un poco más de una hora de retraso. El resto del equipo de trabajo muy seguramente ya había iniciado con el primer bloque de ponencias que correspondían al horario de la mañana.

Frank suspiró, odiaba llegar con impuntualidad y el reloj en su muñeca lo único que hacía era empeorar todo el revoltijo que había dentro de él. Podía jurar que escuchaba el tic tac de las manecillas y lo cruel que parecían avanzar cada vez que las miraba.

Para su fortuna el viaje acabó quince minutos después y solo se bajó del tren para subir al taxi que lo estaba esperando para llevarlo al hotel donde el congreso se estaba llevando a cabo. El recorrido fue muy corto y para cuando Frank estuvo maravillado frente al lugar, el enojo y sus demás emociones se fueron a la mierda, siendo reemplazadas por los nervios.

Mientras caminaba hacia el lobby para registrarse y pedir su habitación, recordó la razón que lo había hecho aceptar gustoso y la que también le había robado los sueños la noche anterior.

Su jefe.

En la recepción le entregaron la llave de su habitación en el segundo piso, y tras un leve vistazo a la lista que tenía la señorita, se dio cuenta que Gerard Way estaba en la habitación contiguo a la suya mientras que Dallon había quedado en el tercer piso.

Colocó su maleta sobre la cama y la abrió para sacar una camisa y cambiarse la que llevaba puesta, había sudado como un puerco durante todo aquel viaje. Mientras deslizaba la tela por sus brazos y se abrochaba los botones se aproximó a la ventana y la abrió para chismear un poco.

La imagen frente a él le abrumó. Cold Spring era un lugar realmente hermoso, había un paisaje espléndido frente a él, sin embargo, su pobre vista no alcanzó a ver lo que había más allá de la bonita terraza con guirnaldas de luces que iban de un poste a otro, dándole al lugar un toque ventaja; esperaba poder ir a cenar ahí y no con un grupo de viejos seniles que seguramente eran los que estaban presentes en el congreso.

Su teléfono vibrando con un mensaje de Weekes le hizo salir de su fantasía. Volvió a cerrar la ventana, se peinó el cabello rápidamente y tomó el portafolio que ya llevaba preparado para la ocasión y se dirigió hasta la sala que le habían indicado.

El recorrido fue corto y para cuando la mano de Frank empujó la puerta del auditorio, sintió como la sangre de su cuerpo se helaba. Entró en silencio y con pasos cortos. Todos los asientos estaban ocupados, en su mayoría por viejos seniles, efectivamente como Frank había pensado.

No era un grupo tan numeroso y eso le facilitó encontrar a sus jefes. Tragó grueso cuando vio a Gerard y un asiento vacío a su lado, supuso que era para él, así que se dirigió hasta ahí y se sentó. Dallon estaba sentado en la línea de adelante.

—Lamento haber llegado tarde —susurró hacia Gerard.

La voz le temblaba al igual que las manos, durante casi toda la semana no había hablado propiamente con él ya que con todo lo de los preparativos para la conferencia casi no habían tenido oportunidad, pero eso no significaba que las miradas y las pequeñas sonrisas no se habían dado, incluso había aparecido otro vaso de café en el escritorio de Frank.

—No te preocupes, nada interesante ha sucedido —comentó Gerard sin voltear a verlo, pero sonrió de medio lado al finalizar la oración—. ¿Cómo estuvo tu viaje?

—Cansado y lleno de estrés porque estaba llegando tarde.

—Si me hubieses avisado, te habría esperado. Así veníamos juntos en el tren, hace mucho tiempo no viajo en uno.

—Me habría encantado, pero, ni yo sabía que había sido olvidado y tenía que llegar solo...

—Ray es un hijo de puta.

—Estoy de acuerdo contigo —susurró Frank y ambos se rieron en voz baja.

Parecían un par de viejos amigos que hablaban a escondidas durante una clase, sin embargo, su charla se apagó cuando ambos giraron sus rostros y sus miradas se encontraron con las ajenas. Verdes contra avellanas reflejándose en un espejismo perfecto, un estiramiento tímido se produjo en sus labios y un leve rubor se apoderó de sus mejillas.

Se vieron largos segundos hasta que el saludo de Dallon llamó la atención de Frank. La burbuja se rompió y un momento incómodo nació entre ellos, con tantas personas ahí y en un evento como aquel, no era el lugar para tener algún tipo de conversación que no fuese más que laboral pero la atracción era más poderosa y Frank sentía que en cualquier momento podía terminar susurrándole a su tirano jefe lo aburrido que se sentía.

No obstante, Frank se había abstenido hasta que las ponencias del turno matutino llegaron a su fin. En silencio se había levantado de su lugar cuando Way se lo indicó con la mirada y había seguido a sus jefes. En la parte delantera de la sala se habían reunido con un grupo de inversionistas, para saludar y hacer comentarios acerca de una posible alianza con la empresa.

Frank se eclipsó en ver el rostro de Gerard. La forma en que movía su boca hacia el lado izquierdo, como parpadeaba cada tanto y los acompañamientos de sus manos, había tanto profesionalismo en él para hablar, pero Frank notaba que había una gran reserva en él, incluso sentía que no había pasión, no como cuando veía a sus maestros hablar, o cuando Ray le explicaba, incluso con el mismo Bob, a quien había visto pocas veces desenvolverse en ese ámbito. Sentía que en Gerard faltaba esa chispa y ese brillo en sus ojos.

Su análisis se vio interrumpido cuando las despedidas llegaron, se vio obligado a dar la mano y sonreír con cortesía una y otra vez.

—Bueno chicos, ¿vamos al almuerzo? —preguntó Dallon—. Dicen que el bufete es excelente y el salón que han preparado para nosotros está justo al lado.

—Vayan ustedes, yo tengo que preparar algunas cosas para mi ponencia —comentó Gerard.

—Cierto, Gee, lo había olvidado. Tantos cambios de última hora —dijo Dallon y abrazó por los hombros a Frank—. Entonces te veremos en una hora.

—Claro.

Dallon comenzó a caminar en lado opuesto a Gerard y se llevó a Frank consigo. En el camino Frank preguntó acerca de la ponencia de Gerard y el ojiazul le explicó que él estaba tomando el lugar de Ray ya que Dallon iba a ser el responsable de la ponencia al día siguiente; también le comentó que había sido una mala jugada de Ray hacerle eso a Gerard porque él sabía que a Way no le gustaban aquel tipo de cosas, él siempre prefería los informes, estrategias y preparación de planes, pero, por otra parte, ambos le debían varias al moreno. Ray siempre era su rayo de luz cuando estaban jodidos y no podían decirle que no.

Frank entendía perfectamente aquel sentimiento, a él le pasa igual. Ray era el hijo de puta más bueno del mundo, tanto que cuando hacía cagadas, siempre terminaba siendo efímero comparado a todo lo él representaba.

—¿Sabes, Dallon? No tengo mucha hambre —dijo mientras se detenía en el umbral de la puerta donde estaba dándose el almuerzo—. Iré a ayudar al señor Way.

—¿Estás seguro? Gerard va a estar bien.

—Sí, estoy seguro. —Le ofreció una media sonrisa y se devolvió sobre sus pasos al auditorio.

El lugar lucía mucho más amplio sin ninguna persona adentro, el aire acondicionado estaba fuerte y el silencio abismal le molestaba a Frank. Caminó hasta el fondo del lugar, donde había una pequeña habitación a un lado del escenario. Ahí era la sala de control desde donde estaban las computadoras que se conectaban al proyector, al igual que equipos de sonidos, entre otros aparatos.

El castaño empujó la puerta y lo vio ahí de pie junto a la repisa donde estaba su computador. Frank suspiró internamente y sonrió, entendía por qué se había enamorado de ese hombre que parecía un ángel, tirano pero hermoso.

Para Frank, Gerard tenía una belleza única. Su nariz perfilada, sus cejas esculpidas y esos labios delgados y carnosos que se moría por probar; tenía manos suaves y piel cálida, su voz tan adictiva la que podría pasar escuchando y no se aburriría. Y estaba seguro, que dentro de esa coraza que poco a poco comenzaba a rasgar, había alguien más humano y con mucho amor que dar, y por supuesto, alguien que también necesitaba recibir mucho cariño.

La ropa negra que Gerard estaba usando sólo acentuaba su belleza. Pantalones de vestir a juego con una camisa manga larga, había dejado sueltos dos botones sobre su pecho que dejaban ver un poco de su pálida piel. Llevaba el cabello peinado hacia atrás y en ese momento su ceño apretado lo hacía ver demasiado sexy. Estaba tan concentrado en la pantalla que no había notado la presencia de Frank.

Frank se rio al notar, minutos después, que lo que trataba de hacer su jefe era minimizar una pestaña. Se compuso la garganta para llamar su atención y terminó de entrar a la habitación. El lugar era pequeño, a duras penas cabían ellos dos ahí de pie.

—Permítame ayudarle, señor Way —dijo mientras se abría paso delante de él.

Gerard retrocedió lo que pudo, pero aun así podía sentir la espalda de Frank casi contra su pecho. De inmediato sintió como el calor subía a sus mejillas y sus manos temblaban, una gota de sudor resbaló por su frente y su respiración se aceleró.

—¿Qué haces aquí, Frank?

—Pensé que podía necesitar de mi ayuda —respondió y minimizó la pestaña, abrió el documento de PowerPoint y lo programó en la pantalla completa—. Creo que no me equivoqué. Ya está listo.

—G-gracias...

Frank se giró sobre su eje con una sonrisa autosuficiente que murió en sus inicios al notar el espacio limitado que había entre su jefe y él. Sus ojos fueron directamente a los labios ajenos y se relamió los propios en un acto inconsciente.

—No es nada, señor Way.

—No me digas así —le recordó Gerard. Sus ojos viajaban entre los labios de Frank y su mirada avellana—. Llámame por mi nombre.

—Gerard —susurró obedeciendo la muda orden. Sus labios sentían la necesidad de probar sus iguales, su mente no podía coordinar ningún pensamiento lógico y su cuerpo solo siguió sus instintos.

Frank dio un corto paso, su pecho chocando con el de Gerard. Sus miradas se encontraron, se exploraron y en medio de un mudo acuerdo, ambos cerraron sus ojos y acabaron con la distancia. Sus labios se unieron en un roce pequeño y tímido, solo presionando.

Sus respiraciones estaban alteradas al igual que el latido errático de sus corazones. Sentían el aroma dulce y embriagante de sus perfumes y la suavidad de sus labios les invitó a unirse a un contacto más profundo.

Gerard colocó sus manos sobre las mejillas de Frank y Frank aferró sus dedos a la camisa de Gerard. Sentían sus rodillas temblar mientras los fuegos artificiales y la magia se extendían por sus vientres.

Los labios de Frank encajaban perfectamente entre los de Gerard. Entre abrían sus bocas con timidez para explorar una porción más de esa dulzura. El ósculo cada vez se volvía más húmedo y pequeños chasquidos se escapaban. Estaban dentro de una burbuja única que sólo acabó cuando el aire les faltó.

Se separaron, pero sus rostros permanecieron juntos, sus ojos entreabiertos viéndose mutuamente para comprobar que eran verdaderos y no el más grande de los sueños ajenos hecho realidad.

Frank fue quien se atrevió a enredar sus brazos alrededor de la cintura ajena y Gerard hizo lo mismo, cubriéndolo entre sus brazos y el calor de su pecho.

Se sentía tan bien y correcto estar así en ese momento. No existían temores ni dudas. Solo Gerard y Frank, enamorados.

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