Capítulo 1
El aroma a tierra mojada y la suave brisa que el viento empujaba en dirección a Frank lo tenían completamente relajado. Había sido una semana de mierda, los últimos días del cuatrimestre siempre lo eran a decir verdad. No entendía qué clase de maleficios practicaban en común todos esos maestros de la facultad para ensañarse con los estudiantes cuando el ciclo iba llegando a su fin. Gracias al cielo ya estaba en la recta final, estudiar y hacer los exámenes finales era lo único que le restaba.
Sin embargo en ese momento solo le apetecía descansar, después de todo, había deseado que llegara el sábado para poder relajarse. En un principio no había querido ir a aquella fiesta que su amigo le había invitado, pero con tanta mierda sentía que su cabeza no daba para pensar más en problemas universitarios. Como Ray había dicho, iba a ir, a pasar un buen momento, relajarse y olvidarse por un momento de todo. Jared no lo iba a acompañar, así que tendría que sacar a flote su pseudo lado social para tratar de entablar conversación con alguien para no disfrutar de ese ameno momento en soledad.
—"Al menos estará el amigo de Ray" —pensó mientras trazaba patrones invisibles sobre la superficie de la mesa donde estaba recostado.
—Cariño —le habló con dulzura su madre, sacándolo de la corriente de pensamientos que inundaba su mente—. ¿Quieres un poco de chocolate? Hace un poco de frío y Debbie se ofreció a preparar un poco.
—Prefiero una taza de café con vainilla y mucha espuma.
—De acuerdo. Iré a prepararlo —respondió y le despeinó el cabello.
—Mamá —llamó a la mujer que ya estaba pasando el umbral de la puerta—. No olvides ponerle un poco de canela, por favor.
Finalizó su pedido con una sonrisa pequeña, esa que siempre utilizaba con su mamá, su abuela y sus tías para obtener lo que quería. Linda asintió y se retiró, volviendo a dejar solo a Frank con la lluvia como compañera. Había decidido ir a pasar el día a casa de su madre, pues con toda la sinceridad del mundo ese día no se sentía con ganas de hacer absolutamente nada. Y con el pronóstico de lluvia para todo el fin de semana, sabía que iba a ser imposible salir de su cama calientita y por consiguiente, de su cómodo y cálido apartamento. Era extraño que por aquellos días de mayo hubiese lluvias en Jersey, pero ya Frank no se molestaba en buscar explicaciones para todo lo que sucedía con el cambio climático. Estaba más que acostumbrado a esas lloviznas inesperadas que llegaban para lavar las festividades.
Volvió a apoyarse sobre la mesa y suspiró, cerró sus ojos y se dejó envolver por el viento helado que entró por el espacio abierto. Desde muy pequeño, cuando llovía le gustaba ir al porche de su casa para olvidarse de todo, podría decir que él sonido de la naturaleza era su escape, su lugar seguro. Pero eso era algo que se reservaba solo para él, nadie sabía de eso, estaba seguro que si se lo contaba a sus amigos iba a ser su eterna burla, no por maldad, sino por la eterna mierda divertida que se lanzaban entre ellos. Frank era el que más los molestaba cuando se enteraba de algo pero era un hipócrita, que cuando llegaba su turno de ser jodido se molestaba casi de inmediato. Así que prefería evitarlo.
Suspiró una vez más y se permitió imaginar que con ese clima y esa paz le gustaría disfrutar de algo muy peculiar, la compañía de alguien más. A veces sentía una pequeña necesidad en el fondo de su corazón. Tenía el recelo de que las culpables de que él sintiera aquello eran sus tías, ellas que le leían cuentos de princesas y le fueron cultivando el sueño por un amor verdadero algún día.
El tema del amor, ocupaba un lugar tan complejo dentro de la mente de Frank. Creía en el y esperaba que llegara algún día a su vida alguien que lo amara y a quien él le pudiera demostrar todo lo que tenía para dar. Soñaba con un romance eterno que se complementara perfectamente con una vida sexual abierta, que ese alguien fuera un cómplice de aventuras y travesuras. Pero todo eso formaba parte de aquel pequeño baúl de secretos que Frank tenía, nuevamente se prendían las luces cuando el tema era tocado, la mejor manera de estar en paz era rehuir de expresar sus pensamientos con respecto al tema. En su mente se creaba esa maraña confusa de creer y no creer en el amor, porque cuando le tocaba poner en una balanza lo que él soñaba y creía versus la realidad de lo que había visto y vivido, el peso de esta última ocupaba un lugar realmente considerable.
Así que, por el momento, estaba bien. Añorando en secreto pero con un corazón sano. Luchando únicamente con esos pensamientos extraños que a veces, por las noches en soledad, llegaban a molestarlo y crearle dramas innecesarios. Pero de nuevo, Frank siempre encontraba la manera de salir de ese pozo, siendo el mismo de siempre. Alegre, divertido, confianzudo y chistoso, con sus personas de confianza.
Vaya caja de pandora albergaba ese pequeño cuerpecillo lleno de tinta y amante de piercings.
—¿Qué estás pensando, Frankie? —preguntó su mamá, de nuevo apareciendo de pronto a su lado.
Frank saltó en su lugar por inercia, no se había dado cuenta de que se había quedado perdido dentro de sus pensamientos, o quizás dormido, pues la lluvia ya había parado. Se mordió el aro del labio inferior y se talló los ojos, tratando de empujar lejos el hilo de pensamientos personales que estaba teniendo.
—Nada interesante —respondió.
—Tenías esa sonrisa.
—¿Qué sonrisa?
—Esa sonrisa boba que tienes en este instante.
—Ya basta mamá —dijo escondiendo el rostro entre las manos—. No estaba pensando en nada interesante.
—¿Acaso hay alguien...?
—Eso quisiera —respondió sincero mientras tomaba su taza favorita con su café espumoso que su mamá acababa de colocar frente a él. Aspiró el aroma, justo como le gustaba—. Pero al mismo tiempo no, porque siento que en este momento de mi vida estoy bien. Hay muchas cosas que aún me quedan por hacer y no quiero perder la cabeza pensando en una relación cuando tengo que perder la cabeza pensando cómo conseguir unas pasantías para poder graduarme al fin.
—Te entiendo perfectamente, Frankie cariño. Ya verás como todo llega en su momento perfecto. Tan perfecto que a veces no lo percibimos, porque simplemente se da.
—No sé qué haría si no te tuviera en mi vida.
—Estoy segura que habrían más personas dispuestas con todo el amor del mundo para guiarte.
—Como mi tía Liz.
—Sí, está un poquito loquita, pero así te quiero mucho.
—Lo sé, mamá.
Lo que prometía ser una conmovedora charla se vio interrumpida por el sonido del teléfono de Frank. Lo extrajo del bolsillo de su pantalón y rodó los ojos al ver el nombre de su querido amigo en la pantalla. Antes de responder le dio un sorbo a su café y Linda se retiró para darle privacidad.
—¿Hola?
—Frankie, ¿estás ocupado? —preguntó con rapidez la voz al otro lado de la línea—. Vale no importa, necesito tu ayuda —volvió a hablar sin dejarle responder.
—¿Para?
—Ven a mi casa, necesito tu ayuda con urgencia. Aquí te lo explico.
Frank bufó antes de dar su respuesta afirmativa. Sabía de antemano que era un sucio plan de Ray para hacerlo trabajar como su elfo doméstico y también para que así no pudiera faltar o escapar de su fiesta. El muy maldito, pero ya llegaría su oportunidad de cobrarle todas esas que le tenía pendiente. Claro que sí.
Sin más, Frank terminó de tomar su café y después de ir en busca de una camisa de vestir y guardarla en su mochila, emprendió el viaje hacia la casa de Ray. Otra de las ventajas de haber decidido pasar el día en casa de su madre, era que, visitar a su mejor amigo no le tomaba más de quince minutos a paso lento. Silbando una canción Frank comenzó a caminar con tranquilidad por el vecindario. El clima fresco prometía que el resto de la tarde y la noche sería muy buena.
O así quiso creerlo Frank.
¡Pero por la santa mierda, más equivocado no pudo haber estado! Después de haberlo explotado trabajando toda la tarde moviendo cajas de licor y arrastrando otra serie de cajas con quién sabe qué, y dejándolo exhausto hasta el cansancio, el muy desgraciado de Raymond se había esfumado del lugar.
Frank lo buscó antes de que la fiesta comenzara, no quería estar solo cuando la manada de desconocidos llegara. Pero los minutos transcurrían y la enorme cabellera castaña y enorme de Ray no aparecía ante su visión. Para poder sobrevivir al mar de gente que aparecía por obra de magia en la sala de su amigo, Frank tuvo que tomar una cerveza helada e ir a la parte trasera, ahí había un pequeño jardín donde la música llegaba con un nivel más tenue y la afluencia de personas era menor.
A la primera cerveza, le vino una y otra y otra más, y cuando Frank intentó levantarse para ir al baño y se sintió mareado, supo que ya era momento de parar e ir a casa. Sobre todo porque Ray y el amigo que le había prometido para no parecer un tonto solitario en fiesta, no habían aparecido por ningún lado.
Fue al baño, hizo sus necesidades y lavó sus manos, quedándose de pie frente al espejo por un largo rato. Le gustaba como le quedaba el cabello oscuro y un tanto largo, no mucho, pero sentía que aún podía dejarlo crecer un poco más sin que le molestara. Un par de toques a la puerta lo obligaron a salir, sin nada más que hacer en aquel lugar decidió irse sin más, no era como si tuviera que despedirse de alguien pues tampoco había conseguido pasar de unos simples "Holas" con un par de chicos. Dejó su mochila con las cosas que había llevado, ya luego se las pediría a ese traidor.
Sin embargo, de camino a la salida su huida se vio frustrada por un nuevo vaso de alcohol. Ni siquiera supo quién se lo había dado. Tomó un poco de él para no ser descortés y se fundió un momento entre la gente que estaba bailando en el centro de la sala. La música era buena pero estar en medio de tantas personas no era lo suyo, se dio prisa en salir pero en un intento desesperado por avanzar se tropezó y el líquido que había en su vaso fue a caer directamente sobre una persona frente a él.
—¡Lo siento! En serio, soy un torpe... discúlpame —trató de disculparse.
Se inclinó hacia a un lado para tomar unas servilletas que estaban en una mesa y se acercó nuevamente al tipo. Quiso ayudarlo con el desastre que había causado en una bonita camiseta de Black Flag, pero el hombre arrebató las servilletas de sus manos y le dijo;
—Ash... déjalo.
Frank se quedó mirando la espalda de aquel hombre por unos segundos, quizás por el efecto del alcohol que lo volvía estúpido casi siempre, por eso no le gustaba tomar. Se encogió de hombros y finalmente se marchó.
***
Gerard despertó casi a las ocho con cuarenta minutos de la noche. Se sentó de golpe en su cama, completamente desorientado por la larga siesta que había tomado. Además estaba muy hambriento. Se levantó y fue hasta la nevera, revisando que rayos tenía ahí todavía, necesitaba hacer compras pronto.
Eso era uno de los peores puntos de vivir solo y tener ese puto horario de oficina como el suyo, no le dejaba tiempo de llegar a casa y cocinar algo saludable para la cena. Siempre llegaba cansado, a buscar algo precocinado, nada saludable y horriblemente congelado. De igual manera, Gerard se encogió de hombros y sacó una pizza, la llevó al horno y se apoyó en la encimera de la cocina mientras esperaba.
Los segundos avanzaban y poco antes de llegar al límite de tiempo, su celular sonó. Al ver la pantalla, Gerard soltó un largo suspiro, era el nombre de su mejor amigo el que estaba reflejado. Como balde de agua fría le cayó el recuerdo de la dichosa fiesta, de la cual aún se sentía indeciso con asistir. El tan solo imaginar una casa llena de personas desconocidas, le erizaba los vellos, sin hablar del rechazo que le provocaba todavía el interactuar con alguien más. Gerard no se sentía del todo bien para aparecer por ahí y fingir que se la estaba pasando bien, lo peor de todo es que Ray parecía no comprender.
No tenía nada de divertido eso de ir a una fiesta y estar sentado en una silla, en un rincón junto a la cocina mientras miras a tu mejor amigo conversar y disfrutar del ambiente. Porque eso que Ray le había dicho, que estaría a su lado toda la noche, era una puta mentira. Gerard lo sabía muy bien.
Decidió no contestar y a cambio prefirió esperar con paciencia a que la pizza saliera del horno, para así sentarse a comer y a ver alguna serie con toda la tranquilidad del mundo.
Solo que hubo un problema.
Tocaron a su puerta.
Gerard quiso morirse, cuando al abrir su puerta con total inocencia, vio a Ray. Él lo observaba enojado pero a la vez con esa mirada juzgadora que le dedicaba en ocasiones especiales, todo aquello sin decir una palabra. Gerard se sintió pequeño, no le quedó más remedio que hacerse a un lado para permitirle la entrada a su casa y esperar a que la reprimenda comenzara.
No obstante nada sucedió, Ray solo tomó asiento en un sofá en la sala, con un codo apoyado en el reposabrazos y el mentón apoyado en la mano, se cruzó de piernas y le observó fijamente. Gerard corrió a la cocina al escuchar el pitido del horno, sacó su pizza y la sirvió en el plato, por lo menos el hambre no se había ido al ver ese rostro, que, al regresar continuaba igual. Se estaba volviendo algo espeluznante.
—Okay, ¿sabes? Si vas a soltar tu sermón, hazlo ya. Deja de actuar así —dijo Gerard, harto de su actitud. Él solamente suspiró—. ¡Ray!
—Un puto mentiroso, eso es lo que eres, Gerard. O sea, si no te llamo, simplemente me ignoras y me dejas plantado, ¿verdad?
El mencionado torció la boca, avergonzado. No sabía qué responderle.
—Solo quise sacarte de estas cuatro paredes, ayudarte a que distraigas tu mente en algo que no fuera el trabajo o leer comics mientras comes porquería pre cocinada y te rascas los huevos en tu cama... pero te da igual.
—No es que me dé igual, Ray. Sabes lo complicado que es para mí socializar con gente que no conozco. Entiendo tu esfuerzo por intentar que salga de mi cueva, pero no me siento listo. No aún —dijo con sinceridad y bajó la mirada, sintiendo el peso de los ojos de Toro sobre él. Sintió un nudo en la garganta y respiró profundo para no permitir que las lágrimas que sabía que se iban a agolpar en sus ojos en los próximos segundos, cayeran por su rostro y lo dejaran como un drama king frente a su amigo.
—Escucha, Gee. Entiendo que lo que pasó con Adam te jodió un montón, no era justo para ti que hiciera esa canallada después de estar tanto jodido tiempo juntos. Sin embargo, no puedes dejarte morir por ello. Debes seguir adelante y no darle el gusto a ese hijo de puta de verte destruido. ¿Está bien? Has luchado un montón para superar tu ansiedad y es cierto que él te ayudó, pero eso no significa que hizo todo el trabajo, simplemente te dio un pequeño empujoncito comparado con lo mucho que has hecho por ti solo. ¿No te das cuenta de ello?
Gerard alzó la mirada para encontrarse con aquellos ojos color café. Ya no le miraba con furia sino más bien con compasión... y Gerard detestaba eso.
—Mereces mucho más. Sé que puedes volver a ser ese mismo Gee que estaba en la cima del mundo, pero esta vez sin ninguna sanguijuela que te chupe la vida. ¡Lo puedes hacer! Creo en ti. Mikey y tu papá también lo hacen. Demuéstranos a todos que eres el mismo de siempre —sonrió al final de esa oración.
Gerard no iba a mentir, en ese momento comenzó a sentirse verdaderamente aterrado. Aterrado por cagarla enormemente en frente de toda la gente que no conocía, que todos le miraran mal solo por su presencia ahí, siendo el amigo extraño de Raymond.
—¿Qué dices, mejor amigo? —dijo, interrumpiendo el debate mental de Gerard.
Gerard gruñó cuando Ray dijo "mejor amigo" y él solo rio descarado, también lo estaba chantajeando emocionalmente de cierta manera.
—Te odio mucho, Raymond Toro. —Pero en el fondo él tenía razón, mierda. Y Gerard no quería aceptarlo porque siempre había sido un cobarde que no quiere salir de su zona de confort por el mismo miedo que viene explícito al hacer algo nuevo. Pero quizás... quizás debía seguir el consejo de su amigo y volver al ruedo—. Bien... —suspiré cansado—, voy a prepararme.
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