Capítulo 11

El hecho de ser un pasante en esa empresa era una fortuna que Frank debía agradecer mucho en ese momento, pues se había dedicado la última media hora a ver disimuladamente y con detalle al rubio que estaba sentado frente a él.

Le parecía muy interesante la forma en que movía las manos al hablar y los gestos faciales también. Sus intimidantes ojos parecían traspasar a cada espectador que se interponía delante de ellos y su voz salía firme al hablar y explicar cosas que Frank no llegaba a comprender porque su mente divagaba en las distintas formas en que podía violentar esos rosados labios que parecían demasiado suaves.

No obstante, no podía evitar tampoco que su vista se desviara hacia el lugar vacío en el inicio de la mesa de juntas. Extrañaba tanto ver ese rostro hermoso y amargado y de cejas juntas. ¿Hermoso? Si, Frank daba fe de eso desde el primer instante en que vio al señor Way cara a cara durante su entrevista, la parte negativa era que su mente estaba empezando a catalogar su hermosura natural que podía apreciar a simple vista, en otro nivel de hermosura, uno en el cual comenzaba a apreciar cada pequeña parte de él, como su suave piel y ¡Dios! Aquel lunarcito en la punta de su nariz...

Sacudió su cabeza y se obligó a enfocar de nuevo sus pensamientos en el hombre que se le había robado un par de suspiros silenciosos cuando entró a aquel lugar. No necesitaba darle cabida a esos pensamientos ridículos que lo llevaban a imaginar cosas más ridículas. Robert pareció notar la insistente mirada de Frank sobre él, así que le miró de vuelta y le ofreció una amplia sonrisa, muy bonita, a decir verdad. Si serio se miraba guapísimo, cuando le sonrió Frank se sintió perdido.

Pero esa no era la sonrisa que ansiaba tanto ver, le recordó una molesta y chillona voz dentro de su cabeza. Maldita voz pensó al bajar la mirada y juguetear con sus dedos debajo de la mesa.

Un par de minutos después uno de sus jefes, el señor Weekes, apagó el proyector y agradeció a los presentes por su atención, además les pidió que les acompañaran a compartir el refrigerio que habían preparado para ellos como bienvenida a los dos ejecutivos que se quedarían trabajando en la empresa para realizar la auditoría por los siguientes quince días.

—¿Frank? —escuchó que llamaban a su lado y se sobresaltó un poco—. ¿Puedo sentarme acá? —preguntó el rubio con educación.

—S-sí, claro —respondió un tanto torpe mientras ponía nuevamente los pastelitos que había tomado de refrigerio en su plato. Sentía que había comenzado a transpirar por todos lados al tener al rubio tan cerca, no se había imaginado ese momento tan pronto, pero vaya que no le disgustaba. Por el contrario, podía admirar cuan atractivo era sin restricciones.

—Creo recordar que ya te había visto pero no estoy muy seguro. ¿Eras tú el que acompañó a Dallon a la reunión con unos inversionistas hace algunos días? —preguntó Bob mientras dejaba una de sus manos sosteniendo su mentón, había girado la silla y mirada de frente al pasante.

Frank se la pensó un momento, pero asintió. Le llamaba la atención no recordar a Bob desde aquella reunión, porque de haber sido así sus pensamientos habrían estado enfocados en él desde aquel instante y no tuviera esas constantes jaquecas cada que recordaba a su adorado jefe y la preocupación que sentía por no tener noticias suyas.

—En esa ocasión no nos presentaron pues la reunión era con mis superiores para acordar términos de la auditoría y esas cosas, sin contar que aún no habían decidido que yo sería una de las personas a cargo.

—Ya veo. Si porque no recordaba haber visto tu rostro, sería difícil olvidarlo —dijo descarado. Nunca había sido su fuerte ser un aventado para ligar, pero no perdía nada con intentar, total siempre había una primera vez y ese Bob no iba a estar más de dos semanas en la empresa y prácticamente no tenía ninguna conexión con él que era solo el pasante.

—¡Wow! Me agradas, Frankie —dijo y le revolvió el cabello con cariño—. Voy a necesitar un poco de ayuda para acostumbrarme y conocer la empresa y su gente, ¿tienes chance para ayudarme?

—Por supuesto. Tengo un poco más de tiempo libre porque uno de mis jefes no está...

—¿Uno de tus jefes? ¿Cuántos tienes? —preguntó interrumpiendo.

—Tres, el señor Weekes y el señor Toro, que ya los conoces y el señor Way, que como mencionaba no ha venido a trabajar. Creo que tiene reposo o algo así.

—¡Oh, entiendo! Entonces es perfecto, así estás disponible para mí —dijo y guiñó un ojo. Frank alzó las cejas y sonrió mientras negaba, aquello tampoco se lo esperaba—. Estoy bromeando, no me malentiendas.

—Todo tranquilo, no te preocupes. Si quieres podemos ir a recorrer la empresa, te la mostraré para que te familiarices.

—Estupendo. Conozco un poco, pero si no fuese por Dallon me hubiese perdido con tantos pisos y puertas y oficinas... —sonrió nuevamente y se puso en pie—. Es una locura total.

—Estoy totalmente de acuerdo, pero es peor cuando te agarra la tarde y los elevadores no quieren cooperar y tienes que correr por las escaleras para llegar a tiempo para que tu jefe —"el tirano" pensó Frank—. No te llame la atención y te pase un reporte.

—Supongo que te refieres a Way, porque por lo que he visto de Dallon y Ray son los tipos más geniales. Están siempre dispuestos a ayudar y esas cosas.

Frank sonrió y se encogió de hombros mientras comenzaba a relatar cosas del señor Way, quería morderse la lengua y dejar de hablar de él porque nuevamente había caído en el mismo pozo, pensando en él una vez más.

Para su suerte Bob era una excelente hablador y no tardó mucho en encontrar nuevos temas de conversación, parecía una fuente inagotable de ideas y poco a poco Frank se fue sintiendo en una confianza absoluta con él, como si se hubiese encontrado con un viejo amigo, lo cual era bastante genial porque necesitaba de una compañía en ese momento que le ayude a dejar de pensar en Gerard. El rubio estaba realizando un excelente trabajo hasta que le hizo un comentario a Frank que lo dejó perplejo en primera instancia y en segunda, le dio ganas de lanzarse al suelo y reírse como desquiciado.

Solo a él le sucedían esas cosas, no había duda.

—Entonces por aquella época yo era muy joven y creía que mi futuro era ser estrella de rock, siempre me ha encantado mucho tocar la batería. La banda con la que estaba en esa época pensó que era buena idea grabar un vídeo musical para uno de los singles, en medio de una caravana en llamas. Había fuego por doquier y no voy a negarlo, fue algo súper divertido, pero cuando el fuego alcanzó mi pierna, supe que eso era todo. No podía seguir con la banda así que poco tiempo después me separé de ellos y continúe con mis estudios —finalizó su historia encogiéndose de hombros.

—¡No puedo creer todo eso! ¿Todavía tienes una cicatriz? Estoy impactado.

Habían pasado más de cuarenta y cinco minutos yendo de un lado a otro en la empresa hasta que el recorrido había finalizado en la cafetería. Habían tomado asiento en una mesa y mientras bebían sus refrescos naturales se dedicaron a compartir anécdotas, o mejor dicho Bob había compartido anécdotas.

—Sí, todavía está ahí, aunque no puedo verla porque está en la parte trasera de mi pierna, pero mi esposa dice que hoy en día ya casi no es muy visible.

Frank casi se ahoga con el comentario de Bob, el tipo guapísimo que le había hecho babear y al que estuvo a punto de ligar era casado. ¡Rayos! Frank se maldijo al verle las manos con detenimiento y recién apreciar que efectivamente en su mano izquierda yacía un anillo dorado.

En definitiva, un día de estos a Frank debían darle un premio por la enorme buena suerte que lo acompañaba últimamente. Por suerte no tuvo mucho tiempo para lamentarse haber perdido su casi nula oportunidad con el rubio porque su celular sonó dentro de su bolsillo. Lo sacó y la notificación que yacía en su pantalla lo obligó a ahogarse con su refresco.

***

—Estúpido, estúpido, estúpido Gerard Way —decía Gerard para sí mismo mientras caminaba de un lugar a otro cerca de su comedor—. ¿En qué rayos estabas pensando?

El hombre castaño miraba con profundo terror su celular, hacia menos de media hora que había enviado aquel mensaje y todavía no terminaba de entender el por qué. Tenía la opción de haber anulado el envío, pero con las manos torpes a como las tenía en ese momento no fue mucho lo que pudo hacer para lograrlo.

"Hola Frank. ¿Qué tal todo?

Mis manos aún siguen adoloridas, pero puedo moverlas más. Gracias por tu compañía el otro día."

—¡Mierda! —dijo ofuscado al leer sus propias palabras, quería tirarse del cabello y peor aun cuando vio las dos rayitas anunciándole que su mensaje había sido visto.

Se mordió los labios y bloqueó la pantalla del aparato, seguidamente el timbre de su hogar sonó provocando un susto enorme. Se tuvo que tomar el pecho donde su corazón latía a un ritmo irregular. Vio asustado la puerta, no podía ser Frank, ¿cierto?

El timbre volvió a sonar con insistencia y no le quedó más remedio que dirigir sus pasos hasta la entrada y abrir. Fuere quién fuere no iba a darse por vencido porque de las pocas personas que sabían de su estado, tenían conocimiento también que no se iba a ir de su hogar.

Al abrir la puerta la persona que estaba ahí de pie era la que menos esperaba ver. Gerard sintió como su corazón se hizo pequeño y su cuerpo tembló, ya que delante de él podía desmoronarse y volver a reconstruirse, solamente que sabía que la había cagado en grande con su hermano Raymond Toro.

Contra todo pronóstico ahí estaba Ray en su puerta. El moreno estaba muy molesto con Gerard aún, incluso se lo había comentado a Frank esa mañana, pero los sentimientos que tenía por Gerard eran demasiado fuertes como para no preocuparse por su desaparición, esa fue una de las causas para moverse sin cuestionar cuando recibió el mensaje del menor de los Way. Al finalizar la reunión tenía un chat de Mikey donde le pedía que por favor fuese a visitar a su hermano. Mikey sabía todo lo que había pasado y él nunca se metería en un asunto así sino fuese porque algo importante pasaba ahí. Así que solo se había despedido de los inversionistas, avisó a su secretaria que saldría y sin más bajó al estacionamiento a buscar su auto para dirigirse al apartamento de Gerard.

Cuando lo vio no se había esperado tal imagen. Había imaginado cualquier cosa, pero no verlo tan destruido, ¿qué le había pasado para que estuviese así? Quería pasar y abrazarlo, darle su apoyo, pero aún había una barrera y a Ray le calmó el corazón ver el rostro arrepentido de su amigo.

—Perdóname Ray —fue lo primero que Gerard dijo al recuperar su voz—. Siento mucho todo lo que te dije y como te traté. Soy un maldito imbécil, y si tienes razón, sé que hay algo malo conmigo. Perdón por haberme desquitado contigo, Ray. Eres mi amigo y no te imaginas la falta inmensa que me has hecho, es como si una parte más me hiciera falta —finalizó y se dio cuenta que había bajado la vista hasta sus pies en el transcurso que hablaba, odiaba ser vulnerable, pero a quien tenía enfrente era Ray, así que no tenía por qué esconderse en su dura fachada.

—Entonces, ¿por qué no me hablaste y dijiste todo esto? —dijo entrando al lugar, sintiendo un nudo en su garganta al ver los ojos llenos de lágrimas de Gee, había pasado un buen tiempo sin verlo así.

—No han sido días fáciles. —Hizo un intento de sonrisa y alzó sus manos, al mismo tiempo la cascada de lágrimas se deslizó desde sus ojos—. Perdóname por todo, Ray —volvió a pedir—. Tú siempre estás ahí para mí, me cuidas y me apoyas y... y-yo... ese día me sentía a tope. Siempre es lo mismo. Adam y su estúpido recuerdo me atormenta aún, solo... tú estabas ahí y me desquité contigo. Lo siento tanto.

Ray acortó la distancia entre ambos y encerró a Gerard en un abrazo fuerte, tratando de reconfortarlo. Sabía que ahora si le estaba siendo sincero.

—Te perdono, hijo de puta. Pero que sea la última vez que sacas tu mierda conmigo y que me ocultas algo tan importante como esto.

—Te lo prometo, Ray —susurró contra su ropa mientras se aferraba a él, dejando salir de su pecho los sentimientos que estaban ahí guardados. Ni siquiera con Mikey había podido dejar ir todo aquello—. Gracias por venir... te amo mucho, hermano.

—También te amo, Gee, y sabes que yo siempre me he preocupado por ti. Si te pregunto cómo te sientes es para tratar de ayudarte no para hacerte daño.

—Lo sé, Ray —respondió aún contra su ropa, sintiéndose mejor.

Lentamente se fueron soltando del reconfortante abrazo, sin embargo, antes de alejarse por completo Ray depositó un pequeño beso en la sien de Gerard, le revolvió el cabello y le dijo que pasaría la tarde con él. Había muchas cosas que le debía contar.

Con un buen vino y comida china, servida por Ray, los amigos comenzaron a platicar de lo que Gerard había sufrido casi una semana atrás. Le contó casi todo, con la excepción de no haber mencionado a Frank en lo absoluto. Ray no necesitaba saber eso y Gerard prefería guardar aquello sólo para él.

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ig's de estas nenas lindas: whotfisthisbish; sxfway_

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