Capítulo 15

Frank nunca se había sentido tan humillado en toda su vida.

Era estúpida la comparación pero ni siquiera en aquellas ocasiones cuando tenía la valentía de pasar a exponer frente a todo un salón de clases sin tomarse la molestia de leer de forma adecuada el tema, después que hablabla los maestros le hacían preguntas e inventaba cosas y al final lo retaban sin piedad; en esas veces terminaba sin dignidad pero riéndose como estúpido junto a sus amigos.

Sin embargo esto era tan distinto, solo habían estado Gerard y él, y se sentía como si le hubiese roto el corazón delante del mundo entero. Sentía que ya no existía ni una pizca de la frágil valentía que había reunido dentro de su pecho para prepararle esas tontas galletas y entregárselas. La lucha que había mantenido por no llorar en el pasillo había mermado también las pocas defensas que tenía para no mostrarse débil.

Y es que definitivamente nunca en su vida se había planteado una situación así, tan triste y vergonzosa que sólo con recordarla le hacía derramar más lágrimas. Esas gotas cristalinas quemaban la piel de sus mejillas y ya no quería verlas más porque le volvían a recordar la pequeña ilusión que había tenido en su corazón.

Él era un joven dulce y demasiado tonto, pensó mientras se miraba en el espejo y un puchero se pintaba en sus labios. Era precisamente esta parte, la del dolor y sufrimiento la que él tanto odiaba del amor; sin embargo ya nada podía hacer para arrancar ese sentimiento naciente de su pecho.

Había sido tan inocente como para atreverse a imaginar que Gerard podía llegar a ser esa persona especial de cuentos de hadas con los que soñaba; mientras le preparaba esas galletas solo podía pensar en lo bonito que sería poder disfrutar todas las etapas del enamoramiento junto a él y asimismo, en ese camino poder ayudar a ese hombre a sanar su corazón, para juntos encontrar un amor duradero. Sabía por demás que era un tonto romántico e iluso por darle rienda suelta a sus pensamientos y permitirse ir tan lejos, creando esos escenarios imposibles.

En ese momento además de sentirse tan avergonzado, el castaño se sentía molesto consigo mismo. Él siempre había tenido un recelo con respecto al tema del amor, debatiéndose entre creer o no en él y por lo general casi siempre llegaba a la conclusión de no hacerlo; no obstante, había aparecido este tipo en su vida a crearle un desbalance. Con tan poco tiempo de conocerlo y de tratarlo, y de saber que era un hijo de puta con él pero que a la vez lo había logrado encantar con su belleza y el enigma que lo rodeaba, con aquello casi efímero había conseguido que Frank tuviera en su rostro esa sonrisa boba y única que se pintaba en él únicamente en ocasiones especiales, y la cual solo algunas personas habían conseguido conocer, sonrisa que le hubiese gustado tener por mucho más tiempo pero que ahora Gerard Way había destruido por completo.

Tampoco era el extremo, como si Frank hubiese soñado con un romance inmediato y que Gerard se arrojara desesperado a sus brazos, pidiéndole matrimonio y estar toda la vida a su lado, claro que no. Él se hubiese conformado con que aceptara sus galletas y le agradeciera de forma amable, que le diese una oportunidad para al menos aventurarse a hacer algo más. Y en medio de todo su caos y tristeza, Frank juraba que podía entender que no era ni un poco correspondido; pero aún así absolutamente nada justificaba el actuar de Gerard, por más que se esforzara y buscara en su mente alguna respuesta coherente simplemente no había nada, no existía una justificación digna para lo que le acababa de suceder.

Parecía un disco rayado, ya que no podía dejar de pensar en lo mismo. Es que en verdad había imaginado que su jefe tirano podía convertirse en su compañero de aventuras y travesuras. En cambio, la realidad lo había azotado con fuerza, recordando que no era bueno salir de su espacio seguro. No era buena idea arriesgar su tranquilidad y paz mental para ganar dramas innecesarios.

No sabía cuánto tiempo había transcurrido encerrado en aquel baño, esperaba que nadie hubiese notado su repentina desaparición. Fue hasta que se sintió un poco más relajado que decidió echarse un poco de agua en el rostro para enjugar los rastros de lágrimas y prepararse para actuar como si nada hubiese sucedido, mientras limpiaba su rostro humedecido con un par de papeles toallas recordó las palabras de Ray y comenzó a entender a qué se refería. En ese momento sintió tanta pena por no haberlo obedecido.

Se vio en el espejo y su reflejo le entristeció más. Los ojos rojos e hinchados, al igual que sus labios y su nariz. Lucia patético y devastado al igual que su corazón y sus sentimientos, no obstante, se prometió a sí mismo salir de ahí con la frente en alto y cumplir su palabra de tener un trato exclusivamente personal con su jefe.

La puerta se abrió de pronto y Frank saltó asustado en su lugar, trató de recoger el reguero de papel que tenía sobre el lavamanos y tirarlo a la basura pero en menos de lo que esperó vio reflejados unos ojos azules intensos a su lado.

—Bob... —susurró y medio sonrió para tratar de hacer pasar por desapercibido su semblante.

—Te he estado buscando desde hace un buen rato, Frankie —comentó el rubio y se acercó más a él, viéndole preocupado conforme la distancia se acababa—. Tengo que contarte algo super genial.

—¿Si? ¿Qué es? Dime —preguntó casual mientras se arreglaba la corbata y humedecía su cabello, empujándolo hacia atrás con sus dedos.

—Te lo diré después que me digas que te sucedió.

—¿A mi?

—Si, a ti.

—Nada, Bob, te lo juro.

—Si paso, te busque casi por toda la empresa y luego vengo y te encuentro así —mencionó y tiró de su hombro con suavidad para encararlo—. ¿Ha pasado algo malo?

—La verdad, tuve un ataque de alergias —mintió, no estaba dispuesto a decirle a nadie como acababa de ser humillado por el déspota Gerard Way.

—Mhmm... ¿estás seguro?

—¡Sí! A veces me sucede pero pasa rápido, debe ser que había algo en el clima, no sé bien pero ya estoy mejor.

—De acuerdo —respondió Bob después unos segundos en silencio, se había tomado su tiempo para ver el rostro de Frank y averiguar qué le sucedía, ya que le parecía muy extraño el estado en que lo había encontrado y el leve nerviosismo que mostró. Sin embargo si Frank decía que era una simple alergia debía creerle porque fuese lo que fuese lo que en realidad lo tenía así debía ser muy personal para no querer decírselo—. Si te sientes mal o algo, me dices. ¿Vale?

—De acuerdo, Bobby. Pero no te preocupes, ya me siento mucho mejor.

—Bien, ahora salgamos de aquí.

—¿No me estabas buscando para contarme algo? —preguntó Frank mientras seguía al rubio fuera del baño. Agradecía mucho que lo hubiese rescatado de su crisis existencial ya que le estaba ayudando a no continuar pensando en lo sucedido y ha sentirse mejor.

—¡Oh sí! Ya lo había olvidado —se dio un facepalm dramático que hizo reír a Frank—. Recibí un correo por parte de la gerencia de la empresa con copia a mi jefe para solicitar que mi presencia aquí se extendiera por unas cuantas semanas más.

—¡Wow! ¡Es super genial! Pero, ¿por qué? —preguntó con curiosidad,

—Han habido unas pequeñas dificultades con la auditoría pero quieren que todos esos detalles queden subsanados con mi presencia para que el informe final sea lo más impecable posible. Para mi está bien porque la paga es muy buena, no me quejo con quedarme unos seis meses más aquí.

—Así podrás contratarme como tu secretario personal —bromeó Frank.

—No lo dudes, Frankie. Cuando tenga mi propia firma de auditores tú serás el asesor de presidencia, es una promesa —le dijo cuando llegaron hasta el cubículo de Frank, el mencionado sonrió contento porque Bob realmente le estaba salvando el culo con su charla y porque realmente era un muy buen tipo—. Pero por el momento quería invitarte a cenar a mi casa esta noche, para celebrar.

—¿Tan pronto vamos a celebrar lo de tu firma no constituida?

—No seas tonto —le retó y le despeinó el cabello—. A Lizzie le gusta mucho celebrar cualquier cosa y consideró que esta era una ocasión perfecta para que invitara a alguien del trabajo, y tu eres mi único amigo acá, así que le dije que te llevaría.

—¿Y si digo que no?

—La propia Lizzie vendrá hasta acá a buscarte, ella odia que desprecien sus invitaciones.

—Entonces en ese caso dile que estaré ahí contigo, muy puntal para la cena.

—Perfecto. Te busco a las cinco para que nos vayamos y no te preocupes, después de la cena te llevaremos a tu casa.

—Gracias, Bob. En serio —agradeció Frank sinceramente.

Sin la presencia de Bob y la invitación para cenar con él y su esposa esa noche, Frank estaba seguro que hubiese llegado a su hogar a continuar llorando y arrepintiéndose. Después de terminar de hablar con Bob tuvo que dejar sus pensamientos de lado y enfocarse en trabajar, había perdido bastante tiempo y no había acabado sus tareas del día, se puso manos a la obra ya que no quería que el tirano saliera a gritarle frente a sus demás compañeros que por andar haciendo galletas no cumplia con sus deberes.

A ese punto Frank lo creía capaz de eso y más, con tal de joderlo.

***

Ni bien había terminado de pronunciar aquellas palabras, Gerard se había sentido mal. Si bien, él y el resto del mundo sabían que era un hijo de puta casi todo el tiempo, no lograba entender porque había reaccionado de esa forma ante Frank.

Se había decidido a marcar una línea entre el pasante y él, ciertamente el joven tenías sus cualidades y habían algunas cosas en las que eran compatibles, además Frank se había portado muy bien con él, pero todo ese conjunto de cosas no significaba nada; mucho menos los pensamientos más ridículos que tenía en algunas ocasiones con respecto a Frank. Por eso debía dejar muy en claro que entre ellos no había una amistad ni que tampoco iba a haberla, Frank tenía que entender y aceptar eso.

Y con su regreso a la rutina en la empresa, Gerard supo que debía ser firme en su decisión. Esa fue la razón para haberse encerrado en su oficina todo el día y también para haber reforzado su coraza al hablar con el pasante cuando le busco para saludarlo.

Pero nunca esperó que Frank hubiese tenido tan altas expectativas con respecto a él y le hubiese esperado tan alegremente. Esa emoción que vio en sus ojos al saludarlo le molestó pero le causó más desagrado el aceleramiento de su propio corazón cuando Frank le dijo que él mismo que le había preparado esas galletas. Todo aquello le provocó un corto ataque que terminó con él diciendo cosas horribles mientras tomaba las galletas y las tiraba al suelo.

Había destruido las galletas y a Frank también, lo sabía, pero ya no había nada que pudiera hacer.

Gerard no se dio cuenta cuánto tiempo había observado el lugar donde Frank había estado de pie pero cuando reaccionó se sintió tan mal. Lo primero que observó fue el bonito empaque transparente con las galletas todas quebradas, tirado en el suelo. Fue hasta ellas y las recogió.

Se mordió los labios al ver cómo las había dañado y pensó que sería una pena tirarlas a la basura también, aunque estuviesen hechas polvo eran suyas y no perdía nada con probarlas, además Frank no tenía porqué enterarse que las había probado de todas formas.

Al abrir la caja un delicioso aroma a chocolate inundó sus fosas nasales y al llevar un trozo de galleta a su boca se arrepintió como nunca por haberlas destruido, pero se arrepintió más por lo que le había hecho a Frank. No había sido para nada justo cuando él solo quería darle un detalle de bienvenida.

Una videollamada interrumpió sus pensamientos pero no su deseo por continuar comiendo las galletas. Se preparó un café y se sentó frente al computador lo que restaba de la tarde para ponerse al día con las muchas reuniones a las que había faltado por estar convaleciente.

Para cuándo eran las cinco de la tarde, Way recibió un correo de Frank donde le entregaba todas las asignaciones del día y las que habían quedado al pendiente. Con solo ver su nombre Gerard recordó de inmediato lo que había sucedido horas antes e inevitablemente también recordó su mirada herida, la cual había tratado de pasar por alto toda la tarde, así que sin pensarlo mucho se levantó de su escritorio dispuesto a salir de su oficina pero ni bien había abierto cuando unas voces desde afuera llamaron su atención.

—¿Estás listo, Frankie?

—Si, solo estoy enviando esto —escuchó decir—. Bien, ya está. Vámonos porque me estoy muriendo de hambre.

Gerard apretó con fuerza el pomo de la puerta. Había sido un imbécil al pensar ir a ofrecer una disculpa, Frank no lo merecía porque estaba perfectamente feliz yéndose a comer por ahí con ese Robert Bryar. No lo conocía mucho pero con solo escuchar su voz le había caído muy mal.

Se devolvió a su escritorio y se dejó caer en su silla, completamente irritado. Frank podía ir a darle sus galletas a ese tal Robert, total a él no le importaba en lo más mínimo.

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