Capítulo 25: Evento sorpresa
Los invitados entraban en grupos hacia el salón principal. Unos iban vestidos con elegancia, otros dejaban mucho que desear, y aunque quizá no era el estilo correcto para algunas personas se podría decir que todos llevaban atuendos costosos. Tenía que ser así, no cualquiera podría costearse una boda en el Plaza, aunque las exquisiteces y "falta de estilo" de los novios había entorpecido un poco la organización de la boda. Al fin estuvieron todos ubicados de acuerdo a lista y petición de la nueva pareja de esposos. Ellos eran los únicos que faltaban por llegar. Después de un rato de espera aparecieron al fin.
Cameron los estaba esperando para recibirlos en la puerta del salón. Y ahí los vio llegar con una preciosa niña de las flores que seguía haciendo su labor a pesar de que ya no era el momento. Las damas de honor caminaban entre risas diciéndole algunos chistes internos a la novia quien se reía escandalosamente. Bueno, la novia parecía ser una joven no perteneciente a un círculo social sofisticado. No era clasista, pero Cameron podía distinguir a la gente rica de la que pretendía serlo, y no era necesario ser un experto para darse cuenta de las dos realidades entre las familias de los novios. Ambos hacían una pareja extraña, ya entendía el porqué de las tantas reformas al momento de la organización. Pero a pesar de esas diferencias se veían muy felices, él buscaba sus labios a todo momento y ella sonreía naturalmente de una manera maravillosa como solo saben los que aman.
Sin querer veía algo de esa pareja reflejado en lo que él sentía por Anne. Claro que su caso era todo lo contrario, era ella quien estaba en una posición privilegiada y él era solo un maître. Sin apellido de renombre, sin familia de abolengo, sin una fortuna que malgastar. Tampoco es que le importara mucho, en realidad jamás le había interesado ese tipo de cosas. Simplemente amaba su trabajo y no pensaba cambiarlo por nada. Al menos no de momento, tenía tantas cosas planeadas para un futuro no muy lejano. Pero el incidente de aquella vez con los padres de Anne le hizo replantearse algunas cosas, por más que ambos quisieran hacer como que esos problemas no existieran. Era como tapar el sol con un dedo.
—Buenas tardes y bienvenidos —les dijo a los novios ni bien estuvieron cerca—, mi nombre es Cameron Hartley, seré el maître encargado de que tengan un banquete maravilloso y en nombre de todo mi equipo los felicito por la elección que han hecho de compartir su vida juntos. Espero personalmente que sean muy felices y que pasen sus años como lo han deseado.
—¿No es genial? ¡Muchas gracias, joven! —dijo la novia sonriente. La niña de las flores pasó corriendo hasta llegar a los brazos de su madre y las damas de honor, que parecían ser amigas de la novia, pasaron después de que una le pidió descaradamente el número de teléfono. Este solo se limitó a sonreír y esperó la señal de Arnie, quien les dijo que ya estaban todos bien acomodados en sus respectivos lugares. Apareció entonces el organizador quien le hizo señas a Cameron, ya era momento de que los novios entraran.
—¿Listos para su entrada triunfal? —ellos asintieron emocionados y entonces a una señal del maître el cuarteto de cuerdas que contrataron a pedido empezó con una pieza especial para la entrada. Todos los presentes aplaudieron mientras la pareja avanzaba hacia el centro del salón para realizar su primer baile juntos.
Al menos eso daría tiempo para que en la cocina todo estuviera listo. Eran casi trescientas personas que servir, y en bar avisaron que ya tenían listos los aperitivos para los invitados. El trozo de pan caliente estaba listo para servirse ni bien terminara el baile y la mantequilla del maître ya estaba servida. Mientras todos tomaban fotos, se emocionaban, decían palabras de felicitaciones entre otras cosas, el personal en la cocina se preparaba para la acción.
En una mesa amplia se colocaban todos los platos de entrada y los chefs de apoyo servían la comida de la manera señalada por Adriano. Todo servido de acuerdo a las proporciones de su reglamento, todo en el mismo orden. Todo tratando de asemejarse en lo posible a la perfección, como a él le gustaba. Y era él quien le daba el toque final a todo, quien se encargaba de que todo saliera a su manera. No era trabajo fácil, el servido y la decoración de los platos era lo más complicado, además de asegurarse que la comida no se enfriara y no perdiera la textura deseada.
Brindis con el champagne traído de la misma región de Francia para la ocasión. Aplausos, besos, y que tomen asiento los novios mientras que el cuarteto de cuerdas empezaba con la música, porque el banquete estaba por comenzar. A una señal de Cameron, y luego otra de Arnie al área de bar, se sirvieron en pocos minutos los aperitivos para los invitados. Los meseros actuaban en esta primera fase con rapidez y discreción pues aún se podía decir que "no pasaba el pánico".
Algunos ni tocaron el pan. Algunos no sabían que la servilleta, por más doblado hermoso que tenga, se tenía que retirar del plato base y colocarse debidamente en alguna de las piernas. Otros parecían saberlo todo sobre etiqueta, sabían exactamente qué hacer con el pan, con la mantequilla, con la servilleta. Sabían cuál era el cubierto correspondiente para los respectivos platos, cuál su copa, cuál su vaso; todo lo necesario para un banquete como ese. En otras mesas, sin embargo, los meseros tuvieron que servir de profesores de etiqueta improvisados y discretos para ellos.
Llegó al fin el momento de servir el plato de entrada. Primero en la mesa principal, atendida personalmente por el maître como en todos los eventos. Arnie, como capitán de mozos, tenía que hacer una función parecida a la del maître mientras este se ocupaba atendiendo a los novios, los padrinos y los padres de cada uno. Para muchos, el plato de entrada no era solo una forma de calmar el hambre, sino la primera impresión. Se decía en el mundo de la cocina que a los chefs no les importaba mucho si a la gente le gustaba o no lo que servían, sino que siempre creían hacer lo correcto, sobre todo si eran chefs de renombre.
Este no era el caso de Adriano, él siempre quería brindar lo mejor y aunque la opinión de los demás no definía su vida, la de sus comensales era muy importante. ¿Cómo no interesarle lo que pensaran si eran ellos la razón de su arte? Dentro de la cocina se esforzaba por dar lo mejor de sí, por presentar esos platos no solo como comida, sino como obras de arte.
Y mientras en el salón todos estaban ya degustando de los deliciosos platos de entrada, en cocina estaban ahora ocupados con el plato de fondo. Priss y Rachel estaban muy cansadas, en serio que ese trabajo había sido un poco duro para ellas. No se habían sentado en horas, las piernas les dolían y parecían robots de tanto hacer cada orden que se les pedía. Pero así eran generalmente ese tipo de eventos, sobre todo más cansados para quienes estaban en la base de la pirámide, y estresante para quienes estaban en la cúspide.
—¿Cómo va todo? —le preguntó Adriano a Cameron quien se acercó un rato a la cocina. Mientras todos estaban ocupados en el plato de entrada que ya en un minuto empezarían a recoger él aprovechó para darle algunos resultados de la boda.
—Perfecto, les encantó —le dijo en referencia al plato de entrada—. Aunque algunos dicen que es "demasiado gourmet".
—Parecen camioneros ordinarios. —De pronto escucharon la voz del organizador quien se acercó a ellos—. No los tome en cuenta, chef Hartmann, ¡los platos están divinos! Ya sabe cómo es ese tipo de gente, lo gourmet les parece poco.
—Si, lo sé, por eso el plato de fondo es un poco más "grande", por así decirlo. Pero además tienen la mesa buffet, creo que eso acabará por satisfacerlos.
—Ojalá, hemos hecho todo lo que nos pidieron.
—En fin, ya me retiro, los de bar andarán ocupados descorchando las botellas de vino y yo tengo que separar la mejor para mi mesa —les avisó Cameron.
—No los entiendo —dijo el organizador—. Nunca se presentan a la hora, hacen lo que les da la gana, pero a la hora de la verdad se transforman.
—Es en realidad la única hora que importa —le contestó Adriano—. Ahora si me disculpa, tengo que volver al trabajo.
Se recogieron los platos de entrada y el trabajo de los stewards empezaba. Rachel los miró con una especie de nostalgia, durante el tiempo que estuvo ahí supo que en verdad lo que hacían era importante y que no había derecho a menospreciarlos. Pronto sirvieron los platos de fondo acompañados del delicioso vino Merlot perfecto para la ocasión. Perfecto porque Cameron lo sugirió, porque si no quien sabe que estarían tomando. El maître tenía que encargarse personalmente de descorchar la botella de vino, de esperar la aprobación del caballero de la mesa, de usar sus dotes de somelier para indicar que el vino era adecuado y al fin servirlo.
La comida estaba pasando con naturalidad y nada estaba saliendo mal de momento. Nada que Cameron hubiera percibido, porque Arnold se encargó de cubrir a un mesero nuevo en eventos que cometió un par de errores, como derramar algo de vino en el mantel de una mesa, mala posición al momento de poner los platos en la mesa y entre otros pequeños detalles que si bien para la gente común pasan desapercibidos, pero al ojo del experto son errores garrafales e imperdonables en ese tipo de eventos. Arnold recordó incluso una vez en que casi lo despiden cuando derramó una gota de vino en la mesa principal que atendió en una ocasión, y eso que la mesa no era en un lugar tan exclusivo como el Plaza.
Con el plato de fondo se acabó casi por completo la labor de la cocina. Era momento de los postres. La expectativa por probar los postres de Sandra Weaver era similar a la expectativa que tuvieron todos al saber que el chef Hartmann iba a ser el encargado de la comida. Y es que los dos gozaban de igual fama dentro del mundo de la gastronomía, en sus diferentes ramas ambos sobresalían a su manera. El evento no podía seguir sin hacer pasar a esas dos celebridades de la gastronomía y la repostería. Salieron sonriendo, más por compromiso que por otra cosa, después de todo habían sufrido tanto con las exquisiteces de esos novios que al final terminaron odiándolos sin querer.
Formalmente terminó esa parte del evento en que cocina debía intervenir. Ahora estaba todo listo en la mesa buffet de bocadillos preparados por otra sección y los encargados de ese momento en adelante eran los de comedor y bar. Así que Cameron tenía una larga jornada por delante. En cambio el staff de cocina estaba alistando todo para partir al fin después de tanto trabajo.
Adriano felicitó a todos, habían hecho un buen trabajo y las cosas habían salido como él esperaba. Priss ya había superado su cansancio, y mientras los stewards terminaban de dejar todo limpio, ella y Rachel se encargaron de preparar los platos para que los meseros puedan comer al fin y descansar al menos media hora. Se turnaban para que no faltara nadie en el salón en caso de emergencia.
Y por hacer esa labor, Priss y Rachel tuvieron que quedarse hasta el final. Adriano la iba a esperar mientras terminaba de cuadrar algunos asuntos con el organizador. Mientras los últimos meseros terminaban de almorzar, ellas se quitaron el uniforme para irse al fin cuando entró Arnold y les hizo unas señas a las chicas para que se acercaran.
—De seguro querrán ver esto —les dijo—, ya van a tirar el ramo. Un poco adelantado quizá, pero los novios están apresurados parece.
—No me digas, ¿tremenda boda para apurarse? —comentó Rachel.
—Supongo que tienen ganas de estar solos. ¿Van a venir a ver?
—Claro, y sigilosamente para no causar estragos que es nuestra especialidad —le dijo Rachel de lo más animada. Salieron hacia un lado del salón y vieron que ya todas las mujeres estaban juntas y empujándose discretamente las unas a las otras por un mejor lugar y oportunidad para coger el ansiado ramo.
—¿Alguna vez haz te tocó el ramo, Rachel? —le preguntó Priss mientras miraba con ansias la escena. La novia hacía falsos movimientos poniendo ansiosas a todas.
—No, nunca —contestó ella mirando igual de interesada ese momento. Y al fin lo lanzó, demasiado fuerte a decir verdad. El ramo giró y giró, y pasó casi rozando los dedos de todas para terminar en las manos del maître, de Cameron. Todas se voltearon inmediatamente a ver quién fue la de la suerte, solo para llevarse esa sorpresa. Cameron no tuvo otra opción que coger el ramo porque prácticamente le fue directo a las manos, sonrió mientras todos los invitados de la boda aplaudían y se retiró a un lado. Pensó que quizá sería un lindo gesto darle ese ramo como regalo a Anne.
—Iuuuuuuuuu, ¡se nos casa el maître! —celebró Rachel—. Aunque no sé si es bueno o malo. O sea, es bueno porque tendrá una familia. Y es malo porque es un soltero muy codiciado que se nos va. Las señoras pudientes que van al restaurante a acosarlo se van a suicidar.
—Como si en serio fuera a pasar —le dijo Priss conteniendo la risa—. Son solo costumbres, depende de cada uno. Por cierto, Arnie, no has entrado a almorzar, te guardamos lo mejor de la comida para ti.
—Gracias, linda, era justo lo que necesitaba —dijo dándole un beso en la frente a la chica—. ¿Me acompañan o ya están de salida?
—Bueno, yo ya me iba —le dijo Rachel—. ¿Te esperó afuera, Priss?
—No, yo me voy a otro lado. Ya sabes —la miró unos segundos a los ojos y Rachel entendió. Se iba a ir con Adriano, así que para no decir nada estúpido delante de Arnold le siguió la corriente.
—Oh si, claro, no te preocupes. Igual yo ya estoy muy cansada y no quiero estar ni un minuto más acá. Entonces nos vemos mañana, adiós, chicos.
—Adiós —le dijeron. Arnold y Priss entraron a la cocina y ella le pasó el plato para que pudiera al fin comer algo y continuar con su trabajo.
—Voy por mi bolso y te dejo, tomate un rato acá que te ves muy cansado.
—Es un evento muy exigente —contestó él mientras probaba cada bocado de esa comida como si no hubiera probado alimento en años—. Gracias por guardarme esto, Priss, está en verdad delicioso.
—De nada, nos quedó bien, ¿no? —le dijo mientras cogía su bolso. Sintió el celular vibrar y cuando lo sacó para contestar ya fue muy tarde. Diez llamadas perdidas de su madre, definitivamente algo malo había sucedido.
Se apresuró en devolverle la llamada y lo que escuchó la puso nerviosa y al borde de las lágrimas. Primero escuchó un llanto y con dificultad su madre le explicó que a su hermano lo había agarrado la policía en la mañana, aparentemente por asesinato de un chico al que primero asaltaron él y unos amigotes. Apenas escuchó aquello se quedó paralizada. Edu era un idiota, un muchacho ingenuo, payaso y algo desesperante, pero jamás un asesino. Sabía que sus amigos no eran el pilar de la moral en New York, pero tampoco eran unos delincuentes. Eso tenía que ser un malentendido. Pero no, Edu estaba en la cárcel y no había fianza que valga para sacarlo. Su madre le dijo que por favor vaya a casa, que la necesitaba a su lado pues su padre estaba buscando un abogado y tratando de averiguar que pasó en realidad.
Ni bien colgó el teléfono Priss se echó a llorar como nunca. No podía ser cierto, Edu no podía ser un asesino, seguro que lo había incriminado para quitarse al muerto. Arnold dejó de lado la comida y corrió a abrazarla fuerte, acariciaba sus cabellos y le decía todas las palabras reconfortantes que se le ocurrían, aunque no tenía idea de qué pasaba.
—¿Qué ha pasado, Priss? ¿Por qué lloras?
—Es mi hermano —decía entre lágrimas— ¡Está en la cárcel! Dicen que mató a alguien...¡Eso no puede ser! No, no... Edu no —lloraba desesperada. Lo único que quería era ir corriendo a verlo, abrazarlo, sacarlo de la situación en qué estaba. Era su hermano pequeño, ese niño idiota que adoraba a pesar de todas las peleas.
—Tranquila, seguro que fue un malentendido, ya vas a ver como se soluciona todo.
—Y todo es mi culpa, ¡si lo cogieron es mi culpa! —comenzó a llorar con rabia. Rabia hacia sí misma, jamás se había tan culpable. Ahora lo recordaba, esa mañana ella le negó la ayuda. Quizá él estaría en casa en ese momento, no en prisión.
—¿Por tu culpa? No sé de qué hablas, pero no creo que sea así.
—Yo lo encontré en la mañana, me pidió las llaves de la casa y yo lo dejé a su suerte, ¡lo agarraron por mi culpa!
—No digas eso ni en broma. —A pesar de que fue el hermano de Priss quien se encargó de separarlos, jamás le hubiera deseado el mal a ese muchacho. Según lo que escuchó el asunto estaba difícil, un cargo por asesinato no era cualquier cosa, falso o no. Y Priss estaba destrozada. Ella amaba a su hermano así fuera el más antipático del mundo y no podía dejarla sola en ese momento. Poco a poco se fue calmando y lloraba despacio, Arnold estuvo por suerte a su lado en ese preciso momento.
La consolaba, la hacía sentirse mejor. Todo estaba mejorando, ya se sentía un poco más tranquila para enfrentar lo que estaba sucediendo. Tenía que calmarse, ir con su familia y tratar de ser fuerte para que todo marche bien. Si su madre estaba desesperada ella tenía que consolarla por más que estuviera sufriendo.
Ella abrió los ojos, se secó las lágrimas pues tenía que salir de ahí rápidamente, cuando vio a Adriano parado en la puerta de la cocina. Quien sabe cuánto rato estuvo ahí, quien sabe si escuchó de verdad lo que pasó. Lo que sí sabía era que había averiguado de una forma no muy conveniente y por deducción al encontrarla en los brazos de Arnold que él era aquel exnovio de quien le habló. Ella quiso darle una explicación, decirle que no era lo que sea que podría estar pensando, pero él no le dio tiempo y simplemente se fue sin decir nada.
—Espera...—dijo despacio, no logró que le saliera un grito siquiera. Lo único que le faltaba, su hermano y ahora eso—. Oh rayos...—Fue lo único que soltó. ¿Por qué tenía que ser así? Ya era demasiado. El estrés del trabajo bajo presión todo el día, lo que ocurrió con su hermano y ahora lo de Adriano, sentía que iba a explotar—. Tengo que ir con mamá. Tengo que ayudar, yo... ¡No sé qué hacer! —Estaba al límite y temblaba de nervios, era demasiado para un día. Las lágrimas salían sin control aunque ella misma trataba de calmarse y Arnold tuvo que abrazarla fuertemente por otro rato.
—¿Algún problema? —De pronto la voz de Cameron a la entrada del pasillo los hizo reaccionar. El maître vio llorando a la joven y se preocupó, más aún por encontrarla con Arnold.
—Un problema familiar muy grave, tiene que irse ahora mismo —le explicó Arnold a su jefe—. Me pregunto, señor, si es que podría dejarme acompañarla. No se siente muy bien, está nerviosa y dudo que llegue a salvo a donde tiene que ir.
—Eres mi capitán de mozos —le dijo—. Sabes que no puedo dejarte ir...
—Lo sé, solo quería saber si...
—Voy a hacer una excepción —dijo Cameron al notar que en verdad era serio el asunto—. Ve con ella, pero trata de regresar pronto, ¿si? Y Priss —se acercó a ella y la tomó de las manos—, no sé que está sucediendo, pero cálmate que no te hará bien ni a ti ni a tu familia —ella asentía levemente, él tenía razón y eso intentaría hacer—. Vayan, espero que todo vaya bien.
—Gracias, Cameron —le dijo Priss y se secó las lágrimas otra vez—. Definitivamente este no es mi día...
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Todo muy lindis y bonis como los ponys xd hasta que Edu "solo aparezco para cagarla" Hudson llegó
¡MÁS DRAMA EL SIGUIENTE CAPÍTULO!
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