Capítulo 39: Huida

—Priss, ¿qué carajos estás haciendo? —le gritó Rachel.

—¿Qué?

—¡Qué haces! Estás cortando la cebolla en juliana, ¡es para el aderezo! —Solo entonces la chica reaccionó. Estaba preparando la cena junto con Rachel cuando se quedó pensando en otras cosas. Como qué iba a ser de su vida si no conseguía trabajo pronto. Pero más que eso, en la visita que le hizo a Adriano, aunque no pudo verlo.

—Oh... lo siento... —No podía creer como se le había pasado algo como eso. Cortar la cebolla para aderezo en juliana, por tonterías como esas descontaban sueldo a algunos chicos en The Oak Room—. Es que me quedé colgada pensando, ¿qué me decías?

—Te decía que el tipo de la suite ejecutiva estaba más bueno que el pan. Es más, con su propina estamos cenando hoy, así que esto será en su honor.

—Chistosa. —Una tercera voz entró en escena. Arnie también estaba ahí ayudando a picar unas verduras. Después de todo lo que pasó desde el incidente en casa de Priss, hablaron un par de veces hasta que por fin se reconciliaron "como amigos" una vez más. Y Arnie estaba ahí esa noche por petición de Rachel, quien le pidió que vaya para animar un poco a la chica.

—Si, quizá esté exagerando. El hecho es que el tipo estaba bueno y ahora Priss intenta arreglar la tontería que hizo con la cebolla.

—¡No te burles! —dijo ella entre risas—. Es solo que se me pasó, ¿si? —decía mientras intentaba hacer el brunoise para el aderezo.

—Olvídalo, tenemos que terminar esa salsa en menos de media hora si queremos que todo salga a tiempo, así que apúrate.

—¡Ay por favor! ¿Te olvidas con quién estás hablando? —contestó sonriente. Por alguna razón Rachel la encontraba un poco más tranquila que días anteriores. Quizá era porque estaba en la cocina, eso siempre terminaba por animarla. Estaba pensando en eso cuando su teléfono empezó a sonar. Nadie le prestó mucha importancia, así que ella contestó de lo más normal.

—Diga...

—Rachel, soy Cameron —dijo la voz del otro lado.

—Hola, ¿qué tal? Milagro que me llamas.

—Tengo que hacerte una pregunta, es urgente. Dime, ¿Adriano no ha ido por ahí?

—¿Qué? —preguntó sorprendida. Algo estaba pasando—. No creo que pueda hablar de eso ahora, tengo visita.

—¿Está Priss ahí?

—Ajá... —Del otro lado, Cam sabía que tenía que ser muy puntual con sus preguntas. Lo mejor era que Priss ni se entere de lo que pasaba.

—Bien, ¿Adriano sabe dónde vives?

—No lo creo

—¿Y tu teléfono?

—Tampoco...

—Está bien, gracias de todas maneras.

—De nada, solo mantenme informada.

Rachel colgó el teléfono un poco preocupada. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué le preguntaban por Adriano? ¿Será que había desaparecido? Eso sí que la preocupó. Ahora, Cameron sospechaba que podía haber ido a buscar a Priss y en realidad se supone no tiene ni idea en donde vive, le preocupaba aún más. ¿Dónde se había metido?

—¿Quién era? —le preguntó Arnie.

—Era del hotel, una tontería para que haga horas extras mañana. No es nada, ¿en qué estábamos? ¡Ah si! La cena... —Para suerte suya, Priss parecía se había colgado en sus pensamientos otra vez y Arnie no le prestó mucha importancia a lo que sucedía. Mejor así, lo que menos quería era hacer un escándalo.


  ******************  


Había sido toda una hazaña. Ya hasta se sentía criminal por todo lo que fue capaz de hacer para estar en donde estaba. Un robo, una amenaza, una extorsión... y bueno, el hecho de haberse escapado ya era suficiente. Quizá estaba exagerando, pero fue lo que sintió debía de hacer.

Después de todas las noticias que había recibido y del intento de visita de Priss, pensó muy bien las cosas. Al día siguiente lo daban de alta y de ningún modo su madre y hermana lo dejarían salir de casa para resolver un asunto pendiente. Además, cuando ya estuviera aparentemente sano tendría una serie de compromisos que atender que lo traerían loco y ocupado, además de empezar los preparativos para el relanzamiento del restaurante.

La pregunta que se formuló fue, ¿y cuándo vería a Priss? Estaba claro que ella tenía miedo de hacerlo, que pensaba que él la odiaba. Había cambiado de número, de dirección e incluso había renunciado. ¿En qué momento la vería? Quizá pasarían largos días para eso. Días en los que no quería ni pensar, días sin ella, sin solucionar nada. Extrañándola, necesitándola todo momento. Y sabía que el pasar del tiempo solo empeoraría las cosas, quizá se conformarían, quizá encuentren otros rumbos y quizá nunca solucionen nada. Tenía que ser ahora o nunca. Solo tenía ese día, esa noche específicamente, antes que lleguen su hermana y madre.

Si, la decisión era precipitada y loca, pero sentía que debía de hacerlo. Tenía que salir de ahí y decirle que la amaba, que por favor olvidara todo, que las cosas sean como antes. Era una tontería estar peleados por nada. Bueno, hubo una razón muy fuerte. Pero ya había abierto los ojos, sabía que Sandra fue la responsable indirecta de todo y él también tuvo parte de la culpa al no contarle sobre su pasado con esa mujer y sobre lo que pasó con su hijo. Ya era demasiado tarde para lamentarse, cometió errores, ella también, pero lejos de todo eso se amaban y él no iba a dejar que todo quede ahí. Algo le decía que la chica sentía lo mismo, pero que la culpa por el accidente que tuvo no la dejaba dar ese paso. Claro, entendía que se sienta culpable, después de todo eso ocurrió justo después que salió de su casa. ¿Y ya qué? No le importaban todas esas cosas, solo quería solucionar todo, volver a tenerla a su lado y olvidarse del mundo.

Bien, ahora el problema era salir. Ya podía pararse y caminar, aunque con algo de dificultad. Generalmente no había mucha gente en el pasillo a esas horas y como ya su salud había dejado de ser el centro de atención, no había nadie custodiando su habitación como en los primeros días. Así que se paró con algo de esfuerzo y cuando probó que podía dar varias vueltas alrededor de su habitación sin sentir dolor ni molestia alguna, decidió que ya era momento de salir. Necesitaba dinero, no le quedaba de otra. Su hermana había salido, pero vio como dejó en el cajón de su mesa de noche una suma considerable de algunos pagos que tenía que hacer. Decidió dejarlo ahí para no correr el riesgo de un robo. Y un robo era precisamente lo que tenía que hacer si quería salir de ahí. Cogió la mitad del dinero, tampoco era que necesitara tanto, además luego lo devolvería, no era problema para él.

Ya estaba listo para salir, pero, ¿y si alguien lo descubría? Bueno, era un riesgo que tenía que correr si de verdad quería ir a ver a Priss. Conocía la ruta de salida, así que solo era cuestión de que nadie estuviera afuera. Abrió la puerta con lentitud y hasta con algo de miedo. Se lanzó al pasillo. No había nadie, por suerte. Caminó despacio, y miraba a cada costado en alerta. Se le aceleró el corazón al ver una enfermera cruzando el pasillo. Logró esconderse a tiempo detrás de una columna y la enfermera pasó de largo. Ahora debía de salir de esa área, la pregunta era cómo. Estaba con la típica bata de enfermo puesta, alguien lo detendría si lo veía así. "Piensa Adriano... piensa...", se dijo a sí mismo cuando de pronto una voz lo hizo sobresaltarse.

—¡Jefe! —La voz lo hizo asustarse y pensar que había sido descubierto. Se giró de golpe y sintió una especie de alivio al ver ahí a Jean, uno de sus ayudantes de cocina más cercanos y de confianza en el restaurante—. ¿Qué hace aquí? Quiero decir, buenas noches.

—Buenas noches... —saludó apenas—. Es obvio que estoy internado, ¿y tú qué haces aquí?

—Vine a visitar a un amigo, le traje algo de ropa. Ayer tuvo un accidente, no es nada grave. —Adriano miró la maleta. Ropa, justo lo que necesitaba—. ¿Cómo ha estado?

—Bien, ya salgo de aquí.

—¡Genial! Yo estoy en "The Palm Court", pero no veo la hora de regresar al restaurante.

—Necesito que me hagas un favor —le dijo cortante—. Quiero que me des esa muda de ropa que has traído.

—¿Perdón? ¿Para qué quiere ropa, señor?

—Pues para ponérmela —el chico lo miraba extrañado. Era obvio que no le iba a dar nada—. Escucha, me quiero salir de aquí y necesito ropa normal, ¿entiendes?

—Pero no puedo dejarlo hacer eso, sería malo para su salud y si me descubren...

—No te van a descubrir ni nada. Yo me las arreglo. Solo dame la ropa —el chico dudaba. Tenía que meter más presión—. ¡Es urgente!

—Si está en el hospital es por algo, no debe salir así no más.

—No quería hacer esto, pero si no me das esa ropa ahora mismo me encargaré personalmente que te saquen de "The Palm Court" y de que no te acepten en ningún restaurante cinco tenedores de New York, ¿sabes lo que es eso?

—No sería capaz... —dijo el chico con cierto miedo. Y era la verdad, no lo iba a hacer, pero tenía que fingir que sí.

—¿Quieres apostar? Soy capaz de eso y mucho más. Tú decides. —Y el asistente sabía bien que Adriano tenía la influencia para lograr eso. Se quedó en silencio unos segundos como si lo estuviera meditando bien.

—Tome —dijo al final tendiéndole la maleta—, pero que conste que no tuve nada que ver en esto.

—Claro. Tú no me has visto, no sabes nada de mí, ¿entendido?

—Entendido, ¿y no habrá alguna compensación por esto?

—Ya lo veremos cuando reinaugure el restaurante. —No tenía tiempo que perder, cogió esa maleta y buscó la puerta para los servicios higiénicos más cercana. Se vistió como pudo con ropa no muy apropiada. Unos jeans bastante sueltos, una camiseta y una polera enorme, el amigo de Jean debía de ser un gigante. Al menos le servía para cubrirse el rostro. Por suerte las zapatillas eran de su talla, y bueno, lo demás no importaba. Echó su bata a la basura y tratando de aparentar naturalidad, salió del baño.

Debía ser rápido, no podía tampoco ir tan lento porque si no podrían descubrirlo. No pensaba que todo el personal del hospital lo reconocería, mucho menos con esa ropa. Comenzó a incomodarse y agitarse un poco, las piernas empezaban a dolerle. Había hecho mucho esfuerzo al parecer, pero tampoco podía regresar, ya era demasiado tarde. Con toda la discreción del mundo y aparentando ser un visitante más, Adriano llegó a la planta baja y sentía que la tensión aumentaba conforme se acercaba a la puerta principal. El vigilante apenas lo miró, así que solo pudo pensar que o era muy buen actor, o el tipo no hacía bien su trabajo.

Al fin estaba afuera. En un principio se sintió aturdido por el ruido de los autos y del movimiento de la ciudad en general. Había pasado unas semanas tan tranquilo en el hospital que casi había olvidado el movimiento imparable de New York. Cruzó la pista para alejarse lo más posible del hospital. ¿Ahora qué? Ir a la casa de Priss, ¿pero dónde? Estaba viviendo con Rachel y no tenía idea de donde vivía Rachel. Solo sabía que era en la zona de Queens, pero Queens es un lugar grande. ¿Cómo conseguiría la dirección? Estaba en la base de los archivos del restaurante, pero ir hasta allá era muy peligroso. Pensó un momento, Edu debía de tener la dirección. ¿Ahora cómo lo ubicaba? Cruzando otra calle vio un teléfono público, no le queda de otra que llamar a su casa y esperar con suerte que le de la dirección, y que no contesten los padres de Priss.

Había una señora mayor al teléfono justo cuando él se acercaba. Debía de estar con suerte porque le pidió si por favor le podía regalar un pedazo de papel y prestara un lapicero, a lo que la mujer respondió afirmativamente, es más; le dejó el lapicero y se fue. O quizá le vio la cara de angustia por hacer la llamada. Como sea, empezó a marcar y espero que Edu le contestara. Después de un rato de insistir al fin contestó.

—Diga... —dijo el muchacho. Al parecer estaba ocupado en otras actividades, se escuchaba música de fondo.

—Edu, soy Adriano.

—¡No lo puedo creer! ¿Cómo estás? ¿Y por qué me llamas? ¿Quieres hablar con Priss?

—Sí, necesito que me des la dirección de Rachel

—¿Ah ¿Y cómo para qué? Bueno, obviamente es para ir...

—Solo dámela, luego hablaremos —dijo con rapidez.

—¡Ay ya! ¿Estás apurado o qué?

—Algo así. —Los minutos se le estaban acabando y no tenía otra moneda. Esa era la razón del apuro.

—Bien... bien... toma nota. Me la sé de memoria porque voy casi todos los días...

—¡Solo díctala!

—Ya, ya, ¿estás agresivo o qué? Como sea, apunta. —Adriano tomó nota con la mano temblorosa. Hace tantos días que no escribía que su letra salió de lo peor. No tenía idea de donde quedaba ese lugar, así que esperaba que un taxista quiera llevarlo y lo deje a salvo.

—Gracias, Edu, te debo una.

—¿Me debes una? ¡Me debes muchas así que te dejas de hacer el chistoso! —Adriano solo pudo reír al escucharlo antes que la llamada se cortara. Ahora empezaba la última fase, que era tomar el taxi con la dirección señalada

Estuvo un buen rato intentando detener uno, pero parecía que todos estuvieran llenos o ninguno tenía la más mínima intención de parar. Luego de unos diez minutos en los que casi pierde la esperanza, uno se detuvo. Se subió sin pensarlo y le alcanzó la dirección al taxista. El tipo comenzó a conducir lo más rápido posible y solo entonces Adriano se dio cuenta de que le tenía cierta aversión a los autos y a la velocidad. "Será por el accidente", se dijo. Y sin querer comenzó a revivir el momento en que aquello sucedió. Volvió a sentir el dolor que le causó aquello e inmediatamente su cuerpo empezó a temblar. Se obligó a alejar esos pensamientos de sí. Debía concentrarse en alguien más importante, en Priss.

¿Qué iba a decirle? ¿Cómo se lo iba a decir? Tenía claro que todo ese escape tenía el propósito de pedirle perdón por lo que pasó, por escuchar sus inquietudes y por pedirle que por favor dejaran todo aquello atrás y volvieran a estar juntos. ¿Cómo lo iba a hacer? Pues no pensaba muy claramente acerca de eso, ni siquiera había pasado por su mente la idea de que ella no estuviera en casa o de que no lo quisiera recibir, o quizá que le diga que no. Y pensar en que ella se negara a una reconciliación era algo que lo atormentaba, no quería ni imaginar eso. Decidió ser positivo y alejar esa horrible idea de su cabeza.

Entre tanto pensar y pensar se dio cuenta de que ya había llegado gracias a la voz del taxista. Al parecer este conocía la zona y lo dejó justo al frente del edificio. Alrededor había algunas personas caminando y quienes lo miraban extrañados, muy serios, hasta amenazante. "Es Queens, Adriano. ¿No has visto las noticias?", se dijo a sí mismo mientras avanzaba hacia su destino. Sentía que el corazón comenzaba a latirle acelerado, la emoción por volver a verla ya lo embargaba. Para suerte suya, no era necesario tocar un timbre o tener una llave especial para subir por el ascensor. Simplemente lo hizo, directamente hacia el nivel 7.

El sonido del ascensor abriéndose lo hizo temblar una vez más. Bien, ahí estaba, al frente de la puerta del apartamento 705. Se quedó parado frente a la puerta un buen rato en silencio. No podía creer todo lo que había sido capaz de hacer para llegar hasta ahí por ella. Y pensó que sería capaz de hacer muchas cosas más. Se animó a tocar de una buena vez, sentía que las ansias de verla pronto.

—¡Yo voy! —El corazón le latió más rápido que nunca al oír su voz detrás de la puerta. Sus pasos se acercaban, ella ya estaba ahí.

El ruido de la cerradura lo hizo temblar por un momento. Sentía que su cuerpo empezaba a tambalearse, ¿sería de la emoción? Adriano contuvo la respiración cuando la puerta se abrió de golpe y Priss apareció frente a él. Su corazón empezó a latir con la misma fuerza de antes, de sentir de nuevo esa emoción de verla. Estaba hermosa, muy hermosa. Vestía con sencillez, tenía el cabello desarreglado y parecía ajetreada, pero era esa misma naturalidad lo que la hacía hermosa. ¡Qué ganas de estrecharla en sus brazos! Su sola presencia lo dejaba sin aliento. No había dudas, la amaba, la amaba demasiado y al demonio con el orgullo y los celos. No dejaría que eso se acabe.

Cuando Priss abrió la puerta quedó helada. Tuvo la impresión de que estaba alucinando, de que no era posible que él estuviera al frente, ¿no se suponía que aún estaba internado en el hospital? Lucía muy pálido además, de seguro que aún estaba convaleciente. Sintió una emoción muy fuerte al verlo. Aunque el miedo de que él la odiara la había acompañado todo el tiempo, su presencia significaba todo lo contrario. Y tuvo deseos de llorar, de rogarle que le perdonara por todas las tonterías que hizo. Sin querer sus ojos se llenaron de lágrimas. ¿De emoción? ¿De amor? ¿De miedo? No supo entenderlo en ese momento. Él estaba ahí, solo entonces entendía cuanto lo había extrañado y que no podía vivir más sin estar a su lado. Un sinfín de emociones la invadieron, había deseado tanto volver a verlo que le parecía un sueño que eso se esté cumpliendo.

—No por favor... —dijo de pronto él al verla al borde de las lágrimas—. No quiero que sufras más por mi causa. —Cuando lo escuchó decir aquello no pudo más. Priss estalló en lágrimas llevándose las manos al rostro. Todo su cuerpo temblaba como si hubiera contenido ese llanto durante días—. No te pongas así. —Adriano sentía que se desesperaba. No quería verla llorar, no soportaba eso. Peor aún si era por su causa. Quiso llevarle una alegría y ahora ella estaba hecha un mar de lágrimas—. Sé que hice muchas cosas que no debía, sé que debes estar molesta aún, pero yo... —sintió de pronto un fuerte mareo. Las piernas le temblaban y sintió unas nauseas horribles. Definitivamente no era solo la emoción de verla, sino el esfuerzo de todo lo que hizo por llegar hasta ahí. Se repuso inmediatamente, no podía dejar que ella lo notara—. No llores más... perdóname, ¿si? Hagamos como que no pasó nada, no me odies más.

—No te odio —le dijo tratando de expresarse en medio del llanto—. ¡Estoy llorando porque te amo, tonto! —Adriano no pudo soportar más tanta emoción. Había pensado en todo lo que iba a decirle, pero eso se fue al agua de golpe cuando se abrazaron fuerte. Él tampoco pudo contenerse, las lágrimas escaparon también. La había extrañado tanto, necesitaba ese contacto, necesitaba su cercanía, la necesitaba y mucho. Ella se refugió en su pecho, se abandonó en sus brazos, ya no le importaba nada. No podía dejar de llorar, no podía ni siquiera pensar. Simplemente sentía su calor, lo sentía con ella más que nunca. Ya no eran necesarias más explicaciones, todas sus expresiones hablaron por ellos.

Y mientras ellos dos se fundían ese fuerte abrazo, alguien salió de la cocina. Rachel vio lo que estaba pasando y se llenó de emoción. "¡Aww qué lindos!", pensó mientras contemplaba la escena. Una hermosa reconciliación sin dudas, aunque al parecer Adriano había dejado a todos muy preocupados. Pero se le hizo hermoso aquello, el hombre había arriesgado todo para ir a su lado, incluso su vida. De pronto unos pasos acercándose la hicieron reaccionar. Se venían los problemas.

—¿Pasa algo? ¿Por qué demora tanto Priss? —La voz de Arnie tras ella la hizo comprender lo que podría pasar. Si Adriano veía a Arnold ahí... "¡Se va a hacer la cagada!", pensó preocupada.

—No, nada, una vecina —le dijo fingiendo lo mejor que podía—. Oye, creo que ya es hora de apagar la estufa.

—Ah bueno, yo lo hago. —Arnie se dio la media vuelta dispuesto a hacer ese favor. "Piensa rápido... ¡Piensa rápido!", se dijo Rachel, le quedaban pocos segundos para actuar. Una enorme sartén cerca, la tomó del mango y apuntó directo a la cabeza de Arnie. "Como en las películas, un golpe seco y ya". Con todas sus fuerzas golpeó a Arnold en la cabeza hasta hacerlo caer en el piso inconsciente.

—¡Lo siento mucho! Sé que me perdonarás algún día —le dijo al verlo en el piso. Le dio pena lo que acababa de hacer, ¿y si se le pasó la mano? No sangraba, pero un golpe de esos podía ser mortal, ¿no? Le entró pánico de pronto. Pero más miedo le dio que Priss y Adriano entraran ahí y vieran esa escena—. Tengo que esconder el cuerpo —dijo en voz alta para sí misma. Había un pequeño almacén al lado de la cocina. Como pudo tomó de las piernas a Arnold y lo arrastró con todas sus fuerzas hasta ahí. Fue toda una lucha meterlo, incluso tuvo que ponerlo de pie y cerrar la puerta para que no se cayera—. Las cosas que hay que hacer por amistad. Fue una decisión precipitada, pero no le quedó de otra —se dijo convencida de su buena hazaña.

Afuera, Priss y Adriano seguían abrazados. Las lágrimas habían cesado y él se separó un poco en busca de sus labios. Ella hizo lo mismo, sentía una necesidad increíble de sentir el sabor de su boca sobre la suya otra vez. Se besaron como si hubieran pasado años desde la última vez que se vieron. Él la estrechaba con fuerza a su cuerpo, ella se aferraba a él como si no quisiera separarse nunca. Pero de pronto se tuvieron que separar. Adriano lanzó un quejido de dolor y por poco cae de rodillas al piso si es que Priss no lo sostiene. Sus emociones pasaron de un momento de dicha a una extrema preocupación. ¿Qué estaba pasando? Adriano volvió a quejarse una vez más, se apoyó como pudo en la pared, el mareo era demasiado fuerte. Quizá se dejó llevar por la emoción y su cuerpo dejó de sentir dolor por un momento, pero al fin estaba colapsando.

—Vamos adentro —le dijo Priss tratando de hacer que se apoye en ella para poder caminar. Se sintió avergonzado y débil por un momento, no quería que ella lo viera en ese estado. Pero la vista se le nublaba y veía todo negro. Apenas si podía dar unos pasos prácticamente arrastrado por ella—. ¡Rachel —gritó Priss desesperada—. ¡Llama a la ambulancia! —acostó a Adriano como pudo en el sofá. Él tenía los ojos cerrados y se contraía por el dolor. Todo el cuerpo le dolía, había hecho un esfuerzo muy grande. Sentía que no podía soportarlo. Y de pronto sintió que alguien oprimía fuertemente sus manos. Abrió los ojos despacio y la vio arrodillada en el piso a su lado con los ojos cubiertos de lágrimas, pero intentando sonreír—. Yo estoy aquí, me quedaré a tu lado —le dijo suavemente y él sintió que se iba a morir de la ternura. Dolía mucho, era cierto. Pero todo había valido la pena.

—Oh rayos... —Rachel tomó el teléfono y comenzó a marcar el número de emergencias. Las cosas estaban sucediendo rápido, primero estaban cocinando tranquilos, luego llama Cameron, llega Adriano, reconciliación emotiva, deja inconsciente a Arnie, y ahora Adriano agonizaba en su sala. "¡Mi vida se está volviendo una maldita película de acción!", pensaba mientras estaba respondieran al otro lado de la línea. Cuando al fin lo hicieron, apenas pudo exagerar diciendo que alguien estaba convulsionando, que iba a morir y demás cosas para finalizar dando su dirección. Le dijeron que irían inmediatamente y de verdad esperaba eso. Adriano parecía estar mejorando poco a poco y decidió que era mejor llamar a Cameron para avisarle que estaba ahí y que también estaba muy mal. Con suerte los del Prebisteriano llegarían a tiempo y se lo llevarían a salvo.

—Todo va a estar bien —dijo de pronto Priss como adivinando los pensamientos de la chica. Le hablaba suavemente y acariciaba sus cabellos. Adriano respiraba despacio, estaba mejorando. "Todo está en la mente", se dijo. Debía pensar positivo, calmarse y el dolor se iba a esfumar. O al menos eso esperaba—. No debiste venir, ¡mira lo que te pasa!

—Si no venía —le dijo despacio—, esto jamás hubiera pasado y no estarías a mi lado. —El dolor volvió como una fuerte punzada. Priss apretó más fuerte su mano y la besó.

—No digas nada, ya vienen los médicos.

—Pero al menos dime que me perdonas.

—¿Perdonarte yo? No tengo por qué exigirte eso. Soy yo la que debe pedirlo, yo empecé con todo.

—No entiendes...—dijo con esfuerzo. Sabía que no estaba bien seguir hablando, pero no podía evitarlo—. Mi pasado quiere hacerte daño, pero no lo dejaré. —Priss no entendió lo que quiso decirle, pero tampoco era momento de pedirle una aclaración.

No dijo nada para no buscar conversar y que eso lo empeore. En su cabeza no podía dejar de repetir una y otra vez que la ambulancia llegara pronto, no podía soportar la espera. Si algo le pasaba por su culpa, por haber ido a verla, jamás se lo perdonaría. Se estaba desesperando, y felizmente que Adriano tenía los ojos cerrados y los abría de cuando en cuando para contemplarla. Y era justo esa mirada apacible lo que conseguía calmarla. Él le sonrió, y ella correspondió inmediatamente.

—¿Entonces volvemos a ser novios? —le preguntó de pronto con ternura. Priss tenía ganas de llorar otra vez y no precisamente por miedo.

—Claro que sí, vamos a decir que no pasó nada. Te amo. —Y eso fue suficiente para él. Si hubiera tenido las fuerzas la hubiera abrazado otra vez. Pero eso ya sería otro día, y esperaba que fuera pronto.

Cerca de ellos, Rachel hablaba en voz baja explicándole la situación a Cameron. La noticia les llegó como caída del cielo pues estaban ya prácticamente mandando a mover las influencias de Barbie para buscarlo por todo New York si era necesario. Les dijo que enviarían una ambulancia a recogerlo ya mismo, claro que primero llegarían los paramédicos locales. Y pocos minutos después escucharon la sirena de la ambulancia aproximarse. Priss respiró aliviada, al fin habían llegado. En menos de dos minutos la habitación estaba siendo invadida por un reducido grupo de paramédicos que corrieron en dirección a Adriano.

Priss se hizo a un lado y se paró junto a Rachel. Ella posó la mano en su hombro y le sonrió para tranquilizarla, todo iba a estar bien. Los médicos hacían lo suyo, no tardaron mucho en identificar la causa de su estado. Le hicieron un par de preguntas a lo que él respondió afirmativamente. Sí, había sido operado. Sí, sufrió un accidente. No debía de estar ahí. No debió ni haberse parado. Pero ya que iba a hacer. Solo aceptar las consecuencias de sus actos.

—Van a venir a recogerlo del hospital donde estaba internado —les dijo Rachel. En ese momento ella era la más adecuada para tomar el control de la situación.

—Este hombre se va a poner peor —le dijo uno de los paramédicos—. ¡No debió salir del hospital! Es una locura, la fiebre lo va a...

—¡Ya no sea exagerado! —lo cortó Rachel. Notaba como Priss empezaba a preocuparse y lo menos que quería era eso.

—No estoy exagerando —contestó molesto—. Só¿lo digo la verdad.

—Entonces silencio, ¡que no es momento! Ahora hay que bajarlo y esperar a que se lo lleven, supongo que en su ambulancia pueden darle lo necesario, ¿verdad?

—Si —respondió olvidando que la chica lo había callado—. Vamos entonces.

No tardaron mucho en entrar con el equipo para bajar con Adriano hacia la ambulancia. Priss los siguió, no lo iba a abandonar de ninguna manera. Bajó junto con ellos las escaleras y entró también a la ambulancia donde tenían más equipo para atenderlo. Rachel la siguió, "en caso de que se necesite mano dura", pensaba.

—¿Cuál es su relación con el joven? —le preguntó uno de los paramédicos.

—Soy su novia —respondió tranquila y sentándose al lado de Adriano sin permiso de ellos.

—No puede entrar aquí —le dijo otro.

—No me interesa. Intenten sacarme a ver si pueden —respondió en el mismo tono. Adriano sonrió al escucharla, fue tan lindo oírla decir que era su novia y luego lo otro. De seguro que cuando regresara al hospital le dirían que iba a tener que pasar más días internado por culpa de esa locura hasta que se estabilice. No le importaba, el sacrificio valió la pena. Aunque pensándolo bien, más días en el hospital le imposibilitaban de estar más tiempo al lado de Priss. Bueno, el asunto tenía sus pro y sus contras.

Después de un buen rato se escuchó que llegaba otra ambulancia. Rachel reconoció el logo del Prebiteriano y a Cameron saliendo de la parte trasera. Considerando el tráfico de New York y las distancias, se podría decir que el auto había volado, o quizá Barbie se encargó de eso. Cameron llegó corriendo hasta la ambulancia seguido de otros médicos. La escena que vio lo tranquilizó un poco. Adriano y Priss estaban juntos tomados de la mano. Él recostado mientras que un paramédico le aplicaba una inyección, pero sin inmutarse siquiera. Si en un principio estuvo muy molesto por la imprudencia de su amigo, le bastó ver eso para entenderlo. Era amor, y quizá él hubiera hecho lo mismo por Anne.

—Disculpen —dijo con pena por interrumpir ese momento. Ambos lo miraron y se quedaron sin saber exactamente qué decir. Hasta que Adriano habló.

—Puedo explicarlo...

—No digas nada —interrumpió Priss—. No estás en condiciones.

—Pero...

—Nada —volvió a interrumpir ella—. Ahora serás un buen chico y harás todo lo que dicen los médicos. —¿Cómo negarse ante eso? Está bien, no iba a decir ni una sola palabra, pero solo porque ella se lo decía—. ¡Y pónganle eso de una buena vez! —el paramédico asintió y le colocó una mascarilla de oxígeno a Adriano. Cameron sonrió, al parecer la situación estaba ya bajo control. Y no solo porque Adriano se encontraba estable, sino porque al parecer esos dos se habían reconciliado.

—Buen trabajo —le dijo Cam—, me alegra que esté a salvo. Nos preocupamos mucho...

—Entiendo —contestó ella—, sé que les debe una explicación.

—No, no te preocupes. Él va a ser quien se la vea con nosotros después.

Fuera de la ambulancia, el jefe de los paramédicos le explicaba la situación al doctor que llegó con Cameron. Si bien el asunto no era tan grave, lo mejor era llevarlo inmediatamente al hospital. Lo trasladaron entonces hacia la otra ambulancia y Priss subió con ellos. Adriano quiso decir algo, quiso oponerse, no quería hacerla pasar un mal rato, no quería que esté toda una noche de vigilia en el hospital por su causa.

—Ni lo sueñes —le dijo ella mirándolo a los ojos como si hubiera captado el mensaje con sus gestos—. No me pienso alejar de ti. Ya estuve suficiente tiempo lejos como para dejarte solo otra vez. —Eso era determinante. Priss no lo iba a abandonar. Y aunque necesitaba su presencia, no quería molestarla. Pero ya no había manera de convencerla de lo contrario.

Las dos ambulancias partieron pronto y Rachel al fin sintió un rato de tranquilidad. Respiró profundo y regresó a su apartamento. Al fin todo había acabado, y de buena manera aparentemente. Entró de lo más tranquila a la cocina a servirse un vaso de agua cuando de pronto escuchó fuertes golpes en una puerta.

—Pero la gran pu... —se llevó las manos a la boca. Se había olvidado completamente de Arnold encerrado en ese almacén—. ¡Me va a matar!




Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top