Capítulo 26: Malos entendidos
Adriano se sentía bastante estúpido, reconocía que para ser un hombre adulto actuó como un crío, y hasta sintió deseos de regresar, pero una parte de él le decía que ya era demasiado tarde.
Repasó los hechos que lo llevaron a actuar así. Él la estuvo esperando hace buen rato para irse a pasar lo que quedaba del día juntos. Pero Priss tardaba mucho, así que decidió ir a verla. Lo que ante sus ojos apareció cuando pasó la puerta de esa cocina era una escena que casi lo saca de quicio. Ella entre sus brazos, con las manos apoyadas sobre el pecho de ese chico, los ojos cerrados y aferrándose a él como si fuera su único consuelo. Él le acariciaba los cabellos con suavidad, la tomaba con fuerza contra su pecho en un abrazo que le parecía perfecto de dos amantes, hasta hermoso. Ese debía de ser el exnovio de quien le habló.
Más que celos era como sentir que se le rompía el corazón, se le ocurrió que ella seguía queriéndolo, que ellos fueron muy felices una vez y que quizá él estaba arruinando todo. Ya sabía de la historia, terminaron por nada y ahora que estaban juntos otra vez quizá querían arreglar su relación. Y todo eso pasó por su mente en unos segundos.
Pronto ella descubrió su presencia y él no supo si quería escucharla. Era mejor que no, era mejor no decir nada e irse para tranquilizarse. Porque si le decía algo lo más probable era que fuera algo hiriente. Esa era la verdad, siempre sin querer lastimaba a quienes más quería diciendo cosas muy duras y expresándose como no debía, era un imprudente.
Y ahí estaba, sentado en su auto estacionado. Qué tonto se sentía ahora al haberla dejado sola, quizá las cosas no eran como él creía, o quizá era exactamente lo que pensaba. No entendía por qué se estaba martirizando, como si una parte de él le gustara sufrir, como si alguien dentro le gritara "¡Te lo dije!". Ese subconsciente malvado no era buen consejero, le taladraba la cabeza diciéndole cosas horribles como lo idiota que fue al creer que no debió volver a ilusionarse. "¿Cómo pudiste ser tan estúpido y creer que alguien iba a quererte?", pensó sin querer.
"Basta", se dijo y suspiró hondo. No quería seguir pensando y hacerse conjeturas sin antes saber la verdad. Tenía que controlarse, sacarse las tonterías de la cabeza, ¡pero qué difícil era! Como si una parte de él le hiciera creer que no era merecedor de esa felicidad que sentía cuando estaba con ella. Intentaría hacer algo, quizá avanzar con un inventario o algo que tenga que ver con el trabajo. Cualquier cosa que lo distraiga para no seguir pensando en todo eso.
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Arnold condujo lo más rápido que pudo hacia la delegación donde tenían detenido al hermano de Priss. No hablaron durante todo el camino, pero él miraba de reojo como ella intentaba controlarse para no echarse a llorar. Respiró hondo, era muy difícil estar tranquila con todo lo que estaba pasando. Para variar, Adriano se había ido así sin darle oportunidad de explicarle algo y no sabía si llamarlo. La verdad era que no tenía ni la fuerza ni las ganas para nada, solo quería llegar a la delegación inmediatamente para intentar hacerse la fuerte y calmar a su madre quien era en ese momento la que más la necesitaba.
Llegaron al fin y Priss bajó rápido sin esperar a Arnold. Entró y buscó con la mirada a su madre. Ni bien hicieron contacto visual se unieron en un fuerte abrazo. Su madre temblaba de los nervios, lloró como una niña entre sus brazos y Priss no pudo evitar llorar también aunque en silencio para no atraer más lágrimas en los ojos de su madre. La oía apenas balbucear "mi niño..." y hasta sentía rabia por ese muchacho idiota que se había metido en problemas y hacía sufrir así a su madre.
—¿Dónde está papá? —le preguntó cuándo ya estuvo más tranquila.
—Buscando un abogado, llegará pronto, lleva buen rato afuera.
—¿Qué te han dicho? ¿Hay pruebas? ¿Testigos? ¿Quién ha hecho la acusación?
—Hay un testigo. Ya declaró, la acusación ya está hecha, si no hacemos algo tu hermano será trasladado. —Y empezó a llorar otra vez. Priss la abrazó fuerte, ahora era el momento de calmarse y hacer algo útil. Arnold entró pues se había demorado estacionando el auto. Ni bien la señora lo vio y este se acercó lo unió también al abrazo. Priss se separó un poco incómoda, era cierto que su padre consideraba al chico como miembro de la familia pero no era para tanto.
—¿Qué ha dicho el testigo? —insistió Priss.
—No sé bien, por eso tu padre fue por un abogado que nos ayude.
—¿Has visto ya a Edu?
—Si, al menos un momento. Sabes bien que tu hermano es inocente, ¡es incapaz de hacer una cosa así! Lo conozco, soy su madre y sé que no tiene culpa en todo esto.
—Arnie, quédate un rato con ella, ¿si? —este asintió—. Iré a ver a ese mocoso.
La tristeza y la desesperación por todo ya se le estaban pasando, en ese momento solo quería solucionar el asunto. No soportaba ver sufrir a su madre y empezaba a sentir rabia por ese hermano desconsiderado, ¿acaso solo pensaba en él? ¿No se daba cuenta de que dañaba a las personas que más amaba? Era un jovencito aún, de esos que viven creyendo que son los más listos de la ciudad y que nada les va a pasar, que creen que pueden engañar a todos y hacer lo que les daba la gana. Ahora mismo lo que Edu necesitaba no era un abrazo de consolación, era un par de buenas bofetadas por ser tan estúpido y meterse en tremendo lío.
Después de unas preguntas, presentación de documentos y una solicitud al fin la dejaron entrar a la carceleta a ver su hermano. Para colmo de males se tuvo que aguantar los silbidos, comentarios sucios e intentos de piropos de los otros reclusos. El policía que la escoltó hasta ahí los hizo callara a todos y la acompañó hasta donde estaba Edu.
—¿Podría dejarnos solos, por favor?
—Estaré cerca —respondió él y fue a pararse a la entrada del pasillo para esperarla. Cuando Edu escuchó la voz de su hermana salió del rincón oscuro donde estaba sentado y se apresuró a correr hacia la reja. Si hace un rato estaba furiosa con él, ahora verlo así tras unos enormes barrotes, cansado, y con los ojos llenos de miedo le rompió el corazón.
—Priss... viniste —le dijo con una sonrisa de esperanza que terminó por ablandarla.
—Cómo eres tarado —contestó bromeando—. Tremendo problema en el que te has metido.
—Lo sé, lo sé, por favor no me lo repitas. ¿Cómo está mamá?
—Mal, ¿cómo crees? Su hijo está en la cárcel, sabes que eres el bebé de la familia
—Rayos, te juro que no es mi intención. Lo siento tanto...
—Pues las cosas no se solucionan con un "lo siento", ¿qué rayos tenías en la cabeza? ¿Por qué estás metido en algo así?
—¿Acaso crees que soy culpable?
—¡Claro que no! Quiero que tú mismo me digas lo que pasó.
—Una pelea... ya sabes, salíamos de una fiesta y dos idiotas comenzaron a decirnos cosas. Yo estaba camino a casa con mis amigos, pero ellos no se tomaron bien eso. Los persiguieron, uno logró escapar, pero al otro lo golpearon fuerte... muy fuerte. Les dije que pararan, me empujaron a mí también, estaban muy furiosos. Fue tarde, el chico se golpeó la cabeza. Les dije de todo, que estábamos fritos, que era el fin. Me desesperé, ellos también se asustaron y se fueron corriendo. Yo no sabía qué hacer, creí que aún el tipo podría salvarse y me quedé con él un rato mientras intentaba llamar a la ambulancia. Entonces escuché un patrullero, me dio miedo a mí también y huí. Parece que el otro chico que escapó llamó a la policía y pues acá estoy.
—Lo sabía —respondió aliviada, si por un instante había creído que el chico era culpable ahora se disipaban todas sus dudas—. Aunque igual sigo creyendo que eres un mocoso tarado.
—Sí, tienes razón. Pero soy inocente, lo juro.
—Dime algo, ¿te han interrogado? ¿Te han dicho algo?
—Dije que no diría nada hasta que llegue mi abogado, mamá y papá intentaron hacer de todo para sacarme con fianza, pero creo que la familia del chico que murió tiene más influencias que nosotros —dijo con un gesto de resignación.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Pues lo que oyes, hace un rato vino el padre del chico a decirme cosas, dijo que se iba a encargar de que me pudra en la cárcel, que haría lo que sea para que no encuentre defensa y esas cosas. Claro que están dolidos, pero yo soy inocente. Cuando llegue al abogado diré todo.
—Aun así todo va a tardar y lo sabes.
—Claro que lo sé, veo series de policías y eso. Me tendrán acá buen rato, nadie va a retirar los cargos —contestó tristemente.
—Es cierto.
—Yo solo quise ayudar, te lo juro, pero parece que las cosas no funcionan así. Tengo miedo, Priss, este lugar es terrible, el guardia me ha dicho que tengo que pagar por seguridad, ¿puedes creerlo? Para que no me golpeen, para que pueda dormir tranquilo esta noche. No quiero estar más aquí... —Y como el jovencito que aún era no pudo controlar más sus lágrimas, Priss tampoco. Era un tarado, un malagradecido y malcriado, pero era su hermanito y no quería que nadie le hiciera daño.
—No te va a pasar nada, pagaremos para que te den una celda a ti solo. Qué decadente está Brooklyn, no pensé que las cosas funcionaran así.
—Señorita, se acabó su tiempo —le dijo el policía de la entrada.
—Tengo que irme, Edu, pero estaré acá. Quizá más tarde pueda visitarte otra vez. Trata de calmarte, haremos lo que sea para sacarte.
—Gracias...—le dijo él mientras se secaba las lágrimas—. Y no le digas a nadie que me viste llorar, ¿si?
—Es un secreto —contestó intentando sonreír para calmarlo.
El asunto era peor de lo que pensaba, no solo había un testigo que de seguro estaba siendo manipulado, sino que además la familia del fallecido estaba pagando buen dinero para encargarse de hundir al único sospechoso de la muerte del joven sin escuchar explicaciones. Tampoco era que su familia fuera pobre y no pudiera conseguir un buen abogado y asegurarse que Edu pase bien esa noche, pero no tenían las suficientes influencias para sacarlo de ahí ese mismo día. Aunque estaba segura de que pronto todo se iba a solucionar por falta de pruebas, igual no deseaba esperar mucho tiempo para ver a su hermano libre.
Regresó a la sala donde la esperaban Arnold y su madre. Ella acaba de tomar un calmante y se negaba a moverse de la delegación sin su hijo. Priss ya esperaba algo como eso de parte de su madre, así que tendría el resto del día para convencerla de que era mejor dormir en casa esa noche, ya que al final todo iba a salir bien, o al menos eso era lo que pensaba.
—Gracias. Arnie —le dijo—. Es mejor que te vayas ya, ha pasado mucho rato y Cameron debe estar esperando.
—Lo sé —contestó. Por él y se quedaba al lado de Priss el resto del día, pero el deber llamaba—. Entonces ya me voy, si pasa algo o cualquier cosa que necesites no dudes en llamarme.
—No te preocupes, estaremos bien, gracias por estar acá —se despidieron y el chico se fue aún preocupado.
Las horas pasaban y ya con un abogado se inició el interrogatorio a su hermano. Afuera su madre esperaba nerviosa mientras que ella trataba de no hacer lo mismo, tenía que mantenerse fuerte por su familia.
****************
Fue muy difícil para Priss levantarse ese día e ir a trabajar. No quería por supuesto, pero no tenía la cara ni el valor para llamar y decir que no iría. Con su hermano en la cárcel y su madre nerviosa en casa casi no había podido dormir. No había forma de sacar a Edu, en serio parecía que la familia del difunto estuviera moviendo bien sus piezas para evitarlo. Entendía que se sintieran muy dolidos, pero su hermano era inocente y estaban cometiendo una injusticia con él. Su padre hasta tuvo que pagar por la seguridad del chico dentro de la celda.
Y si ella apenas había podido dormir se le estremecía el corazón de saber cómo estaría su hermano, quizá ni siquiera había podido cerrar los ojos. Tenían que hacer algo para sacarlo, cualquier cosa. Su padre había intentado hacerse el fuerte, pero al final le reveló a Priss que sacar a su hermano de la cárcel estaría muy difícil, se quedaría al menos un par de días más y eso no podía soportarlo. Ella tampoco, era demasiado tiempo el que su familia sufriría por una injusticia. Y eso no era todo, el futuro del muchacho podría verse frustrado por un antecedente policial como ese.
Con todo eso encima se fue entonces a The Oak Room. Le fue imposible no contarle a Rachel lo que había pasado ni bien se fue, incluso tuvo que contárselo a Kate. Ella insistió en que algo le pasaba al verla tan distraída y al mirar a los ojos de la joven aprendiz fue muy fácil saber que había estado llorando. Kate sintió mucha pena por lo que estaba pasando la chica y le dijo que tratara de concentrarse en el trabajo, que quizá así lograría despejar su mente por un momento.
Ella trataba de aislarse en ese sector de la cocina mientras hacía algunas órdenes básicas que le daba Kate, ya por todo el lugar se rumoreaba sobre el extraño cambio de actitud de Adriano. Había llegado más serio, pasaba supervisando a todas las áreas y se enojaba mucho al más mínimo error. Curiosamente pasaba por cada área de la cocina, excepto la sección de Kate. Los rumores decían que seguro se había peleado con la chica, por eso la evitaba y además estaba desquitándose con todos.
Eso de cierta forma estaba beneficiando a Priss, pues lejos de la vista de Adriano sus compañeros podían cubrirla de todos los errores estúpidos dignos de una principiante que estaba cometiendo. Se distrajo en un corte y picó más de lo que debía. Le pidieron juliana e hizo jardinera, tenía que colar un poco de spaghetti y terminó echando la mitad al caño, entre otras cosas. A cada momento su mente se iba hasta la cárcel, pensaba en su hermano, en llamar para ver cómo iba a todo, en saber cómo estaba su madre.
—Priss, concéntrate por favor —le dijo Kate al notar otro error más.
—No sé qué me pasa —contestó ella—, quiero estar atenta pero...
—Entiendo cómo te sientes —le dijo poniendo sus manos en sus hombros—. Sé que te lo han dicho muchas veces el trabajo es el trabajo y la familia es la familia, y también sé que es una estupidez, nadie puede hacer eso. Quédate un momento más, luego te cubriré, será mejor que vayas a casa —ella asintió débilmente—. Ahora quiero que selles este pedazo de carne, no te tomará mucho tiempo, luego podrás irte. ¿Está bien?
—Si —contestó.
Se acercó a la hornilla con la olla, la encendió y echó un poco de aceite a la olla. Esperó que calentara, echó la carne y tapó la olla un rato. En menos de un minuto estaría listo. Pero su mente estaba de nuevo pensando en su hermano. ¿Qué iba a pasar con él? ¿Y qué tal si nunca lo podrían sacar? ¿Si encontraban la manera de inculparlo? Lo único que deseaba era estar con su familia en ese momento. Y de pronto el olor a quemado, un calor insoportable muy cercano... ¡La carne! Maldita sea, lo olvidó por completo y el fuego estaba muy alto. Para cuando destapó la olla esta ya estaba completamente quemada por dentro, incluyendo la carne.
Las llamas se elevaron unos treinta centímetros y ella solo abrió los ojos sorprendida. No, no, eso no podía estar pasando. Jamás en su vida de estudiante le había ocurrido algo como eso, era simplemente estúpido. Pronto las llamas llamaron la atención de todos los presentes y ella sabía que tenía que apagar el fuego. Sacó la olla en llamas como pudo de la hornilla y buscó un lugar seguro para ponerlo y apagarlo de una vez, sentía todos los ojos pendientes en ella y se moría de vergüenza. Estaba tan nerviosa con ese amago de incendio que la olla se le cayó de las manos, casi la quema y el trozo de carne salió disparado en llamas hacia un rincón de la cocina.
¿Era eso físicamente posible? ¿Un pedazo de carne ardiendo en llamas en la cocina de The Oak Room y todos mirando sin hacer nada? Priss buscó el extintor, fue lo primero que se le ocurrió para parar todo ese disparate. Pero entonces vio a Adriano llegar del otro lado de la cocina con el delantal del uniforme en sus manos. Con un par de golpes a la carne apagó el fuego y luego la tomó con el mismo delantal para echarla a la basura.
Si hace un instante todos en la cocina murmuraban y reían sobre como Priss solucionaría ese asunto, ahora todos guardaron silencio. Un silencio que hasta parecía de miedo. El chef estaba molesto, y ese error jamás se había cometido en su cocina. Tenía que haber una sanción, eso no podría quedarse así. Priss sabía que eso iba a pasar. Estaba parada ahí en medio de la cocina viendo a Adriano acercarse a ella.
—Priscila, espéreme en el almacén —dijo serio y de modo que todos lo escucharan. Priss no protestó, simplemente bajó la mirada tratando de contener las lágrimas y se fue. La iba a echar, lo sabía. Si a Rachel por hacer mal un brunoise la mandó de steward, quién sabe que haría con ella—. ¿Qué están mirando? ¡Vuelvan al trabajo! —Y eso hicieron todos inmediatamente. Se quedó un rato ahí parado, era momento de hablar con Priss. Caminó hacia el almacén, pero Kate se paró en su camino.
—Antes de que hagas una estupidez hay algo que debes saber.
—No trates de persuadirme Kate, sabes que lo que ha hecho no se puede perdonar. Jamás ha pasado y no dejaré que vuelva a pasar.
—¡Ya basta, Adriano! —levantó un poco la voz, pero al notar que llamaba la atención lo llevó del brazo a un lado—. Sabes perfectamente de lo que estoy hablando, no le puedes hacer esto a ella.
—No tiene corona en esta cocina si quieres saber.
—Sabes que no hablo de eso, no soy ninguna estúpida. He escuchado los rumores y por lo que me dijiste sé que ella es esa chica con la que sales. No sé por qué razón se habrán discutido, pero lo que sí sé es que ella no merece como la estás tratando.
—Tú eres la que no sabe nada Kate, no te metas.
—Y tú no mezcles el trabajo con lo que sientes.
—¿Terminaste? Ahora, con permiso...—se hizo a un lado, y caminó unos pasos rumbo al almacén.
—Su hermano está en prisión —dijo y solo esas palabras bastaron para hacer que se detenga—. Ayer en medio del evento le avisaron. Su familia está desesperada, ni hablar de ella. Creí que deberías saberlo. —Y fue ella la que se dio la media vuelta para volver al trabajo.
Después de escuchar aquello sobre el hermano de Priss al fin se calmó y reaccionó. En un par de segundos despejó las dudas que tenía del día anterior. Ella recibió la noticia de lo de su hermano en medio del evento, y quizá ella se puso muy mal, le chocó la noticia. Por casualidad su exnovio Arnold estuvo ahí para contener su llanto. Se sintió mal de pronto, había sido muy duro con ella. Priss estaba ahí dentro del almacén esperando hablar con él y todos los de la cocina lo miraban de reojo esperando que la castigue o que pase algo. Precisamente lo que no quería se estaba cumpliendo, ella era víctima de las habladurías de todos y no había como evitarlo. Ahora debía actuar rápido, resolver el asunto laboral y después hablarían sobre el incidente de ayer, de esa forma evitaría que se generen más comentarios.
Caminó despacio hacia el almacén. Iba en completo silencio, quizá eso iba a ser más duro de lo que pensó. Abrió la puerta y la encontró ahí parada con la cabeza gacha. Se había quitado la gorra y el delantal, típica señal de renuncia en el mundo de la cocina. A pesar de que la falta considerar grave no pensaba echarla, no tendría el valor de hacerlo. Cuando entró ella levantó la cabeza y sus miradas se quedaron fijas en las del otro.
—Ven, olvida lo que pasó y ponte eso —le dijo, pero Priss no se movió—. Sé lo que te pasa, solo olvídalo, de verdad.
—Si vuelvo ahí voy a destruir tu cocina —contestó con voz entrecortada. Era obvio que contenía las lágrimas.
—Sé que no será así, por favor vuelve que te necesitan.
—Es que no quiero seguirte decepcionando, es eso. —Normalmente hubiera pasado por alto las lágrimas de cualquier practicante que le dijera que lo lamenta y que no lo castigue. No era la primera vez que alguien lo miraba con los ojos cristalizados por las lágrimas. Pero esa vez era diferente, esa vez aquella mirada logró conmoverlo y olvidar cualquier tipo de enojo que hace un momento sintió. Se acercó despacio a ella y en lugar de aceptar su renuncia la abrazó. Y Priss que llevaba todo el día conteniendo las lágrimas no pudo resistir más y lloró abiertamente.
Eso era justo lo que necesitaba, su abrazo para sentirse al fin tranquila y saber que todo iba a estar bien. No sabía si él le iba a pedir una explicación, no sabía si la abrazaba solo por pena. Lo que sí sabía era que lo necesitaba, lo había necesitado desde el momento en que recibió esa llamada en la cocina. Lo había necesitado durante todo el día anterior cuando estaba en la delegación. Ahora sabía que el único abrazo que de verdad quería y que le devolvió la calma era el de él.
—Adriano, tengo que explicarte —dijo separándose un poco de él buscando su mirada.
—No, no tienes nada que explicar. Ahora entiendo todo, discúlpame por ser tan idiota —dijo besando su frente, sus mejillas, sus labios. Se le hacía insoportable verla sufrir de esa manera, verla llorar así, sentirla indefensa y triste era terrible para él. Extrañaba su sonrisa y sus ojos vivaces, en ese momento supo que era capaz de cualquier cosa para que no volviera a llorar.
—No es tu culpa —insistió ella—, yo soy una tonta. Incendio la cocina, me abrazo con mi ex, no hablo contigo...
—¡Que no es tu culpa! Ya olvídate de eso, fue un malentendido, una tontería, ya no me importa —ella lo miró extrañada, ¿así de simple?—. De verdad, no quiero verte llorar y sé que no estabas haciendo nada malo. Yo soy el que te debe una disculpa por dejarte sola en un momento tan difícil para ti.
—Ya pasó, me siento mejor hoy.
—¿Segura? Por lo que pasó en la cocina lo dudo. No te estoy reclamando nada, es solo que te conozco y sé que no estás bien. Tomate el día libre, ¿si? Necesitas descansar.
—No creo que sea correcto irme ahora después de lo que pasó...
—Escucha, yo soy el jefe. Si quiero que te vayas a descansar eso harás. No quiero verte aquí nerviosa y triste. Quiero que te relajes, eso es todo.
—No creo que me relaje ni aquí ni en ningún lugar. Mi hermano está preso por homicidio y es inocente. Sé que están haciendo lo posible para que no salga de ahí. La policía de Brooklyn está podrida —dijo con amargura.
—Tranquila, todo se va a solucionar pronto, te lo aseguro. —Claro que se iba a solucionar. No se lo dijo, pero él se iba a encargar personalmente de ello.
—Gracias —le dijo ella con una sonrisa mientras se secaba las lágrimas.
Salieron juntos del almacén ante la mirada curiosa del staff de cocina. Ella se fue hacia los camerinos y él a su oficina. Los murmullos no se hicieron esperar y aunque Rachel estaba ocupada decidió ir "al baño" cuando en realidad iba a los camerinos a hablar con su amiga.
—¿Qué pasó? ¿Qué te hizo? ¡Habla ya! Te echó, ¿cierto? ¡Lo sabía! ¡Es un monstruo desconsiderado! —dijo furiosa pues la vio quitándose el uniforme.
—Nada de eso, me dio el día libre.
—¿Ah si? Pues ese abominable monstruo de la gastronomía está sorprendiendo —dijo ya más tranquila y en son de broma—. Al menos en eso tiene razón, tienes que descansar. Estás hecha una desgracia y encima incendias la cocina. En serio, ve a dormir.
—¿Crees que puedo hacerlo con tantas cosas en la cabeza? Al menos con lo de Adriano me quito un peso de encima.
—Igual creo que no debió de molestarse así contigo por nada. Ese tipo es un impulsivo y muy celoso, no te conviene.
—Ya basta, Rachel.
—¡Es en serio! Te lo digo como amiga, ya no lo odio como antes así que mi opinión cuenta.
—Pero lo sigues odiando, así que tu opinión sigue siendo inválida.
—Priss, escúchame. Según todos los dramas que me has contado, Adriano es muy impulsivo, no escucha razones. Y si la escucha es cuando el daño ya está hecho y solo le queda pedirle perdón. Es Aries después de todo. Recién están empezando y eso, pero solo te digo que tengas cuidado y te lo pienses bien.
—No creo que sea el momento para hablar de eso, ¿si? —Ya había terminado de quitarse el uniforme y estaba lista para irse—. Pasaré por la delegación, supongo que mamá está ahí. O quizá papá la convenció de que espere noticias en casa, que es mejor así. Haré unas llamadas y luego veré como va todo. Aún tengo miedo de lo que pueda pasarle a Edu, tiene que salir, no pueden encontrar la forma de culparlo de algo que no hizo.
—No, claro que no. —Si podían y Rachel lo sabía, con poder se lograba de todo. Pero era mejor no decírselo a Priss—. Tranquila, ¿si? No es bueno que te sigas poniendo nerviosa, tienes que ser fuerte.
—Lo sé, eso he intentado hacer, pero de verdad es muy difícil.
—Bueno ve, no pierdas más el tiempo.
—Por cierto, si ves a Arnie dile como va todo con mi hermano y que no se preocupe que ya todo está bien.
—¿Todo? Con todo te refieras a lo de Adriano, ¿no?
—Si, también. Él estaba preocupado por eso, no quería causarme problemas.
—¿Problemas? Eso es lo que se va a ganar él por meterse con la novia del jefe...
—No somos novios, ¿y qué quieres decir?
—Nada, solo que considerando como está reaccionando tu chef favorito quien sabe que sea capaz de hacer con la carrera en ascenso Arnie, ¿no?
—¡No digas eso ni en broma! Adriano no es ese tipo de persona, además Cameron es quien decide eso. Es estúpido que insinúes algo como eso, no lo conoces.
—¡Ja! Y tampoco quiero hacerlo.
—Pues lo siento, eres mi amiga y quiero que los dos se lleven bien. Quizá si salimos los tres...
—Por favor, Priss, ¿me quieres de violinista o algo así?
—Tienes razón, eso no ayudará mucho. Pero no te preocupes, ya encontraré la forma de que lo trates de cerca, no como jefe, sino como persona. No es el monstruo que crees, si fuera así jamás hubiera salido con él.
—Si, si, como sea. ¿No te ibas ya?
—¿Y tú no tenías que trabajar?
Las dos se despidieron rápidamente, hace buen rato que Rachel debió volver al trabajo. Demasiado atareada como para tomar en serio las insinuaciones de su amiga, hizo un par de llamadas antes de ir a la delegación. Ya se sentía más tranquila después de haber hablado y recibido el apoyo de Adriano. Tenía que ocuparse de su familia y ver cómo iba el asunto de su hermano. Y aunque su mente estaba saturada de eso, no pudo evitar pensar que tenía que encontrar una forma de reconciliar a Rachel y Adriano.
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