Capítulo 7: Ayuda
—¡Por favor! Es bueno para ti. Hazlo, ¿si? —le pedía una de las mucamas a Camila. El tema era el siguiente, ella quería irse a una cita y ya estaba tarde, pero aún le faltaba limpiar una de las suites ejecutivas. Y como Camila era la única disponible de momento, pues las demás estaban ocupadas y ella ya había acabado con su ronda, ese sería el gran favor.
—Si la gobernanta se entera se molestaría. No, prefiero no provocarla.
—No se molestará. Además no tiene por qué enterarse. Yo te cubro, el tipo ni cuenta se da quien entra y quien sale, ahora no está y seguro que demora.
—No lo sé, es que estoy acostumbrada a limpiar habitaciones más pequeñas y siempre me andan vigilando. No estoy segura de cumplir con el tiempo en la suite esa.
—Claro que puedes, además no todo debe estar sucio. Mira, solo encárgate de la habitación principal y el baño. Pones en su sitio lo demás y ya yo mañana hago la limpieza completa, si hay inspección pues yo seré la culpable, tú no. ¿Te parece? ¡Di que sí!
—Está bien. Pero si pasa algo...
—Yo soy la responsable. No te preocupes.
Aún un poco dudosa, Camila tomó su carretilla y se fue por el ascensor de servicio hasta llegar al piso donde se encontraba la Suite Ejecutiva número cinco. Había escuchado de boca de la misma Olivia que el tipo que se alojaba en esa habitación acudía siempre sin falta cada dos o tres semanas, por lo que lo tenían bien a gusto y le complacían en todo. Si ella hacía mal la limpieza temía que este pudiera quejarse y sabía que de una forma u otra Olivia acabaría descubriendo que fue ella la que limpió la habitación y no la verdadera encargada.
Como era costumbre, tocó las tres veces reglamentarias y al no obtener respuesta simplemente entró. Una vez más sus ojos se maravillaron ante el lujo de las suites del Hotel Plaza. Sabía que debía ser rápida, así que pasó directo a la habitación pues la sala de estar parecía intacta. Fue al entrar a la habitación que se dio cuenta de que no estaba sola.
—Disculpe, señorita —dijo al entrar y encontrar una mujer semidesnuda y cubierta por las sábanas. Parecía muy tranquila y dormitaba en la cama, apenas se había percatado de la presencia de Camila—. Pensé que no había nadie.
—No te preocupes —contestó somnolienta—, estaba durmiendo y además ya es hora de que me levante. —La joven, que por cierto se veía muy hermosa, se paró y cubrió su desnudez con una bata—. Puedes limpiar si quieres, yo me quedaré acá un rato más —se acercó a la bandeja de frutas que habían colocado el día anterior cuando el huésped llegó. La joven buscó algo que comer y encontró una jugosa manzana que comenzó a devorar, se notaba estaba muerta de hambre.
Camila trató de no prestarle mucha atención y siguió con su trabajo. Para empezar, a cambiar esas sábanas que por la condición en que estaba era obvio que esa chica había tenido mucha actividad. Bien, al menos eso estaba listo y la chica que encontró seguía comiendo de las frutas. Se acercó su carretilla y quiso sacar el plumero, pero este se le resbaló y cayó debajo de la cama. Cuando se agachó para recogerlo se encontró con la prueba irrefutable de que la noche la había pasado muy bien. Le pareció asqueroso en un principio ver tres condones usados debajo de la cama, era la primera vez que le pasaba algo así. Pero tomó su escoba y los sacó de ahí de inmediato. Tenía que acostumbrarse, ya le habían advertido que encontraría cosas peores en las habitaciones y solo era cuestión de mucho cuidado.
Todo estaba tranquilo y Camila estaba lista para limpiar el resto de la habitación, pero entonces escuchó que la puerta principal se abría. En cuanto esto sucedió, la chica se paró rápidamente a ver quién era y parecía hasta que había visto al demonio.
—No... no... lo arruiné todo —decía nerviosa y dando vueltas de un lado a otro en la habitación.
—¿Pasa algo, señorita? —preguntó.
—Sí, ha venido con su novia. Me dijo que me fuera temprano, pero no le hice caso. Ahora si me descubre estoy arruinada... —De inmediato, Camila entendió todo, ese tipo había pasado la noche con una amante y ahora tenía la frescura de llevar a otra. Sintió una especie de compasión por la chica que había encontrado primero y decidió buscar una forma de ayudarla. Eso, y que si se armaba un escándalo y la descubrían metida en todo eso fácil y hasta la despedían.
—Escóndase en el baño, yo la ayudo a salir después.
—Gracias —dijo e hizo exactamente lo que esta le indicó.
En ese instante entraron la otra mujer y el huésped de la Suite. En un principio se puso nerviosa, pero intentó disimular para poder ayudar a la joven encerrada en el baño. Se quedó mirando a la pareja, ella también era muy hermosa y reía tomada del brazo del hombre, muy elegante por cierto, y ella muy atractiva.
—Oh... no sabía que estaban haciendo la limpieza —dijo él cuando vio a Camila con escoba en mano.
—Entonces mejor vamos a conversar a la sala, querido. No queremos importunar el trabajo de la joven —agregó amablemente la recién llegada—. Pero antes iré al baño, espérame afuera. —Cuando dijo eso, Camila se desesperó internamente. No podía permitirlo.
—Ehhh... yo no haría eso señorita, lo que sucede es que... —trató de inventarse una excusa convincente, pero lo que dijo no sonó tan bien del todo—. He echado un limpiador y desinfectante muy potente, elimina todas las bacterias, es nuevo. Pero la puerta debe estar cerrada, el olor es muy fuerte...
—Ummm... bueno, entonces iré al baño de afuera. —Camila respiró tranquila al saber que de momento había evitado la tragedia. Pero al parecer el huésped no se había tragado ese cuento.
—Desinfectante, ¿eh? ¿Segura que no has hecho un destrozo en el baño? —Le preguntó con una sonrisa y luego fue directo a abrir la puerta. Camila se quedó helada al ver que había descubierto el escondite de la joven—. ¿Qué haces aquí? ¿No te dije que te fueras temprano?
—No me reclames, estoy a salvo por ahora. ¡Llévatela de aquí! Yo salgo después.
—Te vas rápido No quiero problemas. —A Camila le parecía de lo más irreal esa conversación, el tipo era bastante descarado para tratar así a su amante y a su novia como si nada. En fin, ya hasta le había entrado curiosidad de ver como terminaría toda la situación—. Trata de ser rápida, y gracias —le dijo a Camila—. Eres muy discreta. —Y sin decir más, el hombre se fue a la sala a encontrar a su novia. Desde la habitación le escucharon preguntar por qué no iban a almorzar algo en The Oak Room, a lo cual la chica accedió encantada.
—Me salvé de una —dijo al salir del baño—. Lo siento, ahora sí te dejo hacer tu trabajo.
—Gracias —contestó ella aún confundida.
Ya había gastado bastante tiempo con esa escenita, así que se apresuró a limpiar todo según lo reglamentario mientras que la joven se vestía y arreglaba. Estaba un poco más tranquila pues había evitado un escándalo, aunque internamente hubiera preferido desenmascarar a un tipo tan sinvergüenza como ese. En el fondo le cayó bien la joven a la que encontró, se había mostrado amable y no parecía ser una de esas riquillas engreídas que abundaban en el hotel.
—Ya debería haberse ido, señorita. El joven se veía molesto.
—Si lo sé, pero no creo que sea buena idea bajar por la puerta principal. Yo conozco a la novia y si me ve aquí sospechará.
—Pues si quiere puede bajar conmigo por el ascensor de servicio y salir por la puerta trasera, si quiere claro.
—Gracias, ya van dos veces que me vas salvando la vida hoy —buscó algo en su cartera hasta que al fin sacó un billete de veinte dólares—. No llevo más efectivo, es todo lo que puedo darte.
—No se moleste, señorita, no hice todo esto por una propina.
—¿Cómo crees? Me has ayudado y eso es bastante. Acéptalos, ¿si?
—Pues si dice que es el único efectivo que tiene lo va a necesitar para el taxi. De verdad, no es necesario.
—Como quieras, linda —dijo guardando su dinero—. ¿Pero sabes? Me caíste bien, le diré a Alec que busque la forma de compensarte lo que hiciste hoy.
—No es necesario que...
—No pongas excusas, ¿qué tal sin nos vamos ya?
Las dos salieron por el ascensor de servicio y la chica se fue por la puerta trasera agradeciéndole. Camila sentía que había hecho bien, aunque no le agradaba la idea de recibir dinero por cubrir una infidelidad. En fin, ya se estaba haciendo tarde y tenía que quitarse el uniforme pues su turno había acabado. Cuando se dio la media vuelta encontró a un hombre detrás de ella. Un hombre mayor de unos cincuenta y tantos que la miraba con una media sonrisa.
—Hiciste bien jovencita, pensé que tendría que intervenir.
—¿Ah? ¿De qué habla?
—No te preocupes. Todo está bien, yo se absolutamente todo lo que sucede en este hotel y mi labor es evitar escándalos, pero tú te adelantaste. Hiciste bien —dijo antes de darse la media vuelta e irse de lo más natural dejando bastante confundida a Camila. Acababa de hablar con el jefe de seguridad, Daniel.
*****************
El huésped de la habitación presidencial ya se iba. "Al fin", pensaban algunos de los empleados que estaban cansados de tener que aguantar sus rarezas. No había momento del día en que no pidiera imposibles a la recepción o al departamento de conserjería. Y los que tenían que hacer de todo para conseguir lo que pedían eran otros, no Robert Levinsky quien era el que se comprometía a hacerlo. Y él no aceptaba un "no" por respuesta, tenían que hacer de todo para conseguir lo que el huésped deseaba. Entradas para el teatro, reservas en restaurantes, pedidos de comida, y demás. Los pobres chicos de conserjería tenían que recurrir hasta el soborno con tal de tener lo que el huésped quisiera.
Y al fin el tipo se retiraba, aunque para desgracia de ellos había prometido volver pronto pues se sintió encantado con el servicio y las instalaciones. Aunque esa noticia los debería alegrar porque sería mejor para el hotel y serían bien recomendados, los estresaba tener que hacer lo que el tipo quisiera por más estúpido que fuera. Hasta se quejaban de que no pudiera ser un huésped normal, como todos los que simplemente pedían una que otra reserva, alguna comida y envío de un mensaje.
Después que él se fuera, las camareras limpiaron al milímetro la habitación presidencial que sería ocupada muy pronto pues ya existía una reserva. Y en la recepción del hotel se preparaban para poner todo el orden, los diversos departamentos enviaban las boletas de pago que hicieron los huéspedes y que debía ser cargado a la cuenta principal.
Una vez más Estelle tenía que observar, ya que según Emily ese era un trabajo muy minucioso y no permitía el más mínimo error. De momento ella estaba al lado de una de las recepcionistas quien le decía paso a paso como hacer el chequeo del consumo, como se ingresaba al sistema, entre otras cosas.
—¿Sabías que en la academia hacías cientos de ejercicios de estos? ¡Es ridículo que lo tenga que aprender de nuevo!
—Esto no es un ejercicio, es la vida real y no podemos equivocarnos.
—Ya sé, ya sé. "La calidad soy yo", ¿no se aburren con la frase o qué?
—No nos queda de otra, aunque es muy cierto. Voy a ir al baño un momento, no toques nada. Solo quédate acá parada y si alguien pregunta cualquier cosa se lo mandas a otra de las chicas.
—Si, claro —contestó de mala gana mientras la chica se iba.
Ojalá tuviera esa suerte y alguien se acercara a ella, pero hasta el momento no había atendido a nadie y cuando tenía la oportunidad de hacerlo, le pedían que lo relegue a otra persona. Por supuesto que no iba a hacer eso, lo atendería ella misma y les demostraría a todas esas, en especial a Emily, lo capacitada que estaba para esa labor. Para su suerte, un hombre bastante agradable, elegante y joven salió del ascensor y fue caminando directo a ella. Durante el camino no la había perdido de vista y se habían mirado directo a los ojos. Ella le sonrió y él correspondió la sonrisa hasta que estuvieron frente a frente.
—Buenas tardes, señorita —le dijo suavemente—, soy el huésped de la suite ejecutiva número cinco.
—Buenas tardes, señor Reagan —contestó sin dejar de coquetearle, se había aprendido los nombres de los que en ese momento ocupaban las principales habitaciones pues sabía que le sería de utilidad—. ¿Qué se le ofrece?
—Muchas cosas en realidad —contestó apoyando sus brazos en la recepción—. Para empezar me gustaría saber por qué hay demasiadas chicas lindas en la recepción, especialmente la que me está atendiendo en este momento. Eres preciosa, ¿lo sabías?
—Qué cosas dice, señor... —dijo fingiendo que se avergonzaba del cumplido, más bien estaba encantada.
—No, si hablo en serio. Ya sabes dónde me hospedo, ¿no? Puedes subir cuando quieras. —Estelle se quedó sin saber que contestar, claro que esa sería una excelente oportunidad, pero también podía jugarse el empleo—. En fin, a lo que vine —dijo cambiando de tema inmediatamente al no recibir respuesta—. No sé con quién tendría que hablar sobre esto, pero pensé que quizá ustedes tengan la lista de quienes son las mucamas designadas a limpiar cada habitación, en especial la mía.
—¿Algún problema con la mucama, señor?
—Por el contrario, solo quiero saber quién es y asegurarme de que sea ella quien se encargue de la habitación siempre. No sé si el asunto es rotativo, pero es la que hizo la limpieza ayer, no sé si usted lo sabe.
—En ese caso tendría que hablar con la gobernanta, no se preocupe que en cuanto termine mi turno la buscaré.
—Mañana es mi último día aquí, así que me gustaría que ella hiciera su trabajo por última vez y darle mis felicitaciones, ¿cree que podría conseguirlo?
—Claro que si, para nosotras no hay imposibles.
—Me parece genial —dijo alejándose un poco—. Nos vemos después, linda. No te olvides de ese favor, y de lo otro.
—Tenga por seguro que no lo haré —contestó con una sonrisa de complicidad. Las demás chicas, aunque estaban un poco ocupadas con lo que hacían, se dieron cuenta de cierto coqueteo, pero no llegaron a escuchar bien la conversación. Tan pronto como llegó la recepcionista que se había ido al baño, Estelle tuvo que ponerse a un lado otra vez. Pero le haría ese favor con lo de la mucama y pensaría muy bien "lo otro".
Emily llegó desde su oficina y salió a ver cómo iba todo y le hizo unas cuantas preguntas a la chica para saber que había aprendido. Le dijo también que al día siguiente le dejaría pasar las cuentas ella misma con la supervisión de la otra joven. Le agradó esa idea, al fin podría demostrar que sabía hacer bien las cosas. Emily permaneció cerca de la recepción y Estelle estaba un poco distraída hasta que vio salir del pasillo por donde se accedía a The Oak Room a un atractivo hombre con smoking. Si ese era un huésped tendría que aprenderse su nombre ya. Pero este se acercó directo a Emily con unos papeles bajo el brazo.
—¿Cómo está la mujer más linda de todo el hotel? —le preguntó Cameron a Emily. Ambos también llevaban bastante tiempo de conocerse. Fue en uno de esos cursos de "Marketing Personal" que tomaron y ahí se hicieron amigos. Los dos eran los más jóvenes del curso y solían llamar a los de más experiencia "Los dinosaurios del Turismo" entre risas cada vez que ellos decían algo. Y cuando coincidieron en el Hotel Plaza no pudieron estar más felices, además fue por medio de Cameron que también conoció a Adriano y hubo un tiempo en que los tres eran inseparables.
—Cam, sabes que esas cosas conmigo no funcionan. Pero estoy bien, gracias. ¡Y qué milagro tú por acá! Siempre mandas a alguien con las facturas.
—Esta vez decidí hacerlo yo mismo, señorita innovadora. Tu idea del turismo gastronómico nos fue de maravilla, ¿cuándo llega otro grupo?
—En tres días, si querías trabajo ya tienes bastante. ¿Y cómo está Adriano? Ese ingrato viene cuando le conviene.
—Ya sabes, ocupado como siempre, aunque está un poco raro últimamente.
—¿Ha estado leyendo a Deepak Chopra? ¿Coelho? ¿Algunas de esas basuras de superación personal?
—No lo sé, solo te digo que está diferente. Pero en fin, veremos cómo le va. Lo que también quería preguntarte era si tienes algo que hacer el sábado por la noche.
—Ummmm... no, y el domingo es mi único día de descanso, ¿por qué?
—Adriano y yo pensamos salir. No sé, a un club, un bar, lo que sea. Y me pareció buena idea invitarte, como en los viejos tiempos.
—Espera, ¿Adriano va a salir? Eso sí que está muy raro, pero me encanta la idea. Y sé que a él le hará muy bien, necesita relajarse. El restaurante lo estresa mucho.
—Sí, es lo que creo también. Bueno, ya me tengo que ir a ver algunos asuntos para la cena. Te dejo las facturas.
—Dásela a alguna de las chicas. —Cameron asintió y se acercó a la que estaba más cerca, que era precisamente aquella donde estaban Estelle y la recepcionista que la instruía.
—Buenas tardes —dijo amable—, estás son de hoy en The Oak Room.
—Llegan justo a tiempo —contestó la joven. Entonces Cameron percibió la presencia de Estelle, en especial el detalle de que no le quitaba la mirada de encima.
—Eres nueva, ¿verdad? —le preguntó.
—Si, en realidad soy practicante.
—Genial, entonces aprenderás de la mejor —dijo antes de irse. Le dijo algo más a Emily, algún chiste interno que solo ellos dos entendieron. Siguió su camino como si nada mientras Estelle no le quitaba la mirada de encima.
—Oye, ¿quién era ese tipo? Está guapísimo —le dijo Estelle en voz baja a la recepcionista.
—Es el Maître de The Oak Room. ¡Claro que está bueno! Pero cuidado, es amigo de la jefa, igual que el chef.
—¿Y eso qué? —preguntó fresca. La otra chica miró a un lado, en realidad ya nadie en la recepción la soportaba, pero ella prefería fingir que no se daba cuenta.
****************
Cuando Estelle terminó su turno decidió ir a buscar a la gobernanta para hacer el pedido del huésped de la suite ejecutiva. Nadie tendría que saber que él lo había solicitado y que ella lo ayudaría, nadie de momento claro. Así se ganaría unos puntos con él, y si el tipo había sido capaz de pedir siempre a la misma camarera confiaba que para la próxima vez que los visite quizá pediría que ella lo atendiera personalmente en la recepción gracias al favor que le haría.
Andando por los pasillos del personal de servicio buscaba impaciente donde estaría la oficina de la gobernanta. No la conocía en persona, pero había oído comentarios entre Robert y Emily de que la mujer era bastante exigente y que a veces sus chicas le tenían miedo. Ella sintió curiosidad por conocer a alguien así, debía de ser una mujer muy imponente de hecho. Al fin halló esa oficina, solo esperaba que estuviera ahí. Tocó un par de veces hasta que escuchó un "pase".
Abrió la puerta lento, y la encontró sentada en un amplio escritorio revisando unos documentos. Olivia apenas si levantó la vista y no le prestó la mayor atención. Si no la conocía seguro que la chica no era importante. Estelle miró alrededor, no era una oficina tan grande, pero tenía una decoración sobria, encajaba el perfil que había creado de la gobernanta.
—¿Qué quieres, jovencita? —dijo al fin.
—Vengo de parte de recepción —contestó Estelle acercándose un poco.
—¿Qué quiere Emily ahora? Habla de una vez que estoy ocupada. —Olivia seguía concentrada en su trabajo, no le tomaba atención a la recién llegada y eso estaba irritando a Estelle.
—Es un pedido especial del huésped de la suite ejecutiva cinco.
—¿Qué quiere el señor Reagan?
—Debería prestarme atención, se trata de su área después de todo —contestó irritada.
—Seguro que eres solo una practicante —decía aún concentrada en su trabajo—. Claro, solo ellas mandan mensajes inútiles. En fin, ¿me puedes decir qué es lo que quiere el huésped?
—Quiere que la misma camarera que se encargó de la limpieza de su habitación lo haga mañana que es su último día, y que sea así de ahora en adelante cada vez que venga.
—¿Y se puede saber por qué?
—No especificó, pero parecía muy complacido con el trabajo.
—¿Eso es todo? —preguntó alzando la vista otra vez y mirándola de pies a cabeza en un par de segundos.
—Sí...
—Entonces ya puedes retirarte, y no olvides cerrar la puerta. —Estelle no dijo nada, solo se fue molesta de ahí. Hubiera querido ganarse unos puntos con ella, pero al final salió perdiendo.
Ni bien Estelle se fue, Olivia dejó el trabajo y le pidió por teléfono a su asistente que ordene a la joven encargada de la limpieza de la suite ejecutiva cinco que se presente inmediatamente en su oficina. Estaba segura de que algo malo había pasado, malo para su área más no para el huésped. Si la joven hacía el mismo trabajo de siempre y jamás se cruzaba con él no había razón para ese pedido especial. A menos que se haya involucrado de cierta manera con este, quizá una conversación, o quién sabe más. No le agradaba la idea de que sus chicas se relacionen así con los huéspedes, no era correcto.
Al llegar la joven entró temerosa y había razones para ello. Cuando la gobernanta mandaba a llamar a alguien a la oficina no era para algo bueno. No entendía qué podía haber hecho mal, pero temía un descuento y hasta por su empleo. Olivia la miraba seria, como si esperara que ella misma confesara algo.
—Supongo que sabes por qué estás aquí, ¿verdad?
—No señora, no tengo la más mínima idea.
—¿Qué hiciste en la suite ejecutiva ayer? Habla ya que no tengo tiempo que perder.
—¿Ayer?
—Sabes perfectamente lo que estoy hablando, ¿qué pasó?
—Lo siento, pero ayer yo no limpié esa habitación. Sé que es mi deber, pero le pedí a Camila que lo hiciera por mí. Tenía que salir, y bueno, ella me ha dicho que todo está bien.
—Gracias por la información, ahora puedes retirarte. —Después de ese dato Olivia mandó a llamar a Camila, quien en ese momento estaba haciendo la cobertura* de las habitaciones que le tocaban. No le importó interrumpir ese trabajo, tenía que saber de una vez por todas qué pasó. Cuando Camila llegó encontró la misma escena. En el fondo sospechaba que era sobre el asunto de la Suite Ejecutiva, así que esperaba lo peor—. Tú sí sabes por qué te he llamado, ¿verdad?
—Por la de suite ejecutiva —contestó tímidamente.
—No sé qué has hecho ayer, pero me lo vas a decir ahora mismo. ¿Por qué el huésped ha pedido que seas tú su la camarera personal?
—¿En serio ha pedido eso? —dijo contrariada.
—¿Esperabas algo más?
—No. Es que no tenía idea que después de lo que pasó...
—¿Qué pasó?
Camila entonces le contó todo lo sucedido. Como había encontrado a esa joven en la cama, después como la ayudó a esconderse y cubrió su escape evitando así un escándalo que de hecho se iba a armar si la novia encontraba ahí a la otra. Además le dijo que la joven le prometió que iba a hablar con el huésped para que le agradezca la ayuda. Olivia escuchaba atenta la historia que en realidad parecía bastante creíble, aunque para confirmarla hablaría después con Daniel. El jefe de seguridad lo sabía todo.
—Supongo que el pedido se debe a tu discreción, querrá seguir haciendo sus "cosas" y necesitará a alguien de confianza que lo cubra —le dijo Olivia adivinando la verdadera naturaleza de todo.
—Pero yo no quiero hacer eso, lo hice por el hotel, pero no está bien.
—No se trata de lo que está bien o no. Si el huésped te quiere ahí vamos a complacerlo. De ahora en adelante te quitaré dos habitaciones standard y se las daré a la que antes era la encargada de esa habitación. Tú vas a la Suite.
—Gracias por esta oportunidad.
—A mí no me lo agradezcas, después de todo yo no hice el pedido. —A Olivia no le agradaba mucho esa idea. Tenía pensando no aceptarla como personal formal de su área cuando terminaran los seis meses de práctica. Pero si el huésped seguía con lo mismo no le iba a quedar de otra.
—Gracias de todas maneras, haré el trabajo lo mejor posible.
—Claro que lo harás, y me encargaré de eso. Las supervisiones serán más exigentes así que te vas a tener que esforzar el doble.
—Lo haré, no se preocupe.
—Y más te vale que esta historia sea real, porque si no...
—Es real, se lo aseguro.
—Bien, ya puedes irte.
Cuando Camila estuvo fuera de la oficina, Olivia llamó a Daniel. Seguro que él sabía algo, si casi se arma un escándalo él debía de estar enterado. Se sabía en el hotel que Daniel tenía informantes en todas las áreas, hasta gente que se hacía pasar por empleados o huéspedes y no eran más que sus agentes de seguridad. Cuando contestó y le confirmó la historia se alejaron las sospechas, aunque igual no le agradaba poner a una practicante en una labor tan importante.
Camila ya había vuelto a su trabajo con la cobertura de las habitaciones. Se sentía de cierta forma feliz de que siendo una practicante le dieran a limpiar suites, se iba a esforzar y lo haría lo mejor posible. Pero no quería tener que ver con los idilios amorosos de ese hombre, porque estaba segura de que había hecho ese pedido porque quería una cómplice para lo que sea que iba a hacer.
****************
GLOSARIO DE TÉRMINOS
- Cobertura o turn down: Es la segunda entrada en la habitación por el equipo de camareras al caer la tarde. Tiene como finalidad disponer la habitación para que el cliente la encuentre listo con detalles muy agradables que le ayudarán a pasar una buena noche. Una buena cobertura consta de una apertura delicada de la cama y retirada del cubrecama, normalmente se coloca algún chocolate fino, dulce, o detalle decorativo dependiendo del hotel.
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