Capítulo 38: Complot
—¿Qué acabas de decir? —dijo él sorprendido. Volver a escuchar ese maldito nombre después de lo que pasó entre él y Priss fue como recibir una cubeta de agua fría. No Sandra, no otra vez.
—Sé que no debería decirte esto, es más, ni sé qué hago aquí.
—No puede ser —le dijo Adriano a Edu. Aquellas declaraciones sí que lo habían sorprendido.
—Sí, supongo que estás cansado, necesitas reposo y todo eso. No sé por qué he venido a perturbarte.
—Déjate de tonterías, muchacho. Ya dijiste lo que tenías que decir. Ahora quiero que lo aclares todo.
—Para empezar, mi hermana no sabe que estoy aquí. Nadie en realidad, he venido por cuenta propia. El asunto es simple. Sabes que Priss renunció a The Oak Room, ¿verdad? —él asintió—. Pues lo normal es que cuando alguien sale de tu restaurante tenga las puertas abiertas para entrar en cualquier otro, hasta en Mc Donald's como gerente.
—Si, eso es cierto.
—Pues Priss no perdió tiempo y envió su curriculum desde el primer día, y nada. Nada de nada. Bueno, en varias ocasiones la han llamado para decirle que todo estaba bien y al final le daban una razón estúpida para negarle el trabajo. Hasta en el Hotel Plaza, hasta en "The Palm Court"
—Rayos... —Adriano conocía muy bien el mundo de las altas esferas de la cocina. Cuando un gran chef decía que le cierren las puertas a alguien y el rumor se expandía por varios restaurantes, sin duda la carrera del desafortunado se iba al agua. Y al parecer era justo lo que le estaba sucediendo a Priss.
—Y pues ya conoces a Rachel. Comenzó bromeando con teorías de conspiración con los Iluminati, y se lo terminó tomando en serio. Comenzó a preguntar por ahí, le avisó a Kate y ella hizo su investigación. Rachel me lo contó mientras rompía un par de vidrios de pura rabia. Tu ex maldita, la Weaver de mierda, ¡ella es la responsable!
—Jovencito, es una señora y se merece respeto —le dijo Helda, aunque sinceramente tampoco se lo creía mucho. Solo lo hizo porque sabía lo sensible que se ponía Adriano con todo lo relacionado a esa mujer.
—Señora nada, ¡es una maldita de lo peor! ¿Qué rayos le ha hecho mi hermana? Bueno, aparte de estar contigo, supongo que es una posesiva que te quiere soltero de por vida. Sin ofender claro, aunque ya la ofendí... ¡Lo siento!
—No importa —le dijo Adriano. También pensó que posesiva era el mejor término para denominar a Sandra en esos momentos—. ¿Priss sabe que es ella la que está influenciando para que nadie la contrate?
—Supongo que lo sospecha, pero no lo sabe. Solo quise contártelo, pues no sé, para que la mandes a volar, para que le digas "perra fracasada" o algo así. Claro, tú ya no estás con mi hermana, así que no sé por qué debería importarte. Tampoco es que estés en la obligación de hacer algo, solo decía.
—Y gracias por la información. Quizá ya no seamos novios, pero igual todo es parte de mi responsabilidad.
—Bueno, yo ya me tengo que ir. Iba camino a casa, solo espero que te recuperes pronto, y nada más. Pásala bien, aunque no sé como porque estás postrado en esa cama. Soy muy malo para dar palabras de consuelo.
—Si, ya me di cuenta —le dijo al chico con una sonrisa. Edu se despidió también de Helda y se fue dejándolos en el completo silencio.
—¿Será verdad todo eso? —preguntó de pronto Helda.
—Debe de ser, ¿cómo pudo ser capaz? —La chef pudo notar algo de indignación en la voz de Adriano. Se le veía molesto, y ella temió que eso pudiera hacerle daño.
Adriano estaba muy disgustado con lo que acababa de enterarse. Siempre pensó que los juramentos y maldiciones de Sandra sobre hacerle la vida imposible solo fueron cosa del momento, producto de su tristeza y enojo por la muerte del bebé. Pero eso iba más allá, ¿por qué tenía que meterse con Priss? Ella no tenía la culpa de lo que pasó años atrás, ella no tenía por qué salir perjudicada. Pero Sandra también sabía que haciéndole daño a la joven se lo hacía a él de forma indirecta. ¿Qué es lo que quería demostrar? ¿Que siempre obtiene lo que quiere? ¿Que puede hacerle la vida imposible y reírse en su cara? Podía meterse con él y hasta iba a aceptarlo porque se sentía culpable de lo sucedido. Pero no con Priss. No con ella. No se iba a quedar con los brazos cruzados mientras destruían su futuro profesional.
—¿Qué vas a hacer? —le preguntó la chef Helda.
—En cuanto salga de acá me encargaré de eso. Sandra puede tener influencia...
—Pero es solo una repostera —le dijo su maestra en un tono bastante burlón. Tampoco era secreto para nadie que no toleraba a Sandra para nada.
—Exacto. El chef acá soy yo. Veremos quien tiene más influencia.
—No querrás iniciar una guerra con ella, ¿verdad?
—¿Una guerra? ¡Pero si es ella la que está haciendo todo lo posible por arruinarme! Si alguien echó la primera piedra, esa fue ella. Y con alguien inocente.
—Se nota que la quieres mucho —le dijo en un tono más tranquilo y con una sonrisa. Adriano no pudo evitar corresponder. Claro que si, la adoraba.
—Y no voy a dejar que mi pasado le haga daño —concluyó. Mientras la comida ordenada desde "The Palm Court" llegaba, Adriano se preguntó qué pasaría si, siendo el chef más aclamado y estrella del Hotel Plaza, se le ocurría decir que no quería a Sandra dentro del Staff de organización de eventos. Quién sabe. También podía ocurrírsele presentar a una nueva estrella de la repostería, quizá su repostera era mucho mejor. Claro que lo era, él mismo la escogió. Un reportaje, un lanzamiento, algo así. Y como decían, todo lo que el chef Hartmann tocaba se convertía en oro. Nacería una estrella para eclipsar a otra, pasada de moda por cierto. Quizá era un plan demasiado malévolo, pero fue lo mejor que se le ocurrió para sacarse de una vez a Sandra de encima.
****************
—¿Qué tal un informe psicológico que pruebe que es una desgraciada manipuladora y mitómana? —sugirió de pronto Rachel en una reunión bastante extraña. Estaban en la cava de The Oak Room, de la que Cameron aún se seguía encargando con mucha dedicación. A su lado estaban el mismo Cameron, Anne y Kate.
—¡Apoyo la moción! —agregó Anne—. Es la única forma de probar que le echa porquerías a esos pastelitos y mandar su reputación a la basura.
—Vamos, chicas, tampoco es para tanto —las calmó Kate—. La idea es solo probar que está mintiendo, que hace una guerra sucia contra alguien que no se lo merece.
—Pues tampoco es que sea muy convincente salir a decir que la "gran respostera" Sandra Weaver le está haciendo la guerra a la exnovia del chef Adriano Hartmann. Suena demasiado sensacionalista —les dijo Cameron.
—Y vendería miles, además de ser muy hiriente. Pero sí, es muy sensacionalista —reconoció Rachel.
—La idea es que Adriano no salga perjudicado con todo eso —dijo Kate—. Él no tiene por qué saber lo que está pasando. Y recuerden que lo estamos haciendo no es solo por Priss, sino también por la amenaza que le hizo a Cameron y por lo que sabemos que piensa hacer. Ustedes dos no conocieron a Adriano cuando estaba enamorado de ella —les dijo a Rachel y Anne—. Esa mujer parecía ser muy linda, muy amable. Pero jugaba con el amor de Adriano, sabía que él de verdad la quería y hacía lo que le daba la gana. Lo mandaba a volar sabiendo que él volvería a pedirle que volvieran y disfrutaba con eso. Y él recapacitó al fin, pero fue demasiado tarde porque ella ya se había embarazado. Fue peor aún, no lo dejaba surgir. Él se esforzaba por sacar el restaurante adelante y ella lo quería todo el rato consigo, lo hacía sentir mal. De alguna manera conseguía que él se sintiera culpable de cosas que no estaban mal y ella era siempre la víctima. Sé que lo de su hijo fue lamentable, pero tampoco es justo que pasado tanto tiempo después de lo sucedido él quiera ser feliz otra vez y ella reaparezca para arruinarlo todo.
—Y no era solo eso —decía Cameron—, nosotros intentamos advertirle varias veces, pero estaba tan cegado que no quería escucharnos, era inútil. Aún ahora sé que es un tema bastante sensible para él hablar de Sandra y el bebé...
—Lo digo y lo repito, ¡una manipuladora de lo peor! —decía Rachel molesta. Después de escuchar la historia de Adriano y Sandra, se sentía mal de haberlo odiado injustamente por un tiempo. Pero lo que la había llevado a esa situación era intentar salvar el futuro de Priss.
—Eso si, pero es toda una profesional. Y mientras su maldita personalidad no afecte en su trabajo, no hay nada que podamos hacer —concluyó Kate.
—Pero debe haber algo. Vamos, chicos, no nos quedaremos con los brazos cruzados, ¿verdad? —insistía Anne—. Quiero decir, toda la vida esa mujer no va a hacer lo que le da la gana. Si dejamos que siga así se creerá poderosa.
—¿Y qué podemos hacer nosotros? —preguntó Rachel. Era consciente de que por más que la odiara estaba bien difícil hacer algo contra ella.
—Ah bueno, eso es simple —dijo Anne—. Necesitamos que alguien grande la mande al carajo. Pero la pregunta es quién. ¿Quién es lo suficiente maldito y miserable para hacerle una humillación pública?
—Tiene que ser un cliente. Pero no cualquiera, uno bien grande —continuó Rachel. También le parecía una buena idea.
—¡Claro! Alguien de prestigio en las altas esferas, además de poder influenciar en la opinión de los demás —continuó Anne.
—Y que salga en sociales —seguía diciendo Rachel—. ¿Qué tal un crítico de cocina?
—No, la muy maldita hace un buen trabajo. Debe de haber otra forma. ¿Quién? ¿Quién puede ser? —decía Anne pensativa.
—¿De verdad quieres que te responda eso? —le dijo Cameron—. La respuesta es más que obvia.
—¿Ah si? ¡Entonces dímelo, genio!
—¿Pues quienes mejores para arruinar la carrera de alguien que tus padres? —contestó Cam y fue como si algo se iluminara en las mentes de todos—. Casi mandan a volar la mía si no fuera porque Adriano intervino.
—Si, pero yo logré detenerlos. ¿Qué tal si esta vez no lo hago? Quiero decir, los dejo que hagan lo que quieran. Que vociferen, que le digan de todo y hablen pestes de ella con medio mundo. ¡Es perfecto! —dijo Anne fingiendo un tono de voz malvado y maquiavélico.
—No basta con eso —agregó Rachel en el mismo tono—. ¡Hay que llamar a la prensa! Consíguele una entrevista a tus papis diciendo lo ricos que son, que les pregunten de comida y que hablen de su desgraciada experiencia que aún no han tenido pero que tendrán.
—¿Saben? Sé que no debería meterme en esto, pero... —decía Kate también con la sonrisa de maldad—. En dos semanas es el aniversario de su local, habrá prensa y además grandes invitados,
—Quizá no podamos perjudicarla en cuanto a la calidad de lo que hace, pero si algo he aprendido es que hasta el mejor chef se puede caer por culpa del servicio. Y pues conseguir que contrate al peor servicio de catering no será muy difícil... —continuó Cameron.
—¡Vaya, Cam! Sabía que eras de los nuestros. Solo falta que digas el "Muajajajaja" —le decía Rachel.
—No lo haré, solo era una sugerencia. Una sugerencia malvada que pueden tomar en cuenta si quieren —continuó él, aunque no pudo evitar sonreír mientras ya planeaba todo en su mente.
—¡Ay por favor! No te quieras lavar las manos cuando fuiste tú quien sugirió a los suegros para el trabajo sucio —le reclamó Rachel.
—Sí, es cierto. Sé que parece un trabajo digno de una competencia desleal...
—¡Pero ella empezó! —dijeron Rachel y Anne a la vez.
—Como sea, debe ser algo muy planificado —decía Kate—. Si todo va bien tendremos las de ganar.
—Hay que pensarlo mejor, ¡tiene que ser un escándalo! —decía Rachel—. Algo que le quite el prestigio que tiene. Y si creías que nosotras somos exageradas, espera a ver los titulares de la prensa cuando todo se ejecute.
—Ustedes dos están de miedo —les dijo Cameron—. Aunque, son conscientes que podríamos estar arruinando la vida de alguien injustamente, ¿verdad?
—¡No nos interesa! —dijeron juntas una vez más.
—Está bien, ya entendí —dijo Cameron—. Solo les pido que sea lo que sea ese plan maquiavélico que vamos a efectuar, no se enteren ni Adriano ni Priss.
—Si, yo también creo que lo mejor es que ellos ni sepan lo que está pasando. Conociéndolos —decía Kate—, lo más probable es que se opongan rotundamente, al menos de Adriano estoy segura.
—De Priss también —les dijo Rachel—, es del tipo de persona que odia las injusticias y aunque le hayan hecho un daño, estoy segura de que querrá dejar las cosas así y no tomar represalias. Y supongo que nosotros nos encargaremos de vengarnos
—No sé por qué presiento que es una muy mala idea —dijo Cameron de pronto —. Quiero decir, si ella se entera de que todo fue un plan para sabotearla y hacerla quedar mal, estoy seguro de que atacará con más fuerza aún.
—¿Y eso qué? Nosotros somos cuatro y ella no tiene por qué sospechar —contestó Rachel.
—¿Por qué no? Son los padres de Anne quienes harán el escándalo.
—Mis padres hacen escándalo hasta por quien respira, así que no será novedad. No hay de qué preocuparse. Pero bueno, si no quieres meterte en esto, nosotras dos nos encargamos.
—De ninguna manera las dejaré solas. Además, fui yo quien dio la idea.
—Entonces, ¿cuándo empezamos? —preguntó Kate de pronto—. Tenemos dos semanas para planear todo. Debe ser algo tan malvado que desee no meterse con Adriano ni Priss jamás.
—Vaya, Kate, no te conocía en esa faceta —le dijo Cam sorprendido de escucharla. Ahora todos reían y literalmente se frotaban las manos.
—Es que tengo años aguantándome las ganas de joder a esa maldita —les dijo —. Y creo que ha llegado el momento adecuado.
******************
Días después
Eran cerca de las siete de la noche y Rachel estaba a punto de terminar su turno. Su nuevo trabajo no era el que esperaba, pero de momento no le quedaba de otra. No tenía intención alguna de renunciar a The Oak Room, así que se iba a quedar cerca para cuando el restaurante volviera a circulación. Además, el servicio de habitaciones no era tan malo. Solo tenía que hacer que la comida pareciera presentable, decorarla de la mejor manera al más estilo gourmet y llevarla a esas hermosas suites. Al menos ya tenía la posibilidad de entrar como si nada con los deliciosos potajes, y encima le daban propina por su eficiencia. No, no era tan malo. Era entretenido ciertamente.
Mientras subía por el ascensor de servicio hacia la última suite que le tocaba atender, pensaba en todo ese plan macabro que tenían para arruinarle la reputación a Sandra. Y no sentía la menor culpa, es más, estaba satisfecha de todo lo que habían decidido. Esa mujer se lo merecía, ya había hecho mucho daño y alguien tenía que bajarla de su nube. Por otro lado, creía que "La nueva comisión de la verdad", como ella misma había denominado al grupo compuesto por Cameron, Kate, Anne y ella; debería también encargarse de encontrar una forma de reconciliar a Priss y Adriano.
Y es que le daba mucha pena ver todos los días a su amiga tan decaída. Sabía que si estaba así era por la separación, por no poder estar a su lado en esos momentos tan difíciles. La veía vivir como si no viviera en realidad. Se levantaba algo tarde todos los días, triste y resignada, como si pensara al levantarse "otro maldito día más". Luego iba a buscar algo que hacer, algún trabajo. Preparaba algo de comer. Se iba a estudiar, tardaba horas en conciliar el sueño, pensando y hasta llorando. Dormía. Y otra vez la rutina. Se terminaría enfermando si seguía así, considerando además que la situación con su familia no era de las mejores.
Desde que se fue de casa intentaron convencerla que regresara, y como ella se negó, su madre no quiso hablarle y hasta se lo había prohibido a Edu, cosa que el muchacho desobedecía sin culpa. Si la chica sobrevivía económicamente era porque había hablado con su padre. Este la apoyaba, hablaba con ella siempre, le seguía pagando los estudios y le daba dinero para lo que necesitara. Y aunque Rachel seguía considerando a la madre de Priss una completa bruja, sabía que la chica de una forma u otra la quería y esa separación era dolorosa.
Algo tenía que hacer, así como se las quiso dar de "une corazones" un tiempo con Arnie y Priss, ahora quería hacer lo mismo pero con Adriano. Y hablando de Arnie, hace varios días que no lo veía pues también estaba algo ocupado. Y se había dado cuenta cuánto lo extrañaba. "No... no... ¡Sácatelo de la cabeza!", se dijo en lo que se abría al fin el ascensor. No podía seguir pensando en Arnold, él ni siquiera la miraba como algo más que una amiga. Él seguía enamorado de Priss, eso ella lo tenía más que claro. Y era una soberana estupidez pretender que algo entre ellos dos podía pasar, o peor aún, ilusionarse por nada.
Llegó entonces al piso donde estaba la suite ejecutiva. Algo le habían comentado de que el huésped que había mandado a pedir esa cena era un tipo bastante exigente, además de ser huésped estrella del Hotel. Tenía varios negocios en New York y cada cierto tiempo se quedaba en el hotel para supervisarlos. Se imaginó al típico hombre de negocios, unos cincuenta años, canoso, amargado, y encima gordo. "Vaya suerte que tengo", pensó mientras tocaba la puerta pensando que justo su última visita tenía que ser tan aburrida. "Al menos dará buena propina", pensó.
Esperó un par de segundos hasta que la puerta se abrió. Contrario a todo lo que pensó, tuvo que contener la respiración y morderse la lengua para no babear después de ver quien se le presentaba. "¡Pero qué bueno está!", pensó al verlo. El muy fresco apenas si se cubría con una toalla la parte inferior del cuerpo, mientras las gotas de agua aún se escurrían por su cuerpo. Un buen cuerpo por cierto, maldita sea, ¡qué sexy!
—¿Señor Reagan? —preguntó como tratando de no quedarse ahí parada babeando. Peor aún, el desgraciado tenía una mirada tan seductora que casi la mata.
—El mismo, Rachel —dijo mirando el identificador que tenía a un lado del pecho—. Así que tú me atenderás el día de hoy.
—Emm... si —dijo sonriendo, cosa que no era muy difícil—. Estoy a su completa disposición.—"¡Maldita sea! ¡Eso sonó muy sexual", pensó mientras aún seguía ahí parada con la carretilla.
—Adelante entonces. —Alec abrió por completo la puerta y Rachel se adentró a la habitación.
—¿Dónde quiere que le deje los platos?
—En la mesa de la sala, por favor. —Rachel caminó lento y puso la mesa tal y como se lo habían enseñado, de una manera elegante. Cuando ya estaba todo listo, giró y sorpresivamente encontró al huésped detrás de ella, casi pisándose los talones.
—Vaya, hiciste un buen trabajo. —Entre sus dedos un billete de cincuenta dólares se lucía. "Encima que me gano con la vista, ¡tremenda propina!", pensó alegre—. ¿No te gustaría quedarte a comer conmigo? —preguntó con una sonrisa seductora.
—Je, je... me encantaría, señor, pero tengo varios compromisos. —"¡Maldita ética profesional", se gritó a sí misma.
—Ah bueno —dijo poniéndose a un lado para dejarla salir—. Gracias por todo, esto es para ti. —Y le alcanzó los cincuenta dólares. Generalmente, esa era la propina que daba por el buen trabajo.
—Cuando desee que recojan los platos, llame al servicio de habitaciones. Vendrán de inmediato.
—Si, no te preocupes. Y hasta luego, Rachel.
La chica salió de ahí casi volando. El sonido de la puerta cerrándose tras de ella la volvió a la realidad. Después de todo, no eran tan malo trabajar en el servicio de comida para habitaciones del Hotel Plaza.
****************
Los últimos días habían sido muy agitados para ambos. Entradas y salidas del hospital, preocupación, además de que Cameron era prácticamente el encargado de The Oak Room y fue quien tuvo que lidiar con todos los del staff que querían renunciar o ser reubicados en alguna de las áreas del hotel. Eso sin contar las tonterías que Sandra estaba haciendo con Priss para salirse con la suya, y tener que cuidar que Adriano no se entere y esté tranquilo para que no empeore su salud. Lo bueno fue que durante todo ese tiempo Anne estuvo a su lado incondicionalmente.
Ella también estaba preocupada por Adriano e iban juntos a visitarlo, incluso lo ayudó con algunas cuestiones administrativas del restaurante. Y siempre sin quejarse, le sonreía, lo apoyaba y cuando él pedía disculpas por los malos ratos que le estaba haciendo pasar, ella le decía que no tenía importancia. En todo el apuro de esos días no había tenido tiempo ni para estar un buen rato a solas con ella, ni para darle las gracias. Pero esa noche iba a ser diferente.
Se fueron juntos al apartamento de él a conversar y relajarse un rato. Al día siguiente no atendían en "The Palm Court" así que podrían descansar todo lo que quisieran. No era la primera vez que se detenían ambos en la soledad del apartamento del maître. Aunque en ningún caso habían podido aprovechar de eso.
—¿Quieres algo de tomar? —le preguntó cuando ella ya había tomado asiento.
—¿Me quieres embriagar, Cam? —dijo en tono de broma y él no pudo menos que sonreír al verla tan hermosa. Mirándolo con esos ojos que amaba, con esa expresión de seguridad, con su cuerpo apenas iluminado por la tenue luz de la sala. Por alguna razón todo lucía tan sensual esa noche y el ambiente era tan íntimo que hasta parecía premeditado.
—Bueno, si quieres le puedo poner más alcohol a tu copa a ver como quedas —bromeó y ambos rieron.
—No gracias, solo algo de vino Me imagino que como maître debes tener de los mejores vinos por acá, y un minibar completo.
—¿Por qué? Eso de que los maîtres tenemos de todo en nuestras casas para embriagar a la gente es una leyenda urbana. Los bartenders, esos sí que tienen de todo, hasta bares portátiles. Pero fuera de todo eso, sí, tengo buen vino.
—¡Ahhh lo sabía! Tú y tus leyendas urbanas de la hotelería siempre tienen un fondo real —bromeaba mientras él descorchaba la botella. Se acercó con la botella y las dos copas—. Ummm... un Merlot —dijo al ver la etiqueta—. Buena elección, Cam.
—Obviamente es una buena elección —decía mientras vertía el vino en las copas—. Soy un maître que quiere lucirse con su novia.
—No hay necesidad de lucirse, querido. Para mí tú ya eres el mejor hace mucho tiempo —dejó las copas a un lado y se apresuró a buscar sus labios. Con tanto estrés y tantas cosas por hacer, hubo días en que apenas si se habían besado. Y sentía que de verdad tenía que recompensarla por todo, por toda la paciencia que había tenido todos esos días. Y ese era el momento. Se separaron sin querer hacerlo en verdad y cada quien tomó su copa de vino—. Brindemos.
—¿Y por qué?
—Pues porque estamos juntos ahora mismo, porque Adriano sale mañana del hospital y porque nos vengaremos de la maldita de Sandra. Son buenas razones para festejar, ¿no?
—Me parece que si, ¿aunque de verdad estás segura de lo que vamos a hacer con Sandra?
—¡Obvio! Ya te dije que se lo merece, y es lo mejor que podemos hacer, ¿no lo crees? —Había duda en los gestos de Cameron. Y era que él conocía más a Sandra y temía que lo que le hicieran pueda regresar a ellos con peores consecuencias.
—Es solo que... no lo sé, me parece exagerado.
—No tienes que preocuparte por nada Cam, nosotras nos encargamos de los pormenores. Serás utilizado para los contactos.
—¿Utilizado? —dijo y soltó una carcajada.
—Si, vilmente utilizado. Aunque para una buena causa.
—Aunque, sinceramente, no me importaría ser utilizado por ti.
—Ah claro, tampoco te iba a pedir permiso. Te voy a usar en cualquier momento y te advierto que todo será muy sucio.
—Ah vaya... —dejaron las copas a un lado y se acercaron más. Él posó su mano en la cintura de la chica mientras la aproximaba a sí. Ella lo miraba con ojos coquetos y una sonrisa maliciosa mientras pasaba su mano delicadamente por su pecho desabotonando su camisa. Una de las manos de Cameron comenzó a pasearse por la espalda de la joven con un solo objetivo. Ella sonrió al escuchar el sonido del cierre de su vestido mientras se bajaba. Solo un tirón y la tendría semidesnuda ante sus ojos, pero había algo que decir antes—. Anne... creo que no es tiempo de ponerme sentimental, pero... —Tenía que decírselo. Ya no aguantaba más el silencio, además de que la situación problemática había dilatado más el tiempo para hablar sobre aquello—. Nunca te he dado las gracias por estar a mi lado en estos días difíciles, y tampoco te he dicho que has sido el único apoyo que he sentido. Eres una mujer maravillosa, encantadora, hermosa. —Él acariciaba su rostro y la observaba con esa mirada tan intensa que ella sentía le desnudaba el alma. Todo su cuerpo temblaba con el contacto de sus manos, más aún al escuchar sus palabras cargadas de sinceridad—. Y solo quiero decirte que aunque parezca increíble, aunque digan que no puedo estar seguro, te amo. —Y Anne casi se pone a llorar de la emoción al oír esas palabras de su boca. Quizá eso era lo que estaba esperando escuchar desde hace un tiempo, y ella sentía exactamente lo mismo.
—Cameron... —dijo mientras depositaba un rápido, pero dulce beso en sus labios. Había tantas cosas que quería decirle que sentía que su corazón iba a estallar de tantas emociones en ese momento. Pero todo se resumía en dos palabras que eran necesario decirlas—. Te amo.
Se besaron como dos amantes desesperados, buscando la cercanía del otro, acariciándose, entregando todo de sí en un beso que expresaba todo lo que sentían. Se separaron despacio, apenas un poco para respirar y para poder mirarse a los ojos. Solo eso bastaba para decirse todo, no eran necesarias más palabras. Ella disfrutaba sentir el sabor de sus labios y su tacto sobre su piel. Sus dedos paseándose por su espalda desnuda, por su cuello... demonios. Sentía que iba a enloquecer, sentía necesidad de él. De pronto ella se separó y lo echó atrás en el sofá. Él sonrió al notar esa malicia en sus ojos y bajó lentamente su vestido para posar finalmente sus manos en sus caderas. Ella terminó por arrancarle la camisa y sin perder el tiempo retiró la correa de su pantalón.
Se inclinó hacia él para besarlo una vez más. El contacto de sus pieles desnudas daba una exquisita sensación que los enloquecía, que los hacía desearse más, como si sintieran una necesidad de estar juntos, de fundirse, de ser uno. Ese era el momento con el que tantas veces habían fantaseado y al fin se estaba haciendo realidad. Sentir esas suaves manos pasearse por su pecho, descender poco a poco delineando suavemente su torso hasta pasear sus dedos despacio sobre la prenda que cubría su virilidad iba a acabar por hacer que fuera él el abusador. Quería sentirse dentro de ella, acariciar su interior, sentirse suyo en un delicioso momento que pareciera infinito.
Y todo hubiera seguido su curso, todo hubiera sido normal y ese momento sería recordado como un momento de gloria... Si no fuera por el maldito teléfono de Cameron. Sonó una y otra vez. Al principio no le dieron importancia, pero luego fue tan insistente que Anne terminó por rendirse con un gesto de molestia y echándose a un lado. Él también estaba incómodo, ¿quién rayos llamaba a esa hora? Si era por trabajo, se prometió en ese mismo momento que echaría el teléfono por los aires y mataría al que llamó al día siguiente.
—Contesta de una buena vez —le dijo Anne irritada.
—A eso voy... —contestó en igual tono de voz—. ¿Si? —dijo al contestar. Su voz no sonaba nada amigable.
—Hola, Cameron, soy Sam —reconoció pronto la voz de la hermana de Adriano y todo el enojo se le fue al sentir la voz preocupada del otro lado. Algo le dijo que estaban sucediendo cosas graves.
—Hola, Sam, ¿pasa algo?
—¿No está contigo entonces?
—¿Conmigo? De qué estás hablando...
—Adriano —ahora sí que estaba preocupado—, no está, ¿entiendes? ¡No está! Ha desaparecido...
—¡¿Qué?! —Cameron se paró de golpe y su expresión preocupada contagió inmediatamente a Anne. Comenzó a vestirse, algo grave había pasado—.¿Cómo que no está?
—No sé qué demonios ha sucedido aquí, pero no está. Se fue, desapareció.
—No... ¡Pero eso no es posible! Él salía mañana, ¿cómo rayos lo dejaron salir? ¿No hay vigilancia acaso?
—Nos confiamos, es cierto, ¡pero esto es demasiado! No puedo creer como ha sido capaz, no tenemos ni idea donde puede estar. Tú eres su amigo, tú debes saber. Por favor, mamá está muy preocupada, no para de llorar, le han dado un calmante. ¡Adriano es un insensato! ¿Cómo se le ocurre algo así? Toda la vida lo mismo con este chico.
—Tranquila, voy para allá. Creo saber dónde puede estar.
—Gracias, muchas gracias —Sam colgó y a él le pareció que comenzaba a llorar poco antes de colgar.
—¿Qué pasó? —Anne creía saber algo por lo poco que escuchó, pero igual decidió asegurarse.
—Adriano se escapó del hospital —dijo confirmando sus sospechas—. Es todo un problema, tengo que ir para allá y ayudar con la búsqueda,
—Voy contigo —Anne estaba ya vestida y comenzó a recolectar la ropa de Cameron que fue lanzada por los aires en esos acalorados momentos—. ¿Tienes idea de donde puede estar?
—Lo sospecho, pero será mejor asegurarnos...
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