Capítulo 36: No basta

Estelle ya se estaba cansando de tener que explicar una y otra vez a varios de los huéspedes que hicieron reserva en The Oak Room que el restaurante no iba a abrir en un buen tiempo y que por eso los estaban derivando a "The Palm Court", el otro restaurante del Plaza, con menos prestigio y no tan reconocido claro. Muchos estallaban coléricos y ella en lugar de calmarlos terminaba estresándose. "Definitivamente no sirvo para la conserjería", se dijo cuando colgó el teléfono después de hablar con el último. Claro, no podía servir para vivir pendiente de los caprichos y exigencias de los huéspedes, pero fue la única forma que consiguió de quedarse en el hotel sin que Emily la eche cuando se acabe su periodo de prueba, incluso en menos tiempo.

Lo que también empezaba a molestarla era el hecho de que llevaba ya varias semanas de salir con Robert y hasta el momento no había conseguido nada provechoso. Aparte de ser asistente personal del jefe de conserjería. Aunque lo que ella quería era escalar un poco más arriba. Los gerentes quizá, tenía que insistir para que Robert la lleve a alguna de sus reuniones y ahí ella podría sacar las garras.

El teléfono que estaba a su lado sonó una vez más y disimuladamente ella lo descolgó. No quería saber nada de más huéspedes quejándose, estaba harta de soportarlos. Miró de reojo al área de recepción, ellas también se veían ajetreadas con las quejas y las preguntas. Además, hacía buen rato que entró un periodista intentando sacarle información a Emily sobre Adriano. ¡Cómo la odiaba!

¿Qué tenía esa desgraciada que ella no? Tenían casi la misma edad, habían estudiado en el mismo lugar y ella se sentía mucho más atractiva que la jefa de recepción. ¿Por qué la otra tenía más oportunidades? Odiaba esa sonrisa tranquila, la forma en que resolvía los problemas con total naturalidad. Siempre tan serena, excepto cuando llegaba ese tal Harry al hotel. Como que perdía los estribos o se estresaba todo el tiempo cuando él se hospedaba y se la pasaba llamando a recepción. Se le ocurrió que quizá a Harry le gustaría hospedarse una vez más en el Hotel. Era temporada baja y necesitaban ingresos. Sonrió con malicia, se vengaría un poco de Emily. Buscó en el repertorio de clientes de conserjería hasta dar con su número. Le haría una oferta e invitación muy especial al Hotel Plaza.

—Si no va a reservar una habitación, no entiendo por qué sigue hablando conmigo —le decía Emily a ese periodista. Sinceramente, tenía ganas de echarlo a patadas. Pero si hacía algo de eso, o peor aún, llamaba a seguridad; el tipo escribiría pestes de ella y del Hotel.

—Sabemos que usted es amiga íntima del chef Hartmann y que además estuvo anoche en el hospital. Solo necesito esa información, ¿está bien? ¿Cuándo regresará a The Oak Room? —De seguro que Barbie se estaba encargando muy bien de que no se filtre información desde el hospital. Y ella no podía arruinar todo ese esfuerzo abriendo la boca. Aunque si no le decía cualquier cosa a ese tipo jamás iba a irse.

—Esperamos que vaya mejorando pronto. En cuanto se recupere volverá al restaurante, no es algo tan grave. Ahora si me disculpa, debo volver a mi oficina.

—Muchas gracias, señorita —dijo el periodista mientras tomaba un par de notas más. Ella se dio la media vuelta, al fin se deshizo del hombre.

Y hablando de tipos de quien deshacerse, hace buen rato que no se sabía nada de ese tal Harry. Es más, tuvo que cambiar su número personal para que la dejara en paz con sus llamadas a medianoche y en los momentos más inoportunos. Pensó que quizá ese desaire era suficiente para hacerlo desistir, así que se sintió más tranquila. Estaba segura le darían ganas de renunciar si revisando el historial de reservas un día de esos veía su nombre. Pero ya no quería pensar en cosas desagradables. Estaba más interesada en la recuperación de Adriano y a cada hora llamaba al hospital para saber cómo estaba.

Su familia ya había llegado, así que recibía información de primera mano. Esa mañana le dijeron que su estado se complicó un poco. Pero ya se encontraba estable, los médicos confiaban en su mejora.

Se lamentaba de no poder moverse de ahí hasta al menos las ocho de la noche. Cameron ya había dado las indicaciones al personal de The Oak Room e incluso recomendó a algunos para que se trasladen a otras áreas de alimentos y bebidas del Hotel hasta nuevo aviso. Antes de irse a recoger a Anne al aeropuerto, pasó un rato por recepción para preguntar que sabía de Adriano y le dio la misma información. Ambos estaban un poco más tranquilos, ya no temían lo peor y confiaban en una pronta recuperación. Lo único que les preocupaba era que no había despertado todavía. Si aunque sea él hubiera abierto los ojos por un momento les diría que había reaccionado al fin y que todo estaría bien. Y esa era la noticia que esperaban con más ansias.


*****************


—No puedo creer que de todos los malditos hospitales me hayas traído al Presbyterian —le dijo Priss a Rachel en un tono de reclamo.

—¡Ay por favor! No te hagas, si tienes una oportunidad de verlo, que es lo que quieres, será aquí —le dijo su amiga

—Si quieres me ayudas a bajar, ¿no?

Rachel abrió la puerta del taxi y la ayudó a salir. Después de regresar de su corto día en el restaurante, la chica la llevó directo al hospital para que le vieran esa pierna y le dieran un tratamiento para que esté mejor pronto. Claro que no le dijo que la iba a llevar justo al hospital donde Adriano estaba internado. Ahora ya estaban ahí, Priss apoyándose del brazo de su amiga intentando dar unos pasos hasta que una enfermera apareció con una silla de ruedas.

—No es necesario —dijo Priss mientras la sentaban casi a la fuerza—, puedo caminar y hay gente que lo necesita más que yo.

—Eso no lo sabremos hasta que vaya al doctor, señorita —le dijo Rachel mientras ayudaba a andar a la silla—. Quizá te ponga yeso y esas tonterías, o quizá solo muletas.

—¡Cómo eres exagerada! No es tan grave, solo una herida.

—¿Sabes? Puedes denunciar al ingeniero de tu edificio por poner un material que provocó un accidente que pudo ser grave. Buscamos un buen abogado, podrías ganar miles de dólares. Tengo el contacto, un abogado del mal mismo Saúl de "Breaking Bad". Habla ahora o calla para siempre.

—No quiero ganar miles —dijo sin ganas. Sabía que Rachel solo decía esas cosas para intentar alegrarla, pero en serio no estaba de humor—. Además, ¿quién querría denunciar a un ingeniero inocente?

—Pues por si no lo sabes hay gente que vive de eso.

—¿Ah si? ¿Como por ejemplo?

—Mi tía Hannah, ella vive de las denuncias. ¿Sabes que compró una casa en los Hamptons poniendo una denuncia a Mc Donald's?

—Wow... supongo que después de todo si sirve eso de poner denuncias ridículas.

—Y hablando de cosas ridículas —decía mientras llevaba a Priss a través de los pasillos del hospital con la silla de ruedas—. ¿Te han llamado de casa?

—No... —Cierto, apenas si se la había ocurrido pensar en todo lo que debía de estar sucediendo en casa con sus padres cuando notaron que ella no estaba. No llevaba el celular consigo, y además ni siquiera había intentado llamar para dar razones. De seguro que su hermano se había tenido que aguantar todo el sermón y fue él quien dio algunas de las explicaciones. No le sorprendería que mientras ella andaba rumbo a un consultorio sus padres estuvieran allanando la casa de Rachel con policías y todo—. Pero luego les llamo. Esperaré que se les pase la rabia y me imagino después comprenderán. A menos papá debe ser llamando a la calma en casa.

Después de esperar un corto tiempo al fin fueron atendidas. El médico terminó de curar esa fea herida que se hizo Priss, le advirtió que podía infectarse también. La pierna dislocada de Priss no era tampoco un problema tan grave, solo necesitaba reposo y si le era difícil caminar, podía andar con muletas. Le recetó también unas pastillas para el dolor, la inflamación e infección con las que se pondrían bien pronto.

—Ves, te dije que no era tan grave —decía Priss a la salida del consultorio. Antes de que se fuera, el médico se encargó de que le trajeran las muletas que necesitaba—. Lo que si va a ser difícil es caminar con esto.

—¡Bah! Ya verás que pronto te acostumbras. ¿Y ahora qué?

—¿Ahora qué de qué?

—¿Cómo que "De qué"? ¿Qué vas a hacer? Estás en el mismo hospital que él, así que no sé, pensé que quizás...

—¿Que quizá quiera verlo? Pues si, me encantaría hacerlo. Pero por lo que sé está en cuidados intensivos y será imposible. Además, si es que está despierto, dudo mucho que quiera verme después de todo lo que pasó.

—¡Ay por favor, Priss! Ustedes se quieren, no sé qué tanto drama hacen. ¿No tienes ganas de arriesgarte un poco? Ven que te consigo ropa de enferma y nos metemos a esa área, ¿qué te parece?

—¿Que tú no lo odiabas?

—Si, pero un poco no más. Al final como que ya hasta me cae bien. Ahora claro, cuando está al borde de la muerte.

—¡Rachel!

—Bien, lo siento, solo decía. Pero entonces, ¿te arriesgas a ir a verlo? Solo por curiosidad al menos.

Priss lo pensó bien un rato. Se estaba muriendo de la angustia por dentro de saber que él estaba postrado en una cama después de todo lo que pasó y ella sin poder verlo ni hacer nada. Sabía que iba a ser un peligroso y hasta podrían echarlas del hospital, pero también pensó que era un riesgo que estaba dispuesta a correr por él, por verlo aunque sea unos segundos.

Así que haciendo su mejor esfuerzo por andar con esas muletas, y aprovechando que todo el personal del lugar parecía estar distraído en algo, Priss y Rachel caminaban "disimuladamente" hacia la zona de cuidados intensivos. Ahí intentaron ser discretas y aprovechar cualquier momento de descuido para entrar.

—¿Sabes? Ya no creo que sea tan buena idea —le dijo Priss cuando ya habían atravesado la puerta.

—¡No me vengas con tonterías ahora! —Rachel levantó la voz y cuando cayó en su error se llevó la mano a la boca y ayudó a Priss a moverse a un lado oscuro, según ella para no ser vistas—. Ya estamos aquí, no podemos retroceder.

—Pero estoy con muletas, ¿qué tal si me tropiezo con alguno de esos cables? ¿No has visto las películas? ¿Y después si lo desconecto y le pasa algo?

—Oye, eso es pura leyenda urbana. Lo que pasa es que tienes miedo, te sientes culpable y me vienes con excusas ridículas ahora —Priss bajó de pronto la mirada. Bien, su amiga le había dicho exactamente lo que sentía. Aunque en un principio se animó a correr ese riesgo, durante todo el camino la culpa comenzó a invadirla y se acobardó. Después de todo, él se fue sin siquiera querer oírla, sin detenerse, sin importarle nada. Y ella no podía dejar de pensar que por estar distraído después de la discusión fue que se ocasionó el accidente. Si él despertaba o si sentía algo hacia ella en ese momento no sería amor definitivamente. Debía de estar odiandola.

—Quizá nunca fue buena idea venir... —dijo intentando retroceder. Pero Rachel la detuvo fácilmente, claro, si dependía de unas muletas para caminar no fue tarea difícil.

—Déjate de tonterías, Priss. Mira, sé que siempre he expresado mi odio por tu amado novio... está bien, eso no sonó adecuado. Bueno, el hecho es que creí que lo odiaba cuando en realidad estaba molesta porque me sacó de la cocina, es muy exigente y eso, pero la verdad es que siempre lo he admirado. Es un maldito gran cocinero, y si tiene tu cariño debe ser una gran persona.

—Awwwww... Rachel, es lo más tierno que te he escuchado decir.

—No le digas a nadie que lo admití. Escucha, tú y él se quieren, ¿cuál es el problema?

—Pues que yo lo arruiné todo, ese es el problema. Él debe odiarme.

—Nada de eso, ¿no has visto las películas? En estos casos la amada debe llegar y llorar en el lecho del herido y de pronto como que vuelve a la vida o se mejor, eso siempre funciona.

—No seas tonta, eso también es otra leyenda urbana. Ni eso, es cosa de Hollywood.

—Como sea, igual puedes intentarlo a ver si funciona. Quiero decir, sería demasiado ridículo si entras, te tropiezas con algún cable, lloras y revive...

—Es lo más ridículo que he escuchado. Lo intentaré, pero primero hay que buscar donde está.

—Cosa que no sé cómo harás porque pasando este pasillo está lleno de doctores y enfermeras pendientes. Por algo es la sala de cuidados intensivos, ¿no?

—Gracias por desanimarme. Supongo que lo peor que puede pasarme es que me echen a patadas...

—Voy yo primero, te cubro y si no hago ninguna señal o un ruido en diez segundos puedes seguir tú, ¿te parece?

—Perfecto, entonces a la cuenta de tres.

—Una, dos y tres, ¡voy!

Rachel atravesó el pasillo que daba a cuidados intensivos y Priss se quedó en absoluto silencio esperando la señal. Se sentía ansiosa, la pequeña conversación con Rachel la había animado un poco. Ahora solo deseaba verlo, aunque también tenía miedo de verlo muy mal y que eso la hiciera sentir más culpable. Pasaron los diez segundos indicados, así que Priss supuso que todo estaba bien. Con esfuerzo se movió hacia el pasillo y vio con sorpresa que Rachel no estaba sola. A su lado un serio Daniel Barbara la aguardaba.

—Lalala... no me dejó hacer la señal —se quejó Rachel poniendo la mejor cara de inocente que le salió. Ella se quedó también en silencio mirando al hombre, literal, metieron la pata.

—¿Y se puede saber que hacen aquí? ¡Oh! Pregunta ridícula, es obvio para que han venido —decía el jefe de seguridad—. ¿No creen que es demasiado arriesgado?

—Sí... —dijeron arrepentidas las dos a la vez.

—¿No se dieron cuenta de que cualquier bacteria que traigan podría arruinar su salud? ¿O que quizá podrían llegar en un momento crítico y estorbar? Para empezar, ¿qué haces con esas muletas?

—Tuve un accidente ayer, me caí —aclaró ella de inmediato. Ese hombre las intimidaba a ambas y apenas se atrevían a levantar la mirada.

—Supongo que eso no te interesó para que hayas venido hasta acá —dijo dando un profundo suspiró y buscando la mirada de Priss—. No voy a preguntarte lo que pasó ayer, pero lo imagino. Te debes sentir muy culpable, por eso has venido.

—Sí, quería verlo, aunque sea un rato.

—¿Sabías que ni la familia ha tenido acceso?

—No lo sabía... —La iban a echar de ahí y todas las ganas de verlo se iban al agua. No debió ser tan ilusa al pensar que sería tan fácil.

—Y dime entonces, ¿por qué debería dejarte entrar a ti?

—Pues... ¿Por qué lo quiero?

—El amor no es suficiente, Priscila Hudson. Si fuera así él no estaría internado en este hospital ni tú con esas muletas, ¿verdad? —Sin querer los ojos de Priss se llenaron de lágrimas que intentó contener—. Lo sabes. Quizá lo que pasó entre ustedes dos fue muy fuerte, no sé quién empezó con todo, porque sea lo que sea fue responsabilidad de ambos. El amor no fue suficiente como para que se solucionen las cosas, ¿no es así? —Daniel seguía hablando y ya las lágrimas caían de manera incontrolable. Claro que él tenía razón—. Yo no sé mucha de la relación de ustedes, pero lo que sí sé es que el amor, hasta el más puro y sincero, puede morir por tonterías como los celos y la desconfianza, por la inseguridad, por la arrogancia, por el orgullo, por la imprudencia de decir las cosas sin pensar. Ahora vuelvo a preguntarte, ¿estás segura de que quieres entrar a verlo?

—Yo lo único de que estoy segura es que lo quiero a pesar de todo. Y quizá usted tiene razón, Daniel. Pero al menos quiero despedirme —decía con voz entrecortada.

—¿Y quién soy yo para negártelo? —dijo para su sorpresa—. Sígueme, es por acá. Tienes un minuto, no más porque podríamos tener problemas.

—Gracias... —dijo esbozando una media sonrisa. Todo lo que Barbie le dijo la hizo reflexionar un poco más y recapacitar las cosas. Estaba ahí como si ellos aún fueran novios cuando fue él quien cortó con ella antes de irse. Ya no eran nada, entre ellos ahora solo iba a quedar un bonito recuerdo y la mancha de una desgracia al final. Se le hizo un nudo en la garganta de solo pensarlo, ¿tan pronto tenía que aceptar todo eso? Que ya no eran dos, que ya no eran nada.

Robert la ayudó hasta llegar a la puerta de la habitación donde Adriano se encontraba. Antes que abriera la puerta ella ya estaba temblando. Prefirió no pensar en eso, la sola idea de verlo tan grave la lastimaba. Después de eso pensaba presentar su renuncia a The Oak Room y buscar otra cosa que hacer ahora que compartiría apartamento con Rachel. Esa sería la despedida. Sabría de su salud gracias a los medios y a Rachel, pero era mejor dejar las cosas ahí. No, no creía que fuera mejor eso, ¿cómo iba a vivir sin él ahora que sabía que lo quería tanto? Pero era hora de aceptar de una vez que se había acabado, que Barbie tenía razón y el amor no bastaba. Le haría una visita, lo vería por última vez en un tiempo, porque estaba segura que la próxima vez que se encuentren ya nada sería lo mismo.

La sala estaba oscura y algo lograba verse gracias a algunos de los aparatos que estaban ahí. No quería creer que fueran esas máquinas las que lo mantuvieran con vida. Él dormía. Quizá no despertaría en un buen rato, quizá aún no se despertaba y seguía en situación crítica. Se le encogió el corazón y no pudo evitar derramar lágrimas que ni siquiera se preocupó en limpiar al verlo así. Echado sin poder moverse, sin siquiera ser consciente de lo que pasaba alrededor. Tuvo mucho cuidado al acercarse con esas muletas que dificultaban su andar. Adriano tenía el brazo izquierdo vendado, al igual que una de sus piernas. No podía ver bien, pero quizá estaban fracturadas. Tenía algunas heridas en los brazos cubiertas también y una mascarilla que lo ayudaba a respirar mejor.

La chica se paró a su lado y lo quedó mirando. No iba a despertar, al menos no en ese momento. Y eso no era una película de Hollywood donde justo el protagonista despertaba y veía a su amada a su lado, apoyándolo siempre, y todo se solucionaba con un beso. Él seguía inconsciente, y todo era por su culpa. Por más que todo el mundo le dijera que no, ella siempre lo iba a creer.

—Perdóname por favor, nunca quise hacerte daño, soy una estúpida —decía entre lágrimas. Si tan solo él pudiera escucharla las cosas serían diferentes. Si tan solo la escuchara sin decir nada al menos él sabría cuando lo siente. Pero ella se iría en pocos minutos y dudaba tener el valor para volver a verlo cuando él se recupere, o si él querría recibirla.

Le daba pena saber que esa sea la despedida. Unas palabras que él no escucharía, una visita fugaz y luego nada. No quería separarse de él, miraba su rostro esperando que siquiera pestañee, que se mueva un poco, cualquier señal sería buena y al menos le daría esperanzas de que estaría mejor. Pero nada pasaba por supuesto, ni pasaría. Y lo lamentable era que se iba a ir con esa imagen en su cabeza, la de él en esa sala de hospital, dependiendo de atenciones médicas y máquinas. "¡Qué horrible adiós!", pensó ella mientras intentaba acomodarse para salir. Ojalá todo fuera como una película y él despertara como de milagro. Eso hubiera sido muy lindo, pero la verdad era que ella hace mucho había dejado de creer en milagros y en ese momento sentía que iba a dejar de creer en el amor. Eso no estaba hecho para ella, no sabía amar, solo sabía arruinarlo todo y hacer sufrir.

—Ya es hora —le dijo Daniel de pronto desde el umbral de la puerta—, no puedes estar mucho tiempo aquí.

—Si, ya sé —dijo sin dejar de mirar a Adriano—. Ya salgo —lo miró por última vez. Aunque sabía que él no le devolvería la mirada, aún había cierta esperanza dentro de ella. Esperó unos segundos, nada. Claro, era imposible, y aun así fuera posible, ella no merecía siquiera una mirada suya. Si estaba ahí era culpa de ella misma.

Priss se dio la media vuelta y salió de ahí a paso lento. ¿Tal vez esperaba que él la detuviera? ¿Que dijera algo al menos? Una parte de ella le gritó "¡No seas estúpida! Deja de hacer el ridículo con Daniel y vete de una vez". Pero otra parte aún mantenía la esperanza, y era esa quien la hizo girar la cabeza en más de una oportunidad.

—¿Crees que esté bien pronto? —le preguntó a Daniel mientras caminaban a la salida.

—Todos esperan que si, yo creo que estará bien. Es cuestión de tiempo, uno nunca sabe lo que puede pasar.

—Ojalá que sí. —Fue lo último que dijo antes de irse. Le dio gracias a Daniel por haberla dejado entrar en lugar de llamar al personal de seguridad del hospital. Rachel la esperaba afuera, quizá supo ni bien vio el rostro de su amiga que estaban de más las palabras de consuelo.

Daniel lamentó que Priss haya tenido que irse tan pronto, pero de verdad no podía permitir que ningún extraño esté cerca de Adriano pues podría empeorar su salud. Ahora tenía la seguridad que esos dos habían terminado y que no había vuelta atrás. Que quizá la discusión había sido muy fuerte y había provocado una serie de sucesos desgraciados que terminó por separar a esos dos. Porque sabía que hasta que Adriano se recupere iba a pasar un buen tiempo y que sería más difícil una reconciliación. El jefe de seguridad regresó a la sala de cuidados intensivos a darle una última vista a su protegido antes de ir a tomar un café y relajarse, cuando ocurrió lo inesperado.

Al entrar a la sala vio que él se movía ligeramente, como quien se acomoda. Se acercó para ver su rostro y encontró sus ojos abiertos de par en par observando, como tratando de reconocer el lugar en donde estaba. Daniel se sintió aliviado y no perdió más el tiempo, fue a buscar a un doctor para que lo atendieran de inmediato. No sabía si eso era una especie de milagro o simplemente una coincidencia. Si tan solo Priss se hubiera quedado un rato más lo hubiera visto, pero ya era demasiado tarde. En lo que el doctor llegaba, Robert se acercó. Quizá ver a una figura conocida lo tranquilice.

—Buenas tardes —le dijo al ubicarse a su lado. Adriano buscó la mirada para saber quién estaba ahí—, me parece que no puedes hablar aún, mejor no lo hagas —él asintió con algo de dolor en el cuello. La verdad era que le dolía todo el cuerpo—, me alegra que estés despierto al fin —dijo con una sonrisa que el chef intentó devolver.

A Adriano le alegraba haber visto a alguien conocido cerca. Le alegraba haber despertado al fin. Todo fue muy extraño. Estaba anestesiado, no sentía su cuerpo ni era consciente de lo que pasaba alrededor en un principio, solo sentía algunos sonidos a su alrededor, susurros quizá. Pero luego escuchó una voz lejana, algo decía. Quizá estaba soñando, solo podía ser un sueño. Tenía que ser un sueño. Se sentía tan fuera del mundo que creyó estar muerto, que estaba pasando hacia otra vida y que esas serían las últimas palabras que escucharía.

Por eso intentó aferrarse a la vida, no podía irse aún. Tenía muchas cosas que hacer, tenía muchos pendientes. Tenía que verla aunque sea para despedirse, no podía morir sin decirle adiós. Entonces intentó abrir los ojos haciendo un esfuerzo máximo. Y cuando al fin pudo abrirlos fue consciente de sí mismo. Estaba en una sala de hospital y estaba solo. De pronto llega Daniel y supo que las cosas mejorarían. Todo bien ahora, estaba vivo y sólo debía esperar. ¿Pero esperar qué? Pues recuperarse obviamente, volvería a ser el mismo. Y esperaba que eso fuera muy pronto.


******************


Anne Marie abrazó fuerte a Cameron ni bien lo vio en el aeropuerto. Sabía que él la necesitaba a su lado y no le importó dejar a toda su familia en Los Ángeles. Ella tenía cosas más importantes que hacer que una reunión anual de familiares presumiendo que tan ricos se habían hecho en un año. Era más importante abrazar a Cameron y estar a su lado después de todo lo que había pasado. Además ya le hacía falta, nunca debió irse de viaje. Estando un par de días alejada entendió cuan necesario se había hecho Cameron en su vida. Y sentir la fuerza de su abrazo era tan hermoso que hasta olvidó que estaban rodeados de una desgracia.

Mientras se dirigían a casa de Anne para dejar sus maletas, Cameron le contó todo acerca del accidente de Adriano y de lo que Arnold le contó sobre la discusión con Priss, y cómo piensaba tuvo relación con todo. Ella se mostraba muy preocupada y él dudaba si contarle lo que pasó con Sandra. Quizá sería salir un poco del tema, pero también sabía que era necesario que lo sepa, especialmente si la repostera prometió vengarse de él. Ahora la pregunta era, ¿cómo lo tomaría Anne? También pensó que esa era una buena oportunidad para probar que tanto creía en él y cuanta confianza había.

—Hay algo que tengo que decirte. Quizá no sea muy importante, pero es mejor estar prevenidos.

—Está bien, ¿es algo grave? —preguntó ella algo preocupada. Con tantas malas noticias ya no sabía ni que esperar.

—Conoces a Sandra Weaver, ¿verdad? —ella asintió—. Es algo difícil de explicar, pero es la exnovia de Adriano y madre de su hijo muerto —dijo de golpe y no pudo sorprenderla más. Fue mejor decírselo así para evitar los rodeos.

—¡¿Qué?! —dijo ella boquiabierta. Ahora debía contarle todo de manera resumida para que Anne supiera como fue la relación de Sandra y Adriano. Lo hizo, no entró en detalles, pero dejó claro como fueron las cosas. Anne asentía sin decir nada, finalmente cuando él se quedó callado decidió intervenir—. Y bueno, ¿eso que tiene que ver con el accidente?

—Pues que Priss se vio con Sandra antes. Seguro que se hizo la víctima y le contó todo haciendo ver a Adriano como la peor basura del mundo. Quizá por eso se originó la pelea.

—Si, la muy desgraciada. Quiero decir, por lo que me cuentas, es toda una manipuladora.

—Exacto, y a eso voy. El día en que todo pasó estaba tan molesto, tan irritado, la detestaba más que nunca. Hice una estupidez y fui a verla, tenía que hablar con ella.

—¿Y qué pasó? ¿Qué te dijo?

—Pues le dije todas sus verdades, se hizo la ofendida y le advertí que no se metiera más con Adriano que ya suficiente daño causo.

—¡Y bien dicho! Pero, ¿qué tiene de malo eso? Yo hubiera hecho lo mismo.

—Pues que... —esa era la parte complicada—. Cuando estaba por irme me dijo que ella siempre se salía con la suya y...

—¿Y?

—Me tomó por sorpresa y me besó. —Anne abrió los ojos de manera exorbitante a Cameron vio claramente como apretaba con furia su bolso—. Fue muy sorpresivo en realidad, la separé rápido y...

—Te besó —repitió ella con la voz cargada de rabia.

—Si, eso dije —afirmó Cameron. Se notaba muy molesta, ni siquiera lo miraba—. Anne, fue muy rápido... —intentó excusarse.

—Te besó —dijo una vez más con el mismo tono de voz.

—No fue culpa mía, ¡jamás hubiera querido que eso suceda!

—¡La muy desgraciada te besó! —exclamó molesta—. ¡Pero esa maldita se las va a ver conmigo! ¿Y qué más te dijo?

—Pues que se encargaría de que te pelees conmigo, que te enterarías de eso, o algo así. Supongo que tenía la intensión de inventar algo para separarnos.

—Maldita idiota... —Cameron jamás la había visto así de molesta. Ahora sabía que no era con él el problema, sino con Sandra—. ¿Quién demonios se cree? Ella es la que va a enterar con quién se ha metido.

—Vamos, Anne, no es para tanto. Solo quería que lo supieras para evitar problemas.

—¿Cómo que no es para tanto? ¿Acaso te gustó ese beso?

—¡Para nada! ¿Cómo se te ocurre decir algo así?

—Me las va a pagar... —murmuró molesta—. ¡Nadie se mete con mi hombre!

—¿Qué piensas hacer?

—Tú no te metas, este es ahora mi problema.

—Está bien... —la notó tan firme e irritada que decidió era mejor no darle la contra. Además, al recordar cuando dijo "nadie se mete con mi hombre" lo hizo sonreír sin querer. Su hombre, claro que podía ser eso .




Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top