Capítulo 27: Aliados
Camila tomó asiento en la oficina, estaba un poco nerviosa. Sabía que Olivia no la mandaba a llamar por nada, que algo tenía que haber hecho, alguna cosa que se la haya pasado en medio de su trabajo, una queja o algo parecido. Tenía miedo, ¿y si el señor Reagan había dicho algo? Quizá porque ella no accedió a acostarse con él como tantas veces se lo insinuó este había decidido tomar venganza y hacer una queja estúpida. Aunque dudaba que eso sea posible, el tipo parecía estar decidido a tenerla y si hacía algo así eso jamás iba a suceder. Pero de que algo estaba mal, definitivamente lo estaba. Estaba más de cinco minutos sentada ahí y Olivia no decía nada. Un truco para ponerla nerviosa y hacer que ella misma confiese, pero no tenía nada que confesar.
—Me ha llegado este documento —dijo al fin la gobernanta y le mostró una hoja con algo escrito que ella no consiguió leer por la distancia—. ¿Sabes qué es esto?
—No tengo idea —respondió tímida.
—Es una carta presentada a conserjería por un huésped. Una carta de queja.—Camila apretó sus manos fuerte, aprovechando que el escritorio las cubría, no quería que notara su miedo—. Una queja de un huésped de una habitación que tú limpias, ¿tienes idea de cuál puede ser?
—No la tengo porque dudo que eso sea real.
—¿Qué quieres decir? ¿Qué el huésped miente? ¿Que debo creerte más a ti que a ellos? —dijo seria y sin quitarle la vista de encima. Esa mirada penetrante podía hacer temblar a cualquiera. Camila hasta se preguntó por qué Olivia no era policía, con esa forma de mirar a la gente podía arrancar una confesión de cualquier criminal.
—No digo que un huésped mienta, es solo que me parece difícil que exista una queja de mí. Sé como limpio cada habitación y no he cometido errores hasta ahora.
—¿Te crees perfecta, jovencita? Siempre se cometen errores.
—Lo sé, quise decir que si he hecho algo malo dudo que sea algo perceptible. Además usted supervisa mi trabajo, cuando cometo un error no tarda en decírmelo y hace un par de días que no se queja de mí.
—Es cierto. ¿Y sabes una cosa? Esta queja tiene que ser falsa, tu trabajo no puede ser malo porque yo lo superviso. Es como que alguien diga que mi trabajo está mal. —Olivia solo quiso probar a Camila para saber si tenía algo que decir que ella no supiera. Pero esa carta de queja había chocado de cierta manera con su ego. Era cierto que ella supervisaba el trabajo de todas, especialmente el de ella. Algo estaba muy raro en todo eso—. ¿Sabes quién envió esta carta? —ella negó con la cabeza—. El huésped de la suite ejecutiva que limpias. Alec Reagan
—Eso es imposible, es la habitación que más cuidados tiene de mi parte, usted la supervisa y...
—Precisamente por eso —interrumpió— no me quedé callada y fui a hablar personalmente con el señor Reagan. Dice que jamás presentó queja alguna, que está muy feliz con tu trabajo y hasta me exigió que te dé un aumento. —Camila hizo lo posible por ocultar una sonrisa al escuchar eso. Hasta se imaginó la cara de Alec diciendo que no tenía ningún problema con ella. Pero luego se puso seria al ver el rostro de Olivia—. En fin, me imagino que es porque lo ayudas en sus asuntos, pero lo importante ahora es saber por qué conserjería nos envió esa carta de queja. Obviamente es falso, y quiere perjudicarte.
—¿A mí? ¿Por qué alguien de conserjería querría perjudicarme?
—Tú deberías decírmelo, ¿conoces a alguien que te odie? ¿Alguien que quiera que te vayas?
—Tengo un amigo en conserjería, pero él es botones.
—No tiene nada que ver —dijo algo pensativa—. Robert tuvo que haberse prestado para esto, él está de acuerdo, ¿por qué? ¿Qué es lo que quiere? —decía como para sí misma. Camila solo la escuchaba mientras trataba de encontrar la respuesta a lo que pasaba. De pronto recordó aquella vez en que sorprendió a la tal Estelle con un hombre que parecía importante. ¿Y si era ese Robert? Para empezar, ¿quién era Robert?
—Gobernanta, creo saber por qué está pasando todo esto.
—Te escucho.
—Hace unos días paré en el piso ocho para cambiar la lencería y cuando abrí la puerta encontré a una chica de recepción besándose, entre otras cosas más sucias, con un hombre. No sé quién era, pero lucía importante.
—Así que estaban teniendo sexo —dijo sin inmutarse.
—No exactamente, pero era obvio que lo planeaban. —Olivia se quedó mirándola un momento, como si quisiera ver en sus ojos si le mentía.
—¿Será posible? —dijo pensativa y abrió uno de los cajones de su escritorio en busca de algo—. ¿Crees que si te muestro la foto de ese hombre lo reconocerías?
—Por supuesto, lo vi muy bien. —Olivia sacó una especie de manual o libro algo grueso con muchas fotos. Ojeó rápidamente hasta que dio con la hoja que buscaba.
—¿Es este el hombre que viste? —La foto era de Robert. Camila lo miró bien y asintió.
—Sí, es él. Lo reconozco perfectamente.
—¿Segura?
—Más que segura.
—Vaya, vaya... —Olivia cerró el libro y esbozó una especie de sonrisa—. El hombre que viste, Camila, era nada más y nada menos que el jefe de conserjería, no puedo creer que se haya arriesgado de esa manera. Robert, me sorprendes... —Esa sonrisa hasta miedo daba. Era como si la gobernanta estuviera feliz de tener un secreto de él, de tenerlo en sus manos. Y efectivamente, así era. Qué buena noticia le dio esa chica, podía ser la ruina de ese hombre.
—No puedo creerlo —dijo sorprendida.
—Yo tampoco, pero debe ser cierto. Es la única razón por la que enviaron la queja, quieren que te despida y así el secreto estará a salvo. ¿Tienes idea de todas las represalias que podríamos tomar? El señor Reagan lo desmentirá, más tu testimonio será peor. Y de seguro que está en las cámaras de seguridad. Hablaré con "Barbie" para conseguir las pruebas.
—No creo que sea necesario, ya sabemos que no soy culpable y...
—Silencio —calló inmediatamente—. Esto es una guerra, Camila, deberías saberlo. En el mundo de la hotelería todos son como buitres, todos quieren tu empleo, todos quieren destruirte, todos hacen trabajos por lo bajo. Y yo ya estoy harta de ese hombre, no soy la única. Esta no es una guerra contra ti, es contra mí, contra mi área.
—De verdad no creo...
—Te dije silencio. —¡Oh rayos! ¿Cómo no hacerle caso a esa mujer? Hasta daba miedo. Estaba tramando una venganza y ella ahora estaba en medio de todo—. Camila, no tienes nada que temer de ahora en adelante. Se metieron con nosotras, con nuestra área. Querían que te despida, ¿no? Pues haremos todo lo contrario. Ya no serás más una practicante.
—¿Qué quiere decir?
—Pasaré una solicitud a recursos humanos. Les diré que eres demasiado eficiente para ser solo una practicante, serás una trabajadora fija. —El rostro de Camila se iluminó sin poder evitarlo. Al fin tendría un empleo fijo, con todas las de la ley, con beneficios y en ese gran hotel—. Eso no es todo —dijo Olivia sonriendo—. Sugeriré que pases a ser supervisora. Tienes estudios y ya has supervisado en otros hoteles antes, experiencia no te falta. —Camila se llevó las manos a la boca para reprimir un grito. ¿Supervisora? ¡Eso era increíble! Ya no tendría que hacer "el trabajo sucio", ahora era ella la que diría como hacer el trabajo. Nada podía ser mejor que eso.
—Muchas gracias, gobernanta, no sé cómo agradecérselo, de verdad que es un honor...
—No tienes que agradecerlo —dijo volviendo a su postura de siempre—. Tú y yo vamos a llegar al fondo de esto. Me ayudarás a sacar a Levinsky de su cargo.
—Si, claro —contestó no muy segura. No quería perjudicar a nadie, pero lo que le ofrecían era un buen puesto.
—Muy bien, pasaré la solicitud más tarde. Ya te puedes retirar —le dio las gracias una vez más y se fue sin poder creer lo que le estaba pasando. Olivia sabía que tenía que planear bien todo. Conseguiría más pruebas y hundiría a Levinsky. Pero claro que no podía hacerlo sola, hablaría con Emily. Ella era la única que podía vigilarlo desde afuera.
******************
—¿Qué pasa, Adriano? Me dijeron que era urgente —dijo Daniel Bárbara, o solo "Barbie" para casi todos. El flamante jefe de seguridad estuvo dando algunas rondas por el hotel, nada interesante a decir verdad. Así que cuando le avisaron que el chef Hartmann lo necesitaba en su oficina de urgencia pensó que al fin algo interesante ocurriría al fin.
—Siéntate, Barbie —le pidió Adriano—. Verás, si es algo serio, pero no tiene nada que ver con el hotel. Es... bueno, sería un favor personal. No sé si podrías ayudarme con eso.
—¡Pero qué falta de confianza! ¿No sabes que soy especialista en arreglarle la vida a los demás? Sobre todo a los altos miembros de este hotel. Estoy a tu completa disposición. Dime, ¿qué es lo que sucede?
—Quiero saber si es que tienes contactos en la delegación de policías de Brooklyn.
—¿De Brooklyn? —preguntó extrañado—. Si, los tengo. Buenos contactos, ¿por qué?
—Perfecto —dijo más aliviado. Desde que Priss se fue había estado pensando que tenía que encontrar la forma de ayudar al hermano de la chica—. Verás, hay una chica...
—¿Ya están saliendo? —sonrió, aunque Adriano no entendió eso, ¿qué quiso decir?—. Vaya, que novedad. Creí que solo se gustaban. —Adriano lo miró confundido, ¿qué sabía él de su relación con Priss?— ¡Oh vamos! Es vox populi en tu cocina, todos saben que salen, o lo sospechan. Y por nada no soy el jefe de seguridad. Creo que esa Priscila Hudson en buena persona, además de muy simpática y me cae bien. —Adriano aún no salía de su asombro al escucharlo hablar así, y él que creyó ser discreto—. ¿Qué? No me digas que creías que nadie se daba cuenta.
—Pues sí...—contestó tranquilo. ¿Qué más podía decir? Ya toda la cocina estaba al tanto de su vida personal.
—Pero supongo que de chismes no quieres hablar. ¿Le pasó algo a la chica?
—A ella no, a su hermano. Verás, parece que el chico se envolvió sin querer en un asesinato en Brooklyn. Él afirma que no es culpable, y la familia le cree. No puedo poner las manos al fuego por él, pero por lo que me han hablado de ese chico no creo que sea un asesino. El hecho es que en la delegación las cosas están terribles. Apenas dejan hacer su trabajo al abogado, tienen que pagar por la seguridad del chico en la celda, parece que la familia del difunto está haciendo todo lo posible por hundirlo.
—Ya veo, ¿es mayor de edad?
—No, es un chiquillo, eso también me preocupa. Tener antecedentes penales no es nada bueno...
—Entonces quieres que mueva mis influencias en la delegación de Brooklyn, que consiga una declaración justa del chico que lo libre de culpa, que lo saque de la cárcel, además claro de destruir esos antecedentes penales.
—Bueno, si es posible eso...
—Hartmann, conmigo de tu lado es posible todo eso. Excepto lo de eliminar los antecedentes por completo. No figurará como criminal en los registros ni como sospechoso, pero sí como testigo. No creo que eso afecte mucho a su futuro.
—Creo que con eso es suficiente, ¿entonces si podrías ayudarme?
—Por supuesto. Solo una pregunta, ¿ella sabe algo de esto? ¿Te pidió ayuda?
—No, para nada, quiero hacer esto solo.
—Sabes que no es muy buena idea meterse en asuntos familiares, ¿verdad?
—Es cierto, pero de verdad quiero ayudar. No quiero que ella sufra más con todo esto.
—Te ayudaré, pero igual no creo que sea buena idea meterse sin consultar. Es noble de tu parte claro, supongo que la familia te lo agradecerá y te anotarás unos puntos con los suegros.
—No es eso lo que quiero, pero no está mal —dijo con una sonrisa—. ¿Cuándo podemos empezar con esto?
—Ahora me es imposible, y seguro que a ti también. ¿Qué tal después de las cinco?
—¿No es un poco tarde?
—En la cárcel no, allá están activos las 24 horas, no será un problema. Resolveremos este asunto en máximo dos horas, tienes mi palabra.
—Muchas gracias, Daniel —dijo extendiendo su mano, misma que el jefe de seguridad estrechó.
—De nada, Adriano, haré lo posible para sacar al mocoso de la cárcel.
Se fue de su oficina y Adriano se sintió más tranquilo. No quería ver llorar más a Priss, y si meterse en asuntos de la familia era la única forma de lograrlo entonces lo haría. No conocía a ese muchacho personalmente, pero sí conocía su voz gritando desde un onceavo piso y renegando por un celular. Debía de ser un buen chico, algo inmaduro, pero bueno de todas maneras. Solo esperaba que la familia Hudson no lo tome a mal.
*****************
Siendo las 5 pm en punto, Adriano salió cambiado de su oficina para ir al encuentro de "Barbie". Este había terminado de solucionar algunos asuntos de seguridad pendientes y estaba listo para mover sus influencias y ayudarlo. Lo esperaba fuera del hotel, ya que ese asunto nada tenía que ver con el trabajo y quizá era mejor que los empleados no supieran que brindaba ese tipo de ayuda.
No solía hacer eso con ningún empleado del hotel por más alto cargo que tuviera. Salvo al gerente general en algunos casos, pero estaba dispuesto a ayudar a Adriano pues siempre le había caído bien. Además que esa chica Priss le agradaba, le recordaba a su hermana menor, por eso apenas si la había tratado y le agradaba. Es más, aquella vez que sorprendió a todo el grupete metiéndose en una suite los disculpó solo porque vio a Priss ahí.
—¿Listo para la acción? —le dijo Barbie ni bien lo vio.
—Listo para lo que sea. No sé exactamente donde queda, pero iré en mi auto detrás de ti.
—Perfecto, tomaremos un camino rápido. No te separes mucho, ¿si? —Adriano asintió—. Te prometo que no demoraremos más de dos horas. ¿Tienes dinero en efectivo?
—Si tengo, ¿pero acaso vamos a sobornar a alguien?
—Lo más probable es que ellos estén sobornados. Quizá tengamos que doblar la cantidad, o quizá simplemente una amenaza. Es necesario estar preparados.
—De verdad, Daniel, no sé cómo voy a agradecerte esto.
—No te preocupes, cuando necesite la ayuda del chef más famoso de los Estados Unidos te avisaré —le dijo mientras sonreía de lado.
Partieron entonces hacia la delegación de Brooklyn. Hace diez minutos que la familia Hudson se despidió del joven, después de haber pagado por su seguridad. Ahora el chico estaba solo dentro de esa celda. Una noche más en que no podría dormir, cada hora que pasaba pensaba que no saldría aunque era inocente. Lloraba despacio pues la primera vez que lo hizo tuvo que soportar a todos los idiotas que si eran verdaderos criminales gritarle "marica".
Con toda esa experiencia se daba cuenta de que no era tan fuerte e invencible como alguna vez creyó. Que todavía era un chico que necesitaba de papá y mamá, que extrañaba el hogar como nada en el mundo. Y que tenía miedo, mucho. Se recostó sobre ese horrible colchón y cerró sus ojos cubiertos de lágrimas. Era desesperante estar ahí, no estaba seguro poder aguantar un día más. No lo sabía, pero su salvación acababa de llegar por la puerta de la delegación.
—Buenas noches —le dijo Barbie sonriente a la recepcionista—. Vengo a hablar con el delegado Hunter.
—¿Tiene alguna cita?
—Dígale que es Barbie, y que es urgente.
—Si, señor —dijo la mujer extrañada por ese seudónimo. A su lado, Adriano esperaba paciente, confiaba en los buenos oficios del hombre y en que todo saldría tal como él indicaba. Poco después el delegado salió, y la verdad se veía bastante contento con la visita.
—¡Qué sorpresa, Barbie! —dijo el delegado al verlo, ambos se acercaron y estrecharon fuerte las manos, hablaron un poco sobre qué había sido de sus vidas en los últimos meses mientras él seguía esperando.
—Hunter, te he traído un invitado sorpresa —le dijo señalando a Adriano—. Supongo que conoces al chef más famoso de New York y toda la galaxia, ¿verdad? —Adriano sonrió de lado sin querer, esa de la galaxia no se la habían dicho antes.
—¡Claro! Si hasta sale en la televisión. ¿Pasa algo?
—¿Podemos hablarlo en privado? —El delegado asintió. Hunter era un antiguo contacto de Daniel en sus tiempos de agente secreto, además que le debía varios favores que el jefe de seguridad pensaba cobrar ese día—. Debes estar muy ocupado para estar a estas horas por acá, no queremos molestarte.
—No, para nada. Si tengo unos pendientes, pero no es problema para mí.
—Perfecto. Adriano, ¿nos das un momento? Debo tener una charla con este señor —dijo seriamente. Él solo asintió, ya habían acordado durante el camino los pasos a seguir para lograr la liberación de Edu.
—Estaré cerca —dijo el chef antes de apartarse. Esperaba que en verdad todo funcione y no haya mayores problemas.
—Vamos, Barbie, ¿qué pasa? ¿Por qué tan serio? —dijo sonriente el delegado.
—Porque lo que vengo a hablar acá es algo serio. Serio y simple a la vez si me ayudas por supuesto.
—Claro, dime qué es eso. No tengo problemas.
—Verás, en el Hotel Plaza estamos siempre pendientes de la seguridad y no solo eso, sino del bienestar mental de nuestros trabajadores. Sobre todos los de altos mandos, como el chef ejecutivo de nuestro mejor restaurante. —El delegado asintió, aunque no entendía qué rayos tenía que ver eso con él—. Y nuestro querido chef está preocupado. Hace un par de días arrestaron aquí al hermano de su novia, y por alguna razón no puede salir. Puede ser muy estresante, ya sabes, los chefs necesitan estar concentrados porque si no...
—Entiendo —dijo el delegado. Ahora ya sabía de qué trataba todo, tenía que ayudar a salir a uno de los chicos que tenía en las carceletas. No sería muy difícil realmente, dependiendo de quien se tratara—. ¿Y cuál es el nombre del chico?
—Eduard Hudson —dijo mirando fijamente al delegado en busca de alguna reacción. Lo que hizo fue llamar a un asistente pidiéndole la ficha de Edu, la cual examinó rápido.
—Lo siento mucho, Barbie, pero el chico está preso por homicidio. Hay pruebas, testigos. Íbamos a trasladarlo mañana.
—No vas a hacer nada de eso —dijo firme—, porque sabes bien que el muchacho es inocente. No hay pruebas y el testigo está manipulado. Han interrogado al chico de mala manera, sabes que no es justo. Eso sin mencionar que están comprados, hay mucha corrupción en esta delegación y eso es malo. —El hombre se sorprendió por lo que le dijo. Lo había tomado de sorpresa. Tenía que negarlo todo.
—Eso no es cierto.
—Estoy bien informado de la situación —dijo en voz alta y firme—, sé lo que está pasando y no es la primera vez. No quiero ni pensar qué dirán tus superiores en la central de New York, sería terrible si se enteran, ¿no? —dijo con una sonrisa, como si fuera un chiste lo que acababa de decir.
—¡No tienes derecho de venir a amenazarme! —gritó, pero Daniel no cambiaba de expresión—. ¿Quién te crees que eres? ¡Ya estás retirado!
—Quizá sea cierto, pero tengo más contactos de los que tú podrías aspirar a tener. He venido en paz, solo quiero que seamos justos. El chico no tiene la culpa y lo sabes. Tú y yo entendemos el dolor de esa familia, pero no hay derecho para arruinarle la vida a alguien. No sé cuánto han pagado, pero Hartmann está dispuesto a duplicar el precio si así lo deseas.
—No sé de qué hablas.
—Bien, creí que lo podríamos hacer de buena forma, pero ahora veo que tenemos que hacerlo de la manera dura. Seré claro y espero que lo entiendas. Si no liberas al muchacho esta misma noche, mañana temprano tendrás a tu reemplazo listo para sacar la corrupción de esta delegación, además de un juicio extenso que te arruinará la vida. Eso no suena bien, ¿verdad? — El delegado gruñó molesto. Sabía que tenía que hacer lo que Daniel le pidiera a menos que de verdad quisiera pasar por todo eso. Lo conocía bien, ese hombre trabajó para servicios secretos, conocía a medio mundo en ese país y podía arruinarlo si quería. Después un rato en silencio y al fin respondió.
—Está bien, tomaremos de nuevo la declaración de ese chico. Ya que estás aquí podrías hacer que hable sobre el paradero de los demás, se ha negado a decirlo. Si colabora con eso agarraremos al verdadero asesino.
—Me parece perfecto. Entonces esta noche lo liberas y destruimos su ficha de ingreso.
—¿Algo más? —preguntó irritado.
—Por supuesto. Si vuelvo a saber de más corrupción en este lugar, repetiré la amenaza anterior.
Salieron juntos y cuando Daniel vio a Adriano esperándolo le mostró el pulgar en señal de aprobación para indicarle que todo estaría bien. El delegado dio un par de órdenes para que alistaran la sala de interrogatorio y trajeran a uno de los policías encargados del caso. Era cuestión de tiempo para que sacaran a Edu de la cárcel y Adriano moría de ganas de llamar a Priss para que lo sepa, pero pensó que quizá era mejor darle la sorpresa llegando con el chico esa misma noche.
—Todo está bien —le dijo Daniel a Adriano—, lo interrogaran sobre un par de puntos y luego adiós.
—Vaya, no sé cómo lo haces pero eres increíble.
—Contactos —respondió—, solo es cuestión de hacer buen uso de ellos.
—Señor Barbara —le dijo un guardia—, ya lo están esperando en la sala de interrogatorios.
—Ya vengo, espero no demorar mucho. —Adriano asintió, todo estaba saliendo de maravilla de momento y solo tenía que ser paciente.
Daniel pasó hasta la clásica sala de interrogatorio. Una mesa rectangular vacía, tres sillas y un espejo en toda una pared. Al entrar encontró al policía que estaba encargado del caso y él lo miró sin saber si este estaba de acuerdo con todo eso, si había aceptado el soborno o simplemente recibía órdenes. Como sea, esa vez aquel policía simplemente iba a registrar la confesión. Pronto llegó Edu escoltado por un guardia. El muchacho estaba cabizbajo, esposado y caminaba pesadamente. No entendía porque lo iban a interrogar a esas horas y no se notaba muy colaborador.
—Siéntate por favor —le dijo Daniel con amabilidad—, te ves muy cansado.
—Claro que si, estoy acá por algo que no hice.
—Lo sabemos —respondió Daniel sorprendiendo al chico, quien levantó la cabeza de inmediato. Desde que llegó no habían hecho más que acusarlo, así que quizá ese era un progreso.
—¿Quién es usted? ¿El poli malo o el bueno?
—Puedo ser cualquiera de los dos. Pero en esta ocasión soy algo así como tu "abogado". En pocas palabras, soy tu salvación.
—Entonces dígame que tengo que hacer para salir de aquí —dijo ansioso el chico.
—Solo quiero que narres una vez más lo que pasó ese día. Con lujo de detalles. —Claro que lo hizo. Narró todo, desde que salió de su casa, los problemas que tuvieron con el chico asesinado, como sus amigos lo golpearon mientras el otro escapaba, como él intentó prevenirlo y la fatal muerte después—. ¿No tienes nada más que decir?
—Que soy inocente obviamente. Estaba en el grupo, pero solo traté de prevenirlo. El otro chico debe saber, él me vio, hasta se paró a mi lado. No sé por qué me anda echando la culpa.
—Porque lo están manipulando —respondió mirando de reojo al policía. Este parecía hacer una especie de gesto de culpa—. Tratan de hacerte pagar, es eso.
—Lo sabía. Pero ya todo está aclarado, ¿no?
—Casi. Solo hace falta que nos digas una cosa más. ¿Dónde pueden haber ido esos chicos? Los verdaderos asesinos, ¿quiénes son? —Edu hizo un gesto de desagrado y bajó la mirada. Se quedó en silencio—. ¿Y bien?
—No voy a delatar a mis amigos —dijo al fin.
—¡Ah vaya! Es un héroe, el leal —le dijo Daniel en tono burlón.
—No es necesario eso —contestó Edu fastidiado.
—Te lo pondré así de simple. Esos cobardes idiotas mataron a alguien, no te hicieron caso a pesar de que tú querías lo mejor para ellos. Lo que es peor aún, después de su fechoría huyeron cobardemente y ni siquiera tuvieron consideración por ti. Simplemente se fueron y te dejaron con las manos sucias sin interesarle qué era de tu vida. Tengo una pregunta, ¿cuántos de esos amigotes han venido a verte? ¿Te han llamado? ¿Algún mensaje?
—No, nada —contestó volviendo a la realidad. Era cierto lo que le decía, ellos fueron unos ingratos.
—¿Perdón? No te escuché.
—¡Nada! No ha venido nadie, no sé nada de ellos.
—¡Exacto! ¿Y aún así vas a protegerlos? Seré breve, si no nos hablas de ellos te quedarás buen rato aquí, y eso no te conviene, ¿verdad? —Edu se quedó en silencio un rato más. Pero sabía que tenía que colaborar, pasar otra noche más en la cárcel era lo que menos quería.
—Está bien, yo diré quiénes son. Pero tienen que prometerme que no sabrán que yo los delaté.
—Por supuesto, ni una palabra.
Comenzó a dar los nombres y una referencia de dirección. Después de unas cuantas preguntas de rutina más terminó el interrogatorio. Salió junto con Daniel, y como ya estaba todo arreglado, ahí mismo le quitaron las esposas. Le devolvieron sus pertenencias personales, estaba todo listo. El chico estaba muy feliz, moría por saber cómo era que sus padres contrataron a un abogado como ese y como llegaron a aclarar la situación así de fácil.
—Espérame acá —le dijo Daniel a Edu—, toma asiento, hay un asunto por resolver aún.
—¿Quién es usted? —le preguntó—. No sé cómo agradecérselo.
—A mí no tienes que agradecerme nada —le dijo sonriente—, ahora espérame.
Daniel entró a la oficina del delegado. Seguía molesto, había sentido su autoridad atropellada esa noche. Ahora también temía por su cargo ya que Daniel lo había amenazado con denunciarlo. Tenía frente a él toda la documentación de ingreso y demás fotos del muchacho, los antecedentes penales. Ya había hecho borrar sus datos de la computadora central y ahora sólo quedaban esos.
—Genial, ¿ven que si pueden ser efectivos y apoyar con la justicia?.
—Ya tienes todo, ¿qué más quieres?
—Que destruyas esos documentos —exigió—, y ahora mismo.
—Está bien —tomó algunas hojas y las partió en pedazos más o menos grandes y así hizo con todo hasta desecharlo—. ¿Feliz?
—Ummm... no es suficiente. —Daniel tomó el tacho de basura donde estaban los papeles en pedazos—. Hay que destruirlo por completo —sacó su encendedor y sin previo aviso les prendió fuego.
—¡Basta! ¡No puedes hacer esto aquí! —gritó el delegado mientras intentaba apagarlo.
—Pues al parecer si puedo. Y muchas gracias por tu ayuda, te tendré en cuenta. Pasa una buena noche —salió dejando al delegado histérico. Afuera lo esperaba Edu ansioso por irse.
—¿Entonces a quién? —le preguntó ni bien salió.
—¿Perdón?
—Dijo que no le agradeciera a usted, ¿entonces a quién tengo que agradecer?
—Ven conmigo, te lo voy a presentar.
*****************
Levanta la manito si eres #TeamBarbie xd <3
Ahora que Edu está libre veremos qué tal lo lleva la familia.
Otro HT #CamilaComeThrough xd
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