CAPITULO 7

CALDEO

<< Frío. Yo tiemblo de mucho frío, pese a la alta calentura de mi pequeño cuerpo.

Sigo acostado en mi camita temblando, cuando tengo varias cobijitas viejas sobre mí y por mi fiebre, en el precario departamento que ella consiguió para alquilar y vivir de nuestro largo viaje.

Lála es como mi nana y es lo único, que recuerdo cómo se llama.

Después, solo muchas imágenes borrosas, antes de nuestro largo viaje.

Oscuridad, gritos, portazos, una gran mansión, muchas pisadas corriendo por los pasillos y a alguien levantándome entre sus brazos en el medio de la noche de mi cama y de forma sigilosa, siendo más niño y diciendo:

- No hables mi pequeñito Caldeo, shuu...no hables...pronto, todo estará bien mi príncipe...

Solo, recuerdo eso...

Ella ahora, está preocupada.

La escucho decir algo en otro idioma pasando su mano de forma nerviosa por su rostro más oscura que mi piel y cubierta siempre, con una tela de suave contacto y enrollada sobre su cabeza de siempre colores muy bonitos.

Pero en sus mejillas caen lágrimas, mirando a través de la ventana y creo, que está preocupada.

No me gusta verla llorar.

Porque, ella es buena conmigo.

Y me quiere.

Sus ojos llorosos me miran.

He intenta disimular sus lágrimas con una sonrisa mientras viene hacia mí.

Y con pequeños pasos, toma el trapo sobre mi frente. Lo remoja en un viejo plato hondo con agua helada y me lo pasa por el rostro con cariño.

- Pronto tu fiebre bajará, mi pequeño Caldeo...

Yo asiento, abrazando más mi peluche de mono viejo, mugriento y roto contra mí.

Tengo gripe, dice Lála.

Ella cree que es eso, porque no se animó a llevarme a un Hospital.

No se qué, es eso, pero me pone triste, porque hace varios días que no me levanto de mi camita por dolores y fiebre. >>

Mis ojos se abren.

Mi mano va a mi pecho agitado por la pesadilla, mientras la otra aprieta con fuerza y como puño, las sábanas de mi cama.

Tiro mi pelo a un lado y detrás de mi oreja para mirar donde estoy, aún algo confundido y jadeando con fuerza.

Pese a la oscuridad de la noche, exhalo tranquilo el aire de mis pulmones.

Sí.

Estoy en casa.

En mi hogar.

Si fuera más chico, haría lo que cada noche que mis pesadillas me invadían.

Ir caminando hasta la habitación de mamá y papá, arrastrando mi viejo mono de peluche por el pasillo.

Abrir la puerta, trepar su gran cama y meterme entre ellos dos en busca de sus abrazos y su cariño.

Resoplo, cayendo de forma pesada en mi cama.

Pero ahora, soy un jodido adulto.

Y ya, no más eso.

Despertar a papá para hablarlo, sería preocuparlo más por esto y no lo merece.

Ya bastante con el resultado de ese maldito viaje.

Resoplo.

Y la imagen de ella en casa, golpea mi mente.

Estaba en la ducha.

No fui a la práctica de básquet, porque se canceló y pasó a hoy.

Ruidos abajo me alertaron, porque mamá había salido temprano y papá se reunía con tío Herónimo en su Holding.

Y Cristiano era imposible que regresara tan rápido.

Mis ojos no podían creer lo que veían, cuando me asomé.

Y mi cuerpo se congeló al ver a cachorra desde arriba de las escaleras y en la cocina de casa.

Cierta emoción, me invadió.

Años habían pasado, desde la última vez que la vi acá.

Pero esa última vez, su risa se sentía con sus pisadas subiendo las escaleras, para luego empujar la puerta de mi habitación y tirarse encima de mi cama para despertarme.

Reía saltando sobre ella, para llamar mi atención y yo también, pero bajo mi almohada disimulando ignorarla y estar dormido.

Era una niña.

Ahora es toda una mujer.

Siempre hermosa.

Siempre bonita.

Y tuve que utilizar de todo mi control, cuando la tuve cerca para no...

Su aroma.

Su piel.

Sus labios.

Carajo...

En solo pensarla, me pongo duro como una roca.

Elevo el dorso de mi muñeca que tiene mi tatuaje pequeño y favorito, intentando controlar mi erección grado 8, bajo las sábanas.

Su diseño se ve intangible, bajo la oscuridad de la noche.

Lo beso.

JUNO

- ...Prometió ir a A.A... - Dice Amely, sentada a mi lado en las gradas del campo de Rugby y echada hacia atrás con su cuerpo para que le dé, el sol a pleno.

Las prácticas deportivas son de mañana y pese a que el sol es fuerte con el cielo despejado, el simple uniforme deportivo de remera mangas cortas y short de la Universidad, si no entras en calor rápido, te hace temblar con la fresca mañanera.

La escucho mientras intento ajustar mejor los cordones de mis zapatillas deportivas.

Me enderezo.

- Eso, es bueno Amm... - Murmuro. - ¿Crees, que lo cumplirá?

Hace una mueca desganada.

- ¿Ira las dos primeras reuniones de autoayuda? Seguro... - Nos ponemos de pie ante el silbato de la entrenadora y bajamos de las gradas en dirección al campus deportivo. - ...pero a la tercera, empezará con que no necesita de ello y bla...bla...bla... - Rueda sus ojos. - ...que él es fuerte y tiene voluntad. Lo hará bien una semana hasta que caiga y reciba otra llamada de su último trabajo siendo despedido o de un jodido antro, para que lo vaya a buscar de madrugada...

La abrazo con cariño como consuelo.

- Lo lamento mucho...

Devuelve mi abrazo y se sonríe.

- No lo lamentes...alguien tiene que ser la adulta en esta pequeña familia y mi padre, es el niño descarriado...

Y suspiro por mi mejor amiga.

Me gustaría que fuera todo diferente y mejor para ella.

Solo son ella y su padre, David Wattson.

Un gran contratista de obras en su momento, antes de caer en su adicción al alcohol.

Y un hombre muy agradable y guapo.

Mi pensamientos celestinos de una bonita familia para mi amiga se van a la mierda con los gritos de la entrenadora desde el verde campo de rugby hacia todas nosotras, llamándonos.

Rápidamente nos pone a calentar bajo las quejas de muchas de nosotras e inclusive Amely.

A mí, no me interesa.

La rutina del gimnasio, detesto.

Y correr y hacer gimnasia al aire libre me es aceptable, aunque soy cero deporte.

Empezamos nuestra entrada en calor con nuestra carrera de 5km alrededor de la pista de atletismo que rodea la cancha de rugby.

Mi cuerpo frío empieza a adaptarse despacio, conforme y con cada paso que doy en mi trote a la temperatura y a elevarse lentamente.

Amely jadea y empieza a quedar detrás mío y de forma teatral, deja caer un brazo adelante y el otro toma un lado de su cintura.

Río, retrocediendo mi carrera sobre mis espalda y tomo su mano para ayudarla a correr.

- Eres una gran amiga, sabiendo que no soy buena en esto... -Jadea por mi ayuda.

Suelto una risa.

- No hemos completado ni la primer vuelta, Amm... - Miro a las demás estudiantes a mucha distancia nuestra y las señalo con mi barbilla jalando de ella. - Somos las últimas, nena...

Sus ojos castaños se abren.

- Oh Dios, nooo.. - Chilla, trotando sin ganas al notarlo. - ...la coach nos hará hacer más sentadillas! - Exclama, retomando la carrera con ganas.

Sip.

Eso era verdad.

- Oye... - Susurra sin oxígeno a mi lado.

- ¿Mmnm?

Señala con una mano en el aire.

- ¿Ese, no es tu primo Caleb?

Y pongo una mano como visera en mi frente en mi carrera, para bloquear el sol de frente.

Al otro lado de la cancha de rugby, mi primo Caleb está sentado en las bancas de suplentes con el uniforme de jugador de básquet, abrazado a una pelirroja y una morena de cada lado y riendo muy divertido, por su compañías femeninas.

- Él, es tan sexy... - Suspira, desnudándolo con su mirada Amely mientras se tira contra el césped de forma agotada y luego de cumplir las vueltas.

Observo a mi primo.

Mientras todos los demás jugadores practican entre ellos en la cancha y al aire libre, bajo los gritos y órdenes de su entrenador, inclusive Caldeo.

Mi primo querido, nop.

Me dejo caer en el césped para ayudar a Amely sosteniendo sus pies y con sus cien abdominales que nos gritó a todas la entrenadora.

Amo a primo.

Es un ser excepcional y muy divertido.

Es la metamorfosis perfecta de mis tíos Mel y Rodo.

Un digno hijo suyo.

Pero, la antitesis de Hope.

Descontrol y mujeres.

Sonrío.

Pero, con un corazón enorme.

Atlético, de piel dorada y los ojos chocolate tan lindos como tío Rodrigo, pero pelo desparejo y disparado como tía Mel.

Mi amiga tiene razón.

Caleb Montero, es un chico "baja bragas."

- ¡Cariño! - La voz de Demian, suena en el campus para verlo bajo las gradas y apoyado en las barandas de esta.

Corro a él, sonriendo y con la mirada curiosa de Amely.

- ¿Qué hay? - Digo feliz de verlo, tomando el agua de botella que me ofrece.

Río al verlo todo de blanco como los demás estudiantes que no practican básquet, pero si atletismo como nosotros.

- No te atrevas, cachorra... - Me amenaza de forma desafiante ante una broma a decir, al notar el contraste de su vestimenta muy blanca con su estilo con maquillaje gótico y ropas oscuras.

Escupo el agua.

- ¿Por qué, me llamaste así? - Limpio mi boca con el dorso de mi mano.

Solo él, me dice así, maldita sea.

Hace una mueca y con una guiñada de ojo, mira a la cancha de básquet.

- El moreno, lo dice... - Murmura, siguiendo sus ojos a Caldeo que rebota la pelota naranja una y otra vez en un rincón de la cancha, haciendo señas a su equipo con una mano elevada, pidiendo posición, pero nos mira.

Y corro mi mirada al sentirla sobre mí.

Fresita eleva sus cejas por ello y sus labios se mueven para decir algo más, pero la llegada de Amely, lo calla.

- ¿Quién eres, chico nuevo? - Dice con una sonrisa seductora, apoyando sus codos sobre la baranda.

Y Demian le arquea una ceja divertido por coquetear.

Suspira.

- Eres bonita y caliente. - Le dice, inclinándose hacia ella. - Y te invitaría a una cita muy romántica... - La sonrisa de Amely, crece. – Pero, soy homo, nena y lo más parecido a una cita que tendríamos, es ir de shopping por ropa y maquillaje para los dos, para luego una maratón en DVD con el sexy vampiro de Crepúsculo...

Y la sonrisa de Amely cae y eleva los brazos al cielo.

- Señor, ¿Por qué, todos los chicos lindos son jodidos o gay? ¡Nunca podré ser esposa, así! - Exclama.

Y rompemos en risas.

- Amm... - Los presento. - ...él es Demian, pero le dicen Fresita. - Lo miro. - Demian, ella es Amely.

- Su mejor amiga. - Dice ella, extendiendo una mano con supremacía.

- Su mejor amigo. - Dice él, aceptando su mano con orgullo.

Y Amely, escupe una risa.

- Que no te escuche Caldeo...

Ruedo mis ojos.

- No digas eso. - Palmeo su espalda como reproche. - ¡Él y yo nada. Nada! - Chillo enfadada.

- Mándale un memo, amor... - Me susurra, volviendo al campo de rugby ante las señas de la entrenadora para continuar con la clase.

Y mis ojos siguen los de ella.

Caldeo en las bancas descansa del medio tiempo, tomando de su bebida energética y secando el sudor de su cara con una toalla, mientras nos mira sin atender en absoluto a Constanza para mis desconcierto a su caricias y reclamos.

No sé, si el viento que se levantó o su mirada sobre mí recorriéndome, hizo acariciar mis brazos y piernas desnudas de frío.

¿O de calor?

- ¿Qué le hiciste? - Pregunta nostálgico Demian.

Abro mis ojos.

¿Pregunta eso y de forma nostálgica?

- ¿Yo? - Mi furia crece. - ¡Nada! Si tan solo lo supiera, yo...

Inclina su cabeza.

- ¿Tú, qué, nena?

Mierda.

Nunca lo pensé mucho en realidad.

Resoplo y me encojo de hombros.

- No lo sé.... - Solo respondo, besando su mejilla como despedida y ante el segundo grito de la entrenadora a mí y porque él, comienza con su clase de deporte del otro lado.

Y será, porque después de mucho tiempo que solíamos ser tan amigo, todavía busco ese chico en sus ojos grises en alguna parte...


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top