Capítulo 40: Emergencia
Cuando Cameron y Anne llegaron al hospital después de la llamada, encontraron a Samantha discutiendo con el médico de Adriano. La hermana del chef amenazaba con denunciar al hospital por haber permitido que Adriano saliera sin autorización y ante la vista de todos. El doctor no sabía bien como excusarse, quizá era porque no tenía una base con que hacerlo. La madre de Adriano estaba sentada a un lado sin decir mucho, quizá estaba pensando en algunas posibilidades o lugares donde podría estar su hijo. Samantha había llamado a Barbie, él le había dado su número en caso de cualquier problema y siempre estaba dispuesto a ayudar.
—Eso no sirve de nada —le dijo Cam a Samantha para intentar calmarla. De verdad estaba muy molesta con el médico y no paraba de hablar. Al decir eso la chica se detuvo e intentó respirar hondo—, hay que concentrarnos en donde puede estar.
—Buenas noches —Daniel entró a la habitación a saludar a los dos recién llegados—. Revisé las cámaras de seguridad. En resumen, salió de la habitación, habló con alguien que le entregó una maleta. Entró al baño y salió vestido listo para salir. Se fue discretamente, nadie le dijo nada.
—¡Ajá! ¿Y quién demonios está vigilando las cámaras? ¿No pudo ver todo eso? ¡Pero cuando termine con ustedes jamás tendrán la denuncia más grande de sus vidas! —gritó Samantha una vez más. En momentos como ese, a Cameron le quedaba claro que lo de hablar a gritos era cosa de la familia Hartmann. Y lo de amenazar con demandas también. Sam era la versión femenina de Adriano, y si a eso le agregas que como hermana mayor siempre quiere imponerse, tienes una combinación mortal.
—Ya, hija, basta —la dijo su madre—. Sabemos que se fue, que nadie del hospital le dijo nada. Y eso no es lo importante ahora, sino donde puede estar. Deja de gritar, me duele la cabeza.
—No debe estar muy lejos —le dijo el médico—. Considerando su estado, debe estar aún cerca. Vamos a buscarlo inmediatamente.
—Eso tampoco es cierto —interrumpió Barbie—. Un testigo lo vio tomando un taxi. No recuerda en qué dirección se fue, pero ya debe estar lejos.
—Cameron, tú que eres su amigo —le dijo la madre de Adriano, la señora Sophia—. Debes saber dónde está, ¿verdad? O al menos tener una idea.
—Ya llamé a casa de Priss, ahí no está. Además, no conoce el lugar...
—¿Priss? ¿Quién es Priss? —preguntó de pronto Samantha. Cameron supo que había metido la pata, ellas no tenían idea de la existencia de Priss. Y si mencionaba siquiera que el accidente sucedió justo después que abandonó su casa por una pelea las cosas se iban a poner peor.
—Ah... es la exnovia de tu hermano —respondió esperando que no preguntara tanto.
—¿Ex novia? La última que conocí es Sandra, ¿de dónde salió esa? —preguntó desconfiada.
—Bueno, acababan de empezar la relación, discutieron. Ya todo se iba a poner bien y justo sucede esto.
—Pues no me da buena espina —dijo Samantha—, porque ni siquiera se ha dignado en venir a saludar. ¿Crees que la haya ido a buscar?
—Creí eso, pero luego lo pensé bien. Él no tiene idea de su nueva dirección, no puede estar allá.
—Entonces, ¿qué se te ocurre? ¿Crees que haya ido al restaurante?
—Quién sabe, en este momento es muy difícil saberlo. Pero debemos empezar a buscarlo ya. Si el doctor dice que es peligroso...
—Bueno, de eso me encargo yo —les dijo Barbie—. Llamaré a las principales delegaciones de New York, les prometo que en menos de una hora tengo noticias.
—Es mucho tiempo...—dijo la madre—. Mi hijo puede estar corriendo riesgo, ¡puede empeorar!
—¡Es un insensato! ¿Cómo se le ocurre hacer algo así? —decía Samantha molesta, pero más que eso preocupada—. ¡Lo veo y lo agarro a cachetadas! Es su salud, ¡no puede jugar con eso!
—Tranquila, tendremos noticias pronto —le dijo Cameron. La verdad era que también él pensaba lo mismo, lo que Adriano hizo fue una imprudencia que podría tener consecuencias fatales. A su lado, Anne se mantenía en silencio. Entendía que era una situación familiar y si Cameron estaba ahí era porque lo consideraban amigo de la familia. Ella no tenía nada que aportar de momento. De pronto el celular de Cameron empezó a sonar y se apresuró en contestar. En breves palabras, Rachel le dijo que Adriano había llegado, que se sentía mal, que ya había llamado a una ambulancia, pero que necesitaba lleguen ellos para que los regresen al hospital—. Buenas noticias, ya lo tengo ubicado. Me han pedido que vaya con una ambulancia. —Todos se sintieron aliviados, aunque después de escuchar que debían ir con una ambulancia la desconfianza volvió. Pero al menos ya sabían dónde estaba.
—Pronto, no hay que perder más el tiempo —le dijo Samantha—. ¡Y cuando llegue me va a oír!
—Buscaré una ambulancia inmediatamente, iré con usted —dijo el médico a Cameron antes de salir.
—No demoraré, ¿te molesta esperarme? —le preguntó a Anne. Ella solo sonrió y le dio un suave beso. Él también sonrió y entendió su respuesta. Salió de ahí rumbo a la planta baja donde la ambulancia los esperaría. La habitación se quedó en silencio un rato, pero se percibía ya el alivio de todos.
—Bueno, creo que no soy necesario —les dijo Barbie.
—Muchas gracias —dijo la madre—, si no fuera por usted no sabríamos que se fue en un taxi, ¡no sé cómo agradecerle!
—No se preocupe por eso, señora. Solo hago lo mejor que puedo para ayudar —se despidió de todas, ya era muy tarde y con el problema solucionado no tenía más razones para quedarse. Las tres mujeres se quedaron solas en silencio un rato más, hasta que al fin Samantha habló.
—Eres muy afortunada —le dijo a Anne—. Así no más no se consiguen hombres como él —decía en referencia a Cameron
—Lo sé —contestó con una sonrisa. Claro que era afortunada, Cameron era todo lo que alguna vez soñó para ella.
—¿Dónde crees se metió Adriano? —le preguntó.
—No tengo idea, pero supongo que ya nos sorprenderá.
Habrá pasado aproximadamente una hora entre la ida y la vuelta de la ambulancia. Cuando Adriano llegó ya se encontraba estable, aunque igual el doctor insistió en pasarlo a observación para asegurarse. Priss y Cameron, caminaron a su lado hasta cierto punto pues no les permitieron entrar más allá.
—Voy a acompañarte a casa, tardará aún un par de horas en salir y luego directo a su habitación —le dijo Cameron—. Es mejor que regreses, mañana recién podrás visitarlo en la tarde, por la mañana solo dejarán entrar a la familia.
—Pero quiero quedarme —insistió Priss—, necesito saber cómo está.
—Y yo te mantendré informada —le dijo posando sus manos en sus hombros—. Pero de verdad, creo que estés aquí es una muy mala idea.
—¿Por qué?
—Escucha —dijo mirando alrededor—, estoy seguro de que cuando su madre y hermana, especialmente su hermana, se enteren de que todo esto empezó cuando fue a visitarte, no les vas a agradar para nada. Y considerando que apenas hoy se han enterado de tu existencia, Samantha debe estar odiándote.
—¿En serio? —No había tomado en cuenta ese detalle. Y pensándolo bien, se lo merecía. ¿Cómo no? Si Adriano se había escapado y puesto en riesgo su salud para verla. Claro que la odiaban.
—Evítate los problemas, al menos por esta noche. Ya mañana estarán más tranquilas y podrán conversar. Además, si te quedas no vas a ganar nada.
—Tienes razón —le dijo desanimada—, aunque yo quería quedarme esta noche, no sé, intentar verlo.
—Y lo verás, pero mañana. Ya fue bastante por hoy, y ahora que todo está solucionado estoy seguro de que las cosas van a ir mejor para Adriano. Espérame en la recepción, ¿si? Iré a hablar con su familia, bajo con Anne y nos vamos juntos, ¿te parece?
—Si —respondió con una media sonrisa. Aunque no le gustaba mucho tener que irse, Cameron tenía razón.
****************
Después de un rato de horror, Rachel caminó lento a la cocina y abrió la puerta en donde había escondido a un inconsciente Arnold. Cuando lo vio, él estaba confundido y temía una mano posada sobre el lado de la cabeza que había recibido el golpe. Pero poco a poco se le pasó la confusión, y cuando salió de ahí recordó lo que había pasado.
—Rachel, ¿qué demonios fue eso? —dijo buscando donde sentarse—. ¿Con qué me golpeaste?
—Con la nueva sartén de tramontina —respondió con gesto de arrepentimiento.
—¿Y se puede saber por qué? ¿Qué pasó? ¿Te dio la locura o qué?
—¿Quería probar su resistencia? —intentó mentir, pero sabía que no iba a poder.
—No digas tonterías, quiero una explicación. ¿Dónde estás Priss? ¿Qué sucedió?
—Bueno, felizmente que estás sentado. Te daré el resumen —respiró hondo, era mejor contarle todo de golpe—. Adriano se escapó del hospital para venir a ver a Priss de sorpresa, se estaban reconciliando en la puerta y cuando vi que te acercabas temí que se pelearan otra vez, así que en un intento desesperado por ayudar te metí un sartenazo y te arrastré fríamente como una criminal hacia el almacén. Luego Adriano se puso mal, llamamos a una ambulancia y pues Priss se fue con él. Es todo.
—Y entonces me golpeaste con la sartén para evitar que Adriano me vea.
—Algo así, ¡pero fue un momento de locura! Lo juro, no tenía la intención, no fue premeditado y no puedes acusarme. ¿Me perdonas?
—La verdad es que no entiendo por qué lo hiciste.
—¡No te hagas el inocente! La última vez que te vio ellos discutieron horrible, sucedió lo del accidente y no quería que todo se arruinara otra vez.
—Pues solo debiste pedirme que me quedara acá adentro, no tenías por qué golpearme —le dijo molesto. Rachel sentía miedo. Siempre se habían llevado bien, habían formado una hermosa amistad y ese tono con el que le hablaba la hacía sentirse mal.
—Pero si te lo hubiera pedido, ¿de verdad te hubieras quedado acá adentro?
—¿Qué quieres decir?
—Tampoco finjas que no lo sabes, si de ti dependiera Priss y Adriano jamás volverían. Aún intentas reconquistarla —le dijo tratando de contenerse. Tenía que ser fuerte, no podía reclamarle como una novia, por más que le gustara no tenía ningún derecho.
—¿Qué te hace pensar eso?
—Es obvio, siempre estás pendiente de ella. Se nota que aún la sigues queriendo como antes.
—Pues sí, la sigo queriendo. Pero eso no quiere decir que quiera volver con ella desesperadamente y me convierta en un villano que quiere arruinarle la vida. Si Priss es feliz con él, ¿quién soy yo para apartarla?
—Entonces tú...
—Sí, he decidido dar un paso al costado. Y si estoy aquí es porque me sigo preocupando por ella y no quiero que sufra. Ahora si me dices que al parecer ya todo está bien, de verdad me alegra. Pero no puedo creer que siendo mi amiga hayas desconfiado de mí y pensado que intentaría algo para separarlos. ¿Qué pensaste? ¿Que iba a salir a besar a Priss y a mandar al diablo a Adriano?
—No es eso... bueno, pensé que ibas a salir y solo bastaría que él te viera para que discutieran.
—Pues no es mi culpa que él sea tan inseguro y celoso.
—¡Ah claro! ¿Cómo no quieres que lo sea? Eres el ex, todos sienten celos del ex, es lo normal.
—En fin, es algo en lo que ya no pienso meterme.
—Entonces, ¿de verdad ya no quieres nada con Priss? —preguntó con cierta ilusión.
—Quiero lo mejor para ella, pero dudo que una reconciliación entre los dos sea posible. Solo como amiga, nada más.
—Pero entiendes por qué te golpeé, ¿verdad?
—Sí, fue porque tú también querías lo mejor para Priss.
—¿Y me perdonas? —Arnie se quedó un rato en silencio, aún le dolía ese golpe, pero sabía que Rachel tuvo las mejores intenciones.
—Estás bien —le dijo con una sonrisa, después de todo, nadie podía odiar a esa chica—, pero que no vuelva a suceder, ¡qué tal fuerza que tienes!
—Supongo que estoy acostumbrada a cargar ollas —dijo más aliviada, la discusión no había pasado a mayores y eso la alegraba.
—Y felizmente que la sartén que te encontraste estaba vacía.
—¡De verdad fue un momento de locura!
—Por cierto, ¿qué fue de la comida?
—Está lista, aunque algo fría. Puedo calentarla si tienes hambre, en lo que esperamos a Priss.
—¿Regresará?
—Supongo que sí. No creo que tenga razón para quedarse, la llamaré para saber dónde está. —Arnold asintió. Al menos el incidente de la sartén no había pasado a mayores, y ya Rachel se sentía más tranquila de saber que él no volvería a intentar un acercamiento con Priss. En serio quería creer eso.
****************
Había llegado la hora de las visitas. Su madre y hermana estuvieron desde temprano, y se habían ido a hablar con el médico acerca de su estado de salud. Así que de momento estaba solo. Ya temprano por la mañana se había llevado una terrible regañada por parte de las dos, además que le exigieron una explicación. No quiso responderles, estaban tan molestas por todo que si mencionaba a Priss temía que la odien. En resumen, el médico le dijo que por hacerse el chistoso tendría que quedarse tres días más, cosa que no le agradó mucho.
Quería salir de ahí de una vez y retomar su vida, extrañaba el restaurante y la cocina, le hacía falta esa cuota de adrenalina en su vida cuando preparaba algo nuevo, o tenían varios pedidos a la vez y tenían que hacer lo posible para que todo salga a tiempo. Pero sin dudas, lo que más extrañaba era a Priss. No podía evitar recordar cuando él estaba en su área de la cocina y giraba para verla trabajar. Tan concentrada, tan linda, y luego cuando cruzaban miradas y ambos sonreían. Aunque claro, ahora ella había renunciado. Pero quizá no sería difícil convencerla de regresar pronto.
Estaba seguro de que esos tres días iban a ser una tortura sin verla seguido. Ella solo podía entrar una hora a verlo y luego adiós, a menos que él dé la autorización para que sea libre de entrar cuando quiera como un familiar. Claro que primero tendría que presentársela a la familia, explicarles que pasó y todo eso. Iba a ser difícil, pero tenía que hacerlo. Y estaba seguro de que, aunque al principio su familia tendría reservas, luego la aceptarían sin problemas. ¿Cómo no? Si Priss era adorable.
Y ya era la hora de visitas, ella debía de estar en camino. Adriano estaba ansioso por verla una vez más, por acariciar sus manos, por besar sus labios, por escuchar su voz, por tenerla cerca como antes y olvidarse de los problemas. Si, ella debía de estar llegando pronto. La puerta comenzó a sonar, debía de ser ella. Se acomodó bien en la cama, aunque le habían prohibido pararse, quería intentarlo para recibirla.
—Señor Hartmann —dijo la enfermera que lo atendía—, tiene visita, es una joven.
—Que pase —le dijo emocionado. Los segundos se hacían eternos para volver a verla.
La enferma abrió la puerta para dejar pasar a la visitante y la sonrisa de Adriano se desvaneció al instante. Frente a él no estaba la persona que amaba, sino quien más daño le había hecho. Sandra Weaver estaba ahí como si nada, pasó tranquila ante el asombro de Adriano. Lo miró y le sonrió, quizá de manera burlona. La enfermera cerró la puerta y se fue, era momento de hablar.
—¿Qué haces acá? —le preguntó muy serio.
—¿Ya no saludas? "Gracias por venir", sería lo más adecuado, ¿dónde estás sus modales, chef Hartmann? —le dijo sarcástica.
—Te hice una pregunta, ¿qué haces acá, Sandra?
—Solo vine a ver como estabas, me enteré del accidente, pero estuve de viaje por el país así que no tuve tiempo de venir a saludarte. Eso es todo.
—No creas que soy un idiota. Dime de una vez, ¿a qué has venido?
—Ya te lo dije, solo a saludarte y ver cómo estás. Por lo que veo mucho mejor, ¿cierto? —Era tan hipócrita que Adriano sentía mucha rabia al verla tan tranquila y natural. Estaba seguro de que podría engañar a cualquiera, era una excelente actriz
—No te creo, si a algo has venido es a burlarte. ¿O quieres que te recuerde todo lo que me dijiste aquella vez?
—¿Y creías que hablaba en serio? Estaba dolida por lo de nuestro bebé, pero no era de verdad —escuchar "nuestro bebé" de los labios de ella lo detuvo de mandarla al diablo de una vez. Recordar eso siempre lo paralizaba—. Solo lo dije por eso, por rabia.
—Pues a mí me parece que hablabas muy en serio. Y también me parece que estás empezando a cumplir tus amenazas.
—¿De qué estás hablando? —dijo fingiendo indignación. Y la fingía muy bien—. ¿De qué me acusas? ¿Qué te he hecho ahora?
—¿Por qué buscaste a Priss aquel día? ¿Por qué tuviste que contarle todo?
—¡Ah! Era eso. ¿Sabes? Yo no tengo la culpa de que tu novia no confíe lo suficiente en ti. Me pareció una buena chica, solo quería saber la verdad.
—No tenías que meterte. Era algo que no te importaba.
—¡Adriano, por favor! No es mi culpa, si quieres buscar a un culpable de lo que pasa en tu relación pues no te fijes en mí. Jamás pensé en hacerte daño, solo le dije la verdad, ni siquiera exageré ni te dejé como un monstruo. ¿Le preguntaste los detalles de la conversación? Apuesto a que no. Así que te pido no me eches la culpa de tus errores.
—Entonces, ¿por qué estás empeñada en arruinarle la carrera a Priss? ¿Por qué estás haciendo eso? No puedes negarlo.
—¿Perdón? ¿De qué rayos estás hablando? —El rostro de indignación de Sandra parecía muy real, más que eso. Adriano de verdad creyó que estaba cometiendo un error—. ¿De dónde sacas esa locura?
—No tienes que fingir conmigo —insistió—, sabes bien que en nuestro mundo un chef conocido solo tiene que indicar quien no es apto para trabajar y todas las puertas se le cierran, lo sabes. Y sé por buena fuente que has sido tú la que está provocando eso en la vida de Priss.
—Debes estar enloqueciendo, ¿en qué te basas para decir eso? ¡Cómo se te puede ocurrir algo así! Soy una profesional, no una bruja que pierde el tiempo con ese tipo de tonterías. Me conoces y sabes bien que no soy capaz.
—Es porque te conozco y sé de lo que eres capaz.
—Piensa bien lo que dices. Estuve de viaje, Adriano. ¿En qué momento haría algo como eso? Además, ¿qué ganaría yo?
—No lo sé, pero no pongas el viaje como excusa, con un par de llamadas telefónicas pudiste hacerlo. Quiero que te quede bien claro una cosa, si tienes problemas conmigo atácame a mí directamente, no te metas con las personas que me rodean. Mucho menos con ella.
—¿Quién te ha dicho esas cosas? Han sido tus amigos, ¿verdad? La estúpida de Kate y el idiota de Cameron, ¿cierto? ¡Ah claro! Lo sabía, esos dos no pueden estar tranquilos sin intentar ponerme como la bruja del cuento.
—No los llames así, no tienes ningún derecho a insultarlos. Y si fueron ellos, ¿a ti qué te importa? Sé lo que has hecho y esto no hace más que confirmarlo. Quiero que sepas que tampoco me quedaré con los brazos cruzados.
—¿Es que no te das cuenta, Adriano? —decía casi suplicante—. Cuando estuvimos juntos, eran ellos los que te llenaban la cabeza de estupideces para separarnos. Siempre decían cosas horribles de mí, cosas que no eran ciertas, ¿acaso no lo recuerdas? No entiendo por qué me odiaban tanto si lo único que yo hacía era amarte.
—Sandra, por favor no empieces con eso. —No quería hablar de su relación. No quería recordar todo lo que pasó y mucho menos el bebé muerto.
—Quiero que entiendas —continuó en el mismo tono— que ellos siempre me odiaron y ahora inventan todo esto para evitar que tengamos siquiera una amistad, ¿no lo ves? Sé que pasamos por cosas terribles y que las superamos. Lo de nuestro hijo fue horrible, y sé que dije cosas espantosas contra ti, pero no hablaba en serio. ¿Cómo puedes creerlo? Si yo te amaba más que a nada en el mundo, nuestro hijo era una prueba de eso. ¿No recuerdas acaso lo felices que fuimos cuando nos enteramos que estaba embaraza? No puedes creer que soy una bruja malvada que quiere arruinarte la vida. No después de todo lo bello que vivimos...
—Sandra, basta... —insistió él bajando la mirada. No quería recordar nada de eso.
—Mírame, ¿acaso crees que soy de verdad una mala persona? —Adriano levantó la mirada y se volvió a cruzar con esos ojos que tanto amó una vez. Ella, la que siempre lo hacía dudar de la realidad con sus buenas mentiras. La quedó mirando un rato, ¿y si de verdad se estaba equivocando con ella?
Iba a responder algo, cuando de pronto la puerta se abrió de golpe. Y ella que entraba con naturalidad e incluso con una sonrisa, cambió drásticamente su rostro hacia la molestia total. La miró furiosa y Sandra se quedó paralizada. Ahora sí que estaba en problemas.
—¡¿Se puede saber qué demonios hace esta mujer aquí?! —gritó indignada Samantha cuando la vio. Los dos se quedaron en silencio, Sandra cogió su bolso, dispuesta a irse lo más rápido posible.
—Sé que me odias —le dijo en tono arrepentido—, pero quiero que sepas que...
—¡Nada! ¡Te callas que no quiero escuchar tu estúpida voz llena de mentiras!
—Sam, por favor...—Adriano intentó calmarla, pero conocía bien a su hermana y sabía que iba a ser imposible.
—Tú no me digas nada —le dijo a su hermano—, que si no te he agarrado a patadas es porque estás convaleciente. Y ahora tú —miró una vez más a Sandra—, ¿a qué rayos has venido? ¿No te basta con todo lo que has hecho??
—¿Pero qué he hecho? No entiendo de qué me culpan. Samantha, yo amé a tu hermano de verdad y fui la madre de tu sobrino...
—¡Cállate! Que esa criatura no tenía la culpa de nada, no la metas en esto —decía con rabia, de verdad lucía muy molesta—. Y creí haberte dicho que no quería volver a verte en toda mi vida. ¡Así que te largas ya mismo o no respondo!
—Sam, no es necesario que...—Adriano intentó hablar una vez más.
—Shhhh tú no te metas, que esto es entre ella y yo —suspiró resignado, no podía hacer nada. Y si hubieran sido otros tiempos hubiera hecho todo lo posible por evitar esa pelea.
—Si quieres saber una cosa —dijo Sandra a la defensiva. Era el momento de lanzar el veneno—, tu hermano está así no es por culpa mía, es por culpa de esa nueva novia que se consiguió. ¿Acaso no te ha contado que le armó un problema y cuando salió enojado de su casa sucedió el terrible accidente? —Adriano se quedó sorprendido, ¿cómo lo sabía? Ya le quedaba claro que ella estaba informada de todo y estaba ahí solo para arruinarlo otra vez.
—Deja de decir tonterías, Sandra —intervino él—. Creí haberte dejado bien en claro que no te metas con Priss.
—Pero no puedes negarlo. Ella te deja en el hospital, ¿y yo soy la mala?
—¿De qué rayos están hablando? —Ahora Samantha estaba sorprendida. Recordó que por la noche Cameron mencionó a una tal Priss, una ex de Adriano hace poco tiempo. Algo le dijo que hubo un problema entre ellos y hasta pensó que quizá su hermano se había escapado para ir a verla.
—¿No te ha contado nada? —repitió Sandra—. Claro que no, prefiere que insulten a la madre de su hijo antes que a esa tipa que...
—¡Tú te callas que contigo no quiero hablar! —le dijo Samantha molesta—. Y no sé qué esperas para largarte. ¡Vamos! Muévete, no quiero verte en tres segundos.—Sandra no agregó nada más, pero sabía bien que ya había arruinado algo importante. No le gustaba irse sin perder. Se fue dejando a solas a los dos un rato. Después de unos segundos de silencio al fin Samantha habló—. ¡Pero qué arpía es esa mujer! ¿Cómo pudiste permitir que entrara?
—Pensé que era otra persona...
—¿Ah sí? Y ahora tú me vas a explicar quién demonios es esa tal Priss y si es cierto lo que la maldita de Sandra me dijo.
—Bueno, en parte...
—¿Cómo que en parte? Y ayer saliste de acá a verla, ¿verdad? —él asintió, ya no podía negarlo más—. ¿Qué tenías en la cabeza? ¿Cómo se te ocurre hacer algo así?
—Es que la amo. —Fue su única respuesta.
—¡Ay hermano! ¿Es que eres idiota o qué? ¡No haces más que fijarte en estúpidas que solo saben hacerte daño! —le dijo irritada, pero más que eso se le notaba dolida.
—¿Por qué dices eso? No la conoces, no tienes derecho a...
—¡Nada! —interrumpió—. Si de verdad discutieron y por eso sucedió lo del accidente, obviamente no la voy a culpar. ¡Pero ni siquiera se apareció a verte! Nosotros ni supimos que existía, ¿qué clase de amor es ese?
—Es más complicado de lo que crees. Te lo explicaré con calma, pero quiero que sepas que Priss no es como Sandra, no se parecen en nada. Y en parte yo tuve la culpa de aquella discusión. Es una historia complicada, pero tienes que entender.
—¿Entender? ¿Entender que una vez más están jugando con tus sentimientos? Yo ya estoy cansada de eso y te juro que no lo voy a volver a permitir.
—No tienes por qué meterme, es mi vida y yo ya soy un adulto.
—¡No me interesa! Si esa tipa es otra Sandra te juro que...—De pronto se quedaron en silencio al escuchar unos golpecitos en la puerta. Samantha se dio cuenta de que Adriano ya no la miraba, sino que tenía los ojos en la entrada. En un principio le pareció ver una sonrisa, pero luego su rostro se puso un poco más serio. Ella giró a ver quién era, había una joven simpática parada ahí en la puerta. Por alguna razón algo le dijo que esa era la tal Priss de quien tanto hablaban. Supuso que ese rostro algo tímido reflejaba que había escuchado todo o parte de la conversación que tuvo con Adriano cuando se fue Sandra, quizá hasta se había encontrado con ella allá afuera.
—Samantha —habló él—, te presento a Priscila, o Priss... —"Problemas", se dijo. Estaba seguro de que Samantha ya tenía una pésima imagen de ella. Y también pensó que si su hermana se atrevía a decirle algo como a Sandra hace un rato, no le importaba si ella dejaba de hablarle, pero no iba a permitir eso—. Priss, ella es mi hermana, Samantha.
—Hola...—dijo Priss con timidez. Claro que había escuchado todo y aun así se había atrevido a entrar. Entendía que estuviera molesta, ¿quién no? Si hasta ella misma se odiaba por todo lo que pasó con Adriano y no se perdonaría jamás no haberlo visto todo ese tiempo cuando más la necesitaba. Pero escuchó algo referente a Sandra y no entendió nada. Ella tenía una imagen de una pobre mujer que había pasado por muchas cosas terribles y encima tuvo que sufrir la pérdida de su hijo. ¿O acaso se había equivocado todo ese tiempo?
—Así que es ella —le dijo Samantha mientras la miraba, no le parecía una mala persona a simple vista. Pero después de lo que había escuchado tenía sus dudas—. Tengo algo que decir...
—Sam, este no es el momento —dijo Adriano. Ella giró a ver el rostro de su hermano, le vio una expresión extraña. ¿Angustia? ¿Temor? ¿De qué? ¿De lo que dijera? Suspiró hondo, si Sandra estaba enterada de todo eso y encima lo había dicho delante de ella como para provocar algo contra la joven, sin dudas esa tal Priss se merecía el beneficio de la duda.
—Los dejo. Si digo algo ahora sé que después me arrepentiré —dijo finalmente antes de retirarse—. Nos vemos luego —salió en silencio de la habitación, había muchas cosas que explicar.
***************
Ay me muero. ¿Y qué opinan de Adriana? Digo, Samantha XD
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top