Capítulo 35: Falsedades
Cameron y Kate bajaron por el ascensor principal en silencio. Salieron por el lobby principal donde Emily los esperaba. Ella era otra que al enterarse hizo todo lo posible por no quebrarse pues más que nadie debía de tener la sonrisa permanente. Pero con su horario de trabajo concluido ya podía dedicarse a saber qué iba a ser de la vida de su amigo.
—Nos encargaron llamar a la familia —le dijo la chica a Cameron—. Su madre y hermana ya están en camino. ¡Esto es terrible! No puedo creer que haya sucedido una cosa como esta, todo iba tan bien con él. Se veían tan feliz que simplemente no puedo creer lo que está pasando. Por cierto, ¿saben algo de la chica esa? Priss, ¿verdad?
—La verdad es que no ha aparecido en todo el día —dijo Kate—. Él estaba preocupado, no se comunicó para nada, ni vino a trabajar.
—¿No es un poco sospechoso?
—Quizá tiene relación —le dijo Cam, pero sinceramente lo único que me importaba es saber si él está bien—. Vamos, no hay tiempo que perder. Quiero al menos una versión oficial y un médico que me diga la verdad.
—Vamos entonces —dijo Emily cogiendo su bolso—, yo tampoco quiero quedarme acá perdiendo el tiempo.
Salieron rápido y no esperaron mucho mientras el Valet Parking traía el auto de Cameron para partir hacia el hospital de una buena vez. Mientras las dos mujeres subían al auto, una figura conocida se acercó hacia ellos. Cameron distinguió a Arnold, aunque le extrañó mucho su presencia, supuestamente estaba de permiso ese día.
—Esperen un momento —les dijo a los dos—, no tardo mucho.
—Hola, jefe —dijo cuando al fin estuvieron frente a frente—. Hay algo importante. Es sobre el accidente del chef Hartmann, creo que debe saberlo.
—¿De qué hablas?
—Por favor, tiene que escucharme. —Había algo en las expresiones de Arnold que lo hacían pensar que de verdad algo grave había sucedido. Aunque no veía razones para que él se viera involucrado en algo como eso.
—Cuéntame, pero no te extiendas mucho que me están esperando. —Entonces Arnold le contó brevemente algo de su relación con Priss, de cómo ella le contó que se encontró con Sandra y ella le dijo algo que la perturbó, aunque no sabía qué era exactamente. Que luego de ayudar a su madre a llevar unas bolsas los encontró discutiendo, que él se fue, y que Priss no pudo alcanzarlo por su caída. Y como se enteró después del accidente. Cameron escuchaba en silencio, hasta que el sonido de la bocina del auto lo hizo reaccionar—. Bien, todo eso que me dices es bastante... ¿Revelador? No sé cuál es la palabra adecuada. Al menos ahora sé parte de lo que pasó en verdad. Gracias por la información, Arnold.
—¿Qué va a pasar con el restaurante? —preguntó el chico.
—Por orden de la alta gerencia solo abriremos en el desayuno. Pero me parece que puedes tomarte el día libre. Luego se verá.
—Gracias
—Puedes irte. Yo tengo que partir también.
Cameron se despidió de Arnold, ni siquiera les explicó a las chicas lo que el joven le dijo. Ahora sabía que todo fue después de la discusión con Priss. Aunque no conocía bien los detalles, sabía que fue Sandra quien empezó con ese tema. Sandra, esa maldita otra vez.
*******************
Lo primero que escuchó fue un extraño sonido que no supo identificar. Tampoco entendió bien que era lo que en realidad estaba sucediendo. Solo fue consciente del fuerte dolor por todo su cuerpo, uno que hasta parecía insoportable. El dolor era más insoportable en el pecho, a la altura del corazón principalmente. No podía respirar bien, sentía que se ahogaba. Pero intentó dejar eso de lado y luego entender qué pasaba. Escuchaba voces, algo decían, algo de él. Para empezar, ¿quién era él? ¿Qué había pasado? Las respuestas parecían caer del cielo poco a poco en medio de toda esa confusión. Alguien dijo algo sobre el "paciente Harmann". Claro, era él, Adriano Hartmann.
Se sentía muy confundido, intentó recordar algo. Se le vino a la mente el rostro de una joven, pero no recordaba bien quien era ella. Pero sintió algo extraño al recordarla, unas oleadas de emociones confusas. "Priss", pensó de pronto. Ese era su nombre. Comenzó a dolerle la cabeza, ese recordar lento de las cosas lo estaba haciendo sentirse peor y más confundido. "¡El restaurante!", dijo de pronto e intentando abrir los ojos se preguntó "¿Qué restaurante?". Tardó unos segundos más en recordar todo mientras en su mente pasaba como una película el recorrido desde la entrada a la cocina, incluyendo algunas caras conocidas. "The Oak Room, el mejor restaurante de New York", se dijo recordando de pronto.
Y entonces abrió los ojos al fin. La luz lo obligó a cerrarlos, pero se animó a intentarlo de nuevo. Entonces al fin fue consciente de lo que estaba pasando. Estaba en un quirófano. ¿Qué le pasó? ¡Oh claro! Estaba conduciendo, por un instante se distrajo y cuando se dio cuenta se pasó una luz roja. El camión apareció de la nada, ya era demasiado tarde y pues... ahí estaba. El rostro de una mujer se acercó a él. Una enfermera mejor dicho, ella fue la primera en notar que acababa de despertar.
—¡Está consciente! —anunció la chica y varios doctores se acercaron de inmediato a él. Alguien puso una mascarilla en su rostro y eso le ayudó a respirar un poco mejor.
—Señor Hartmann —dijo el hombre que parecía estar a cargo—. ¿Puede oírme? —Claro que podía, pero su voz hacía que le doliera más la cabeza. Intentó hablar, pero no podía articular ni una palabra—. Si puede hacerlo, pestañee dos veces. —Bien, eso sí era factible, así que lo hizo esperando que al fin alguien le dé una respuesta—. Perfecto, señor. Vamos a anestesiarlo ahora, debemos operarlo de urgencia. No se preocupe, todo saldrá bien. —Ahora sabía que estaba peor de lo que pensaba.
Tenía tantas preguntas por hacer, pero su voz no salía para nada, y ahora que era consciente de su estado el dolor se hizo más agudo. Quería saber qué había pasado con él realmente. Si no tenía lesiones que le impidan volver a trabajar y a ser el mismo. De solo imaginarlo sintió un miedo que jamás había experimentado. Estaba seguro de que iba a morir si cuando despertara alguien le decía que no podía volver a caminar o que ya no iba a poner volver a cocinar como antes.
Sintió de pronto un pinchazo, la anestesia quizá. Solo le quedaban un par de minutos consiente y hasta pensó que esos podrían ser los últimos de su vida. Y tuvo más miedo entonces. Más que cuando pensó que quizá no podría volver a cocinar en su vida. Tenía miedo de no volver a ver a Priss. De que si ese fuera el fin, el último recuerdo que ella se llevaría de él sería cuando el ascensor se cerró ante su cara y no pudieron decirse ni una palabra más. Sin darse cuenta fue quedándose dormido, no tuvo la fuerza para mantenerse despierto por más tiempo.
—Iniciamos la operación —dijo el doctor mirando el rostro de su paciente—. Mucha concentración a partir de ahora.
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Adriano seguía en cuidados intensivos, y la ansiedad de todos los presentes se intensificaba. Emily no dejaba de caminar de un lado a otro, Kate apretaba sus manos, Daniel llamaba a todos sus contactos habidos y por haber, intentando que nadie se acerque al hospital y consiguiera información clasificada. Y pues él simplemente estaba quieto sin saber qué hacer.
Cameron tenía pocos amigos en el mundo, pocas personas con las que verdaderamente se sentía en confianza y con las que podía compartir cosas. Y Adriano era uno de esas personas, alguien a quien conocía desde que ambos eran unos jovencitos soñadores, alguien con quien había compartido muchas cosas. Todo había sucedido tan rápido que le era difícil asimilar que podría estar perdido. Pero le dolía pensar que la noche anterior era tan feliz, sonreía, se veía tan alegre que hasta parecía contagiar esa felicidad. Y las cosas habían cambiado de la noche a la mañana.
Y todo por Sandra, ¿o era Priscila Hudson la culpable? Conocía a Sandra desde hace mucho, en realidad en ese mundo de la hotelería todos se conocían de algún lado. Pero él sabía perfectamente lo manipuladora que podía ser Sandra en ocasiones, así como lo fue durante su embarazo. Él estuvo ahí cuando Adriano no paraba de echarse la culpa de la muerte del bebé y fue testigo de cómo sufrió noche y día.
Después de todo aquello y al verlo tan bien con Priss pensó que al fin estaba disfrutando de la felicidad que se merecía, y ahora eso. No tenía bien claro si fue Priss quien buscó a Sandra o todo lo contrario, pero algo le hacía pensar que fue ella haciéndose la victima quien provocó todo eso. Por más que lo negara él sabía que Sandra odiaba a Adriano, ella provocó todo en su afán de arruinar su felicidad.
—Está aquí —dijo de pronto Kate tomando una de sus manos. Era el doctor encargado de la operación. Se puso de pie de inmediato y todos se acercaron a recibir una respuesta.
—¿Alguno es pariente cercano del señor Hartmann?
—No —respondió Daniel—, pero somos amigos cercanos. Su familia está en camino. Lo que tenga que decir será a nosotros.
—Muy bien. —A pesar de que el silencio del doctor duró apenas unos segundos, la ansiedad hizo parecer que fuera mucho más—. Todo marchó bien durante la operación, logramos salvarle la vida —dijo apara alivio de todos—. Pero aún está delicado. Tiene que quedarse en cuidados intensivos, no sabemos si algo se puede complicar. Es mejor tenerlo cerca para intervenirlo si es necesario.
—Pero va a estar bien, ¿verdad? —preguntó Cameron.
—Esperamos que sí. Todo depende de él, quiero decir, de cómo se recupere. Por ahora creo que todos deben irse a descansar, no hay nada que puedan hacer y siento mucho decirles que por seguridad y por su salud nadie puede verlo, menos si no son parientes cercanos.
—Es una lástima —dijo Emily—, pero al menos me iré un poco más tranquila. Cualquier cosa que suceda ni dude en llamarnos, por favor. Estaremos siempre pendientes. En realidad, nosotros somos como su familia.
—Entonces no se preocupen, estaremos en contacto. Ahora me disculpan, pero debo irme, hay cosas importantes que atender.
Aunque aún no estaban seguros de que todo iría completamente bien a partir de ese momento, ya sabían que la operación no había fracasado. No podían verlo aunque sea un par de segundos para sentirse más tranquilos, y eso era lo que más les mortificaba. Cameron acordó llevar a Kate y Emily a casa. Ya era de madrugada y tenían trabajo al amanecer.
Cameron aún estaba pensativo por todo, mientras sus dos compañeras hablaban durante el camino sobre el accidente, él solo deseaba hablar con una persona en particular. Con Sandra Weaver. En realidad nunca lograron llevarse bien, siempre pensó que eso del embarazo era un cuento para amarrar a Adriano, aunque claro él nunca lo vio de esa manera y sintió que no era bueno decírselo. Una vez, por aquellos tiempos, intentó decirle que Sandra lo estaba manipulando. Y ni bien se lo insinuó Adriano se molestó mucho, así que decidió era mejor quedarse callado. No debió hacerlo, tuvo que hacer que reaccione. Se pudieron evitar varias tragedias.
Dejó a las dos mujeres en casa y vio su celular, tenía varias llamadas perdidas de Anne, quizá no las había sentido por andar pensando en otras cosas, por andar concentrado en la salud de su amigo. La llamó para tranquilizarla, le dijo que debían esperar y que al día siguiente solo abrirían el restaurante a primera hora de la mañana. Ella lamentó no haber estado ahí a su lado, pero cuando se enteró era imposible encontrar un vuelo disponible desde Los Ángeles, había viajado hace unos días a esa ciudad. Estaría de vuelta por la mañana, se sentía muy preocupada con todo lo que estaba pasando. Escuchar la voz de la chica lo hizo sentirse más tranquilo, pero no salía de su mente la idea de ir a buscar a Sandra. No le importaba mucho si estaba despierta o no, tenía que hablar con ella.
Conocía bien el camino, no se había mudado desde hace unos años. Aún conservaba el mismo apartamento que compartió con Adriano en los tiempos en que estaban juntos. Y aunque generalmente había tenido que soportarla durante los eventos que organizaba el hotel y comportaste como todo un profesional, ahora no se iba a callar nada y ella lo iba a escuchar. No le hicieron mucho problema para subir hasta su piso, tocó la puerta un par de veces, de ahí no se iba hasta hablar con esa mujer.
—Pero vaya —dijo con una sonrisa un tanto burlona cuando abrió la puerta—, si es el increíble maître de The Oak Room. Qué desagradable sorpresa, ¿no sabes que tengo un horario de visita?
—Déjate de tonterías, Sandra, tenemos que hablar seriamente y no tengo tiempo que perder.
—Ya bastante tiempo estás perdiendo viniendo a hablar conmigo. Para empezar, ¿qué quieres?
—Sabes perfectamente por qué estoy acá —dijo tratando de mantener la calma con ella. Esa mujer simplemente lo sacaba de sus casillas.
—¡Ah! Ya sé de qué hablas. Es una lástima, ¿no? ¿Es cierto que está en coma?—se burló. Cameron solo apretó los puños y respiró profundamente—. ¿Qué? ¿No es verdad?
—No es verdad, ya quisieras que fuera así.
—¡Ay por favor! ¿Qué te hace pensar que le deseo el mal al hombre que mató a mi hijo?
—Sabes perfectamente que él no tuvo la culpa de nada. Fue un accidente, los problemas en el embarazo siempre los tuviste.
—¿Qué es lo que quieres? Porque no has venido a hablar de cosas que sucedieron hace un tiempo.
—¿Qué le dijiste a Priscila? ¿Por qué la buscaste? ¿Qué es lo que querías?
—¿Es en serio? Así que si crees que yo armé un plan para que esos dos se pelearan y luego mandé a que un auto se atravesara en el camino para que se accidente, debo tener una especie de superpoder para causar tragedias bastante oportuno
—Por supuesto, te morías de ganas de arruinar toda la felicidad de Adriano. Esa es la verdad de todo, no soportas que él sea feliz después de todo lo que pasó.
—No digas estupideces, Cameron, que a mí poco me importa lo que él haga o deje de hacer...
—¡Falso! Hablas como si no te conociera, de seguro no te cortaste nada en contarle con lujo de detalles y exagerarle la historia sobre todo lo que pasó en esos años.
—Solo le dije la verdad. Que él me dejaba sola cuando lo necesitaba, que no me prestaba atención, que yo no le interesaba.
—Mentirosa —le dijo mirándola a los ojos y con bastante rencor en la voz. Sandra retrocedió un poco sorprendida—, él siempre estuvo pendiente de ti, es cierto que estaba muy ocupado con el restaurante, pero igual se daba tiempo para estar a tu lado. Dejó incluso muchas cosas que hacía por estar contigo.
—Vuelves a decir una palabra más y yo...
—¿Y qué? ¿No te gusta que te digan tus verdades, Sandra? Te gusta siempre ser la víctima y dártelas de buena, no me sorprendería que incluso te hayas puesto a llorar en el hombro de Priscila.
—Cameron, sigues diciendo eso y no respondo —empezaba a desesperarse. Él lo sabía, así que decidió que ya había sido suficiente.
—Solo te digo una cosa más, Sandra. No quiero saber que estás metiéndote en lo que no te importa, que una vez más quieres arruinarle la vida a Adriano
—¡Hablas como si él fuera el mayor de los santos!
—Tú tampoco lo eres, pero es lo que pretendes mostrar. Podrás engañar a todos con esa sonrisa que tienes, pero a mí no me mientes. Te conozco perfectamente y sé lo que eres capaz de hacer para vengarte.
—Yo no soy un monstruo, Cameron, las cosas que hice fue por algo. Todo fue por amor.
—Eso nadie te lo cree. Así que si me disculpas... —quiso darse la media vuelta para irse de una buena vez cuando sintió que ella lo tomó fuertemente del brazo. Giró y la miró sorprendido, ¿ahora que quería?
—Parece que no me conoces verdaderamente, Cameron. Pensé que de verdad adivinaste algunas cosas que me traigo entre manos, solo que no eres lo bastante listo para eso. Yo siempre consigo lo que quiero. —Antes de que pudiera hacer algo, Sandra le echó los brazos al cuello y en un movimiento rápido atrapó sus labios en un inesperado beso que él se apresuró a deshacer.
—¡Estás loca! ¿Qué demonios tienes en la cabeza? —dijo molesto mientras la apartaba.
—Nada, Cam, solo me provocó —contestó entre risas. Le quedaba claro que esa mujer tranquila y emprendedora que conocía el mundo, que esa mujer sacrificada y amorosa que creyó conocer Adriano, no era más que una ilusión. Una brillante actuación que a ella le encantaba interpretar—. Seguro que a Anne Marie Leggat le encantará saber del delicioso beso que acabamos de darnos —él abrió sus ojos, sorprendido. ¿Ahora qué tramaba esa mujer?—. ¡Oh si! Ya me contaron, se la pasan muy bien. Y la chica es bastante conocida, sale siempre en sociales.
—Como te atrevas a hacer algo...
—¿Qué vas a hacer, Cameron? Aparte de nada, claro. Te equivocaste si creíste que podían venir a amenazarme. Así que ahora te advierto, si haces algo que no me parezca y te olvidas de esa Anne. Quizá me embarace o algo...—Cameron tuvo deseos de gritar en ese momento, las cosas estaban yendo demasiado lejos, y peor, al ver su cara de desconcierto empezó a reír burlándose de él—. ¡Obviamente estoy bromeando! No creas que soy tan mala, no estamos en una novela turca. Pero en serio, puedo hacer muchas cosas malévolas, no clásicas y mejor planificadas. Así que cuando se sane nuestro querido amigo en común, quiero decir, si es que se sana, podremos olvidarnos de este asunto. No mencionaremos nada de esto, y claro, la culpable de todo seguirá siendo Priscila por pasarse de curiosa.
—Si insinúas que lo ponga en contra de Priss eres tú quien se equivoca.
—Tómalo como quieras, y ahora vete, ¿quieres? Tengo sueño. —Cameron la quedó mirando con cierto desprecio que solo provocó en ellas más risas. No podía dejar de pensar que era la mujer con más caras que conocía.
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Ya en casa de Rachel, los chicos ayudaron a deshacer las maletas y poner todo en orden para el nuevo espacio de Priss. La habitación de Rachel era bastante amplia así que hubo espacio para un colchón inflable donde ella podría dormir cómoda. La chica no había dicho ni una palabra durante todo el camino. No quería ni pensar que iba a pasar cuando sus padres se enteren y de todo el disturbio que se iba a armar. Solo tenía cabeza para Adriano. Quería verlo, saber si estaba bien, hablar con él, abrazarlo, besarlo, rogarle que la disculpe por su estupidez y estar a su lado. Claro que ir al hospital a visitarlo era una buena opción, ¿pero como podría hacerlo por su cuenta con esa pierna lastimada? Todo era un desastre.
Camila y Charles se retiraron no sin antes darle algunas palabras de consuelo y desearle buenas noches. Ella les agradeció, aún con la mente en otro lado. Recostada en su nueva cama y mirando el techo no dejaba de preguntarse una y otra vez por qué tuvo que pasar todo eso. Una cadena de pequeños errores que había terminado en algo mayor y con consecuencias terribles. Se preguntaba si todo saldría bien para Adriano y se recuperaría rápido, si las cosas podrían ser las mismas. ¿Podrían volver a estar juntos como antes? Por alguna extraña razón la respuesta que se daba era que no.
—¿Crees que en la televisión salgo algo? —preguntó de la nada.
—Ummm... creo que ya es muy tarde. Seguro sale en las noticias de primera hora, aunque podemos buscar en Internet si quieres —le respondió Rachel.
—No, mejor no. Quisiera saber la verdad.
—¿Crees que Cameron esté despierto? Él debe saberlo todo.
—Es que... quiero saber cómo está, pero tengo miedo de escuchar una mala noticia.
—Tienes razón, y no es momento para las malas noticias. Ya es bien tarde, Priss, es mejor que trates de no pensar mucho y te duermas de una vez. Mañana será un día largo e iremos al hospital a que te vean ese pie.
—Gracias... —dijo mostrando una media sonrisa.
—¿Y ahora por qué?
—Por todo Rachel, gracias.
—Awwwwwwww estás muy cariñosa y sensible, ¡ya duérmete de una vez! —Priss sonrió y se cubrió con las mantas. Dio gracias por tener tan buenos amigos y decidió que era mejor dormir. Quizá a la mañana siguiente las cosas estén mucho mejor.
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