Capítulo 20: La Fiesta Roja
No les fue muy difícil subir desde The Oak Room hasta la Suite Presidencial, no con esa tarjeta que les daba todos los derechos a los invitados, tal y como Harry lo había dispuesto y como lo propiciaba conserjería. Para suerte de los demás huéspedes, el ruido de la música no se escuchaba fuera de ese último y espectacular piso, ya que las ventanas y las paredes estaban diseñadas precisamente para no dejar escapar el ruido.
—¿Y cuándo me pensabas decir que tenías una fiesta extrema en el hotel donde trabajo? —le preguntó Cameron a Anne.
—La verdad era que no pensaba venir, así que mejor no te lo comenté. Pero bueno, me animé a última hora y en caso de emergencia traje la tarjeta.
—Entiendo. ¿Sabes? Me parece muy raro que el hotel permita hacer ese tipo de fiestas por aquí. Supongo que conserjería se está excediendo y ojalá no haya problemas...
—¡Vamos, Cameron! Deja de pensar en eso y hay que divertirnos esta noche y no pensar en nada, no tiene gracia venir a una fiesta extrema sin hacer cosas extremas.
—Así que quieres hacer cosas extremas...—se sonrieron mientras el ascensor subía, él se acercó más a ella aprovechando la soledad para besarla. Cameron se separó unos segundos, sus rostros estaban muy cerca. Si, esa noche era "la noche", Anne estaba decidida. Le mordió el labio inferior despacio, tenía toda la intención de dejar claro lo que deseaba.
—Todo depende de ti...—le susurró ella al oído. Pronto el ascensor se detuvo, había llegado a destino y se separaron al momento en que la puerta de ese se abrió. Dos enormes guardias que adivinaron venían del departamento de seguridad de Daniel estaban parados ahí para recibir a los invitados.
—Su entrada por favor —dijo seriamente uno de ellos.
—Por supuesto, aquí tiene. —Anne les tendió la enorme invitación color rojo con su nombre y con la nota de "Pase para dos". Después de confirmar la veracidad de la tarjeta y de ver su nombre en la lista sonrieron y sacaron una valla roja para dejarla pasar.
—Adelante y que se diviertan. —Otro de ellos abrió la puerta principal y ambos se adentraron a esa extraña fiesta roja que al parecer apenas estaba comenzando.
La música sonaba fuerte por todo el lugar y pronto vieron al DJ sobre una tarima. Había ya bastante gente por toda la enorme sala principal, aunque se notaba que las entradas a las diversas habitaciones, salones de estar, biblioteca y oficinas estaban abiertas al público. Se habían retirado casi todos los muebles de la sala principal y habían habilitado una barra bastante grande para varios bartenders y otra para flairs* que hacían piruetas y armaban maravillas con las copas y bebidas.
La ambientación era, tal y como la misma fiesta, completamente roja. Los colores parecían confundirse y todo en la sala tenía esa tonalidad. Las luces, el láser, todo en general era color rojo y parecía ser eso lo único que existía en aquel lugar. Por todo el ambiente se paseaban mozos y azafatas inusuales. Ellos, unos hombres espectaculares apenas vestidos con un boxer rojo y una camisa que no se sabía si era blanca o de un rojo claro y la corbata típica de un smoking. Ellas, con unas faldas diminutas, un pequeño delantal y un top a modo de blusa. Todas chicas de infarto por supuesto.
—Creo que ya entiendo la temática —le comentó Cameron a Anne al ver como un chico llamó a una de las azafatas la tomó de la cintura y la sentó en sus piernas mientras sus amigos parecían divertidos buscando una manera de tocarla o llamando a otra azafata para ellos.
—Ah bueno... yo sabía que esto iba a pasar, es Harry después de todo —dijo un poco nerviosa. Ese maldito Harry había mejorado sus fiestas sucias hasta ese punto. Mierda, ¿qué cara le ponía a Cameron para disimular que esas chicas eras prostitutas, y los chicos también? ¿Prostitutos? Lo que sea, lo había llevado a una fiesta llena de tráfico de personas, drogas y quien sabe qué otra cosa—. Aunque no puedes negar que la música está muy buena —le dijo para variar el tema—. ¿Sabes? Tenemos dentro de la invitación el pase VIP, la pregunta es ahora donde estará eso. —Que esperaba no sea un ambiente lleno de más pecado que ese. Y ahora que lo pensaba, ¿cómo rayos el hotel permitía algo así? Había escuchado que los grandes hoteles de cadena manejaban una red de prostitución para altos ejecutivos, pero eso como que ya se pasaba un poco. Mucho en realidad.
—El ambiente más privado de la Suite es para allá, y si la memoria no me falla esa es la sala de arte —dijo Cameron señalando un lugar donde había dos agentes de seguridad más custodiando la entrada. Sí, debía de ser ahí. Fueron juntos hacia ese lugar donde una vez más le pidieron el pase, ahora el VIP. Confirmaron que Anne lo tenía y ambos entraron sin problemas.
No fue muy difícil distinguir al tal Harry. Era quien estaba sentado en el sofá más amplio rodeado de chicas y chicos que competían entre sí por tener más atenciones de parte del organizador de la fiesta. La gente dentro del salón VIP parecían reconocer a Anne y la saludaron de lejos, mientras ella quería morir de vergüenza. Todos eran antiguos compañeros del instituto exclusivo donde conoció a Harry, ¿qué pensaría Cameron? "Pues que tienes a los peores amigos del mundo", se dijo tratando de disimular. Años que no los veía y le salían con eso, todos niños ricos hijos de papá que no sabían hacer nada mejor que derrochar el dinero en ese tipo de fiestas. La mayoría de ellos ya tenía bastante alcohol encima y bailaban desenfrenados, tocándose unos a otros y sin importarles nada entre besos y movimientos que se producían al ritmo de la música.
—¡Hey, Anne! —Harry se paró un momento al ver a su amiga y se acercó a ella para saludarla—. Creí que no ibas a venir, no te has aparecido en mis fiestas durante meses.
—Hola, Harry. A esta no podía faltar, estaba cerca y aproveche la ocasión.
—¿Y él es...? —preguntó Harry mirando a Cameron esperando que los presente.
—Soy Cameron —dijo él extendiéndole la mano—, tengo el gusto de salir con Anne desde hace unas semanas.
—¡Genial! Hace tiempo que no le conocía un "amigo" a Anne, las chicas ya decían que eras "del otro lado" —bromeó insinuando que bien podía ser lesbiana. Lo que le faltaba, la alta sociedad de New York y Estados Unidos sospechando que Anne Marie Leggat era lesbiana y especulando de su vida sexual. Qué lindas arpías.
—¡Esas son unas mal habladas! —bromeó ella tratando de restarle importancia al asunto—. Pero hemos venido aquí a pasarla bien, hasta las últimas consecuencias.
—Perfecto, diviértanse en la zona VIP. O como ya le están diciendo "La Zona más Roja".
—Si, ya veo porque...
—Pero chicos ustedes están muy tensos. ¡Lo que les hace falta es unos tragos! —alzó la mano haciendo unas señas a uno de los meseros y este se acercó rápido—. No pares de darles alcohol hasta que se desmayen. De acá solo se sale muerto o arrastrándose. ¡Ah! Y no vale decir no.
—Supongo que esa es la idea de "la fiesta roja" —dijo Cameron mientras tomaba de la fuente del mesero uno de los tragos recién preparados.
—¡Exacto! Así se habla, compañero. ¿Está bien solo alcohol? Acá hay de todo, tranquilos. ¿Cocaína?
—¿Qué? ¡No! —soltó Anne de inmediato, lo más cerca que había estado de la coca era la Coca Cola de vainilla en lata. Ah por Dios, ¿en dónde acabó metiéndose?
—Cierto, eso hace daño. Pero tenemos otras drogas más saludables si te apetece —bromeó Harry—. Pero bueno, ¡salud! A pasarla bien. —Ambos sonrieron y bebieron el primer sorbo. El primero de muchos.
Solo Dios sabe lo que tenía esa copa. No pasó mucho tiempo para que Anne y Cameron entraran a la acción. Pronto estuvieron tan animados como los otros invitados, quizá gracias a la magia de los tragos cortos adulterados con alguna maldita droga, o quizá gracias a la música y la alegría contagiosa de todos.
Bailaban al ritmo de la música, frenética a veces, suave y sensual por momentos. Ella movía su cuerpo de un lado a otro, pegando sus caderas a Cameron y sintiéndolo cada vez más deseoso por estar juntos. Lo provocaba moviéndose suavemente sobre él y disfrutaba sentir sus manos paseándose por su cuerpo, posando sus labios sobre los de ella, sobre su cuello, sus hombros, disfrutando del sabor de su piel suave.
Era ya bastante avanzada la madrugada y todos tenían mucho alcohol encima, más la música y las drogas eran capaces de todo. La fiesta roja estaba en su punto más extremo. Salieron de todos los salones para unirse en un solo movimiento en el salón principal. Un movimiento de caderas pegadas las unas a las otras, de brazos en alto, de manos explorando cuerpos ajenos incluso por debajo de las camisas y faldas. Todos se estaban poniendo más locos que nunca, el alcohol estaba por todos lados y el desenfreno no podía faltar. Las gotas de sudor resbalaban por el cuerpo de los danzantes y no había quien no tuviera las ganas de lamer aquellas gotas que se perdían entre los cuerpos de los invitados.
No faltaron quienes subieron demasiado el ardor de su baile y buscaron un rincón oculto en cualquiera de las habitaciones para hacer de las suyas al ritmo de un baile, si es que ya no lo estaban haciendo en medio de todos esos movimientos. Cameron ya no sabía cómo controlarse. Esa noche deseaba a Anne más que nunca, y en medio de ese baile deseaba aprovechar para hacer como las otras parejas y llevarla a un lugar lejos de la vista de los curiosos. Pero no podía permitirse algo así por más que ambos lo desearan, sentía que no era la forma. Eso no lo detendría para gozar del baile esa noche, más si ella así parecía desearlo. Con tanta gente en la sala de baile no había mucho espacio para bailar y que más querían ellos que sus cuerpos juntos, sintiendo excitación por tenerse.
La temperatura seguía subiendo en la fiesta roja y nada sabía lo que iba a pasar.
******************
Abrió los ojos lento, y cuando al fin estuvo consciente de que estaba despierto solo pudo percibir un fuerte dolor de cabeza que le hizo cerrar los ojos de nuevo. Era poca la luz que invadía la habitación, pero igual sentía que era demasiado para soportarlo. Después de un rato de estar despierto con ese dolor insoportable al fin se animó a abrir los ojos por completo.
El techo blanco no le decía nada, podría ser cualquier lugar, además de que un ruido que no sabía identificar estaba produciéndose cerca de ahí. Un ruido como de agua, de cierto modo eso lo relajaba. Para empezar tenía que reconocer donde estaba, recostado en una cama bastante cómoda, rodeado de almohadas suaves y sábanas finas. Se elevó un poco y logró ver su ropa, o mejor dicho, la ausencia de ella. No tenía puesta la camisa y quien sabe a dónde fue a parar en medio de la fiesta, y tampoco tenía pantalón. Empezó a preocuparse, se sentó de golpe sintiendo el dolor de cabeza más intenso aún.
Fue entonces que cayó en cuenta que estaba en una de las habitaciones de la Suite Presidencial, que no recordaba bien como llegó ahí, y que ese sonido de hace un rato era el de la ducha. Anne, ¿dónde estaba ella? Miró a su alrededor y vio que su ropa estaba sobre uno de los sofás y la de él estaba acomodada cerca. De seguro era Anne quien estaba dentro dándose una ducha. Entonces, ¿había pasado algo que no recordaba?
"Piensa, Cameron... piensa... ¿Qué es lo último que recuerdas?", se preguntó. Desenfreno total, la fiesta estaba en su punto y él bailaba con Anne de la manera más ardiente posible. Después se fueron juntos entre besos hasta una habitación. Esa habitación. Se quitaban la ropa y después... ¿Después qué? ¿Lo hicieron? Rayos, no lo recordaba y eso estaba mal. Como para despejar sus dudas, Anne salió del baño envuelta en una toalla. Le pareció más sensual que nunca, completamente desnuda, apenas cubierta y mojada.
—Vaya... hasta que despiertas —dijo con una sonrisa—. Te entiendo, anoche fue extremo.
—Sí, necesito algo para la resaca urgente —dijo llevándose una mano a la cabeza.
—Acá tengo, mandé a traer unas pastillas. Harry ha sido muy amable. No somos los únicos por aquí, pero solo nosotros tenemos una habitación exclusiva.
—Me imagino, ayer todos estaban muy locos, incluso nosotros. Y con respecto a lo de anoche, ¿qué fue lo que pasó exactamente?
—Esperaba que tú me lo dijeras —se sentó a su lado. En verdad parecía no recordar mucho, pero claro que la sospecha estaba en el rostro de ambos.
—No lo recuerdo... quizá nosotros lo hicimos, o quizá nos dormimos sin hacer nada. Estábamos muy cansados, eso si recuerdo.
—Si, quizá, pero prefiero olvidar eso. Total si pasó o no, no lo recuerdo.
—Nos excedimos anoche. —Y mucho, era la primera vez en muchos años que no hacía algo así. Quizá desde que era un estudiante.
—Pero la pasamos muy bien —ella se acercó para darle un beso que él recibió gustoso. Le hubiera encantado quedarse así más rato, pero pronto recordó algo crucial.
—Por cierto, ¿qué hora es?
—Ummmm... Más de las doce.
—¡Oh rayos! —se paró inmediatamente de la cama, como por arte de magia se le cortó la flojera y la resaca—. El almuerzo es en una hora y ya debería estar ahí. Adriano va a matarme.
—Relájate, estás a solo unos pisos del restaurante, no pasará nada malo. Te bañas, bajas y listo.
—Por suerte guardo siempre otro traje de repuesto en caso de emergencia.
—Bueno, entonces ve que se te hace tarde.
Sí que había sido una noche extrema aquella. Mientras se bañaba trataba de recordar qué había pasado con Anne. ¿Estuvieron juntos o no? Quizá no, lo hubiera recordado. Tenía que ser una ducha rápida, pero no podía evitar sentirse relajado con el agua que resbalaba por su cuerpo y lo despertaba por completo. Acabó por vestirse lo más rápido posible, en oficina había otro traje que se pondría de inmediato, porque el que había llevado apestaba a la madre de todos los vicios.
Salió y se despidió de Anne, acordaron verse al día siguiente cuando el restaurante estaba cerrado. Afuera, en el salón principal, estaba todo hecho un verdadero desorden. Aún las chicas de Housekeeping no aparecían, pero no quería ni imaginar los rostros de las pobres que tenían que limpiar las huellas del desenfreno. Al salir se enfrentó a la realidad pues tuvo que bajar por el ascensor de servicio, esperanzado que nadie conocido lo viera, la verdad es que temía una amonestación del hotel. Una vez fuera se miró en el primer espejo que se le cruzó, por suerte no tenía tan mal aspecto como pensaba y ya se sentía bien despierto. Al menos después del almuerzo tendría tiempo de descansar para estar íntegro en la cena.
Antes de llegar al salón del restaurante pensó que todo quizá estaría sin ordenar pues él siempre llegaba cerca de las once para coordinar la mantelería y todo lo demás. Pero para su suerte ese día Arnold había llegado antes de tiempo y al notar la ausencia de su jefe, como capitán de mozos, se había encargado de hacer sus labores. Todo iba en orden aparentemente, Cameron se encargó de los últimos detalles. Todo estaba listo justo a tiempo para el almuerzo.
—Muchas gracias, Arnie, sabes que nunca me ausento de esta manera. No sé qué hubiera hecho si encontraba todo patas arriba.
—No se preocupe, jefe, debió haber sido algo grave. Ah, por cierto, el chef Hartmann lo estaba buscando, y no es que estuviera muy tranquilo por su ausencia. —Claro que no, si Cameron era el rey de la puntualidad. De seguro pensaba que lo habían matado y tirado en alguna sucia cloaca.
—Gracias por avisar, voy a verlo ahora mismo. —Claro que primero se iba a quitar ese traje con las huellas de la fiesta. En su oficina encontró el smoking planchado y todos los demás accesorios de última hora que un maître necesitaba para lucir impecable en su atención. Ahora tenía que hablar con Adriano. No estaba en su oficina, así que lo ubicó rápido en la cocina. Ahí lo vio y no estaba solo, sino que estaba al lado de Priss dirigiéndola con una preparación en la cocina.
—Esa es la consistencia que quiero para la Veloute*, y ten cuidado con la medida de harina para la Bechamel*—le indicaba en su improvisada "Clase de Salsas" para principiantes. Obviamente una excusa para estar al lado de la chica. "Ajá, acá hay algo muy raro", se dijo con una sonrisa. Cierto que hace unos días Adriano estaba algo cambiado, los de cocina no se quejaban tanto de sus gritos como antes. También lo había sorprendido mirando a Priss con discreción mientras trabajan, o muy pendiente del WhatsApp por las noches a la hora del cierre. ¿Era posible? "Pues ojalá que si", pensó. Ella parecía una buena chica, y había pasado mucho tiempo desde la última relación seria de Adriano.
—Ya entiendo por qué te queda así —escuchó decir a Priss.
—Aprendes rápido, para la próxima vez que necesitemos estas cremas quiero que las hagas tú asesorada por Kate, le daré la orden ahora mismo.
—Gracias, aunque creo que es mucha responsabilidad para mí, Adriano. ¡Perdón! Chef Hartmann. Lo siento, se me escapa —dijo ella algo arrepentida. "Ajá, ya se tutean", se dijo Cameron. No es que fuera chismoso, pero aun así estaba convencido de sacarle la verdad a Adriano.
—Claro, es la costumbre —respondió él con una sonrisa. Pronto notó que los demás empezaban a mirar raro, después de todo Cameron no fue el único que escuchó aquello. Lo último que Adriano quería era que empiecen a hablar de que ella, a decir que era la "preferida". Cameron decidió acercarse a su amigo, al fin Adriano lo notó y le hizo una seña para que lo espere.
—Ya aprendiste suficiente por hoy. Ve con Rachel, debe estar esperándote para ver el tema de la mantequilla.
—Si, gracias por la lección de hoy. —Priss saludó a Cameron con las manos y fue a encontrarse con su amiga.
—Buenas tardes, Cameron —lo saludó Adriano sin perder la vista de Priss quien se iba alejando.
—Buenas tardes, Adriano. Llegue hace un rato, pero te veía muy ocupado con Priss. No me dieron ganas de interrumpirlos.
—Si, le estaba enseñando algo de las salsas que usamos acá.
—¿Y? ¿Algo más, chef Hartmann? —preguntó él con una sonrisa. Pronto Adriano se sintió en evidencia, si su amigo lo había notado entonces cualquiera podría.
—¿Algo de qué?
—No lo sé, dímelo tú, te ves bastante entretenido.
—¿Estás insinuando algo? —Y ahora hasta parecía irritado, ah, pero con Adriano no se podía decir nada con indirectas, había que ir al grano.
—¿Estás saliendo con Priscila? —Sin decir nada, Adriano cogió tabla, cuchillo y empezó a picar unos tomates que tenía cerca. Ya lo conocía, cada que no quería hablar de un tema se ponía a hacer cualquier cosa para evitar contestar.
—¿Y por qué has llegado tarde? Ya me estabas preocupando. —"Pero qué pillo", se dijo Cameron conteniendo una sonrisa, ahora hablaba como el jefe.
—Olvida eso, Arnold se encargó. Ahora responde mi pregunta.
—¿Qué pregunta?
—¿Entonces lo tomo como un sí? —se quedó unos segundos sin responder. Terminó de picar el tomate y luego lo miró.
—Si —lo dijo al fin, qué milagro—. En sí solo salimos formalmente una vez, pero hablamos mucho dentro y fuera de la cocina. Nada más.
—Ya veo, ¿y por eso aprovechas las horas de trabajo para inventarte clases de salsa? —bromeó él—. Eso puede ser tomado como acoso laboral, ¿sabías?
—¿Qué? Ni lo digas, ¿en serio lo crees? Rayos, no lo pensé...—Y parecía preocupado, su broma no fue tan graciosa después de todo.
—¡Era una broma, Adriano! No creo que nadie lo tome así, menos ella. Entonces, ¿de verdad te gusta? —No esperaba que respondiera eso, si hasta hace unos segundos intentó ocultarle que no tenía nada con ella.
—Si —admitió para su sorpresa—. Pero no me cambies de tema, ¿qué pasó? ¿Por qué tan tarde? ¿Sucedió algo malo? —No le sorprendió, no creía que Adriano diga más al respecto ese día, pero ya había sido bastante que le cuente aquello.
—Te seré sincero porque sé que al final de todas maneras te vas a enterar. Me fui a una fiesta en la Suite Presidencial con Anne. Nos excedimos un poco, más bien mucho. Vengo de ahí.
—Pues que no se note que estás destruido. En fin, sabes cómo hacer eso perfectamente. Pero que no vuelva a pasar, ¿si? Eres el ejemplo de todos esos mozos. —La llamada de atención no fue tal y fue mejor de lo que esperaba. O quizá era que Priss lo tenía de buen humor. Ya Adriano lo admitió, le gustaba. Y no veía a su amigo interesado así por nadie hace mucho.
—Claro que no, ya te dije que nos excedimos un poco.
—Perfecto, entonces de vuelta al trabajo.
—A eso voy, solo venía a reportarme. Por cierto Adriano, me alegra lo que acabas de contarme.
—¿Qué cosa?
—Lo tuyo con Priscila. Espero les vaya bien, mereces ser feliz. —No dijo más, solo le sonrió. Adriano hizo lo mismo, luego ambos volvieron a sus posiciones. Ya habría tiempo para hablar sobre eso.
****************
GLOSARIO DE TÉRMINOS
- Flair: Es un estilo de bartender, practicado a modo de espectáculo y entretenimiento en bares o en competiciones y normalmente incluye rutinas de movimientos coreografiadas y de mayor duración. El Flair de Exhibición incluye trucos con 2, 3, 4, y 5 botellas y movimientos y rutinas que no son llevadas a cabo en el proceso de preparar bebidas.
- Veloute: Es una salsa clara que está formada por un caldo (denominado fondo claro, que puede ser de carne de aves o de ternera, incluso un fumet de pescado), todo ello ligado con un roux (puede ser blanco o rubio). Se trata de una salsa madre, de tal forma que puede utilizarse como base para otras salsas de la cocina francesa.
- Bechamel: También conocida como salsa blanca, es una salsa clásica espesa para todo uso, a base de mantequilla, harina y leche.
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