Especial de Halloween [Parte 1]
31 de Octubre. 20hrs.
El turno nocturno empezó hacía una hora, y muchos de los que llegaron sabían que les esperaba una noche agitada.
New York era un caos. El tráfico era insoportable como siempre, y a eso había que agregarle cierta alegría que invadía a todos esa noche de otoño. Para algunos Halloween era su festividad favorita, esperaban todo el año para poder lucir el disfraz que habían preparado con esfuerzo. O simplemente pasar el rato en familia, con los niños pidiendo dulces. Fiesta, diversión, cuentos de terror, y quién sabe qué otra sorpresa depare la noche. Para quienes cubrían turno esa noche en el Plaza las cosas eran distintas. El trabajo sería intenso.
El día anterior Emily estuvo a punto de colapsar cuando por poco se le va de las manos una sobreventa de reservas, pero tuvieron suerte con algunas cancelaciones de última hora. Esa noche el hotel tenía casi todas las habitaciones ocupadas, y las que faltaban llenar serían de un grupo de incentivo que llegaría a eso de las cuatro de la madrugada, o al menos eso le avisaron. Y como ella quería que todo saliera perfecto, decidió hacer unas maromas con los horarios e ir a trabajar esa noche para esperar al grupo en la madrugada.
La noche de Halloween no era algo que la ilusionara en realidad. Hacía un año que Harry Clempson intentó tomarla a la fuerza en la fiesta en el apartamento de Cameron. Y también murió una noche como esa. Ahí mismo. No quería pensar en tonterías, menos imaginar que el alma en pena de Harry andaba cerca.
Tampoco podría afirmar que fuera una escéptica, durante sus años trabajando en El Plaza había visto y oído cosas que escapaban a la lógica. El hotel tenía años de funcionamiento, y como cualquiera de su categoría, fue sido testigo de varias muertes violentas. Harry no fue ni el primer ni el último yonqui en morir de sobredosis en el hotel. Ah, pero eso no era todo.
Suicidios y accidentes eran lo más común. Alguien podía resbalarse al salir de la ducha, por ejemplo. O podía tener un ataque sin que nadie se enterara hasta el día siguiente, cuando hosekeeping tocara varias veces la puerta y no tuvieran noticias del huésped.
Emily recordaba el caso que vivió una chica de hosekeeping, una que entró justo un año antes que Camilia. Se trataba del tour leader de un grupo de indios. Emily incluso lo vio esa noche antes de irse, el hombre la saludó y le contó muy animado que iría a darse una ducha para ir a cenar a The oak room con su grupo. A la mañana siguiente, Emily supo que ese hombre nunca llegó a la cena, y no lo habían visto en el desayuno.
La muchacha en cuestión llegó a limpiar la habitación. Tocó la puerta las veces reglamentarias, y como nadie la detuvo pasó sin problemas. Pero había alguien en el baño, pudo escuchar el agua de la ducha correr. Avergonzada, quiso irse para que el huésped no se molestara. Pero la puerta estaba entreabierta, y fue entonces que sin querer lo vio. A ella tuvieron que llevársela de emergencia por un ataque de pánico. Encontró el cadáver de aquel hombre en la ducha. Tenía todo el cuerpo morado, los ojos abiertos y el cuello roto. Se había caído por accidente esa noche antes de ir a cenar con su grupo.
Ese tipo de cosas eran comunes en los hoteles, pero a Emily siempre la dejaban nerviosa. Por eso cogió la lista con los requerimientos del grupo para supervisar que todo estuviera en orden para distraerse.
La puerta de su oficina sonó un par de veces, y ella dio el pase de inmediato. Segundos después vio aparecer a Barbie. Le sonrió y se puso de pie para recibirlo, su presencia era ideal en ese momento. No quería estar sola pensando en los muertos del hotel Plaza.
—¿Y qué lo trae por aquí? —le preguntó ella después de los saludos.
—Pues un detalle muy especial —contestó él—. Al parecer el huésped de la habitación 404 tendrá un problema.
—¿Ah si? Qué raro... —contestó extrañada. Ni Reservas ni Ventas habían informado de nada, no entendía cuál podía ser ese inconveniente.
—Ajá. Están por emitir una orden de captura internacional para él —agregó para su sorpresa y ella contuvo el grito, solo se quedó con la boca abierta.
—¿Co....? ¿Cómo lo supo? —preguntó sin salir de su asombro.
—Pues nada, tengo mis contactos. Cosa de rutina —contestó con calma.
—Claro... —murmuró—. ¿Y bajo qué cargos?
—Es... bueno... No quiero asustarla —le dijo aparentando una sonrisa tranquila. No le creyó para nada.
—Pues que no quiera decir nada me asusta más.
—Asesinato. Feminicidio, siendo específico.
—Ah por la... —se contuvo para no decir la palabrota delante de él, nunca se ponía grosera con Barbie al frente—. ¿Y qué vamos a hacer?
—Esperar, y apenas se emita esa orden de captura reportaremos a la policía. No sabemos si se fugará, pero de momento está en su habitación. No queremos alterar a los demás huéspedes, ¿verdad? Todo se manejará con la discreción de siempre.
—Por supuesto —contestó tratando de calmarse. No era que el tipo se fuera a poner a asesinar gente apenas pudiera.
Barbie podría manejarlo, él sabía de esas cosas. Ella no tendría que preocuparse por nada, solo guardar la calma y actuar natural. En realidad le dio nervios pensar que le había sonreído a un asesino sin saberlo. Estúpida noche de Halloween, pintaba que las cosas se iban a poner turbias en las próximas horas.
—Por cierto, ¿tiene algo que hacer hoy?
—Pues trabajar —contestó Emily sin entender su punto—. ¿Hay algo?
—Si, otra cosa aparte de trabajo. The Oak room cierra hoy a la una, han extendido el horario de atención por alta demanda. Así que hace un momento me crucé con la señorita Warren, dice que estarán todos en el restaurante a la hora del cierre para poder brindar y comer algo. Me dijo que estamos cordialmente invitados.
—Ahhh... bueno... —dudó. Fue esa noche al hotel para distraerse y no pensar en lo que pasó hacía un año. Pero no se sentía bien del todo, no estaba segura de querer celebrar—. Creo que prefiero quedarme aquí. Tengo que revisar muchos pendientes.
—¿En serio? —preguntó él arqueando una ceja—. Oh vamos, señorita Sieben. Para esa hora todo estará más tranquilo, no tiene que quedarse trabajando hasta que llegue el grupo. Es Halloween, tiene permitido relajarse —agregó guiñándole un ojo. Emily intentó sonreír, no estaba animada en verdad.
—Me temo que voy a declinar la oferta. Es que yo... bueno... solo quiero distraerme trabajando. No es una buena noche para mí —lo miró fijo a los ojos unos segundos. Barbie era muy intuitivo, confiaba en que entendería a la perfección sus palabras.
—Claro —contestó él despacio—. Malos recuerdos —ella asintió confirmando sus palabras—. En tal caso la dejo para que siga trabajando. Pero no olvide que estaremos en The Oak room. Si se anima no dude en pasarse, la esperaremos —agregó con una sonrisa.
—Ya veremos —le dijo, e intentó corresponder el gesto.
Barbie se despidió, tenía mucho trabajo esa noche. Y ella vería esa mañana a un hombre detenido. Esa cosa le daba más nervios que todas las almas en pena del Plaza. Emily puso un poco de música y decidió avanzar al fin con todos los pendientes que siempre dejaba de lado para dedicarse a cosas más importantes. Se conocía bien, cuando se concentraba en el trabajo el tiempo pasaba como volando y se olvidaba de todo.
Habían pasado unas horas y nadie la molestó. Miró el reloj y ya era más de la medianoche. Decidió tomarse una pausa y quizá salir a la recepción para saber cómo iba todo. Y justo cuando iba a ponerse de pie escuchó dos toques en la puerta. Eran suaves, tímidos.
—Adelante —dijo ella en voz alta mientras cerraba la lap top y se acomodaba la ropa. Una vez más tocaron la puerta, al parecer no la escucharon—. Puede pasar —indicó, levantó la voz. Nada.
Extrañada, Emily decidió salir de una vez a la recepción y preguntar quién tocó su puerta. Quizá necesitaban ayuda para algo, y nunca estaba de más echar una mano a las chicas del turno nocturno.
Afuera estaba todo tranquilo. Ni un alma en el lobby de la recepción, en la entrada dos bellboys conversaban animados. Y desde conserjería, Charles la miró y la saludó con una mano. Había olvidado que a él también le tocaba trabajar esa noche, que en realidad era el único en el área de conserjería por esas horas. Eran sus últimos días de trabajo, ya había conseguido una plaza en el Ritz. Y mejor, porque ya todos sabían que andaban juntos, no quería que siguieran chismoseando de ellos por ahí. Ella le sonrió y le hizo una seña para que esperara, no sería mala idea ir a conversar un rato con él para distraerse.
—Hola, chicas —saludó Emily apenas pasó a la recepción—. ¿Todo bien? ¿Alguna novedad?
—Todo en orden, jefa —contestó tranquila una de ellas—. La mayoría de huéspedes no han regresado de sus fiestas aún, así que supongo que será una noche agitada a partir de las tres.
—Seguro —murmuró ella. O quizá lleguarían arrastrándose por la mañana. Era New York, había que disfrutarlo—. ¿Alguien me estuvo buscando?
—No —le dijo otra de las chicas.
—Ahh... bueno... es que yo. Bah, nada. Olvídenlo —dijo restando importancia al asunto.
—¿Escuchó toques en su puerta? —No quiso contestar, ya sabía lo que seguía. Así que ellas tomaron su silencio como una revelación y hasta se alteraron un poco—. Es la niña.
—De ley —afirmó Carmen, una de las recepcionistas más antiguas—. Hoy ha estado muy inquieta.
—La niña —repitió Emily.
Ya había escuchado de eso varias veces, y nunca se encontró con ese ente sobrenatural. Las recepcionistas contaban historias desde que entró al hotel, pero Emily no recordaba haber visto o sentido a la niña en todo ese tiempo. Quizá esa era la noche.
—No sabe lo que ha hecho hoy —le dijo animada otra de las chicas—. Fue a tocarle la puerta al huésped de la 601, le llevó fruta. El tipo literal vino aquí preguntando por la niña, quería saber quién la mandó para dejar una propina. Ya no sabíamos qué cara poner —empezaron a reír. Por alguna razón eso a Emily no se le hizo tan gracioso.
—¿Y al final qué le dijeron? —preguntó con curiosidad.
—Pues nada, lo de siempre —contestó Carmen con tranquilidad—. Que acá no hay ninguna niña, que quizá sea hija de algún huésped haciendo alguna broma de Halloween. Parecía tranquilo, así que meh. No creo que haya drama por eso.
—Ajá... —murmuró ella. Literal había ahí una niña fantasma tocando la puerta a los huéspedes. Una que además acababa de tocar la puerta de su oficina. Las de recepción se lo tomaban muy a la ligera, como si no fuera ni la primera ni la última vez que escuchaban algo como eso—. Bueno, chicas. Si alguien necesita descansar o algo de comer puedo cubrirla. Estoy un poco aburrida, así que aprovecharé para limpiar reservas.
—Perfecto, jefa. Ya regreso —contestó Carmen animada, y de inmediato Emily tomó su lugar.
Todo volvió a la normalidad, nadie comentó nada sobre la niña. Apenas acababa de acomodarse en el lugar de Carmen y abrir el sistema de reservas, cuando su vista se desvió a un lado. "Pero qué mierda...", se dijo. Y sintió que se ponía pálida. Porque no muy lejos de ahí, parada entre dos sofás del lobby, había una niña con vestido blanco y listón rojo que la miraba. Una niña pálida que le sonrió de lado. Fueron apenas unos segundos en los que ella abría la boca e intentaba gritar algo, pero Charles llegó justo a tiempo.
—Hey, ¿todo bien? —le preguntó el chico al notarla distraída. Impactada en realidad. Ella despertó de ese breve instante de terror para mirarlo, sentía el corazón latiéndole acelerado.
—¿Ehhh...? —lo miró a él. Luego volvió la vista hacia donde vio a la niña. Pero ella no estaba más—. Nada... me distraje —contestó con un hilo de voz, apenas recuperándose de lo que acababa de ver.
—Luces cansada —agregó él—. Y extraña.
—No es nada, estoy bien —contestó guardando la calma. Aún sentía el corazón acelerado, pero no se iba a poner a armar drama delante de todos porque acababa de sonreírle un fantasma—. ¿Está todo tranquilo en conserjería?
—Por ahora si, ya veremos si más tarde —ella asintió, iba a decirle algo más. Pero el teléfono de la recepción que estaba justo a su lado empezó a sonar. Ahí marcaba el número de habitación que intentaba contactar. Era de la suite presidencial.
—Dame un momento —le pidió ella y se apresuró a contestar la llamada—. Recepción del hotel Plaza, ¿en qué puedo ayudarle? —Por varios segundos no escuchó nada. Aprovechó el silencio para buscar rápido el nombre de los huéspedes en el sistema de reservas. Se trataba de una pareja—. ¿Señor Rasmussen? ¿Señora? —insistió. Pero lo único que le pareció fue escuchar la respiración de alguien. Un jadeo. Y luego colgaron—. Qué raro...—murmuró.
—¿Paso algo? —preguntó Charles al verla tan extrañada.
—No lo sé aún —contestó, y miró a la recepcionista que estaba a su lado—. Cariño, ¿hubo algún incidente con los huéspedes de la suite presidencial?
—Nada que yo sepa —contestó la chica—. Salieron como a las seis, mencionaron que tenían una fiesta de disfraces. Iban vestidos de Bonnie y Clyde, o algo así.
—Ah... bueno, ¿y en qué momento regresaron?
—Pues no los vi, quizá fueron por otro lado. La verdad ni idea.
—Ajá... —El teléfono volvió a sonar. La suite presidencial otra vez, y Emily se apresuró en contestar—. ¿Hola? ¿Señor Rasmussen? ¿Puedo ayudarlo en algo? —El silencio se prolongó varios segundos, y otra vez el jadeo. Eso empezó a asustarla. Fue ella misma quién colgó—. Creo que los huéspedes tienen un problema.
—¿Quieres que mande a alguien a verificar? —preguntó Charles, y ella asintió de inmediato.
—Si, por favor. No vaya a ser una urgencia. —El chico cogió la radio que colgaba de su cinto. De inmediato contactó con seguridad.
—Aquí Sullivan —contestó uno de los agentes de Barbie—. ¿Alguna eventualidad?
—Recibimos dos llamadas de la Suite presidencial, recepción sospecha que hay un inconveniente, ¿puedes acercarte a revisar? —le pidió Charles.
—Claro, no tardo —dijeron al otro lado de la línea.
—Espero no sea nada grave —comentó la recepcionista que estaba a su lado.
—Ya veremos —murmuró ella.
Le había agarrado tirria a todo lo que tenga que ver con la suite presidencial. Desde lo de Harry no había vuelto a poner ni un pie en ese maldito lugar, y no solo eso, sino que no le daba la regalada gana de atender a ningún huésped de esa habitación. Siempre dejaba que sus chicas se hicieran cargo, y hasta el momento no había tenido ninguna queja. Era una cosa sin sentido, ella lo sabía. Los nuevos huéspedes nada tenían que ver con Harry, es más, ni sabían que un yonqui se murió de sobredosis el año pasado ahí mismo. Y quizá a la misma hora. Pensar en eso le dio escalofríos. Quizá no fue tan buena idea ir al hotel a trabajar esa noche.
—Aquí Sullivan —dijo el agente de seguridad por la radio.
—Cuéntanos, ¿está todo bien? —preguntó Charles. Ambos intercambiaron una mirada, y solo entonces él se dio cuenta que no la estaba pasando bien. Que se había puesto nerviosa.
—No hay nadie en la habitación —contestó el agente—. Sigo revisando las otras estancias, pero es obvio que no hay nadie aquí. ¿Seguro que llamaron?
—Si... —murmuró Charles. Tanto él como Emily de pronto se pusieron pálidos. No tenían duda, hubo dos llamadas de la suite presidencial, y ella escuchó con claridad esos jadeos. No estaba loca.
—Bueno, quizá deberían verificar... —les dijo el agente. Y en ese preciso instante el teléfono volvió a sonar. Otra vez de la suite presidencial.
—Pero qué rayos... —soltó Charles sin salir de su asombro. Él y Emily se miraron, no sabían si contestar o no.
Con la mano temblorosa, ella cogió el teléfono. Se sentía en una película de terror, y hasta hubiera preferido que fuera Samara a decirle que le quedaban siete días que eso que estaba pasando. Porque hasta podía sentirlo, lo intuía. Ya hasta podía escuchar su voz otra vez, sentir esa mirada que tanto temor le dio en el pasado. Era el fantasma de Harry.
—¿Qué quieres? —preguntó ella con la voz temblorosa. Quizá no debió decir eso, había escuchado que responderle a los fantasmas solo les daba pie a que sigan jodiendo, lo mejor era ignorarlos.
—Emily... —escuchó con absoluta claridad su voz, quizá pronunciado por una especie de entidad.
Esa maldita suite necesitaba un exorcismo urgente. Sin aguantar más, Emily tiró el teléfono a un lado y ni lo colgó bien. Sentía que se le había puesto la piel de gallina, le temblaba todo el cuerpo. Frente a ella, Charles estaba igual.
—Bueno, yo me largo de aquí. ¿Vamos a The Oak room? Hay un cóctel, o lo que sea.
—Si, claro. Vamos de una vez —contestó él, nervioso. Ni siquiera se detuvo para dejar indicaciones en recepción, salió del área de trabajo, tomó el brazo del chico, y ambos empezaron a caminar a pasos acelerados para alejarse de ahí.
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¡Hola, hola! El terror no se me da bien, así que siento que esto no esté tan wow xdd
Solo quería aclarar que todo lo que se ha mencionado aquí se trata de casos 100% reales que he visto y escuchado. La niña de todas las oficinas xddd en mi trabajo también hay. No la he visto, pero a veces me abre la puerta del baño :v
El caso de la niña llevando fruta a las habitaciones es 100% del hotel Casa Andina Premium Cusco. Y la llamada de una habitación donde no había nadie me la contó una amiga recepcionista. En la siguiente entrega tendrán más cosas 100% real no feik
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