»Prólogo
O. prólogo
El próposito de una traición
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Uno...
Dos...
Tres...
Eran las únicas palabras que California lograba repetir en su cabeza los últimos tres meses, hundida en la desesperación de no saber que esperar al pasar de los segundos, sentía que la manecilla del reloj acompañaba a cada latido de su corazón y poco a poco iba acelerando, cuando lograba llegar al tres, y sentía la paz dentro de ella.
Las gotas carmesís manchaban la pulcra alfombra blanca que, hacia armonía con aquella desolada habitación, se sentía en un sendero con nieve y que sus dedos habían sido cortadas por espinas de la rosa más bella habitando en esa cubre de nieve, sentía la esperanza aún en días nevados como ese.
Toronto nunca fue su opción, estar ahí tampoco lo era, su único consuelo que le hacía frente era mirar a través del cristal como poco a poco las hojas de los arboles de afuera del psiquiátrico se caían debido a que el invierno se acercaba, las estaciones marcan el fin de una tragedia y el inicio de algo mejor, pero para California no era el caso, no esta vez.
—Señorita Scott.
Los golpecitos de la puerta le hicieron sobresaltar y sentir una corriente de frío en su cuello debido a que la persona quien tocaba no espero respuesta inmediata y abrió la puerta.
—Vengo a escoltarla a su sesión con el Doctor Parker.
Matteo, un residente de la clínica era quien se pronunciaba cada medio día en la puerta de su habitación, y siempre era el mismo proceso.
El joven apoyaba una de sus manos sobre el picaporte mientras le miraba con una linda sonrisa portando un uniforme perfectamente blanco y una caja pequeña color marrón, California no se había dignado a preguntarle que traía ahí, pero con saber las experiencias de sus compañeros de piso pudo deducir el contenido de esa caja.
—Ya iba saliendo —pronunció.
Carraspeó, sentía su garganta seca, y no era de esperar menos, llevaba dos días sin tomar agua, ni siquiera sentía saliva pasar por su lengua, y prueba de eso eran sus labios resecos que antes de todo, eran tan dulces como melocotón en temporada y con el arco de cupido más tentador.
Paso la liga de cabello enredándola varias veces en la punta de su trenza para salir acompañada del joven quien iba detrás de ella y supervisaba que no tuviera algo puntiagudo que alterara su integridad y la de los demás, -incluyéndole- al final del pasillo se encontraba el consultorio del Psiquiatra que atendía a California desde que llegó.
Matteo toco varias veces hasta recibir respuesta, cosa que le hizo irritar a California, pues el rubio respetaba el tiempo de los especialistas, pero no la privacidad de pacientes.
—Adelante.
La voz del tercer involucrado en aquella situación dio autorización para pasar.
La rubia olió el mentol y eucalipto apenas Matteo abrió la puerta, podía deducir una cosa, estaba fumando de nuevo.
—¿Estás bien, Dante? —Matteo preguntó y el psiquiatra asintió. — Bien... Me retiro.
El rubio le dio una sonrisa de despedida a Cali, y pasando por su lado se retiró cerrando la puerta.
—No es la primera vez, no sé cómo no se ha dado cuenta.
Después de que el residente se haya retirado, pasaron unos segundos para que California recuperara el habla y poder expresar su opinión acerca de él.
—Es mejor así, no quiero tener una segunda llamada de atención.
—Te hubieras ahorrado la primera si no coquetearas con la de limpieza.
Hubo un silencio, ambos se miraban uno al otro, hasta que después ambos soltaron una suave risa.
Lo único bueno de que la hayan llevado a ese internado fue conocer a Dante, un cuarentón divorciado que daba terapias a jóvenes en aquel centro, se hizo un buen amigo de California apenas esta tuvo su primera sesión con él.
—¿Has hecho lo que te dije?
Y de nuevo la pregunta incomoda.
Recapitulando todo, pues esa era la principal actividad que se tenia que hacer para responder esa pregunta, era recordar aquel momento trágico de como su padre un día llamó a los del hospital y se llevaron a California como un perro rabioso de la calle.
—Quiero ayudarte, pero no puedo hacerlo si no cooperas. Dime... ¿Qué recuerdas de aquella noche? Ese día donde tu padre se hartó y llamo al hospital.
Gritos...
Súplicas...
Su hermanastra sollozando pidiendo que parara...
—Solo quiero saber por que me pasa esto... Un día estoy bien y el otro no lo sé... todo me irrita y se me olvida quien soy.
El mayor suspiro mientras fruncía el ceño y rascaba su barba tratando de pensar y hallar una respuesta coherente ante la duda de su paciente.
—Es extraño... No presentas trastorno de personalidad ni bipolaridad. Así que de parte de la ciencia no encontramos nada que nos ayude.
California sabía que tenía que decir toda la verdad, aunque eso la llevara a cadena perpetua, literalmente.
—Quizás... sea mi deseo por... Matar.
La cara de Dante se endureció al oír aquello, una sonrisa ladina se dibujo en el rostro de la rubia, sabía que cada que sus terapeutas conocían ese lado oscuro de ella, se asustaban, y eso, a California le encantaba.
—Un estornudo, por poco y lo hacía.
Sus facciones se relajaron y la sonrisa en California se borró abruptamente.
—Matar.... —repitió, sus manos se ajustaban a la pluma que escribía sobre su hoja.
—No... ¿No le asusta?
—En lo mínimo, no eres la primera... Pero si la primera en no presentar signos de psicópata.
Las piernas de California temblaron sobre el asiento de la silla al ver que su doctor se levantaba, pero se calmó al ver que no se dirigía a ella, sino a su librero. Su vista recorría desde los estantes más altos, hasta que su vista se fijó en el lomo grueso y viejo de color rojo, el título se veía desgastado. Dante con su dedo jalo el libro del filo del lomo, lo tomo en ambas manos frunciendo el ceño.
California trataba de averiguar que encontró, ahora si sentía un miedo extraño, era la primera vez que sus métodos no funcionaban, era la primera vez que un terapeuta no salía corriendo de la sesión.
—Creo saber... que te puede pasar.
Dante carraspeó debido al polvo que se introdujo en su nariz y se corrió a su tráquea. Tomó asiento de nuevo en su silla giratoria, abrió el libro sin batallar, pues se abrió en una página que parecía estar marcada ya, pero no por su contenido, sino por unos papeles, como telegramas que hacía una especie de separador.
Desdobló las hojas y tomó uno, se colocó sus lentes para poder leer mejor.
—¿Me curaré? —la voz temblorosa de California intervino en los pensamientos del doctor.
—Eso depende, que tan avanzada estés.
—¿Avanzada? No no, no entiendo, me dijo que no tenía ninguna enfermedad mental, que significa eso entonces.
Su voz alterada y con miedo alertó al doctor, sabía que se podría aproximar si seguía así en se comportamiento.
—Calma... No, no es una enfermedad, es... un proceso.
Suspira mirando los papeles, dudoso de decirle o no.
—Tus síntomas y comportamientos indican que puedes estar pasando por algo llamado, hito. Pero es extraño... no es común en los humanos.
—¿Humanos? Entonces, soy una mutación o un animal... No, no entiendo —suspira.
—No no, nada por el estilo, no va por ahí —suspira y toma el papel que su impresora había sacado. — Hay un pueblo, al sur, llamado Asfil. Hay una noticia sobre un joven, cómo de tu edad, no pasando los 18, que vivió lo mismo que tú. Según se dice el joven murió, pero un periodista publicó una nota, el joven no murió, pero desapareció, aunque rara vez se le veía en el pueblo.
Le tendió la hoja que había impreso para ella, era un mapa del país, marcando rutas y carreteras para legar a dicho pueblo.
—Quizás, lo que necesites para pasar esta situación, sea ir ahí.
California observó bien el mapa con detenimiento.
Asfil...
Un pueblo, escondido quizás, le recordaba como el pueblo de Gravity Falls, el de la serie de los mellizos resuelve misterios.
En sus pensamientos más locos pudo pensar que era lo mismo, encontraría criaturas místicas o algún ente que buscaría matarla, pero aún estaba cuerda.
—Si voy... y encuentro algo que, me calme esto, ¿podré estar bien?
—No te lo aseguró... Pero, lo poco que leí, la persona que no logra lidiar con esto, pierde el control sobre sí.
—Seguiré matando sin saber a quién...
Susurró para sí misma, tomo el papel doblándolo, puesto que su doctor le pidió discreción, ella no entendía aún todo, pero acepto.
La discreción era la clave para salir victoriosos en una guerra, eso lo tenía claro.
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Casi un año para animarme y sentarme a escribir algo de esta historia.
Pero aún así, si estás aquí por tiktok, muchísimas gracias por tomarte la molestia y buscar la historia, sé que no había muchos apartados (nomás uno, jajajn't) pero aun comentabas con querer saber más. Agradezco mucho eso y esto va dedicado a esas personitas.
Pasando a otras cosas, ya vieron el banner que me hizo Lu??? Es precioso, ha como de que no. Créditos a mi bella cxrdigcn
Vayan a pasarse a su tienda si quieren un gráfico, la mera verdad que es hermoso todo lo que hace. Sin más por el momento, gracias por tomarte la molestia de leer hasta acá.
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