Diez.
Acepté ir a su casa porque en el fondo me sabía mal que el grupo estuviese dividido por mí, así que Dani y yo iremos a cenar a su casa y yo arreglaré las cosas con Voldemort, perdón, Nash.
Llamamos a la puerta y un sonriente Hayes nos abrió. Chocó los puños con el pelirrojo y me abrazó.
—Me alegra que estés aquí. —dijo con su particular dulzura. Si tuviera que definir a Hayes con una palabra sería esa misma, dulzura.
Le sonreí y pasé al salón, donde estaban todos. Dije un global 'Hola' y todos lo repitieron escepto Nash y Carter. Nash levantó un poco la mano, y Carter miraba el móvil pasando de mí.
A partir de ahí todo fue bien. Yo no miraba para Nash en ningún momento, me dedicaba a pasármelo bien con el resto, incluso compartí alguna broma con Carter, que ya no me evitaba tanto como al principio. Hubo un momento en el que todos nos quedamos en silencio y yo me levanté y miré a Nash. Este me devolvió la mirada serio y yo hice un gesto con la cabeza para que me siguiese.
Caminé hasta el jardín. Ya era de noche y se empezaba a ver alguna que otra estrella. No muchas, ya que la contaminación lumínica de Los Ángeles es bastante notable, en comparación con las afueras de Madrid.
—Creo que tenemos una conversación pendiente. —dije dándole la espalda. Sabía que estaba a un par de metros y que podía oírme perfectamente.
—Sí... esto... Sara yo... no quería romper tu trofeo. Pensaba que la caja estaba vacía. —dijo... ¿nervioso?
No me había planteado que lo sintiese de verdad hasta ese momento. Habían sido los chicos los que me habían pedido que viniese en son de paz para arreglar las cosas, por lo que suponía que de alguna forma le estaban obligando a mantener esta conversación.
—Mira, sé que no te gusto por ser youtuber y bla bla bla, pero realmente me he llevado bien con los chicos y han sido muy buenos conmigo, y tú eres un muy buen amigo de todos y no quiero separaros, así que si ambos nos comportamos esto será mucho más fácil para los dos, ¿no crees? —me mantuve lo más dura y fría que pude, porque la verdad es que me había dolido mucho lo del trofeo, pero también su reacción. Con él me había llevado muy bien.
—Sí, puedes venir cuando quieras. Podéis.
—Perfecto, igualmente. Que nos caigamos mal no significa que no podamos comportarnos como adultos, ¿no? —volví a decir. Admito que con la intención de fastidiar un poquito.
—Por supuesto. —respondió con su estúpida sonrisa pegada a la cara.
—Bien.
—Bien. —repitió, y acto seguido entré en la casa para dejarle solo en el jardín.
N A S H P O V.
No me lo podía creer. Tenía preparado un discurso en el que le pedía perdón no solo por lo de su trofeo si no también por mis prejuicios. Pensaba decirle que me había equivocado y que quería ser su amigo pero ella ya lo ha dejado claro: me odia.
Y lo más fácil para los dos en este momento sería fingir que yo a ella también.
Mi opinión sobre ella no para de cambiar, un momento pienso que la odio y al siguiente una voz dentro de mi me dice que eso es imposible.
Pero es que en el poco tiempo que había estado con ella la había tenido en un altar, y de repente me di cuenta de que me había mentido, y el altar se rompió.
Si hay algo que odio en esta vida, es que me mientan.
Más tarde ocurrió ''el incidente'' y me sentí miserable. Pero lo peor fue cuando su hermano vino a hablar con nosotros y nos contó todo... de verdad que me sentí como una puta mierda.
Y ahora prácticamente me acaba de decir que me odia y me hierve la sangre en las venas.
Volví adentro con los chicos y sonreí. Si queria guerra, la tendria.
S A R A P O V.
Habían pasado dos días desde que Nash y yo nos habíamos ''reconciliado'' y habíamos ido a su casa los dos días. No habíamos tenido ningún problema, eso sí, cada cinco minutos nos soltamos una pulla, aunque no en plan ofensivo, no mucho. Al menos los chicos se reían.
Salí de la ducha y me vestí, me puse una de mis múltiples camisetas largas hasta las rodillas sin mangas y me hice un moño alto con mi rizado pelo.
Iba a bajar cuando mi madre entró en mi habitación.
—Cielo, tenemos que hablar. —la miré con una ceja levantada y me senté en la cama.— Papá, Carlitos y yo nos vamos a ir una semana a Nueva York. Empezamos a trabajar y tenemos que hacer unas cosas muy importantes. Sabes que confío en ti y sé que no pasará nada, pero por favor ten cuidado.
—Sí mamá, no pondré el fuego con mucha potencia cuando cocinemos ni dejaré cosas calientes sobre cosas inflamables... —empiecé a decir con mi tono de voz algo cansada. Siempre es lo mismo.
—No me refiero a eso. He notado que últimamente pasas mucho tiempo con los vecinos y bueno, estáis en la edad de... —dejó la frase sin acabar y me miró pícara.
—Oh, mamá, por favor, no. —dije desesperada. Otra vez no.— No tengamos la charla. Te prometo que utilizaré protección si eso llega a pasar.
—Está bien. —mi madre sonrió, al parecer satisfecha con la respuesta.— ¿No hay ningún chico que te haga tilín? —preguntó como sólo una madre puede preguntar eso y me dio un codazo suave en las costillas. Me reí ante su comentario. Nuestros padres siempre habían sido muy liberales con el tema del sexo, incluso mi propia madre me dijo que perdió la virginidad a los 15 años.
—Mamá... —empecé a replicar, sabiendo lo que venía ahora.
—¡Es que son todos muy guapos! —exclamó acusadora, como si fuese mi culpa. «Vaya mamá, no me había fijado» pensé irónica. De todas maneras no me podía creer que dijese eso, aunque por suerte o por desgracia, mis vecinos fueses todos unos Dioses Griegos.— Hay uno con el que pareces tener química, y otros dos que no te quitan los ojos de encima.
—Mamá, de verdad, lees demasiada novela rosa. —comenté riendo. Mi madre ama las historias trágicas y las novelas de amor casi tanto como cocinar repostería.
—¡Esta vez no! —medio gritó riendo.— Saltan chispas cuando os miráis. Tenéis un no sé qué cuando estáis juntos.
Rodé los ojos sin que me viese.
—Ya, claro, ¿y quién es el afortunado? —pregunté con una sonrisa en la boca. Obviamente no hay que tomar en serio a mi madre, pero tenía curiosidad.
—Ese chico alto tan guapo, de gran sonrisa. —dijo, y automáticamente pensé en Jack.— El de los ojos azul eléctrico.
Se me borró la sonrisa por completo. ¡Desde luego que no hay que tomar en serio a mi madre! Sentí algo retorcerse en mi estómago. Tiene que ser una arcada, seguro.
—¿Nash? —pregunté incrédula, y mi madre asintió frenéticamente. A veces la adolescente parece ella.— Créeme mamá, entre él y yo saltan chispas, pero porque nos odiamos. —aclaré, aunque me parecía algo obvio.
Mi madre frunció el ceño y luego me miró con ternura, igual que lo hacía cuando era más pequeña y le entregaba un dibujo espantoso como si se tratase de mi corazón.
—Cariño, ese chico está lejos de odiarte.
¡Hola! He vuelto con más ganas, más contenido y más comentarios sarcásticos de Sara jajajaja. Os pido por favor que comentéis, sea bueno o malo, quiero saber qué partes os hacen reír y cuáles no os gustan.
Un beso Koalas :)
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