Capítulo 30: Palabras, palabras, palabras
Mientras Camila se acomodaba el nuevo traje, que era el uniforme del hotel para el personal administrativo, sentía las miradas molestas de todas sus compañeras. Y es que ninguna entendía cómo era posible que Olivia le haya dado un cargo tan alto considerando que había chicas que tenían mucho más tiempo trabajando en el área que ella. Todas murmuraban entre sí, estaban seguras de que algo había hecho para conseguir el cargo. Algo ilegal, algo fuera de las normas. Tenía que ser algo como eso la única razón para que una practicante como ella con quien Olivia apenas simpatizaba se convirtiera en supervisora.
Y aunque Camila intentaba no sentirse incómoda con todas esas miradas, era inevitable no pensar en que ciertamente tenía ese cargo por algo no ético. Pero intentó alejar esos pensamientos de su cabeza diciéndose a sí misma que haría todo lo posible para mantenerse y justificar su posición. Daría lo mejor de sí en su nuevo trabajo, así Olivia no la echaría porque iba a saber cuan capaz era ella en realidad. Se alejó entonces del lugar. Al día siguiente habría mucho que hacer.
Otra persona que ya prácticamente había aceptado que hablen a sus espaldas era Priss. No lo había percibido, pero pronto se dio cuenta de que las chicas de las otras áreas y hasta las de pastelería hablaban discretamente de "algo" y en cuanto la veían pasar callaban como por arte de magia, además de observarla fijamente de pies a cabeza. Rachel ya se lo había advertido, pero nunca le prestó atención verdaderamente. Habían ya pasado varios días desde que su hermano fue liberado y cuando la tensión pasó pudo prestar atención a lo que sucedía a su alrededor. Jamás le habían gustado los chismes y menos que hablen mal de ella, sobre todo si era de una manera injustificada.
Aunque por eso tampoco estaba dispuesta a evitar a Adriano. Ya Kate le había dicho que no le preste atención a esas tonterías y hasta ella misma se encargaba de callar a las chismosas fuera de su área, porque dentro del espacio de preparación de platos de fondo todos adoraban a Priss y la apoyaban diciéndole que no haga caso a nada de lo que decían, y claro que no lo iba a hacer. Cuando se quedaba a trabajar hasta la hora del cierre del restaurante, Adriano la llevaba a casa y varias veían como esa joven practicante de cocina se subía con toda confianza al auto del afamado chef Hartmann, algo que solo hacía que hablen peor.
No iba a dejar acercarse a él solo por los chismes, algo que Adriano también había dejado bien en claro. Él era el jefe y hacía lo que quería en ese restaurante, así que la mandó a llamar a su oficina antes de la hora del cierre cuando todos aún estaban ahí. Y no precisamente por motivos laborales. Eran pocos los momentos a solas que tenían y trataban siempre de aprovecharlos al máximo. La abrazó fuertemente cuando la vio entrar y buscó esos labios que ansiaba besar todo el día.
—Te extrañé —le dijo tomando sus manos y acariciándolas.
—Acabas de verme hace diez minutos —contestó ella con una sonrisa juguetona y depositando un suave beso en sus labios.
—Es cierto, soy un dramático exagerado y eso lo sabe todo el mundo —rieron, tenían apenas unos minutos antes de que la cocina los reclamaran.
—¿No crees que ya debería volver al trabajo? —le preguntó ella, la verdad es que disfrutaba de escabullirse para pasar un rato con él, pero también le daba culpa dejar el trabajo a medias.
—No te preocupes, hay poca gente y los comensales que quedan son los últimos. Ya no hay más que preparar.
—Pero siempre es necesario que el equipo esté listo, uno nunca sabe.
—No busques excusas para separarte de mí —le dijo bromista—. Quédate conmigo hasta el cierre.
—Está bien —contestó ella—, aunque no quiero provocar que sigan diciendo estupideces de mí.
—Que hablen lo que quieran, si me da la gana las despido a todas.
—Sabes que no puedes hacer eso.
—Ya sé, pero a veces me da risa fantasearlo, creo que sería divertido —bromeaba, ella sonrió y decidió pasar el tema por alto. La estaban hartando con tantos chismes, quizá lo mejor era ignorarlo—. Pero hablando en serio, no me gusta que te incomoden. Hablaré con todos, no seguiré soportando murmuraciones en mi cocina
—Sé que quieres ayudarme, pero... No lo sé, no parece buena idea.
—¿Entonces qué sugieres?
—Que quieres concentración en el trabajo y el que no lo haga será sancionado.
—Suena mejor —dijo dándole otro beso. Uno corto y suave, pero que parecía ser eterno—. Así que vamos, ya es hora —dijo poniéndose de pie y levantándola junto con él.
—¡Oye no! ¿Ahora? No, no... en serio, no creo que...
—Es ahora o nunca, Priss —la llevó de la mano fuera de la oficina hasta la cocina sin que ella pudiera evitarlo. Cuando ambos aparecieron juntos varios dejaron lo que estaban haciendo para verlos y no faltó quien diera uno que otro codazo para avisar del acontecimiento. Adriano dio un par de fuertes palmadas para llamar la atención de todos. Rápidamente todos voltearon y se acercaron haciendo un semi círculo alrededor de ambos.
La chica estaba de mil colores, sabía que su querido chef tenía buenas intenciones, pero en ese momento ella solo se sentía atacada. Todos murmuraban, pero Adriano se mantenía firme y serio mientras esperaban que guardaran completo silencio.
—¿Se van a callar o qué? —dijo al fin y de inmediato todos los susurros se silenciaron—. Ya estamos cerca de la hora del cierre y no quería irme sin dejarles bien claro algo. Parece que ustedes, o la gran mayoría, ha cogido de pasatiempo últimamente hablar de mi vida privada. Y claro, entiendo que no tengan nada mejor que hacer o algo más interesante en sus vidas, ya que están todo el día trabajando. Y espero que de verdad sea por eso y no porque no tienen vida e intentan encontrarse una a costa de otros. —Rachel no pudo evitar una carcajada que intentó hacer que no sonara tan fuerte, aunque en realidad eso se terminó escuchando hasta el comedor. Pero como no reírse si les había dicho a todas, en otras palabras, "viejas chismosas". En momentos como esos Rachel recordaba porque alguna vez admiró tanto al chef Hartmann. Priss miró a su amiga y le dijo "silencio" discretamente con los labios—. Como decía —continuó Adriano después de la interrupción—, hay algo que debo aclarar para evitar este tipo de situaciones hostiles en mi cocina. Sé que mucho se ha hablado de alguna posible relación entre la señorita Hudson y yo. Si es verdad o no es algo que no les importa, es nuestra vida privada y no tienen derecho a meterte en donde nadie los llama. Y hablo muy en serio, no quiero ver a nadie chismorreando en horas de trabajo, porque quizá se les ha olvidado, pero no permito ese tipo de comportamientos en mi cocina, y si descubro a alguien faltando a su trabajo lo sancionaré inmediatamente. ¿Alguna duda? —Nadie se atrevió a abrir la boca—. ¿Debo entender ese silencio como un no? Perfecto. Entonces seré breve con esto último. Quiero que se concentren en el trabajo, si bien ya no soy tan estricto como antes no significa que deban relajarse. Así que de ahora en adelante nada de distracciones, los quiero bien concentrados en lo que hacen. ¿Se olvidan de por qué están aquí? Quiero su máximo empeño y concentración. ¿Me han entendido? —Todos estaban en absoluto silencio—. ¿Me han entendido? —repitió para sacarlos de lo absortos que estaban.
—Sí... —dijeron algunos poco a poco y así al final todos respondieron afirmativamente.
—Muy bien. Ya es hora del cierre, así que pueden dejar todo listo y retirarse.—Poco a poco y en completo silencio empezaron a dispersarse cada quien a lo suyo. Priss aún se sentía un poco nerviosa y tenía mil colores en el rostro. En fin, que lo peor ya había pasado y ya Adriano los puso en su sitio. Además a esas alturas ya era obvio para todos que si tenían una relación.
—Lo hiciste bien —le dijo Kate a Adriano. Ella miró con una sonrisa a Priss para calmarla y ella así lo hizo poco a poco—. Ya era hora de poner en su lugar a todos, esto estaba al borde de ser una cocina de viejas chismosas.
—Lo sé —respondió Adriano—, no podía dejar que esto siga. Después de todo, hay gente que simplemente no puede evitarlo, pero acá ya no sucederá más.
—Me parece perfecto, de mi parte ya sabes que puedes contar para cualquier cosa. Ustedes dos pueden estar tranquilos, mientras yo esté presente no habrá nadie que se atreva a chismear. —Priss le sonrió, hace unos días se lo contó pues ya no podía ocultárselo. Pensó que quizá le molestaría, o que crea que era una aprovechada como decían todos. Pero Kate se mostró de lo más contenta con la noticia, es más hasta le agradeció por el buen humor de Adriano últimamente.
—Gracias, Kate —le dijo—. Me alegra saber que contamos contigo.
—¿Y ya están de salida? Porque la verdad hoy estoy molida.
—Solo estoy un poco cansada, eso es todo.
—Entonces ya nos vamos, cámbiate y te espero afuera, ¿si? —dijo dándole un beso en la frente. Ella asintió, lo único que quería era llegar a casa y descansar.
Ambos fueron a quitarse sus uniformes y salieron juntos con Kate, aunque luego cada quien tomó un camino distinto. Hablaron de un par de asuntos de cocina y la mayoría del tiempo guardaron silencio diciendo que había sido un día muy largo y que estaban cansados. Adriano no había vuelto ver a los padres de Priss desde ese día, ni a Edu, aunque había recibido saludos y agradecimientos continuos enviados con Priss. Es más, Edu le pidió si podían encontrarse un día para hablar "seriamente, de hombre a hombre".
—Ya estamos acá —le dijo Adriano estacionándose frente del edificio donde ella vivía—. Aún no te programo el día de descanso, ¿cuándo te parece?
—Domingo, ¿si? —pidió ella con una sonrisa.
—Por mí, perfecto —contestó él dándole un beso.
—¿Sabes? Me parece que tengo muchos beneficios en el restaurante —dijo en forma juguetona mientras pasaba sus dedos suavemente entre los cabellos del chef.
—¿Ah si? Pues pensaba ascenderte.
—¿No es muy pronto?
—¿Por qué no? Eres una chica muy talentosa en la cocina, de verdad. Me recuerdas mucho a mí cuando apenas empezaba. Serás grande Priss, sé que hasta me vas a opacar más adelante y yo dejaré de ser el hijo más célebre de New York. —Ambos rieron un buen rato, ojalá esas predicciones se hicieran realidad algún día.
—Eso es demasiado para mí, aún no tengo título, sigo estudiando. Supongo que es posible más adelante, cuando tenga más experiencia y un nombre.
—Eso suena mucho mejor —dijo dándole otro beso—. Y cuando eso suceda, yo estaré ahí para apoyarte...
—¡Priss! —De pronto la voz de su hermano sonó en toda la calle. Estaba parado en la puerta del edificio y no se veía molesto—. Dice mamá que subas ahora.
—¿No ves que estoy ocupada? —contestó algo molesta.
—Dice "ahora". No es por mí, es por ella. Está histérica, ya la conoces. Ah, y hola, Adriano.
—Hola, Edu —saludó con una media sonrisa.
—Ya hablaremos de hombre a hombre, pero tú sube ahora.
—Ya, ya... entendí —dijo Priss cogiendo su bolso rápidamente—. Nos vemos, ¿si? —le dio otro beso rápido. Conocía a su madre y no iba a hacerla esperar.
—Si —respondió un poco incómodo. No quería problemas con la familia de Priss. Porque sabía, aunque Edu no lo dijo, que era por su causa.
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Priss subió junto con su hermano quien no dejaba de hacerle caras como queriendo decirle que "estaba frita". Ella decidió no tomárselo en serio, sabía que solo estaba haciendo lo que su madre le pidió y que incluso eso "¡Sube ahora!", eran palabras de su mamá. ¿Qué problema tenía? ¿Tanto le molestaba que saliera con Adriano? Sinceramente, le parecía una estupidez. Quizá la mayoría de las madres siempre buscaba alguien bueno para sus hijas, ¿pero acaso Adriano no era, por así decirlo, "un buen partido"? A ella le parecía que sí, desde ese arcaico punto de vista. Y no era que Arnie fuera menos, era un gran chico y nadie lo negaba. Pero era una exageración toda esa actitud negativa con Adriano.
—¿Estas son horas de llegar a casa? —le dijo ni bien entró por la puerta. Su hermano las dejó solas y Priss no respondió mientras dejaba su bolso a un lado—. ¡Te estoy hablando, Priscila!
—Ya te escuché, y hola mamá —contestó tranquilamente—. Y si, estas son horas de llegar cuando el cierre del restaurante es a las once. He llegado más temprano de lo normal, no sé si te has dado cuenta. Adriano me trajo, es por eso que estoy aquí ahora.
—Igual creo que es muy tarde para que estés en la calle, es peligroso.
—Mamá, no es la primera vez que llego a estas horas. Lo sabes bien, he llegado más tarde incluso, ¿cuál es el problema? —La mujer se mantuvo en silencio un momento y Priss hasta sospechó que se estaba quedando sin argumentos.
—No me agrada, ese hombre no me agrada.
—¿Por qué? ¿Qué ha hecho él contra ti? Incluso nos ayudó a recuperar a Edu, ¿por qué no te agrada?
—Llámalo intuición de madre, pero no me agrada. Tiene algo que no sé definir, no lo sé, no me inspira confianza.
—Es porque no lo conoces, todo está en tu cabeza, mamá, no te preocupes —le decía con una sonrisa para intentar relajarla—. ¿Crees que estaría con alguien que no fuera buena persona? Tienes que conocerlo bien, ya verás cómo te agrada. Es un gran hombre, talentoso, encantador, se llevarán bien.
—Sé que tienes un buen criterio. Pero igual te lo digo, confía en tu madre. Una cosa, ¿qué sabes de su última novia?
—Emmm... —Ahora ella era quien estaba sin argumentos. No se lo había dicho, tampoco se lo había preguntado. Dedujo que cuando le contó que no tenía novia en mucho tiempo significaba que no quería hablar de eso o que no tenía importancia.
—¿Decías?
—No lo sé, mamá, no hemos hablado de ese tema. Pero sé que lleva soltero buen tiempo, ¿contenta?
—A ver, linda, ¿y te has preguntado por qué? ¿Por qué un hombre supuestamente tan encantador, caballeroso y todo lo demás no ha tenido novia conocida en mucho tiempo? ¿No te has puesto a pensar en que hay algo que aleja a las mujeres?
—Mamá, ya basta, ¿si? ¿Intentas ponerme en su contra?
—Nada de eso, ya te dije que son asuntos de madre, presentimientos. Pero no te diré más, quiero que tú llegues al fondo del asunto y sé que lo harás. Ya lo conoceré, estoy seguro de que tendré la oportunidad para eso.
—Está bien, y creo que sé cómo. ¿Qué tal si mañana van tú y papá a cenar al restaurante? Yo invito.
—Hija, para el sueldo que te dan...
—¡Vamos, mamá! Estoy segura de que Adriano estará de acuerdo en recibirlos, y tú jamás has ido a visitarme. Yo prepararé los platos que ustedes pidan y será encantador, ¿si? —Su mamá hizo una mueca de desagrado, pero al ver los ojos ilusionados de su adorada hija poco a poco fue aflojando a una sonrisa.
—Voy a pensarlo. Aunque ya te dije, prefiero ir solo a verte. No quiero que gastes de más, ¿si?
—No te preocupes, mami. Mañana vayan con sus mejores galas —le dio un beso en la mejilla. Al menos su madre parecía estar más tranquila. Aunque sabía bien que eso no iba a durar mucho, la conocía y sabía perfectamente que no se iba a quedar tranquila hasta que sepa toda la vida y obra de Adriano. Debió sospecharlo ya que hizo lo mismo, aunque discretamente, con Arnold. Ahora el problema era que sin querer su madre le había metido ese bicho dudoso. Si, Adriano era un hombre maravilloso. ¿Y su última novia? Jamás le había hablado de eso, solo una vez mencionó a alguien con quien estuvo un corto tiempo hace unos años. Y luego nada, según él. No, no, claro que no iba a dudar, pero tenía que saber por qué. Al menos en eso su madre tenía razón.
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Aunque Adriano ya se había ido del restaurante, quien aún seguía por ahí era Cameron. Pero no exactamente en su área de trabajo, sino en "The Oak Bar". No estaba solo, lo acompañaba Anne, y también había llegado Emily, pues el maître le hizo recordar que tratara de averiguar si a Anne le pasaba algo que no quisiera contarle. Estuvieron conversando un buen rato hasta que Cam se excusó un momento. Era hora de averiguaciones para Emily.
—¿Estás bien, linda? Te noto un poco rara... —le dijo.
—No, nada. Quizá un poco cansada, pero estoy bien —contestó para pasar la pregunta mientras tomaba un poco de su bebida. Pero Emily la miraba insistente.
—¿Segura? Porque de verdad te he notado un poco distante hoy. ¿Hay algo que te preocupe?
—Es que... —tenía que contárselo a alguien. Aunque sea por un instante y sentirse comprendida, al menos antes que llegue Cameron—. No sé si te contó Cam del papelón que hicieron mis padres cuando vinieron.
—Claro que lo sé, acá de alguna forma u otra nos enteramos de todo. En especial de quejas de los clientes.
—Entiendo, ellos son de lo peor a veces. Se ponen en un plan de realeza insoportable.
—¿Entonces aún estás preocupada por eso?
—En parte. No es que quiera decir que yo sea así, pero la gran mayoría de las personas de mi entorno, en especial mis padres, piensan en que lo importante en una persona es su abolengo. La familia, la herencia, el apellido y toda esa serie de estupideces. Y a veces siento que está empezando a afectarme. Hace unos días les conté a unas amigas que estaba saliendo con Cameron y me dijeron cada tontería que ya no supe cómo reaccionar. Que era un empleado, que no era de familia y una sarta de boberías más. Yo no estoy para aguantar eso, y sé que mis padres no lo van a aceptar, estoy segura.
—Bien, entonces sí te está afectando y mucho.
—Quizá ahora no sea muy importante. Porque ambos la pasamos bien, salimos, nos estamos conociendo y todo está perfecto. Pero lo que me da miedo es que quizá algún día, y como van las cosas, queramos formalizar y mis padres estarán ahí para oponerse, para hacernos la vida imposible. Son mis padres, pero cuando quieren saben ser unos demonios. No quiero que Cam la pase mal por mi culpa, él es un gran chico, es el mejor hombre que he conocido.
—Entonces tú —se acercó un poco y le mostró una sonrisa de complicidad—, ¿estás enamorada de él? —Anne correspondió a la sonrisa. Aún ni siquiera sabía cómo responder eso.
—Quizá, es muy probable. ¿Tú que crees? Digo, ¿cómo lo ves a él?
—Creo que está enganchado, ¿no?
—Espero que sí, porque si no...Olvídalo, en serio hasta me emociono cuando hablo de él, es que es tan lindo.
—Es encantador, lo admito. Lo conozco desde hace mucho y sé que les irá muy bien. Cuando Cameron se compromete, lo hace en serio. No es hombre de tomar las cosas a la ligera.
—¡Tengo miedo! —dijo poniéndose roja y con una sonrisa de oreja a oreja—. Tan lindo... tan atento, siento que es perfecto para mí, y pues sí, tengo miedo.
—¿Miedo a qué Anne?
—Miedo... no sé bien. Es como si tuviera miedo de enamorarme y de que termine pronto, algo así, ¿crees que estoy siendo muy desconfiada?
—Solo te digo que no te preocupes con él. Pronto te sentirás segura de lo que sientes.
—Y espero que sea pronto porque... —En ese momento vio a Cameron acercarse decidió dejar el tema ahí de momento.
—Las vi entretenidas, chicas, ¿interrumpo algo importante?
—Nada —le dijo Anne tomando su mano suavemente—, solo cosas de mujeres, no lo entenderías. O quizá sí, quizá te cuente después.
—Y sería muy bueno que lo hagas —le sugirió Emily guiñándole un ojo con disimulo. Quizá debía aunque sea insinuarle a Cameron algo de eso, pero tuvo un poco de miedo. ¿Y si él no estaba tan comprometido como ella? No parecía ser así, pero igual tenía algo de inseguridad.
—¿Ya te dije lo hermosa que te ves esta noche? —le dijo de pronto besando suavemente su mano. Maldita sea, ¿por qué tenía que ser tan lindo? En momentos como ese no le quedaba ninguna duda. Tenía ganas de agarrarlo del cuello delante de todos y devorar sus labios hasta decir basta, hasta que se ahoguen, hasta que ya no se pueda más.
—Ya me lo has dicho —contestó sonriente—, pero no me desagrada que me lo repitas para hacerme sentir linda.
—Eso es algo de lo que no tienes que dudar —dijo acercándose un poco más a su rostro y mirándola a los ojos fijamente—. Eso ya lo sabes, eres preciosa. Pero me encanta decírtelo.
—Tú eres el lindo, Cam. Eres encantador... —No se resistió más y acercó sus labios a los del joven. Qué calma sentía cuando al fin sus labios se unieron, todo el cuerpo le temblaba y solo quería perderse en sus brazos, en sus besos y en su cuerpo para siempre. Por cierto, desde aquella vez en la fiesta de Harry no habían vuelto a tener otra situación extraña. Y ya se estaba sintiendo degenerada en medio del beso por tener las ganas de provocar esa situación.
—¡Hey! Ya dejen de comer delante de los pobres —les dijo Emily en tono de broma y se separaron. Y felizmente, porque gracias a ese beso Anne ya tenía en la mente mil y una ideas para hacer con Cameron, en diferentes posiciones, lugares, y demás. Si, si... necesitaba una ducha de agua fría, y como no era posible eso en ese momento se tomó un poco de su bebida. Aunque no estaba segura si quería alejar esos pecaminosos pensamientos de su cabeza. Ya les tocaba, lo andaban retrasando mucho.
—Vamos, Emily, puedo llamar a Harry para que nos haga compañía —bromeó Anne.
—¡Ni hablar! ¡No menciones a ese degenerado! —dijo haciendo un gesto de desagrado—. Y no es que sea mala, pero por mí que no vuelva nunca más y que se nos caiga todo el servicio, y que lo atropelle un auto, y que se le caiga el avión y que...
—Ya ya... —la tranquilizó Cameron—. Nos queda más que claro que lo odias. —Y la pareja rio mientras Emily aún intentaba relajarse sonriendo apenas.
—Bien, ya fue suficiente por hoy. Tengo trabajo mañana temprano, así que me voy. Estuvo bueno el martini, pero ya es hora de partir.
—¿Te parece si nos vamos juntos? —le sugirió Cameron a Anne—. A dar una vuelta, no sé, lo que tú quieras... —"No me digas eso, porque lo que yo quiero está muy lejos de ir a dar una vuelta", pensaba Anne sin querer, "en realidad, mi idea está cerca de dar muchas vueltas, pero en una cama"—. ¿Qué dices?
—Si, claro... —dijo volviendo en sí—. Vamos entonces.
Salieron de "The Oak Bar" y cada quien tomó su camino. Anne aún con todas las hormonas alborotadas, pero Cameron estaba de lo más normal y conversando naturalmente. O al menos eso creía.
Mientras, Emily llegó a casa al fin. Vivía un piso un poco alejado del centro de la ciudad, pero bastante tranquilo dentro de lo que se podía considerar así en una ciudad tan bulliciosa. Vivía sola desde hace años y era así como le gustaba estar. Todo ordenado, cada cosa en su lugar. Incluso todo siempre lo hacía igual, las cosas siempre estaban en su mismo sitio y era imposible encontrar desorden en ese apartamento moderno lleno de perfección. Dejó su bolso donde siempre mientras se servía un vaso con agua antes de irse a la ducha y finalmente a dormir. El ruido de los autos llegaba lejano y todo estaba tranquilo. Hasta que se acordó de aquel paquete que le dio la nueva asistente de Olivia y le picó la curiosidad, ¿qué tenía? Felizmente lo trajo en su bolso para revisarlo.
Había un vídeo, lo cual le pareció bastante fuera de lo común. ¿Sería una presentación en vídeo? ¿Un informe? Lo vería rápidamente y esperaba que no fuera largo. Lo puso en el DVD, tomó asiento en su cómodo sofá y espero a que apareciera. Era una cinta de seguridad, ¿qué quería decir? Bien, ahora aparecía Estelle caminando por un pasillo de servicio y entrando a un almacén. Muy raro. Y después, ¿ese no era Robert? Se paró del sofá y prácticamente puso su rostro sobre la pantalla. Sí, era Robert entrando al mismo almacén que Estelle. Y segundos después la nueva asistente los descubría y ambos salían juntos de aquel lugar. Emily se llevó una mano a la boca. Oh vaya, eso era dinamita pura. Y sin querer una sonrisa se estaba dibujando en su rostro. Ahora sí tenía las armas para vengarse, y quizá para deshacerse de Harry y su futura reserva.
*************
Ay diosito! Que los chismes están fuertes por todos lados.
Ahora hasta la madre de Priss nos metió la duda, ¿qué hay del pasado amoroso de Adriano? ¿Tienen teorías? ¡Cuéntalo y exageralo!
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