Capítulo 13

"Frank caminaba por un largo sendero lleno de pasto, donde las mariposas revoloteaban y los pájaros cantaban mágicamente. Respiraba el aire puro que los arboles expulsaban y dejaba que su instinto le llevara a su destino... a sus brazos.

Él estaba ahí, esperando a por su llegada. Cuando le vio a lo lejos una sonrisa se pintó en sus labios y poco a poco caminó hasta encontrarse con Frank, en mitad del camino, en aquel puente de madera que unía los dos extremos de ese arroyo. Intercambiaron miradas felices, e inmediatamente se fundieron en un abrazo confortador... se sentía tan seguro y malditamente cómodo mientras sus brazos rodeaban su cuerpo. Su corazón latía tan fuerte que podía escucharlo en sus oídos, y sus ojos estaban pegados a la belleza del rostro contrario... porque era hermoso, todo en él era hermoso.

"Estuve esperando por ti tanto tiempo" le escuchó decir, Frank solo sonrió y tomó sus manos. Luego... luego sus rostros fueron acercándose poco a poco, juntando sus frentes primero y al final sus labios colisionaron en un beso tierno y divino que les erizó la piel a ambos..."

Pero la vida es una mierda muchas veces y cosas así solo pasan en sueños... por lo que Frank sentado en la cama, con el cabello revuelto y los ojos llenos de legañas maldijo tantas veces haberse despertado cuando su jefe le estaba comiendo la boca tan apasionadamente en ese sueño que tuvo.

Joder... Gerard lo tenía muy mal.

No podía volverlo loco con solo un mensaje que le envió agradeciendo su ayuda de esos días... solo era un maldito mensaje de agradecimiento. No era cosa de otro mundo, ¿por qué su pecho rebosaba de alegría al recordarlo? Se sentía el doble de estúpido, no tenía sentido que se contentara tanto por ello.

Aun así, la respuesta que él envió después... por todos los dioses, ¿qué cojones era eso de "he echado un poco de menos tener tantas obligaciones que cumplir"? ¿Perdón? ¿No pudo haber sonado menos desesperado? Estaba bien (bueno, no) que estuviera teniendo un crush no correspondido con su jefe, pero aun así debía tener un poquito más de tino y no decir esas cosas porque Gerard podría pensar que lo extrañaba a él y no a todas las tareas que le mandaba de manera desproporcionada. Es que era un maldito ridículo.

Aun así, ser un romántico empedernido le hacía mantener la esperanza... esperanza de ser correspondido en algún punto. O al menos, si se diera el caso, no ser rechazado y humillado en el mismo momento. Sí, no conocía a Gerard más allá de esas interacciones que se habían dado debido al trabajo, pero sabía que estaba pillado. No sabía si era su físico, no sabía si era lo curioso y enigmático que llegaba a ser algunas veces o haber sido tan cercano a él debido al accidente, donde vio otra parte de Gerard, pero había algo que le atraía y le gustaba de su jefe.

Y estaba mal, porque era eso, su jefe.

Aunque... ya ni siquiera veía eso, decidía ignorarlo, así como dejaba de lado la advertencia que le hizo Ray.

Pero no dejaba de estar mal.

Necesitaba ayuda, necesitaba un consejo que podría obtener de sus tías y abuela. Por eso, salió de la cama como alma que lleva el diablo y fue directo a poner la cafetera. Luego corrió a darse una ducha en lo que el café estaba listo. No empacó nada de ropa, solo tomó una mochila con su laptop y cargadores para correr al tren y tomar uno a Belleville.

No había regresado desde que se mudó, el trabajo lo tenía agobiado y bueno, estaba utilizando de excusa el cumpleaños de la abuela para visitar a la familia y de paso pedir ayuda con la duda que tenía. Era consciente que las hermosas mujeres que le criaron desde que era un bebé eran tan sabias que sin duda encontrarían la solución a ese dilema que cargaba encima. Siempre lo habían hecho, siempre tenían las palabras correctas para él y esa ocasión no sería la excepción.

Cuando llegó a casa, vio como ellas caminaban de un lado al otro preparando la celebración por el cumpleaños de la matriarca de la familia que se haría en la tarde-noche. Entró a la casa y no fue otra que su tía Sofía quien le vio y gritó emocionada al ver a su pequeño nene regresar a su casa.

—¡Frankie, corazón! —le sacó un susto a su sobrino, pero luego él caminó a ella y se abrazaron fuertemente—. Te hemos extrañado tantísimo.

—Yo también les he extrañado mucho. Ya veo que estamos a fuego con el cumpleaños de la abuela.

—Sí, tu tía Liz y tu tía Marie ya están en la preparación de la comida, tu tía Sylvia, tu tía Bianca y yo estamos arreglando la decoración en el jardín y tu abuela está preparando galletas, ya sabía que venías y no podía perder la oportunidad de hornearte esas deliciosas galletas que sabe que te gustan —el muchacho sonrió mientras caminaban a la cocina.

—¿Y mi mamá?

—Fue al supermercado a comprar cosas que faltaban con tu tía Gianna. Aún tardarán en regresar.

—Mi niño bello —dijo la abuela al entrar en la cocina, Frank corrió a sus brazos y recibió esos besos en la frente que tanto amaba.

—Abuelita —apretó un poco más el abrazo y fue cuando sus demás tías entraron en la cocina y fueron hasta él a saludarlo.

El congreso que se armó frente a los mesones fue increíblemente ruidoso. Diablos, extrañaba tantísimo eso... verlas ahí reunidas, hablando y formando una bulla con sus risas y voces fuertes, aquellas mientras tomaban café y galletas recién horneadas de la abuela. New York estaba bien, pero jamás se compararía con su casa, su familia y ese ambiente de amor en que siempre vivió.

Por supuesto que el tema de conversación central fue él y su nueva vida en aquella ciudad, él no quiso contar mucho al principio pues era bastante aburrida su vida allá siendo sincero. No tenía amigos más que Ray y durante esos meses que llevaba allá no salió de fiesta ni conoció a alguien más. El trabajo lo tenía consumido, o más bien, la sobreexplotación de Gerard lo tenía tragado como para tener la energía suficiente y salir algún fin de semana a alguna discoteca.

No quería soltar aún el tema, pero tampoco quería hacerlo frente a su madre. Es que... le daba un poco de vergüenza, porque casi nunca le contó algo de su vida sentimental y las pocas veces que lo hizo ella estaba sobre él preguntando y preguntando, poniéndolo nervioso. Amaba a Linda con su vida, pero realmente prefería ser más confidente con sus tías y abuela, antes que ella llegara y escuchara su drama.

—Necesito un consejo —dijo e inmediatamente todas fijaron su atención en él.

—¿Consejo? —preguntó la tía Liz—. ¿Consejo sobre qué?

—Pues... resulta que... conocí a alguien —soltó de inmediato y las hermanas empezaron a mirarse entre ellas y cuchichear, la abuela las calló con un golpe en la mesa.

—¿A alguien? —ella le tomó la mano suavemente—. ¿Tan rápido? —eso le hizo reír, él asintió.

—Es alguien que trabaja en la empresa. Cuando le vi por primera vez me pareció un tipo muy guapo, hubo algo que me gustó en él y pensé que sería una tontería y que se quedaría ahí, pero... eso fue creciendo y creciendo y creciendo y ahora, me tiene atrapado.

—¿Has hablado con él? —intervino la tía Marie, Frank volvió a asentir—. ¿Qué tanto?

—Mucho, o sea, muchísimo. Es un tipo inteligente, casi un genio en lo que hace. Me llama la atención la postura que mantiene frente a todos, la seguridad con la que se proyecta y tiene un toque misterioso que me vuelve loco. Además, es muy guapo y no puedo dejar de mirarlo porque me tiene embobado.

—¿Y cómo se comporta contigo? —Frank suspiró, la tía Sylvia en esta ocasión levantó una ceja, ciertamente alertada por aquel gesto de su sobrino.

—Es raro, se comporta muy raro. Un día estamos bien, me habla y trata adecuadamente, se muestra algo interesado en mí, y alguna que otra vez se ha mostrado contento con mi trabajo, pero al siguiente día es un ogro total, es un jodido burro terco y grosero, me provoca gritarle tantas cosas, pero no puedo...

—¿Dejas que te trate mal y no le dices nada? —su abuela le llamó la atención, él no sabía dónde meterse.

—Ahí está el problema. No puedo decirle nada, porque es mi jefe —todas las mujeres soltaron gritos ahogados, sorprendidas al escucharlo decir la última palabra. ¿Su jefe? ¿En serio?

—¡Frank! —exclamaron al unísono las tías Sofía y Marie, mientras azotaban ambos hombros del muchacho con los limpiones de la cocina, él se quejó, pero lo tenía muy bien merecido.

—¿Podrían escucharme? ¡Ni siquiera yo sé cómo pasó! Solo empecé a sentirme atraído a él, me gustaba cada día un poquito más hasta que hubo un momento que tuvimos que compartir, donde lo conocí un poco mejor y me di cuenta que detrás de lo horrible que puede llegar a ser, hay un ser humano herido. A lo mejor es eso lo que no deja que se muestre al mundo como realmente es y utiliza esa coraza para que nadie lo lastime de vuelta. Y yo no sé qué hacer, sé que no debo meterme con él porque es mi jefe, pero me gusta mucho. Sé que el tipo no es malo, siento que necesita que alguien le abra su corazón y lo deje entrar y le ayude a sanar.

—¿Y tú tienes complejo de centro de rehabilitación o qué? —le dijo la tía Bianca, con esa firmeza propia de ella—. No puedes curar a nadie, por más lastimado que esté y mucho menos soportar malos tratos porque te gusta o lo que sea. Date tu lugar, Frank.

—Bianca, estás exagerando todo —contestó Liz—. El amor es la cura de muchos males y un corazón herido sana con un poquito de paciencia, cariño y comprensión. No digo que deba aguantarle todo, pero si puede ayudarle a cambiar... ¿por qué no intentarlo?

—Porque como dijo Bianca, él no es un centro de rehabilitación —intervino Marie—. Tú no puedes curar ni cambiar a nadie. Si alguien debe mejorar tiene que ser por iniciativa propia y no por alguien más, porque si terminan alejándose, ¿quién se queda con todos esos cambios? La misma persona que quiso mejorar y le servirá a él solamente.

—Pero también se cambia con ayuda de alguien más, alguien que esté ahí, que te de su amor incondicional y todo su apoyo en el proceso —respondió Sofía—. No se tiene que ser tan extremistas con el tema. Es verdad que está mal que sea su jefe, pero no lo será para siempre, supongo yo —ella le sonrió y su sobrino intentó ocultar su sonrisa presionando sus labios—. ¿Por qué no intentarlo?

—Porque sigue siendo su jefe —dijo la abuela—. Y no está bien, pero el que no arriesga, no gana, ¿verdad, corazón? —entonces fue lo que le dio el permiso a Frank para sonreír abiertamente y asentir con confianza. Bianca, Marie y Sylvia giraron los ojos en señal de desacuerdo, mientras que las demás mujeres se sonrieron victoriosas.

—¿Entonces ustedes creen que sea adecuado intentar llegar hasta el corazón de ese ogro amargado? —ellas asintieron—. Pero no sé cómo hacerlo.

—Dicen que el amor entra por el estómago, ¿no? —continuó la abuela—. Te voy a enseñar a hacer las galletas más deliciosas que va a probar ese muchacho en su vida, así que vamos, es hora que aprendas cómo hacer esta herramienta que te ayudará —le tomó la mano y juntos fueron hasta el otro lado de la cocina, donde estaban los fogones y demás utensilios.

Estaba emocionado por aprender algo nuevo de la mano de su abuela, pero sabía que eso le ayudaría tantísimo a conquistar a Gerard que simplemente enfocó toda su atención para memorizar la receta al pie de la letra.

Al final del día, le tocó preparar su propio lote que fue testeado por sus tías, abuela e inclusive su mamá quien no tenía ni la más remota idea de por qué su hijo estaba tan emocionado cuando alabaron el sabor y la textura de sus galletas.

Y es que cómo no alegrarse... si estaba listo para enamorar a Gerard.

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ig de tus nenas favs: sxfway_ y whotfisthisbish

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