Capítulo 63: Oportunidad
A Priss la dieron de alta dos días después del accidente. Salió de la habitación en silla de ruedas, aunque podía usar muletas, algo que ya le había tocado vivir ese mismo año. Lo primero que hizo fue ir a ver cómo estaba Anne. Adriano ya le había comentado lo que sucedió con el aborto y sin poder evitarlo Priss se puso a llorar. No quería sentirse mal, no tenía sentido. Y aun así una parte de ella sentía culpa, pensó que si Anne acabó metida en ese accidente fue porque se acercó a auxiliarla. Intentó evitar ese pensamiento, la única responsable de todo era Sandra.
Solo se calmó cuando fue a ver a Anne. La chica aún estaba muy sensible y era difícil para todos verla así, estaban acostumbrados a su fortaleza y a verla siempre sonriente. A comparación del día anterior lucía más tranquila. Cameron no la abandonó toda la noche, y solo cuando Adriano insistió en que vaya a dormir un rato a casa y que trajera ropa limpia aceptó moverse de ahí. Le dio la semana libre en The Oak Room, le dijo que ya otro de los capitanes de mozo se encargaría en su ausencia. El día en que dieron de alta a Priss, esta decidió quedarse haciéndole compañía a Anne hasta la noche. Hablaron de varias cosas, en especial de lo que pasaría con Sandra.
Sabían que Sandra estaba detenida, no les habían dado más detalles. Les contaron que la noticia salió en los medios a nivel nacional, cosa que estuvo a punto de opacar lo bien que les fue en la reinauguración del restaurante. Fue inevitable que los sucesos no fueran cubiertos, algunos lo veían como la culminación de la historia, aunque quizá la historia terminaría definitivamente cuando Sandra estuviera sentenciada. Todos sabían que había enloquecido de verdad, que intentar asesinar a dos personas había sido demasiado y que no había forma que quedara en libertad. Y de eso se iban a encargar los abogados, de que no le dieran la libertad provisional, que se quedara en la cárcel hasta el inicio del juicio.
El restaurante tuvo que abrir con normalidad, no podían dar una imagen de desorganización, y además ya tenían tres meses de atención reservados. El regreso de Adriano a la gastronomía había sido todo un éxito, y al día siguiente se hicieron reservas completas para un mes más. Adriano tenía mucho de que ocuparse, no podía detener su trabajo, y tampoco podía dejar de lado a Priss. Ella decía que no era necesario, que estaba mejor, que solo iba a cojear un poco, pero que pronto estaría bien. Él intentaba no preocuparse, cosa imposible claro. No dejaba de pensar en ella y en qué hubiera pasado si es que el impacto hubiera sido mayor, si es que Priss no hubiera reaccionado a tiempo para escapar de Sandra.
Tampoco era fácil para Cameron. Anne pasó unos días más en el hospital. Cam solía ser una persona muy fuerte, cuando tenía problemas y preocupaciones seguía trabajando y procuraba que nadie note lo mal que la pasaba. Pero su trabajo requería que se esforzara por sonreír, por ser amable, elocuente y simpático para los clientes cuando por dentro se sentía morir sabiendo que su amada estaba sola, quizá llorando por la pérdida del bebé. Adriano le ofreció darle más días libres, pero sabía que no era suficiente, en ese tipo de trabajo no se podía parar. En el Hotel Plaza estaban acostumbrados a guardarse las lágrimas y seguir adelante.
Los días pasaban y Anne parecía sentirse mejor, cuando volvió a casa ya lucía más alegre, y hasta se animó a ir con Priss a visitarlos al restaurante. La primera vez que fueron llegaron una con la silla de ruedas y la otra con las muletas, bromeando en que tenían atención preferencial para todo. Anne solo necesitaba el cariño y la compañía de las amigas, así se distraía y no había tiempo de pensar en cosas tristes. Priss ayudaba con eso, y él procuraba pasar su tiempo libre con ella. Lo importante es que se tuvieran el uno al otro y que siguieran adelante para superar todo lo que pasó.
Por esos días pasó algo que molestó mucho, y supo que rompería para siempre toda posibilidad de amistarse con los padres de Anne. Y fue por culpa de estos mismos. Para empezar, y aunque todo el país sabía que Anne Marie Leggat estuvo hospitalizada, e incluso algunas de sus viejas amigas fueron a verla, ellos no llamaron. Cameron notó que eso de verdad afectaba a Anne, que ella también necesitaba el cariño de sus padres, necesitaba de un familiar que estuviera a su lado. Una noche cuando regresó de hacer compras y fue al hospital para quedarse con Anne, una enfermera contó que los padres de la chica fueron a verla. Cameron se alegró por eso, pensó que quizá su amada estaría feliz. Pero la enfermera le dijo que por favor vaya a ver a la paciente, que no había parado de llorar desde que sus padres se fueron.
Entró preocupado y la abrazó fuerte, ella lloró sin decir nada por un buen rato. Pero entre balbuceos le explicó que su madre estaba loca, que le había dicho que ella se había buscado todo eso por haberse metido con él. Y que habían puesto como condición que si querían que vayan a verla le dijera a su novio que ni se acerque, que no querían cruzárselo para nada. Claro que Anne los mandó a volar, y ellos le recriminaron de todo, le dijeron que la habían criado como una princesa para que después se convierta en una empleada más de un restaurante.
—Me dijeron que iba a ser infeliz por el resto de mi vida —decía llorando—. No quiero verlos, Cam, ¡quiero que desaparezcan para siempre! —Él se dedicó a consolarla y logró calmarla después de un buen rato. Estaba agotada y se quedó dormida pronto.
Después de pensarlo mucho, Cameron se decidió por llamarlos. Moría de rabia por dentro, ¿cómo era posible que le hagan eso a su propia hija? Está bien, no iban a volver a verla si eso era lo que querían y lo iban a saber. Demoró un poco esperando que le pasaran la llamada, pero al fin logró comunicarse con su madre. Después de decirle quién era él y de escuchar unos cuantos insultos como "miserable", "muerto de hambre" y cosas por el estilo, Cameron interrumpió y le dijo lo que tenía que decirle.
—Escuche, señora, no la he llamado para que me diga lo que piensa de mí porque no me interesa. Pero quiero que sepa que acaba de perder a su hija y no por culpa mía, sino porque ustedes mismos se lo buscaron. ¿Quién se cree que es para decir lo que está bien o está mal? Aparte de dinero, ¿qué más tiene? ¿Tiene amigos de verdad que se fijen en otra cosa aparte de cuantas veces sale en sociales? ¿Tiene personas que la aman? ¿Qué más? Yo le diré lo que no tiene, a una hija que la quería. Ahora la detesta porque su madre no estuvo ahí cuando la necesitaba. Y podrá sentirse superior en este momento en su amplia y cómoda habitación, pero lo único que usted y su esposo son es un par de egoístas que pensaron más en qué iba a decir la gente de ustedes porque su hija salía con un maître, que si en verdad era feliz. Y ahora les importó más hacerla sentir como una basura con tal de seguir creyéndose superiores. Ahora solo les digo una cosa, Anne y yo no los necesitamos, no queremos su dinero ni nada de ustedes. Ni siquiera se molesten en llamar ni en preguntar, ella no quiere saber más de sus padres, no quiere sus visitas de lástima. Ya no los necesita, y de verdad espero que algún día ella los perdone. Porque van a saber lo que es ser miserables de verdad cuando sean viejos y no la tengan.
Le colgó sin escuchar una réplica, pero esperó que al menos esa mujer reflexione aquello. Le había hecho daño a su hija, y él no iba a quedarse con las manos cruzadas. Aunque fueran los padres de Anne, merecían que alguien los pusiera en su lugar.
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Era la quincena de diciembre, la nieve ya había llegado a New York y el espíritu navideño se respiraba en el aire. Después de pasar unos días pésimos internada en el hospital, y luego reposando en casa, a Anne se le ocurrió la idea de hacer una cena para la nochebuena en el apartamento. Algo íntimo entre amigos, un brindis e intercambio de regalos. La fecha lo ameritaba y ella necesitaba distraerse. Todos lo necesitaban, habían sido días tensos desde lo que sucedió esa noche con Sandra.
Pero eso no era lo único que tenía animada a Anne y a todos en general, sino de que era 15 de diciembre. El día de la graduación de Priss. Fue Rachel quien dio la idea de que todos vayan en grupo a la ceremonia para animar a la chica que seguía en muletas. Y así todos decidieron ir a hacerle barra a Priss el día de su graduación, iba a ser divertido después de todo. A pesar de los momentos difíciles que habían pasado, la graduación era una oportunidad para volver a sonreír.
Priss sentía una especie de alegría y nostalgia con todo eso. Cuando entró a estudiar sintió que faltaba mucho tiempo y nunca pensó en el fin. Pero en ese momento, con las clases acabadas, con los últimos exámenes aprobados y el proyecto de investigación sustentado, todo era muy diferente. Se acabó, ahora si en serio. Ya no se sentaría más en un salón de clases de Le Cordon Bleu, ya no habría esas divertidas clases prácticas donde la que llegaba tarde lavaba todo, tendría que guardar su uniforme de cocina en el baúl de los recuerdos, guardar todos sus libros y apuntes de la escuela. Recordaba con una sonrisa cuando empezó a estudiar, con algo de miedo, pensando que quizá no sería lo suficiente buena. Y como fue aprendiendo las técnicas, como fue sobresaliendo, como era escogida para casi todos los concursos y eventos de la escuela de cocina.
Fue en uno de esos eventos en que conoció a Adriano, aunque él no lo recordaba, nunca se lo había preguntado en realidad. Siempre lo vio como alguien lejano e inalcanzable, un ejemplo de lo que quería ser, pero que quizá jamás se realice. Y ahora estaba a su lado, se amaban y no conseguía ver un final para lo que tenían. No quería ni podía, estaba segura que él formaría parte de su vida por mucho tiempo. Que sí, habían pasado cosas muy turbulentas ese año, pero pensaba que al fin tendrían la tranquilad para amarse y seguir adelante.
Gracias a la escuela de cocina conoció a muchas personas, como la chef Helda, por ejemplo. A ella la adoraba y le daba pena saber que ya no la vería tan seguido. Tantos profesores que la habían marcado, las anécdotas de las clases, las salidas... todo. Se acababa esa etapa de su vida, y tanto esfuerzo que le había costado, pues cuando papá se quedó sin trabajo ella tuvo que arreglárselas para pagar sus estudios, la media beca no cubría todos sus gastos. Le había costado, si, y ahora terminaba con orgullo porque pudo hacerlo.
Sabía que ese era solo el comienzo, que aún había muchas cosas por aprender y conocer, que era joven para pensar que jamás pisaría un aula de clases otra vez. Pero si, era algo triste. Le animaba el futuro que le esperaba, porque al fin tendría más tiempo para dedicarse a lo que amaba, porque podría especializarse y pensar mejor en el concepto del restaurante que iba a abrir algún día. Iba a extrañar todo eso, la rutina de estudios, sus amigos, las conversaciones. Pero las cosas iban a ir mucho mejor, estaba segura.
Pensaba en eso mientras estaba parada junto con los demás graduados al frente, el director de la escuela de cocina daba su discurso. No dejaba de sonreír de solo recordar el alboroto que se armó cuando estaban presentándolos y dijeron "Priscila Hudson". Reconoció de inmediato el grito de Rachel al que se sumaron pronto los de Anne y Camila. Los hombres presentes aplaudieron fuertemente, y se escuchó la voz de Edu gritar un "¡Esa es la mejor!". Eso casi le arranca unas lágrimas. Se sentía muy emocionada de verlos a todos ahí, incluso a Anne en su silla de ruedas. Sabía que todos tenían cosas por hacer, pero igual fueron a verla y estar a su lado en ese momento importante en su vida.
Tomó asiento mientras se seguía con el protocolo de la graduación, algunas palabras y semblanzas. Se distrajo un momento en medio de un discurso, Priss volvió la vista hacia el público en busca de más rostros conocidos. Su mirada se encontró con la de Adriano, y volvió a sonreír. Antes de conocerlo en persona él había sido su inspiración. Y verlo ahí, aplaudiéndola y mirándola encantado era simplemente maravilloso. No podía creer que alguien como él, un gran chef internacional, se haya fijado en una de tantas estudiantes de cocina. Siempre le habían dicho que la felicidad era un instante, pero estar con él era una cosa diferente. Había momentos en que creía que no podía haber en el mundo una mujer más feliz que ella. Momentos como ese, en que sus miradas se encontraban y ambos sonreían espontáneamente.
El director de Le Cordon Bleu salió al frente. Dio unas breves palabras acerca de su percepción sobre los graduados de ese día y del buen futuro que les esperaba en la gastronomía. Habló un poco sobre la labor de esa casa de estudios en cuanto a ayudar a los talentos que nacían en sus aulas. Y llegó el momento más esperado, conocer quién sería el ganador o ganadora de la beca para un año de estudios en París con todo pagado, y además la oportunidad de practicar en los mejores restaurantes. Cuando el director anunció el nombre de Priscila Hudson como la mejor alumna, las palmas y gritos estallaron. Hasta sus compañeros sabían que era obvio que ella iba a ganar y aplaudieron con fuerza mientras esta hacia el esfuerzo de ponerse de pie y andar con las muletas hasta el podio. El director le dio el diploma y la felicitó por el premio. Ahora le tocaba decir unas palabras de agradecimiento.
—Buenas noches a todos —decía sonriente—, me alegra mucho que estén aquí —dijo a media voz mientras tomaba aire. Y durante ese lapso de segundos Rachel avivó los aplausos y esta vez todo el auditorio aplaudió fuertemente—. Muchas gracias —dijo de nuevo—, estoy feliz de ver tanta gente acá, mis familiares, mis amigos, mi novio —decía emocionada. Aunque quizá ya presentía que se iba a llevar el premio, era diferente saber que era oficial. Era increíble, era el máximo logro que había obtenido hasta el momento—. Hay aquí personas que quiero mucho y que me han acompañado desde el principio. Los que nos graduamos hoy aún no podemos creer que ha pasado tanto tiempo desde que la chef Helda nos enseñó como hacer un buen aderezo —dijo provocando la risa de los presentes—. Cuando empezamos, algunos hasta teníamos miedo de cortar el pescado. Y hoy si me traen un pescado soy capaz de hacerles un sushi ahora mismo. —Risas otra vez, todos la miraban y escuchaban atentos. Lejos de ponerla nerviosa, eso la animó más—. Quiero agradecer la oportunidad que Le Cordon Bleu me está dando, esta beca es muy importante para mí. Todos sabemos que algunas de las personas que han ganado esta beca son hoy personalidades importantes de la gastronomía. Y bueno, solo quiero que sepan que yo me esforzaré al máximo por hacer honor a mis compañeros de graduación y que seré la chef que siempre he querido ser. Me voy a esforzar y daré lo mejor de mí como siempre lo he hecho. Muchas gracias por todo.
Priss se despidió con aplausos y regresó con los demás graduados. Después de unas breves palabras más del director, llegó el momento de pasar hacia adelante donde las autoridades esperaban a los homenajeados para cambiar la posición de la dorada y delicada cuerda del birrete hacia el lado izquierdo, lo que significaba simbólicamente que ya estaban graduados. Se pusieron todos al centro con una mano en la punta del birrete, entre risas esperaban el momento de lanzarlos. A la señal, todos a la vez lanzaron el birrete con fuerza, otros con un poco de debilidad. Pero fue un momento emocionante y lleno de aplausos de los asistentes. Los graduados se abrazaron entre sí, algunas de las chicas empezaron a llorar, no solo por la emoción, sino por una extraña certeza que quizá nunca más volverían a verse y que definitivamente nunca volverían a estar todos juntos. El destino, las ocupaciones, el trabajo. Todo eso se encargaría de separarlos poco a poco y para siempre.
Los primeros en acercarse fueron la familia de Priss. Entre lágrimas, su madre la abrazó con todas sus fuerzas y la felicitó por haberlo logrado, porque después de tanto sacrificio al fin tenía lo que quería. Edu le hizo un par de bromas sobre invadir su habitación y jugar con sus cuchillos cuando se vaya a París. Pronto estuvo rodeada por todos sus amigos, y al fin Adriano pudo hacerse paso hasta llegar a ella. Priss echó las muletas a un lado y cayó en sus brazos. A todos les pareció muy tierno que él la cargara y que juntos salieran de ahí seguidos por los demás como si fueran dos recién casados.
Adriano se esforzaba por sonreír y por contagiarse de la alegría de los demás. No iba a arruinarle el día a Priss. Porque cuando escuchó que su novia se iba a ir por un año a París, y que además parecía estar muy decidida a hacerlo, sintió que el mundo se le venía abajo. Un año sin Priss. Un año.
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Era el día 24 de diciembre por la mañana y The Oak Room no abría sus puertas al público. Ni 24 ni 25, después de todo eran días muy importantes en New York y todo se paralizaba. Claro que el Hotel Plaza jamás cerraba, y además aprovechaban la fecha para recordar a sus huéspedes que ese fue el hotel elegido para la película "Home Alone". Incluso daban una especie de tour de películas navideñas que los incluían. El ambiente festivo los tenía a todos muy ocupados pensando en la comida, en el árbol, en el regalo perfecto. Y por supuesto, en las compras de última hora. Priss y Rachel acababan de llegar de una y se les había hecho muy tarde. Eran cerca de las cinco y ambas llegaron al apartamento de Queens entre risas. Ahora debían de forrar todos los regalos y estaban de acuerdo en que se iban a demorar mucho.
Cuando llegaron al apartamento encontraron a dos personas que estaban dispuestos a ayudarles con los regalos, y esos eran Adriano y Arnie. Ambos habían llegado hace una hora y estaban esperando a las chicas. Como Priss no quería que Rachel viera sus regalos, y mucho menos Rachel quería que Priss vea el suyo, decidieron dividirse. Adriano y Priss al cuarto, Rachel y Arnie a la sala. Por un rato Priss estuvo enseñándole a Adriano todos los regalos que había comprado y le preguntaba si creía que iban a gustarle a las personas, pues no estaba muy segura de algunos. En los que tuvo más dudas fue en los de Samantha y Anne. Para una creía no haber acertado en la talla, y para la otra no sabía si estaba bien la calidad del objeto.
—Ya sabes, Anne es influencer y está acostumbrada a las cosas caras y no sé si le guste esto...—explicó mientras le enseñaba un gorro de una lana de colores variados y de diseños geniales—. Le llaman "chullo", es de importación. Está suave y todo, pero no sé...
—Me parece que está bien —le dijo Adriano—. Creo que le va a encantar, a mí me gusta.
—Debí comprarte uno entonces, quizá lo haga uno de estos días. Aunque ya no sería sorpresa.
—Entonces puedo fingir que no escuché nada y sorprenderme después —ella le sonrió y le dio un beso. Puso el chullo en una bonita caja que había comprado y pensó en silencio en cómo envolverla. Sin querer, Adriano fijó la mirada en una enorme maleta que había en la habitación. Nunca antes la había visto. Priss lo miró de reojo y se dio cuenta de eso, así que decidió responder.
—Me la prestó Rachel, no sé dónde rayos la tenía. Y bueno, igual creo que es grande. Es para el viaje, la verdad no creo que sea necesario llevar tanto. Además, también tengo las dudas de si llevar mis cuchillos, creo que debería comprar unos nuevos. Ni sé si dejan llevar cuchillos en las maletas.
—Bueno, a mí me dejan llevarlos —contestó sin muchas ganas y con la vista fija en la maleta. Grande, para un viaje largo por supuesto. Un viaje al que él no iría.
—¿Tú crees? ¿Pides algún permiso especial o algo así? Creo que igual debería comprar nuevos, el tallador ya lo tengo gastado, y eso que no lo he usado mucho. ¿Crees que tenga problemas con el francés? Lo hablo, pero hace tiempo que no lo practico, así que...—ella seguía hablando de manera un poco rápida, y Adriano casi no la escuchaba. No habían hablado de eso, era obvio que ella iba a irse y que a él no le iba a quedar de otra que aceptarlo, pero ni siquiera lo habían conversado. Simplemente se dedicaba a escuchar lo que tenía planeado, a oír sus conversaciones con algunas ex compañeras de clase emocionadas, oír como conversaba con Rachel acerca de qué llevar, entre otras cosas. Pero no lo habían hablado. Y Priss se dio cuenta de que él seguía pensativo—. ¿Me estás escuchando?
—Ah, si...—dijo como despertando de un sueño—. ¿Es sobre Los cuchillos? Vas a necesitar un permiso depende de cuantos quieras llevar.
—No te estaba hablando de eso, sino del francés, ¿crees que debería practicarlo? Me queda solo un mes...
—Si, supongo que es buena idea —respondió sin ánimos y sin mirarla. Era obvio que algo andaba mal ahí.
—¿Estás bien? Te veo extraño. ¿Ha pasado algo?
—No es nada, Priss, estoy bien —contestó sin mirarla otra vez. Claro que no estaba bien, algo le estaba ocultando.
—Por favor, Adriano, te conozco. ¿Qué pasa? ¿Hay algún problema? —Pero él no respondía. Quizá no quería contarle para no preocuparla—. ¿Es Sandra?
—No, no. No sé nada de esa mujer ni quiero saberlo.
—¿Entonces? ¿Qué pasa?
—¿En serio quieres saberlo?
—Claro que si, por algo te estoy preguntando, ¿no? ¿Qué sucede, amor? —Adriano se quedó en silencio un rato y luego la miró a los ojos. Está bien, se lo iba a decir, y a ella no iba a gustarle nada.
—Pasa que mi novia se va en un mes, está haciendo planes de lo más tranquila y ni siquiera me ha preguntado si estoy de acuerdo, qué pienso, si la voy a extrañar, o qué va a ser de nosotros —se lo dijo al fin y Priss solo lo quedó mirando. Parecía bastante sorprendida.
—Ah... era eso...—respondió en voz baja mientras tomaba una de las cajas de regalos y le pegaba un moño.
—Hablas como si no fuera importante, como si no fuera algo que nos afecte —dijo un poco irritado. Durante más de una semana se había sentido mal pensando en eso, sintiendo que podía perder a Priss y tratando de encontrar la forma de decirle lo que sentía, y de pronto ella hablaba como si no fuera nada. Como si no le importara mucho aquello.
—Si, si... lo sé. ¿Crees que no he pensado en eso? Igual no creo que hoy sea un día ideal para hablar de ese tema.
—Y si no es ahora, ¿cuándo? ¿Vamos a seguir evitando el tema por una semana más? ¿Por dos? ¿Por tres? ¿Hasta cuando vamos a seguir así?
—Está bien, no vamos a evitar nada y vamos a hablar de eso —dijo dejando el regalo a un lado—. Escucha, Adriano, vamos a tener que separarnos por un año o más y esa es la verdad. Y cuando digo separarnos no es que vamos a terminar ni nada, al menos yo no quiero terminar...
—Yo tampoco —interrumpió—. No vamos a terminar, pero...
—Si, lo sé, es mucho tiempo. Pero te amo y tú me amas, ¿no? Nuestro amor va a ser más fuerte y lo sabes. Tampoco es que no vamos a volver a vernos, quizá yo pueda darme una escapada, quizá tú puedas hacerlo. Además, existe el teléfono, el celular, el Internet. No es que no vamos a tener ningún tipo de contacto.
—Claro...—respondió él bajando la mirada. Era obvio que podían comunicarse de esa manera. Pero no era suficiente.
—Va a ser difícil, Adriano, pero todo va a estar bien, ¿si? Te lo prometo —dijo ella posando una mano sobre la suya. Él volvió a mirarla a los ojos y Priss supo que no estaba tan convencido de sus palabras. Eso no le gustaba, a ella también le dolía tener que irse y dejar a todos sus amigos y a él por tanto tiempo, pero igual intentaba ver el lado positivo de las cosas—. Cielos, Adriano, ¿qué te pasa? Por favor, dime lo que piensas.
—No quiero que viajes —le dijo al fin—. Si de mí dependiera, no viajarías.
—No puedes estar hablando en serio —le dijo ella apartando su mano de él y poniéndose de pie. Ahora se veía más seria. Aquello lo dijo con decepción.
—Si hablo en serio. Me pediste que dijera lo que pienso y es eso. No quiero que viajes, y no te lo he dicho antes porque sé que no tomarías en cuenta mi opinión, igual vas a irte.
—Hablas como si quisiera irme para siempre o como si me fuera a un viaje de placer, ¡me voy a estudiar! Sabes que siempre he querido eso y que he estado esperando toda la carrera por esa beca.
—Claro que lo sé y te entiendo, yo también tuve esa beca.
—Entonces sabes perfectamente lo importante que es. Sabes que no puedo rechazarla, que es una oportunidad única, ¿en serio quieres que la deje?
—Una cosa es lo que quiero y otra lo que harás. No soy tan egoísta como para pedirte algo así. Quisiera que no te vayas, que te quedes conmigo porque voy a extrañarte a horrores, pero no vas a hacerlo de todas maneras. Tendré que conformarme con extrañarte, ¿verdad? —Ni siquiera entendía por qué se estaba comportando así. Sabía lo importante que era eso para Priss y no quería ponerle trabas. Pero eso era lo que sentía, no quería que se vaya, no quería que ella se aleje.
—Lo dices como si tú no me importaras —dijo ella con voz entrecortada. Solo entonces Adriano se dio cuenta de que había lágrimas en sus ojos—, como si no te fuera a extrañar, como si no fuera duro para mí tener que irme. Y lo peor es que me estás haciendo sentir como si yo fuera la malvada que se va y te deja solo.
—Escucha, Priss —le dijo tomándola de las manos, no quería hacerla llorar, no tenía la intención de crear más problemas después de todo lo que habían pasado—. No quise decir eso, ¿si? No quiero que te sientas mal, sé que es tu carrera, sé que es importante para ti y no voy a prohibírtelo.
—¿Quieres saber cómo lo entendí? —contestó apartando sus manos. Sus lágrimas caían despacio por su rostro, ella se las limpió con rapidez y luego respondió—. Fue como un "¡Oh, Priss! Claro que no tengo problemas en que te vayas, ¡puedes hacerlo! Solo que así me demuestras que te importa más tu carrera que nuestra relación. No importa si te ruego que te quedes, igual no lo vas a hacer y tú sola vas a matar esta relación cuando te vayas" —ella se llevó las manos al rostro y trató de no llorar. Él estaba inmóvil mirándola. Maldita sea, se había comportado como todo un idiota egoísta.
—No quise decir eso, Priss...—dijo en voz baja, pero sabía que era inútil.
—No puedo creer que pienses eso, Adriano, sabes que es así. Hemos sobrevivido a Sandra, ¿acaso crees que no vamos a sobrevivir a esto? ¿Acaso crees que nuestro amor es tan débil y vale tan poco que se va a acabar en un año? ¿Crees que cuando esté lejos voy a buscarme un francés y voy a dejarte? ¿Eso crees? No confías en mí, ¿verdad?
—¡No! Deja de decir esas cosas, Priss, no pongas palabras en mi boca —intentó acercarse a ella, pero Priss se apartó. Volvió a secarse las lágrimas. Ahora él se daba cuenta que tenía la vista nublaba y que su rostro estaba húmedo. También estaba llorando sin querer—. Confío en ti, te amo, no pienses de esa manera. No lo hago por celos, quizá si fue un comentario bastante egoísta... Bien, si lo fue —admitió. Y se sentía horrible en ese momento. Por Dios, qué imbécil había sido al decirlo todo eso—. Pero por favor, Priss, no te molestes conmigo, ¡no quiero perderte! Lo siento, lo siento mucho si desconfié en algún momento. Tuve miedo, eso es todo. Lo que siento por ti es demasiado, es hermoso... No existen palabras para describir lo que tú me haces sentir. Solo pensar que puedo perderte, que estarás lejos de mí, solo pensar en eso y siento que todo se derrumba.
—Ese es el problema, Adriano, que tú piensas que vas a perderme cuando no es así. Yo no voy a dejarte, no voy a dejar que este año nos gane. ¿Acaso no confías que nuestra relación va a sobrevivir a la distancia? Porque yo sí creo que podemos hacerlo. Me haces sentir mal, ¿sabes? ¿Crees que no he pensado que va a ser de nosotros? ¡Hasta he pensado que no voy a poder vivir sin ti! ¡Quiero estar contigo! ¿Por qué piensas que quiero dejarte? No quiero irme, ¿sí? Quiero estar contigo y no quiero discusiones. Yo también le tengo miedo al fin, no quiero que se acabe esto nunca. No podría soportar que se acabara. —Priss no pudo continuar hablando, se llevó las manos al rostro y empezó a llorar. Adriano ya no soportaba más esa escena, no debió decírselo, al menos no de esa manera. Era un idiota, un idiota egoísta que solo había pensado en él y jamás se había preguntado cómo se estaba sintiendo Priss.
—No, amor, no llores...—la abrazó aun cuando ella se resistió y alejó en un primer momento—. No quiero perderte, Priss. No quería provocar esta discusión, no quiero que peleemos justo ahora.
—¡Deja de hablar como si fueras a perderme! —gritó fuerte y lo apartó otra vez—, ¿Qué es lo que no entiendes, Adriano? ¡La distancia no me importa! Pero si crees que no eres capaz de eso, si crees que nuestro amor no es tan fuerte, si para ti es más importante que me quede acá haciéndote compañía mientras echo a un lado mi futuro, si eso te importa más pues te juro qué no entiendo qué estamos haciendo juntos.
—No me digas eso, Priss, sabes que te amo y que soy capaz de todo por ti.
—¿Capaz de todo? Pues me estás demostrando que no eres capaz de aceptar lo que va a pasar. ¿No quieres que me vaya? ¡Está bien! No me voy, rechazaré esa beca y trabajaré hasta ver si es que puedo algún día pagarme el mismo programa. ¿No es eso lo que quieres?
—No, claro que no. Priss, una cosa es que haya dicho que quisiera que te quedes, que tengo miedo de perderte, pero eso no significa que tengas que renunciar. No soy perfecto, ¿si? Claro que tengo miedo, claro que me asusta pensar en un futuro lejos de ti, pero eso no quiere decir que voy a obligarte a renunciar. Me has entendido mal, ¿acaso tú te sientes tan segura? ¿Acaso no tienes un poco de miedo de todo esto? Pues yo si lo tengo.
—Estoy segura de que no voy a dejar de amarte en un año. Es cierto que no sabemos lo que pueda pasar, no somos los amos del destino. Pero no creo que pueda enamorarme de otra persona como estoy enamorada de ti. Eso sí lo tengo bien claro. Te voy a extrañar, voy a sufrir mucho con tu ausencia, pero cuando en un año volvamos a vernos vamos a poder decir que nuestro amor triunfó y que nada ni nadie pudo separarnos —se quedaron en silencio un rato más y se limpiaron las lágrimas. Esa discusión había ido demasiado lejos y la verdad es que ninguno quería estar peleado en Navidad, y mucho menos sabiendo que les quedaban pocos días juntos.
—Creo que es mejor que me vaya —dijo él. Se sentía como un cobarde, pero sabía que era mejor así. No quería seguir discutiendo, quería descansar y despejar su mente. No le gustaba estar peleado con Priss, pero por desgracia sabía que esa era una situación por la que seguirían discutiendo a menos que hiciera algo—. ¿Nos veremos más tarde?
—Sí...—respondió ella sin ganas. Adriano se acercó a darle un beso en la frente y luego se retiró. No le gustaba eso, no le gustaba despedirse sin sentir sus labios. Pero había muchas cosas que pensar.
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Hay varias curiosidades sobre este capítulo. Una de ellas es que la escribí basada en mi propia graduación de la universidad. Recuerdo que eso fue exactamente lo que sentí. La certeza de que nunca más volveríamos a estar todas juntas, y si, eso pasó. Mis grupos de uni se han divido, es muy difícil verlas a todas. En turismo la mayoría tiene horarios rotativos y coincidir es muy difícil. Releer eso me da mucha pena.
La otra es lo MUCHO que me costó editar este capítulo. Porque cuando lo escribí era una alienada total, y no veía lo malo en las excusas de Adriano para, de alguna forma, pedirle a Priss que se quede con él y no vaya a París. En esta versión ha quedado muy claro que él actuó de una forma muy egoísta y manipuladora. Lo triste es que muchos hombres en la vida hacen eso sin ser conscientes del daño que nos hacen, y que nosotras no nos damos cuenta. Adriano lo hizo de forma inconsciente, pero lo admite pocos después. Si, actuó mal. Si, se pasó de idiota. Y ahora que quedan pocos capítulos, veremos cómo lo solucionan.
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