Capítulo 10

Gerard abrió los ojos y se topó con los ojos de Frank mirándolo, permaneció unos momentos observando esa mirada avellana embelesado.

Nunca se dio cuenta antes, pero ese muchacho tenía unos ojos muy bonitos y una mirada muy intensa. No era molesto ni le incomodaba, al contrario, era agradable y de cierta manera le gustaba verse reflejado en ellos.

Ya era temprano por la mañana, quizás el efecto de los medicamentos hizo que Gerard durmiera tanto hasta el día siguiente, porque miró al reloj al lado sobre su buró y ya eran las seis y media. Frank tenía en sus manos unas gasas y alcohol, al parecer mientras dormía se lastimó la herida de la cabeza y por eso el pasante le estaba cambiando las gasas. Su intención no era despertarlo, de hecho, solo quería curarlo y no molestarlo más para evitar algún reclamo, pero al parecer Gerard seguía adormitado y no le prestó mucha atención a lo que Frank estaba haciendo.

—Buenos días —dijo Frank cubriendo la herida con gasas—. ¿Cómo se siente?

—Cansado, a decir verdad.

—Ha dormido mucho. Desde ayer en la tarde y ya no volvió a despertarse otra vez.

—Hace mucho que no dormía así —"sin mis medicinas para dormir" quiso decir, pero se detuvo—. ¿Qué haces tan temprano despierto?

—También me acosté temprano, pero desperté como hace una hora y ya no pude dormir. Quizás porque siento que, si no aparezco hoy en la oficina, Ray va a matarme.

—Es probable, no voy a mentirte.

—Creo que debería-

—No vuelvas a lo mismo, ya sé lo que tengo que hacer —le interrumpió ya bastante fastidiado, Frank se alejó de él y puso todo lo que tenía en las manos en el buró.

—Está bien —contestó avergonzado—. Pero hoy sí tendré que ir a trabajar, ¿se siente bien si lo dejo solo durante este tiempo?

—Como sea... me tocará hacer lo que pueda —respondió algo molesto. En el fondo no quería que Frank se fuera.

—Puedo regresar en la noche, si usted quiere.

—No creo que sea necesario.

—¿Está seguro?

—Sí, Iero, vete si quieres —contestó y se levantó de la cama con dificultad para ir al baño.

Estaba molesto... bastante fastidiado. Entendía la preocupación de Frank por ir a la empresa y trabajar, pero él no comprendía que era el único que podía acompañarlo en ese momento. Aún no estaba preparado para ver a Mikey o a su padre y decirles todo lo ocurrido. Se le caía la cara de vergüenza y maldita sea, no quería que supieran que Donna tenía el poder de enterrarlo otra vez en toda la mierda de la que ha intentado escapar durante toda su vida. Pero eso no lo sabía Frank, y tampoco era un jodido adivino para saberlo y enojarse con él cuando le hizo un favor contra su voluntad, era un error peor aún.

Salió del baño y ya no encontró a Frank en la habitación. Despacio caminó al salón y tampoco estaba ahí, pero escuchó el grifo del agua en la cocina y entonces fue para allá. Estaba de espaldas, llenando la cafetera para hacer un poco de café y así poder iniciar su día de una manera más agradable. Gerard se quedó estático en el marco y cuando Frank se giró se topó a su jefe mirándolo raro... ¿quizás apenado? No sabía, pero solo siguió su camino y no dijo nada más.

Gerard notó que llevaba otra vez su ropa y la secadora estaba encendida, por lo que supuso que él estaba dejando limpio absolutamente todo lo que usó... y era curiosa esa sensación, porque parecía que no quería fastidiarlo con nada. Frank lo trataba con mucho tino e inclusive prefería no hablarle. ¿Por qué lo evitaba? ¿Le tenía miedo? Él era consciente que no era la persona más agradable del mundo, pero sentía raro que Frank le tratara así.

—Voy a prepararle algo de desayunar para que pueda tomarse las medicinas con el estómago lleno —dijo el pasante, sin voltear a ver a Gerard.

—G-gracias.

—No se preocupe.

Gerard no dijo nada más, con esa incertidumbre prefirió ir al salón y sentarse ahí para olvidarse un poco de eso, pero fue peor, a decir verdad. Quizás por eso Ray fue a pedirle que sea un poco más "humano" con él... y lo único que hizo fue extrapolar absolutamente todo, exagerar y hacer drama de una simple petición. Una petición que le hizo su mejor amigo, al que trató como la mierda sin merecerlo.

Se sintió terrible, como muchas veces ya... Ray no tenía la culpa que Adam siguiera apareciendo en sus sueños y jodiendo su vida.

—Señor Way, está listo el desayuno —inició Frank, unos veinte minutos después de su última interacción. Gerard estaba recostado en el sofá, con los ojos cerrados, intentando aclarar su mente.

—Oh... —contestó levantándose despacio—. Gracias, Frank... pero te dije que dejaras de llamarme así.

—Lo sé, lo sé, pero prefiero evitar faltar al respeto. Uh, me tengo que ir ya, porque si no, no llegaré a la oficina a tiempo y tengo que cambiarme. Le dejé el desayuno en la mesa, ¿está seguro que puede tomar los cubiertos?

—Sí, con dificultad, pero creo que sí.

—Bien. La ropa que me prestó, está limpia y la dejé doblada en la lavandería.

—¿Desayunaste? —preguntó sin saber muy bien por qué, Frank alzó las cejas con sorpresa.

—N-no, la verdad es que solo le preparé el desayuno a usted. Comeré algo yendo a la oficina.

—V-vale, está bien —quiso pedirle que se quedara a desayunar con él, pero su parte racional saltó y lo frenó antes que cometiera una locura.

—Bien, creo que es hora que me vaya...

—Gracias por quedarte anoche, te debo una.

—No se preocupe, no me debe nada. Solo... solo si necesita algo, hágamelo saber, grabé mi número en su celular por si acaso. Espero que no lo moleste.

—No, si necesito algo te diré. Gracias.

—Está bien... Hasta luego, señor Way.

—Hasta luego. ¡Eh! —dijo cuándo Frank abrió la puerta—. Estuvimos en una reunión importante ayer y no pudimos ir a la oficina. Todo fue de improviso, ¿okay?

—Sí, señor Way. No se preocupe —levantó su mano despidiéndose de Gerard y salió de la casa.

Afuera, Frank suspiró aliviado. No iba a mentir, no pudo pegar un ojo en toda la noche. Siguió dándole vueltas y vueltas a todo lo que pasaba en ese momento y claramente se desveló intentando encontrarle un sentido a eso. Pero no, no encontró nada. De hecho, se confundió mucho más y con lo que ocurrió en la mañana, prefirió evitar cualquier conflicto.

Gerard fue hasta la cocina y se encontró con lo que Frank le dijo... el desayuno estaba servido. Café, huevos revueltos y unas tostadas con aguacate le esperaban ahí. Se sintió mucho más extraño, él había hecho todo eso después de lo terrible que se portó desde siempre. Frank era un maldito cacho de pan, muy amable y servicial... hasta le parecía tonto y quedado al comportarse tan putamente bien con él después de la sobre explotación de la que estaba siendo víctima.

No merecía un empleado como Frank en absoluto.

Lo primero que hizo fue tomar la taza con café despacio, con las dos manos intentando que no se cayera porque aún no podía moverse bien y le dolía, pero apenas le dio un sorbo, el dolor desapareció y sus papilas gustativas bailaron de la alegría dentro de su boca. Estaba delicioso, era el mejor café que probó jamás en la vida y se lo había hecho Frank, el mismo muchacho con el que se comportó injustamente. Muchas veces hacía las cosas sin saber por qué... y ese momento era uno de esos.

La puerta sonó luego de un rato, no supo si era Frank, pero si era él, tenía que felicitarlo por ese café tan maravilloso que estaba degustando. Por lo que a paso lento caminó hasta la puerta y con la dificultad de sus manos heridas abrió la puerta. Mikey Way casi se cae de espaldas al ver a su hermano con el collarín y las manos vendadas. Gerard no supo dónde demonios meterse en ese instante.

—¡¿Qué demonios te pasó, Gerard?!

—Mierda... ¿Qué haces aquí?

—Ayer estuve llamando a todo sitio y nadie me daba respuesta de ti. Me quedé preocupado cuando saliste corriendo de casa, papá y yo salimos a buscarte, pero no te encontramos... y ahora te veo así y no pudiste decirme que tuviste un accidente, ¿qué mierda?

—Ni siquiera yo sé qué pasó.

—¡Debiste llamarnos! ¿Y si pasaba algo peor? ¿Teníamos que enterarnos cuando ya te fuesen a embalsamar o qué?

—Estás exagerando las cosas, Mikey.

—¡¿Exagerando?! ¿Lo dices en serio? ¡Sólo mírate! Estás herido y llevas un collarín... no estoy exagerando una mierda. ¡Y todavía le dices al tipo con el que estabas que me diga que estás en una reunión! ¡Todavía le pides que me mienta! —Gerard miró confundido a su hermano, no entendía de qué hablaba.

—¿Ah?

—El tipo que me contestó ayer me dijo que estabas ocupado en una reunión y que no podías atenderme.

—Mikey, cálmate por favor. Estoy bien, solo serán unos días de reposo hasta que pueda volver al trabajo.

—No lo digas tan tranquilo, Gerard. Estuviste a punto de morir —dijo con la voz rota, el mayor soltó un suspiro—. Y nosotros nos enteramos tarde, nos asfixiamos de la angustia y tú no tienes la decencia de avisarnos, ¿crees que merezco esto? ¿Crees que papá merece esto? No somos unos jodidos extraños, somos tu familia y nos preocupamos por ti, Gerard. —A ese punto, Mikey ya lloraba de enojo, Gerard miraba al suelo avergonzado.

—Lo siento, no querían que vieran... que Donna sabe cómo destruirme. Lo siento mucho. —Mikey solo se acercó a su hermano y lo abrazó fuerte soltando su llanto.

—Papá y tú son lo único que tengo, si algo les pasa te juro que me muero, Gerard. No vuelvas a hacer esto, por favor.

—Te lo juro, Mikey... te lo juro.

***

Cuatro días pasaron, cuatro días en los cuales no tuvo ningún mensaje de Gerard.

Si le hubiese pasado algo, ya se hubiese enterado. No solo él, sino toda la oficina y hasta ese momento nadie rumoraba ni decía nada del señor Way y su inesperada muerte. Por eso estaba tranquilo, dentro de lo que cabía... pero la verdad es que necesitaba saber cómo estaba, aunque sea algo que le quitara ese sentimiento de culpa por no quedarse a cuidarlo más tiempo. Además no podía creer que realmente extrañara inclusive las millones de tareas que le ponía a hacer a diario. Era como si algo faltaba en la oficina. Tal vez su mal humor, sus ganas de fastidiar a todo el mundo, su voz irritable cuando le llamaba a la oficina para darle más tareas y luego decirle que si no las tenía listas al final del día, lo iba a poner en su reporte.

Era eso... o es que extrañaba a Gerard... a él, como persona y no como jefe.

Otra vez esos pensamientos ridículos rondaban por su cabeza y era terrible los dolores de cabeza que le provocaba tremenda estupidez. Él quería estar tranquilo y trabajar en paz. Quería dejar de pensar en tantas tonterías sin sentido y sacarse a Gerard de su cabeza, de la manera en como lo pensaba. Porque no estaba bien, porque él era un tipo muy apático que no tenía sentimientos y Frank era todo lo contrario. Además, porque Ray se lo había dicho y Ray tenía razón indiscutiblemente... por lo que él tenía que hacer caso y punto.

—Hey, ¿qué haces? —justamente era Ray quien aparecía frente a su escritorio, él le miró y le sonrió.

—Terminando de revisar unos documentos que me dio el señor Weekes de un contrato. ¿Pasó algo?

—Sí, es que quería que fueras conmigo a una reunión. Bueno, no es una reunión como tal, sino que voy a recibir a unos auditores y quiero tu ayuda. De hecho, no es algo que me toque hacer, pero ya sabes... el gran jefe no está y tenemos que hacer su trabajo porque sino, viene aquí, grita, llora y patalea y créeme que la última vez que discutí con él, estuve a punto de partirle la cara. Me tiene calentito ese hijo de puta. —Frank no pudo evitar sentirse culpable.

—¿Pelearon por lo que te conté, cierto?

—Mira, no lo sé... no sé si fue eso, o si ya le pasaba algo, que es lo más seguro. La cosa aquí es que siempre hace lo mismo, se desquita con todo el mundo cuando tiene cruzados los cables. Lo quiero como a un hermano, pero no por eso le voy a aguantar todo.

—No debí abrir mi boca, estoy seguro que cuando él regrese, se va a desquitar conmigo.

—Si lo hace, avísame, porque te juro que no se la voy a dejar pasar.

—¿Al menos sabemos dónde está? —empezó a caminar con Ray hasta la sala de reuniones de la planta baja.

—No, su hermano no me quiso decir y sinceramente me tiene sin cuidado. Prefiero tenerlo de ermitaño como hace tiempo a mirarle la cara de mierda que tiene, porque muy contento no me tiene. Pero bueno, no hablemos de él... me amargo.

Llegaron a la sala de reuniones, ahí ya estaban cuatro sujetos trajeados esperando a que Ray llegase. Él entró primero y empezó a saludar a todo el mundo, jaló un cajón de la mesa y sacó unos papeles. Frank se quedó en el marco de la puerta esperando a ser introducido con los auditores, pero más que nada se quedó observando disimulado a uno de ellos. Rubio, alto, de ojos azules, bastante guapo...

—Bien, él es Frank. Es nuestro pasante y va a estar unos meses en la empresa ayudándonos. Ven, Frank —dijo Ray e inmediatamente él se movió de su lugar para estrechar la mano de cada uno de los auditores, pero se quedó prendado en el rubio que le llamó la atención cuando llegó.

—Bob Bryar, mucho gusto.

—Frank Iero, el gusto es mío —le sonrió y se sentó frente a él.

De repente, se olvidó de Gerard y de toda culpa que sentía en el pecho...

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