Seis.

Me levanté sobre las diez. Contra todo pronóstico, Los Ángeles había amanecido nublado. Me di una rápida ducha y me vestí con unos pantalones negros rotos, una camiseta blanca con una camisa a azul de cuadros por encima. Por mucho que esté nublado dudo mucho que haga frío. Me dejé el pelo suelto para que se secase al aire y bajé a desayunar, encontrándome con mi hermano en pijama viendo la tele, aún medio dormido.

—¿Qué haces aún así? Vístete. —dije mientras me sentaba a su lado y le robaba galletas de chocolate. Mmm, delicioso chocolate.

—Es pronto. Seguro que los chicos están durmiendo. —justo en ese momento oímos gritos provenientes de la otra casa y yo sonreí victoriosa al ver como Dani suspiraba, dejaba el paquete de galletas en la mesa y subía las escaleras para prepararse.

Mientras tanto, entré en mis redes sociales. La gente se quejaba de que no subía vídeos y de que estaba desaparecida. Tenían razón, pero Youtube era un hobbie, no un trabajo.

A los diez minutos mi hermano bajó las escaleras vestido con unos vaqueros azules y una camiseta naranja.

—Muy sutil. —comenté con una sonrisa en la cara. Obviamente riéndome de él. Dani se miró de arriba a abajo sin entender. En serio, eres pelirrojo a más no poder y te pones una camiseta naranja. ¿No ves el problema?

—¿Qué pasa? —preguntó confuso, sin entender mi pequeña broma.
Y luego soy yo la tonta...

—Nada, pequeña calabaza, nada. —dije en bajo y me reí yo sola por mi propia broma. Soy la reina del humor.

Caminamos hacia la casa de los chicos. Todo tipo de nervios se había esfumado y lo único que tenía en mente era pasarlo bien con mis nuevos amigos.

Llamamos al timbre y nos abrió un Cam muy sonriente. Saludó a mi hermano con un choque de tíos y a mí con un beso en la mejilla.

—Bienvenidos a nuestra humilde morada. —dijo guiándonos hacia el salón. ¿Humilde? Si pensaba que la nuestra era grande, estaba muy equivocada. Esta lo era por lo menos el doble, claro que acoge también al doble de personas.

—¡SARA! —gritó Matt bajando por las escaleras corriendo y se tiró encima de mí, aplastándome. Ambos caímos al suelo y él como si nada, me siguió abrazando.

—Hola Matthew. —contesté divertida y, después de unos segundos, se levantó y me ayudó a mi también a levantarme. Cuando lo hacimos descubrí que ya estaban casi todos los chicos ahí.— ¡Hola chicos! —saludé feliz y reparé en la camisa que lleva puesta Aaron.— Aaron, vamos de gemelos. —dije cual niña pequeña y todos reímos. Nuestras camisas eran muy, muy parecidas. 

El día pasó volando. Nos lo pasamos dentro, ya que fuera hace un día horrible. Vimos todos juntos Como Conocí a Vuestra Madre en la gran sala y los chicos se sorprendieron al ver que en vez de poner cara de asco ante las técnica de seducción de Barney, como casi cualquier chica haría, me reía y empezaba a inventar otras nuevas. 

Vamos, Barney es la leche.

Jugamos también a las cartas, donde me dieron una paliza al uno. Estúpido juego, seguro que han hecho trampa. Es imposible que tuviese prácticamente la baraja entera y no tuviera ni un seis ni un verde, en serio. Los chicos no paraban de gritar cada vez que taponaban a alguien o cuando pensaban que Shawn iba a chupar 14 y sacó un +4 y todos nos pusimos a cantar "Turn down for what".

A la comida pedimos pizza. De verdad que nunca había visto tal pelea por el último trozo de pizza. Johnson y Matt argumentaban cada uno porqué el trozo de pizza debería ser para cada uno. Se inventaban cualquier tontería para superar la anterior. Cuando Johnson le dijo que él se la merecía más porque de pequeño no le daban de comer, Matt contraatacó diciendo que en el embarazo, su cordón umbilical estaba mal y no había comido en esos nueve meses, y por eso vivía con un hambre constante.

Decidí acabar la estúpida conversación cogiendo el trozo de pizza y comiéndolo. Ambos me miraron perplejos y todos empezamos a reírnos de sus caras. De verdad que eran mucho. Matt estuvo casi una hora sin hablarme, cosa que para nosotros y nuestro nivel de madurez, era mucho. No me dirigió la palabra hasta que prometí comprarle galletas de dinosaurio.

Predecible.

A la hora de irnos Gilinsky y Cam empezaron a hacer pucheros y Hayes se enganchó a mi pierna como si le fuese la vida en ello. 

—Hayes, volvemos mañana. —le dije, pero el chico no me soltó la pierna. Intenté caminar con él, pero me fue imposible. ¿Cuánto pesa esta condenado crío?— ¿Ayuda? —dije divertida. Entre Nash y Taylor consiguieron sacarlo. Les sonreí a modo de agradecimiento.

Nos despedimos de los chicos y sonreí aliviada. Dentro de poco tendría que decirles a todos que soy youtuber.

Pero eso podía esperar.

¡Hola! Solo quería decir que poco a poco la novela va teniendo lecturas y favoritos, pero ningún comentario. ¡Comentad y decirme lo que os parece! Graciaas, un beso :)

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