Cuarenta y uno (I)

Estábamos recogiendo todos los envoltorios y demás. Unos cuantos se habían quedado a ayudar y los otros se habían ido ya que por la noche íbamos a salir, con el permiso de nuestros padres. Nash me estaba ayudando a subir todo a mi habitación. Desde el abrazo todo había sido un poco raro, ya que ninguno sabía cómo actuar.

Se había portado muy bien arreglándome el trofeo.

Entramos en mi habitación y me puse a colocar todas las cosas.

—Está diferente.

—¿El qué? —pregunté cofusa.

—Tu habitación. Desde la última vez que estuve. —dijo señalando el teclado.

Sí, al fin me habían llegado un par de cosas que había perdido. Tenía también al fin mi enorme estantería, donde tenía todos mis comics, mis libros de lectura y los de música, marcos de fotos y cajas con cositas que habían quedado perdidas con los años.

Me giré y vi que tenía su mirada clavada en el rincón de la estantería dónde estaban todos los trofeos, medallas y diplomas.

Con sumo cuidado, cogí el nuevo trofeo, exactamente igual al otro y lo puse en el centro.

—¿Cómo lo conseguiste? —pregunté mirando el trofeo.

—Tengo contactos. —se encogió de hombros.

—¿Fue tuya la idea de la fiesta? —solté de golpe y me arrepentí al momento. El me miró con una ceja levantada.— Mi padre. —me limité a responder.

—Fue de todos.

¿Nash Grier modesto? ¿Qué le está pasando al mundo?

Entonces fui yo la que le miró mal.

—Bueno, puede que tuviese la ligera idea. Hayes me dio el chivatazo y se lo propuse a Cam, que le pareció genial. En cuanto Mahogany lo escuchó se enteró toda la casa y todos quisieron participar.

Hubo un silencio que no sabría como definir. Nos miramos a los ojos.

—Nash... —empecé y no supe como continuar. Odio que me pase eso, de verdad.

—Sara... —me imitó algo burlón.

—Esto... ¿amigos? —dije con miedo a la respuesta.

—Amigos. —respondió con una gran sonrisa.

Muy bien Sara, acabas de cavar tu propia tumba.


Tenía tres horas para arreglarme para salir, y aunque parezca una locura, no me sobraría ni un minuto. Al ver la hora eché de casa a Nash, que se quejaba porque era muy bruta. Entré corriendo en mi baño y busqué desesperada el maldito bote que...

¡Aquí está! Keratina líquida 72 horas.

Me enjaboné el pelo y me eché el suavizante, al quitar este me eché la keratina. Cerré el grifo y dí gracias por haberme depilado ayer, si no no acabaría ni mañana. Me puse ropa interior negra y una camiseta cualquiera que ni siquiera era larga.

Me sequé el pelo, y tardé casi media hora porque a parte de rizado tengo mucho pelo. Luego cogí las planchas y empecé a alisar mi pelo por capas. Cuando iba por la mitad Chris entró y me miró descaradamente el culo, lo que hizo que me pusiese roja.

—Bonito tatuaje. —comentó divertido con la cabeza ladeada. La braguita era eso, muy ita, por lo que se veía casi entero mi pequeño tatuaje.

—Deja de mirarme el culo Collins, o te cambiaré por Tay. —le amenacé con la plancha.

Él se limitó a reir y salió del baño.

Después de quince minutos más ya había acabado, y mi pelo que, liso, llegaba casi hasta la cintura lucía precioso y brillante. Y puede que un pelín más claro de lo normal, haciéndolo ver casi pelirrojo, ya que de por sí es de color cobre.

Entré en el vestidor y busqué lo que ya había decidido que iba a llevar: un mono corto de fiesta, manga tres cuartos de encaje, con la espalda abierta y color negro.

Sin duda era mi vestido favorito, y resaltaba mucho mis ojos por el contraste que hacía. Sin pensarmelo dos veces, me quité la camiseta, sabiendo que Chris estaba al lado y que me podía ver, pero sinceramente me daba igual.

Me lo puse, bueno, me faltaba abrochar el botón que tiene arriba en la espalda, pero eso lo haría mi amigo. Busqué durante unos minutos los zapatos perfectos y al fin los encontré. Mis Jeffry Campbell abiertos delante con tela de encaje. Son perfectos.

Salí a mi habitación con los zapatos en la mano. No me los pensaba poner en ese momento ya que son como de unos 15 cm.

Chris silbó cuando me vio y yo le sonreí.

—Abróchame el botón, anda. —dije dándole la espalda y poniendo mi pelo hacia un lado.

Miré la hora. Quedaba media hora y aún me tenía que maquillar y peinar. Shit.

Decidí hacerme una simple coleta alta, muy alta. Por una parte porque no tenía tiempo de hacerme un peinado elaborado y por otra porque si lo llevaba suelto tendría calor y no luciría la espalda del vestido.

Volví al baño y saqué mi estuche de maquillaje. No me pensaba maquillar demasiado. Me apliqué un poco de base, me puse rímel y me hice la raya del ojo. Me pinté los labios del rojo mas rojo que existe y ya estaba lista.

Sólo quedaba el ultimo toque. Busqué y rebusqué en el joyero hasta que encontré el pendiente que estaba buscando, uno de estos que se engancha en la parte de arriba y en el agujero tradicional, dejando una cadenita plateada colgante.

Las uñas de las manos y de los pies ya las tenía pintadas de rojo por lo que no me preocupé y me puse una cadenita que Nina me había regalado años atrás.

Justo cuando iba a salir escuché un grito en la planta baja.

—¡SARA BAJA DE UNA VEZ! —gritó Nina.

Cuando bajé me encontré con las miradas de Chris, Nina y Dani alucinados.

—Esta no es mi hermana. —dijo Dani riendo y mirándome de arriba a abajo.

—Pues ésta sí que es mi mejor amiga. —dijo la rubia dándome un abrazo y una palmada en el culo. Muy típico de ella.

Llevaba un precioso vestido cyan con tutú y unos tacones del mismo color. Corto, pero no tanto como el mío, ya que al ser un mono no me tenía que preocupar de que se pudiese levantar o no.

Tenía el pelo recogido a un lado en una difícil trenza, dejando a la vista su oreja más adornada. Solo ella sabe hacer esos extraños peinados.

—Tú también estás preciosa. —dije con una gran sonrisa. Ella no iba tan maquillada, no le hacía falta con los ojazos que tiene la jodida. Llevaba el mismo maquillaje que yo pero sustituyendo el pintalabios por brillo.

Sonó el timbre y se escuchó el barullo de los trece chicos fuera.

—Id abriendo, me voy a calzar y salgo. —les dije. Me senté en el sofá, me puse los zapatos y cogí mi bolso. Me despedí de mis padres y caminé hacia la salida.

Al abrir la puerta vi que todos estaban mirando embobados a Nina con la boca semi abierta.

—¿Nos vamos? —pregunté divertida. Todas las miradas se dirigieron a mi y abrieron más la boca. ¿Es en serio?

—Cámbiate los zapatos, por favor. —dijo Johnson. Yo los miré sin entender, estaban bien. Entonces él se acercó y entendí por qué lo decía. Le sacaba un buen cacho.

—Nunca. Al fin me sentiré bien cuando esté al lado de Gilinsky o de Nash. —dije, ya que ellos eran los más altos.

—CHICAS ESTÁIS PRECIOSAS. —gritó mi amiga pelirroja y me dio un gran abrazo. Se separó y le dio otro a la rubia.

Ella llevaba un top rojo y unos pantalones de tiro alto y de flores.

—Tú también estás preciosa. —dije con una sonrisa.

Los chicos seguían pasando sus miradas de Nina a mí y de mí a Nina. Había un par que solo me miran a mí y otros tantos que sólo miran a Nina. Usad la imaginación, no me pondré en ridículo.

—Esto... Sara... —me llamó Sammy.

—Dime. —le dije con una sonrisilla al ver que intenta escoger las palabras adecuadas.

—Mmm, si... tú... o sea... esto... ¿siempre has tenido las piernas tan largas? —soltó al fin.

Hubo una carcajada grupal y Sam se puso rojo ante las miradas de todos nosotros.

SAMMY WILKINSON SE HA PUESTO ROJO.

POR MI.

VOY A LLORAR DE FELICIDAD.

—Se ven más largas por los tacones. —acabé diciendo, intentando no reírme demasiado.

—Dios bendiga al creador de los tacones. —dijo Nate examinándome de arriba a abajo.

—Amén. —dijimos las chicas, Matt y Cam a la vez para luego echarnos a reír.

—¿Nos vamos ya? —dijo Hayes ansioso.— Tenéis toda la noche para coméroslas con la mirada, vámonos ya.

Y después de un par de miradas asesinas nos dirigimos en una enorme furgoneta al centro, donde estaba el local al que íbamos a ir.


Como estuve tanto tiempo sin publicar siento que os debo algo, y esta es una pequeña recompensa. Ahora subiré la segunda parte :)

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